El regalo es un sólido ejercicio de tensión magistralmente dosificada durante el relato, con una atención milimétrica a los detalles y una inquietante interpretación de Joel Edgerton, que se estrena además como director. La película se presenta como un thriller de los años 90 en la línea de De repente, un extraño (John Schlesinger, 1990) o Mujer blanca soltera busca (Barbet Schroeder). Se apoya, además, en la verosímil incapacidad de una persona común de creerse que le pueda estar pasando algo extraordinario. En esto se asemeja a la estupenda The invitation (Karyn Kusama, 2015), en la que también la cortesía, la hipocresía y en definitiva, las normas sociales, evitan que los protagonistas afronten un peligro evidente. Pero además, hay un giro en el guión, que también firma Edgerton, que cambia todo esto, para mejor. Una revelación que sitúa un relato de buenos y malos en el terreno de la sombras de la ambigüedad moral. Esto provoca una completa incertidumbre sobre el desenlace que hace que la película sea sumamente absorbente. Y absolutamente recomendable.
Lo mejor de todo, es que este estupendo thriller admite una segunda lectura que lo convierte en una reflexión sobre lo masculino. Sobre el papel del hombre en la sociedad y cómo este se ve obligado a reprimir una agresividad que sin embargo necesita para progresar. Ese hombre algo anticuado que se ve superado por nuevas formas de entender la masculinidad -hay un comentario sobre cómo los jóvenes nerds/hipsters se han convertido en los jefes de todo-. Un hombre cuyo papel en la familia no es más que el de inseminar y al que la maternidad deja completamente fuera de juego.
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