A FIELD IN ENGLAND (BEN WHEATLY, 2013)


Supongo que en los tiempos que corren lo entendemos todo. Con el planeta explorado, los milagros desmentidos y nuestros cerebros analizados, poco margen queda al misterio. La sensación de lo extraño ha sido completamente desterrada ya que cada día repetimos la misma rutina: despertamos, trabajamos, volvemos a casa, cenamos, nos alegramos si es viernes. Ante esta repetición robótica de gestos, pocas cosas quedan por explicar. Nada nos desconcierta.

Para experimentar la maravilla o el misterio, sólo nos quedan las películas. El cine como imitación fidedigna de nuestra percepción subjetiva del mundo real, pero también del onírico, de los sueños. Vemos una película, y a veces, estamos dentro de ella. Y a través del cine es posible dar el salto hacia lo imposible: rasgar el tejido de la realidad y superar las barreras del tiempo y del espacio. La lógica deja de funcionar y podemos ver más allá.

Algunos directores esconden secretos en sus películas. Stanley Kubrick dotó de un realismo obsesivo las acciones de sus astronautas en 2001: una odisea del espacio (1968), pero no le explicó a nadie lo que pasa cuando Bowman atraviesa el monolito al final de su obra maestra. En El Resplandor (1980), asistimos pacientemente a la explicación pormenorizada del trabajo que tendrá que desempeñar Jack Torrance en el Hotel Overlook, pero cuando comienzan a aparecer los fantasmas no sabemos si son reales (si es que eso significa algo dentro del contexto de un film) o si han salido de la cabeza de Jack.

En A Field in England, Bean Wheatly crea un escenario muy real, un campo muy físico, muy táctil, con una gran cantidad de planos que nos meten en los ojos y en los oídos de cuatro desertores atrapados en una Guerra Civil en el siglo XVII. El grupo encuentra a O´Neil (Michael Smiley), un personaje que afirma ser un alquimista con increíbles poderes mágicos y que obliga a los demás a buscar un misterioso tesoro. A partir de ese encuentro, la idea de lo real comienza a desdibujarse con extraños hechos que no sabemos cómo calificar. Previamente al encuentro con el alquimista, los protagonistas han encontrado e ingerido unas setas que adivinamos alucinógenas. El final de la película es un salto a lo irracional que incluye unos efectos estroboscópicos de los que nos advertía un texto al principio de todo.

Un final que abandona la narración, y la lógica racional, y que conecta con el comentado último (¿o primer?) viaje del astronauta Bowman en 2001, y también con el final de The Lords of Salem (Rob Zombie, 2012). El clímax de esta película es una sucesión de imágenes perturbadoras que parecen salidas del infierno: no sabemos si el de los traumas de Heidi Hawthorne (Sheri Moon Zombie) o el de los terrores pasados del pueblo de Salem. Si en 2001, el mecanismo que rasga el tejido de lo real es el monolito extraterrestre, la puerta que desencadena los demonios en The Lords of Salem es un extraño vinilo que recibe la protagonista, DJ de profesión. En Resolution (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2012) también encontramos extrañas grabaciones analógicas, y viejas películas como elementos que introducen lo fantástico en una situación realista aunque extrema: un hombre intenta ayudar a su mejor amigo a desengancharse de las drogas en una cabaña. En la película, nunca sabremos cómo esos libros y grabaciones eran capaces de predecir el futuro de los protagonistas.

El misterio es cuáles son esas fuerzas detrás de lo que ocurre en estas películas. No conoceremos a la inteligencia extraterrestre detrás de los monolitos, ni quién le envió ese extraño vinilo a Heidi, ni la identidad del autor de las grabaciones de Resolution, ni la verdadera naturaleza de la secta mística de Kill List (Ben Wheatley, 2011) ni el origen de los poderes del alquimista de A Field In England. Podemos elegir entre exigir una respuesta a esas preguntas... esfuerzo inútil... o dejarnos llevar y dar el salto hacia lo irracional. Abandonar, por una vez, y en la seguridad de una sala de cine, nuestras repetitivas rutinas robóticas de cada día.

HER (SPIKE JONZE, 2013)

Lleva el amor en el pinganillo
-NO HAY SPOILERS, LO PUEDES LEER-

¿Por qué resulta mucho más fácil sentirnos identificados con un libro, una canción, o una película, que con una persona real? ¿Por qué escuchamos en una canción algo como...

The signals we send
Are deflected again
We’re still connected
But are we even friends?

...y sentimos que la persona que escribió estos versos nos entiende mejor que nadie? A mí me pasa.

Nos pasamos el día escuchando hablar a otras personas, decenas de ellas, sin conectar con ninguna. Personas reales, de caras blandas, que sólo repiten frases que han escuchado de otras personas, frases que han leído en el periódico, frases que saben que hay que decir en determinados momentos, frases que no significan nada. Pero escuchamos a un personaje, en una película, decir...

“Es esa cosa cuando estás con alguien, y le amas, y ese alguien lo sabe, y también te ama y tú lo sabes... pero estáis en una fiesta... y cada uno habla con otras personas, y te ríes y brillas... y miras al otro lado de la habitación y captas la mirada del otro -pero no de una manera posesiva, o precisamente sexual- sino porque... esa es tu persona en esta vida. Y es gracioso y triste, pero sólo porque esta vida tiene un final... y es ese mundo secreto que existe ahí, en público, pero sin que nadie lo note, sin que nadie más lo conozca."

...escuchamos esto y nos sentimos completamente identificados. Al menos yo.

En Her, Theodore (Joaquin Phoenix), se dedica profesionalmente a escribir cartas de amor por encargo. Escribe firmando como personas que probablemente no saben expresar los sentimientos que desean transmitir a sus seres queridos. Pero él consigue que sus clientes se emocionen mucho más que si leyeran algo escrito por la persona que realmente aman.

Theodore es escritor, porque el amor son las palabras. Pero no sólo las palabras que escuchamos de la otra persona cuando estamos juntos. Más bien las palabras que escuchamos en nuestras cabezas, con la voz de Scarlett Johansson. Nosotros, igual que Theodore, vivimos en el futuro, y por eso el amor también son las palabras que escribimos en WhatsApp, esperando desesperadamente ver el double check; los mensajes privados que escribimos en Facebook, o los tuits que lanzamos al espacio, pero que sólo queremos que lean esos ojos que brillan cuando nos miran.

El amor sólo existe, de verdad, en nuestra cabezas. Allí es muy puro, en esos diálogos ficticios que mantenemos cuando ella no está. Y por eso, porque sólo son palabras, no debe asombrarnos que Theodore encuentre el amor en Samantha (Scarlett Johansson), un sistema operativo creado para responder a las necesidades del usuario. Es normal. Porque lo que hace que el amor sea siempre imposible, son nuestros miedos. Porque a los nuestros, hay que sumar los del otro. Es entonces cuando no entendemos nada. No entendemos que el otro tenga sus propios fallos. Y es un infierno que el otro sea también un sujeto, y no un objeto, de nuestro amor.

El amor es perfecto cuando son palabras, pero es imposible cuando tenemos que tocarnos, cuando no hay química, cuando ella es mucho más joven, ha comprado una casa con otro, o simplemente está en un momento diferente de su vida al tuyo. La existencia es efímera, y que dos personas, dos amores, coincidan en el tiempo, es tan milagroso, que sólo nos queda disfrutarlo mientras dure. Aunque exista tan sólo una tarde, durante un breve momento, que con los años no será más que otro paréntesis. Porque el amor sólo son palabras, y las que más repetimos no son "te quiero", sino "lo siento".

HELLO LADIES -TEMPORADA 1-


Hello Ladies (2013) es la serie de Stephen Merchant, cocreador junto al más popular Ricky Gervais, de la fundamental The Office (2001-2003) y de Extras (2005-2007) y de Life´s too short (2011-2013). Merchant se atreve ahora en solitario con una serie para HBO, y se apoya en dos guionistas, precisamente, de la versión americana de The Office (2005-2013): Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky. Interpreta, además, al protagonista de la serie, Stuart Pritchard, para el que aporta su peculiar físico: mide 2,01 metros. 

El elemento común de todas las comedias de Gervais y Merchant es la vergüenza ajena. Sus personajes suelen hacer el ridículo en situaciones sociales cotidianas que no nos gustaría protagonizar por nada del mundo. Sus gags, muchas veces, no provocan la risa: más bien nos obligan a apartar la mirada, incómodos.

