Wilson Fisk (Vincent D'Onofrio) tiene una presencia tan poderosa que en apenas tres apariciones en esta temporada de Daredevil casi ha conseguido robarse el protagonismo. No es así. El antagonismo principal -o la rivalidad- recae en Punisher (Jon Bernthal) personaje interesantísimo que promete mucho. Pero es verdad que el físico rotundo de Fisk, su voz pausada y sus repentinos estallidos de rabia, le convierten en un personaje magnético, mucho más atractivo que los ninjas de La Mano. Y eso que me encantan los ninjas. Pero debo rendirme ante Kingpin, que en este episodio recibe la visita en prisión de Matt Murdock (Charlie Cox). Ambos se enfrentan en una escena muy bien resuelta, que comienza con un tanteo entre los dos personajes, y cuya tensión va creciendo hasta hacer estallar a Fisk, que resuelve la situación utilizando su increíble fuerza física. Mucha atención a esta escena, porque anticipa que en la tercera temporada podríamos ver adaptada la mejor historia de Daredevil en los cómics: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli. No puedo esperar.
La amenaza de los ninjas de La Mano se revela ya como mística, con los extraños esclavos desangrados volviendo a la vida como zombies en una escena con atmósfera de película de terror. El cliffhanger -nunca mejor dicho- de los ninjas escalando la fachada del hospital en el que se encuentran Daredevil, Claire Temple (Rosario Dawson) y el convaleciente Foggy Nelson (Elden Henson) constituye una potente imagen de textura pulp y constituye uno de los mejores momentos de la serie hasta ahora. También está Elektra (Elodie Yung), peleando en una escena algo desconectada que sirve para descubrir que Stick (Scott Glenn) la quiere muerta y para verla con los sais que son sus armas característica en los cómics. Karen Page (Deborah Ann Woll), por su parte, sigue investigando a Punisher, víctima de una conspiración -la fiscal Reyes (Michelle Hurd) muere aquí- que le convierte en fugitivo. Lo siguiente será, probablemente, Punisher contra todos.
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