STOKER (PARK CHAN-WOOK, 2013)


Me hace gracia la gente que dice que le gusta mucho el cine, que va de "cinéfila", pero cuando nombras a un director como Park Chan-Wook ponen cara de que les estás hablando en surcoreano. Lo único peor que un "cinéfilo" es un "seriéfilo", pero ese es otro tema. No me malinterpretéis. No quiero criticar a nadie. No me considero un experto en cine -ni mucho menos- pero sí un partidario de la humildad y sobre todo de la curiosidad. Aproximaos al cine con ganas de ver cosas diferentes. No os guiéis siempre por ese amigo que "sabe lo que me gusta". Forjad vuestro propio criterio.



Por otro lado, conocer a Park Chan-Wook no debería ser friki. Se trata de un director -casi- mainstream como demuestra precisamente Stoker, su primera película en inglés ¡Con Nicole Kidman y todo! Obviamente, no recomiendo Stoker como primer escalón para acercarse a la filmografía de este director nacido en Seúl. Pero pienso que cualquiera que de verdad esté interesado por el cine debería echarle un ojo a Oldboy (2003) o a Soy un Cyborg (2006) por citar solo dos de sus films. Y hasta aquí mi labor divulgativa. De nada.

En la obra de Park Chan-Wook creo que es más importante el estilo que lo que cuenta. Se trata de un director más sensorial que narrativo, que se apoya en imágenes y sonidos más que en los diálogos o los giros argumentales para contar sus historias. Me atrevo a decir que Stoker es una de sus películas más estáticas, un thriller muy contenido que ocurre casi íntegramente en la mansión familiar de los Stoker. Es además su película más seca y con menos fugas narrativas: creo que es la primera vez que Chan-Wook no participa en el guión, o al menos, no aparece acreditada su colaboración en este apartado.


Curiosamente, el guión viene firmado por Wentworth Miller, actor protagonista de la serie Prison Break (2005) y al que recientemente hemos podido ver en The Flash (2014). Miller aporta un guión interesante, quizás no demasiado original y plagado de referencias hitchcockianas: animales disecados como en Psicosis (1960), una cabina telefónica que recuerda a Los Pájaros (1963), un trauma infantil, un psicópata (o dos), un terrible descubrimiento en la ducha, y un tío Charlie (Mathew Goode) que no puede ser más que una referencia a La sombre de una duda (1943). Todo esto, unido a la dirección siempre estimulante de Chan-Wook nos deja una película que quizás ha pasado desapercibida, pero que creo muy interesante.


Personalmente, el momento que más me ha gustado es el dueto de piano que vuelve a unir la música de Phillip Glass al rostro de Kidman. Sé que soy raro.

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