En la seminal The Office, el protagonista es un jefe que se cree gracioso, pero no lo es. En Extras, un par de figurantes buscan una oportunidad como actores "serios", pero siempre acaban haciendo el ridículo ante la estrella de cada capítulo, que de paso muestra su lado menos glamuroso.  En Life´s too short, Warwick Davis intenta sacar tajada de su fama pasada como actor en la saga de Star Wars, pero siempre acaba humillado en situaciones políticamente incorrectas que suelen recordarnos que... es un enano.

De forma natural, Hello Ladies explora la que es sin duda la situación más vergonzosa a la que podemos enfrentarnos en sociedad: el cortejo, buscar pareja. Pero para hacerlo más complicado, Stuart es un tío poco agraciado y friki que se empeña en intentar ligar con modelos, o actrices. Encima, como la mayoría de los protagonistas de las series de Merchant y Gervais, es un tipo mezquino, egoísta, interesado, rácano y mentiroso. Pero a pesar de sus muchos defectos, es imposible no identificarnos con él cada vez que una rubia de infarto le da calabazas. 

Y sentimos pena por Stuart Pritchard porque nosotros tampoco somos conscientes de nuestros defectos. Cómo él, nos gustaría irnos a la cama con una actriz. Y en el fondo le admiramos por intentarlo, y sobre todo por no sentirse culpable de ser tan superficial. Al fin y al cabo, ¿qué importa que una modelo sea "tonta" si de todos modos no conectas realmente con nadie? Nos gusta Stuart porque nosotros también acabamos cada capítulo de nuestra vida solos, y sin haber follado.

AMERICAN HORROR STORY: COVEN -TEMPORADA 3-

Witches are the new zombies
¡Brujas! Hace dos años todo eran zombis*. Ahora son las brujas: las de Lords of Salem (Rob Zombie, 2012), las de Zugarramurdi (Álex De la Iglesia, 2013), las teenagers de The Originals (2013), y las que (probablemente) veremos en la serie pendiente de estreno, Salem (2014). Y en el fondo de todas las historias de brujas, una carga más o menos feminista, que también tiene Turistas (Ben Wheatley, 2012) que, por cierto, incluía en su banda sonora la canción Season of the witch (Donovan, 1966). En American Horror Story: Coven no hay ningún personaje masculino relevante hasta el quinto episodio.

La serie se erige espiritualmente sobre el cómic Uncanny X-Men (Stan Lee & Jack Kirby, 1963). Aquí las brujas son equivalentes a los mutantes de Marvel: son jóvenes con poderes sobrenaturales. Pero esas habilidades, lejos de ser una ventaja, constituyen una maldición que los convierte en marginados, proscritos, freaks. En ambos casos, estos jóvenes se ven obligados a asistir a una escuela para aprender a controlar sus poderes: en los cómics, la Escuela Xavier para jóvenes talentos; y en la serie, la academia ubicada en la mágica New Orleans. Estos superpoderes, además, apartan a los protagonistas de la raza humana, que les rechaza. Ante este divorcio entre humanos y mutantes/brujas, hay dos maneras de defenderse: la pacífica, que defienden el Profesor Charles Xavier y Lana Winters (Sarah Paulson); y la más agresiva que promueven Magneto y Fiona Goode (Jessica Lange), respectivamente. Además, el personaje de Zoe Benson (Taissa Farmiga) es una vuelta de tuerca sobre el personaje de Pícara: si en los cómics la joven no puede tocar la piel de otros y esto le impide mantener relaciones sentimentales, la joven bruja matará al que mantenga relaciones sexuales con ella. Un poco lo mismo, pero sin rodeos. 

En todo caso, no hay que señalar como un defecto las similitudes entre los X-Men y la tercera temporada de AHS. Los personajes de los cómics de Marvel son ya arquetípicos, e incluso más familiares que los mitos griegos o las obras clásicas de Shakespeare: no hay trampa alguna en utilizar a los X-Men como base sobre la que construir algo nuevo.

