EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR -BUENAS INTENCIONES


El maestro que prometió el mar (2023) tiene una historia preciosa, basada en la novela de Francesc Escribano, inspirada, además, en hechos reales. La exhumación de varias fosas comunes de la Guerra Civil es la excusa para desenterrar la vida de un docente, Antoni Benaiges, que fue detenido y ejecutado por el bando nacional por sus ideas izquierdistas y su laicismo. Luego, su cuerpo, se perdería para siempre. Como tantos otros. En la película, Laia Costa interpreta a Ariadna, la nieta de unos de los alumnos de este profesor, que en una carrera contra el tiempo -su padre, ya anciano y con alzhéimer, pierde rápidamente la memoria- intenta recuperar sus restos. Poco a poco, Ariadna -en la mitología es la que ayuda a Teseo con su hilo a encontrar la salida del laberinto- irá conociendo la historia de aquel profesor que cambió la vida de los vecinos de un pequeño pueblo de Burgos. Ese profesor es interpretado por Enric Auquer, fantástico actor que, aquí, está quizás demasiado enfático. Pero es tal la convicción de este estupendo intérprete, que acaba ganándose la simpatía y la credibilidad necesarias para que esta historia emocione al espectador. Lo peor de El maestro que prometió el mar son, paradójicamente, sus buenas intenciones: hablar de la memoria histórica; denunciar la ignorancia y la violencia del fascismo; y resaltar la importancia de la educación no como preparación para un futuro laboral, sino como forma de alcanzar la felicidad en la vida. Estas buenas intenciones llevan al relato a caer en lo convencional y a dibujar a sus personajes de forma maniquea. No ayuda tampoco la puesta en escena de la directora Patricia Font, que se conforma con plasmar el guión en imágenes, planteando una narrativa eficaz, pero carente de una mirada más personal. A esto hay que sumar una fotografía preciosista y un uso demasiado enfático de la música. El resultado es una feel-good movie para espectadores convencidos de antemano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario