Ha ganado el Óscar a la mejor película y estaréis encantados. Y la verdad es que Birdman te atrapa de principio a fin. Todos sus elementos brillan. Es de esas películas que producen la sensación de estar viendo algo importante. La película protagonizada por Michael Keaton deslumbra, pero yo desconfío. No voy a decir que sea una mala película. Eso es imposible. Pero sí me hago preguntas.
-AVISO SPOILERS-
Mi primera primera pregunta es sobre las posibles referencias de la propuesta de González Iñárritu. Yo durante Birdman he pensado mucho en dos películas. La primera, creo que obvia, es Noche de estreno (John Cassavetes, 1977). La segunda es más rara, no sé si estaréis de acuerdo, pero aquí va: Birdy (Alan Parker, 1984).
Posibles antecedentes aparte, la siguiente pregunta que me hago sobre Birdman es si hace falta ese discurso ¿crítico? sobre la fama. ¿Es necesario hablar de las redes sociales a estas alturas? Todos conocemos de sobra los excesos que se cometen en YouTube, Twitter y Facebook ¿hace falta decir de manera tan explícita que el vídeo viral más visto suele ser una tontería? ¿No lo sabemos ya? Y si aceptamos que el director se posiciona en contra del morbo sensacionalista ¿no es un ejercicio algo cínico utilizar a Keaton cuya trayectoria profesional tras interpretar a Batman es similar a la de su personaje? También hay que reconocer que la oposición entre fama y talento (o arte) que encarnan Keaton y Edward Norton no es maniquea y sí tiene interés. Al menos para mí.
Pero también tengo dudas sobre la otra oposición que plantea Birdman: entre realidad y ficción. Ya hemos dicho que el personaje de Riggan se confunde con su intérprete, Michael Keaton. Edward Norton juega también con su imagen de actor difícil, pero además, su personaje tiene un pulso constante entre arte y verdad, lo que le lleva a cometer excesos como emborracharse durante la obra de teatro, o a tener una erección durante la función. Ese empeño del personaje de Norton nos lleva al primer final de Birdman que, por cierto, tiene varios. Pero además, esa búsqueda de "lo real", de lo inmediato es precisamente lo que obtenemos de las redes sociales: ¿preferimos leer el Twitter de Michael Keaton, verle humillado en un reality, antes que disfrutar de su interpretación en una película?
Birdman se esfuerza por parecer real y por eso elige contarnos su historia en un plano secuencia. La decisión de hacerlo así ya no es una prueba de virtuosismo -como en La Soga (Alfred Hitchcock,1948)- ya que ahora se puede ocultar cualquier error digitalmente y, de hecho, el ordenador se encarga de enmascarar las transiciones -temporales- necesarias para contar esta película. La función del plano secuencia en Birdman es que todo parezca inmediato: la cámara se mueve constantemente, se cuelan los rayos de luz en el plano, el objetivo está pegado a los rostros de los actores que tienen así una mayor libertad, que aprovechan para regalarnos unas interpretaciones sobresalientes. Pero quizás el plano secuencia es también la forma elegida por el director mexicano para suspender nuestra incredulidad a la hora de mostrarnos esas fugas fantásticas -la voz interior del superhéroe, los poderes mentales, la capacidad de volar- que, en principio, provienen de la psicología del protagonista que acaba contaminando ese supuesto "realismo".
Es precisamente en el plano final cuando Birdman da un salto que me hace dudar de si -a pesar de haber disfrutado durante casi dos horas- me han dado gato por liebre. Pero oye, que si os gustó, pues muy bien también.
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