American Horror Story sorprendió en su primera temporada (2011) al definirse como una antología de terror. Cada entrega de la serie cambia su argumento tocando diferentes subgéneros del cine de terror. Hasta ahora: casas encantadas, manicomios, y las brujas. Pero además, dentro de cada una de sus dos primeras entregas, la serie ha mezclado sin complejos todo tipo de temáticas. En la segunda temporada encontramos un cóctel que incluye asesinos en serie, posesiones diabólicas, abducciones extraterrestres, experimentos médicos nazis, y freaks. Una mezcla muy loca, pero tremendamente divertida. En la tercera temporada se mantiene el ritmo de sorpresas: demonios, un minotauro, zombies, una mujer inmortal, magia vudú... pero hay menos fugas. Todas las historias están relacionadas de alguna manera con la brujería. Todo resulta más coherente.

A pesar de lo heterogéneo de cada temporada, la serie mantiene siempre un mismo tono, un estilo y unos temas de fondo. Brad Falchuk y Ryan Murphy, creadores también de Nip/Tuck (2003-2010) y de Glee (2009) imprimen a sus series ciertos temas comunes: la defensa del marginado, el racismo, la homosexualidad, el fundamentalismo religioso, o el feminismo ya apuntado. Además, comparten sus creaciones una voluntad de provocación que se sirve del gore, el sexo, y ciertos tabúes sociales. Elementos que otorgan a American Horror Story un tono transgresor, al menos, en su superficie.

* Sí, las brujas son los nuevos zombis, pero también es verdad que en los episodios 4 y 5 de American Horror Story: Coven, las brujas protagonistas se enfrentan a unos muertos vivientes. Los cadáveres han sido reanimados utilizando la magia vudú y deberían recordar al Carrefour de Yo anduve con un zombie (Jacques Torneur, 1943), pero tienen el aspecto más familiar de los zombies de La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968). En el quinto episodio, aprovechan a los zombies para hacer un guiño a El ejército de las Tinieblas (Sam Raimi, 1992) motosierra incluida.

CONTENIDO EXTRA - SPOILERS-
Hay una tendencia que resulta molesta en esta tercera temporada de AHS: las resurrecciones. Demasiados personajes mueren y son resucitados, lo que resta peso dramático a la desaparición de los mismos: esto lo saben bien los fans de los cómics de superhéroes, y los de Juego de Tronos. Las muertes y las resurrecciones se suceden tan rápidamente, que no hay tiempo para asimilarlas y explorar sus consecuencias. Ocurre lo mismo con otros hechos dramáticos, como la pérdida de los ojos de Lana (Sarah Paulson) que luego los recupera, y enseguida se los arranca de nuevo. La sensación general es que la trama no avanza. Por ejemplo, Queenie (Gabourey Sidibe) traiciona a sus compañeras de aquelarre y se marcha con las brujas que practican vudú, luego parece morir, reaparece, y vuelve con sus compañeras originales. Una sucesión de acciones para, al final, devolvernos al punto de inicio.

PRIMER (SHANE CARRUTH, 2004)


-AVISARÍA DE SPOILERS PERO NO ME HE ENTERADO DE NÁ-

Las buenas críticas de Upstream Color (2013), segunda película de Shane Carruth, me han hecho ver, por fin, su ópera prima Primer (perdonen ustedes la aliteración). Diez años después de su estreno, y de ganar el Gran Premio del Jurado en Sundance, seguramente a nadie le interesa ya leer una opinión sobre esta película. Seré breve: no me he enterado. 

La ciencia ficción "dura" suele ser difícil de digerir, y si la historia va de enrevesados viajes en el tiempo, peor. Pero además, Primer no hace demasiados intentos por explicar con claridad lo que ocurre. La historia se cuenta básicamente a través de los diálogos de los dos personajes principales: Aaron (el propio Shane Carruth) y Abe (David Sullivan) por lo que debemos prestar especial atención a lo que cuentan. Esto también dificulta la comprensión del relato: en cine es más efectivo ver lo que ocurre, que escuchar a dos personajes durante 77 minutos contando lo que pasa. Hay que añadir a esto que los diálogos, lejos de ser explicativos, contienen una jerga científica difícil de seguir. Primer podría ser adaptada como obra de teatro sin demasiados cambios.

Al terminar de ver la película, desesperado por mi falta de inteligencia, busqué en Internet las respuestas a mis dudas sobre la historia. Básicamente, tenía la sensación de intuir lo que me había contado Primer, pero necesitaba confirmarlo. Buceando en diferentes foros, descubrí aliviado que ningún espectador había entendido el film de Carruth a la primera. Pero también me encontré con que hay verdaderos fans que veían Primer una y otra vez para desentrañar los misterios de su argumento. Obviamente tienen más tiempo que yo.

Con una idea original muy poderosa, Primer demuestra que se puede hacer una película de ciencia ficción en el garaje de tu casa, y plantea lo aleatorio del status de película de culto: el pequeño reto que representa entender su argumento se ha convertido en su gran atractivo.

SERIES QUE ME DA VERGÜENZA VER: THE BLACKLIST


A favor: El personaje principal de la serie: Raymond Reddington (James Spader) es el gancho y con razón. Spader ha encontrado su verdadero carisma en la madurez, la calvicie, y el sobrepeso en su papel como "genio del crimen". Pronto será ¿la voz? del robótico Ultrón en la secuela de The Avengers. Además, la serie es espectacular: se han gastado una buena pasta. Los episodios dirigidos por Joe Carnahan (El Equipo A, 2010) son peliculillas de acción bastante decentes: la primera parte de la doble entrega titulada Anslo Garrick es un homenaje a La Jungla de Cristal (John McTiernan,1988) y eso mola ¿no?

En contra: Es la serie que le gustará a tu padre. Si quitamos a Spader, la cosa va cuesta abajo. Reddington establece una relación paternal con la protagonista, Elizabeth Keen (Megan Boone) y la maneja a su antojo. Keen es un personaje débil, una sufridora que genera poca o ninguna empatía... y los mofletes de la actriz no ayudan a quererla. Su marido en la ficción, Tom Keen (Ryan Eggold), es un profesor de instituto con físico de modelo que podría ser un espía, y eso resulta muy poco creíble.

Por qué pierdo mi tiempo: Precisamente, las dudas sobre la verdadera identidad de Tom Keen tienen un aire que recuerda a Alias, y que resulta más interesante que lo que debería ser el principal enigma de la serie: descubrir la verdad sobre la relación de Reddington y Elizabeth ¿Es su padre? Pues vale ¿No lo es? Pues también.

Sería buena si... Todo depende del arco de personaje de la protagonista femenina: Elizabeth Keen debería evolucionar hasta plantarle cara a Reddington. Eso o cargársela.

THE POUGHKEEPSIE TAPES (JOHN ERICK DOWDLE, 2007)


-AVISO SPOILERS-

En el documental Grizzly Man (2005) Werner Herzog escucha una grabación de audio del momento en el que el desdichado protagonista, Timothy Treadwell, es devorado por un oso al que estúpidamente ama. No vemos las imágenes, ni escuchamos los sonidos de ese terrible suceso. La única pista de lo que ocurre es el rostro del director alemán, con los auriculares puestos, y su reacción inmediata: le recomienda a la madre de Treadwell que jamás escuche aquello. El misterioso horror que nos embarga al imaginar el contenido de esa grabación, se mezcla con una curiosidad morbosa. Una parte de nosotros desea saber qué pasó.

A esa parte de nosotros apela The Poughkeepsie Tapes. Agentes del FBI encuentran unas misteriosas cintas, grabadas por el peor asesino en serie de todos los tiempos. La película se presenta como un falso documental en el que se nos habla del terrible contenido de esos vídeos, despertando nuestro -morboso- interés por descubrir su contenido. ¿Serán tan terribles como nos cuentan?

No recomiendo a nadie sumergirse en la oscuridad de esta película que se esmera en presentarnos el retrato del asesino más despiadado posible. El mal cuerpo que deja el visionado no se debe a su violencia gráfica, casi inexistente, sino a la opción estética de utilizar texturas de vídeo analógico, y a su esmero por sugerir más que mostrar. La decisión más acertada de su director es no mostrar nunca el rostro del asesino, que se convierte así en una expresión del mal puro. Las terribles torturas a las que somete a sus víctimas se van sofisticando hasta encontrar su máxima expresión en la pobre Cheryl Dempsey (Stacy Chbosky) a la que rapta y convierte en su esclava. El psicópata demuestra cuál es el peor sufrimiento al que se puede someter a un ser humano. El asesino consigue que Cheryl se enamore perdidamente de él.

LA GRAN ESTAFA AMERICANA (DAVID O. RUSSELL, 2103)


Nueve pensamientos intempestivos sobre American Hustle

1) Para ser una película sobre engaños y estafadores, los personajes expresan sus sentimientos e intenciones de una manera completamente diáfana, directa... y poco interesante. He conocido chicas con más subtexto. MAL

2) En algunos momentos he sentido que David O. Russell intentaba engañarme haciéndose pasar por el Paul Thomas Anderson de Boogie Nights o el Martin Scorsese de Goodfellas. MAL

3) Hay algo jodido en Hollywood si cuando un personaje es calvo y gordo, buscas a un actor delgado, con pelo y guapo como Christian Bale. MAL

4) No soy fan de los actores, pero Jennifer Lawrence está increíble. BIEN

5) Amy Adams se ha consagrado en mi mente como un símbolo sexual. MUY BIEN

6) "No more fiction" dice Amy Adams, en una película sobre estafadores en la que estos son los héroes, los políticos aceptan sobornos por el bien de la comunidad, los mafiosos son los únicos que dicen la verdad, y el agente del FBI que intenta trincar a los "malos" es un flipado. BIEN

7) Lo más falso de la película: las pelucas, que al menos a mí me han parecido una distracción tremenda. MAL

8) Precisamente, la peluca imposible que lleva Christian Bale es el mensaje de la película: la gente cree lo que quiere creer. Si alguien sale a la calle con eso en la cabeza, y se cree que tiene pelo, los demás también lo creerán. Y mentir es necesario para sobrevivir. BIEN

9) La Gran Estafa Americana es la Argo (Ben Affleck, 2012) de este año: un film que se esmera en acumular todos los tics de una "gran película", pero que realmente no lo es. Comparte además con Argo la ambientación ochentera hortera y el gusto por los pelucones. MUY MAL

THE WORLD´S END (EDGAR WRIGHT, 2013)


-AVISO SPOILERS-

The World´s End nos sorprende con un giro inesperado que cambia completamente el género de la película: de una comedia costumbrista pasa a ser una comedia de ciencia ficción. Un cambio genérico, que no de registro, y sobre todo, no de temática. Porque The World´s End habla de madurar. 

Cinco amigos de la infancia se han convertido en adultos... menos uno: Gary King (Simon Pegg) se mantiene igual de inmaduro e irresponsable que cuando era adolescente, y por lo tanto se nos presenta como un fracasado. Su objetivo, precisamente, es revivir una vieja hazaña adolescente: beber en 12 bares en una noche hasta llegar al pub "The World´s End". Para los demás amigos, hacer eso no tiene sentido. Pero aún así, acompañan a Gary ¿Por qué?

PORQUE TODOS FINGEN.

Los cuatro amigos de Gary tienen casa, coche, mujer, e hijos. Pero han fracasado igual que él. Steven (Paddy Considine) sigue prendado de su amor adolescente, Sam (Rosamund Pike). Peter (Eddie Marsan) sigue deseando vengarse del chaval que abusaba de él. Andy (Nick Frost) vive en una mentira: ha dejado de beber alcohol y su mujer le ha dejado. Oliver (Martin Freeman) es el único que parece no tener fallos... y resulta ser un robot.

Los protagonistas se han convertido en adultos, pero sólo conectan con sus amigos de la infancia. El resto de personas a su alrededor son robots o "blanks": los maduros, los que hacen lo correcto, los respetables, y los que van de traje dominan el mundo. Pero nadie es realmente feliz.

The World´s End es una película de invasiones extraterrestres en la que descubrimos que el mundo ya se ha acabado: los alienígenas ya nos han conquistado, y encima, la mayoría estamos contentos con el cambio. Sólo Gary reconoce abiertamente que no sabe qué hacer con su vida. Reconoce que quiere seguir viviendo como un adolescente. Es el único que acepta que su mundo se ha acabado. Y es el cambio de registro hacia la ciencia ficción lo que permite que las fantasías adolescentes de los cinco personajes se cumplan. 

Al final, los "héroes" derrotan a los extraterrestres con su insoportable inmadurez. Y con esta victoria consiguen el verdadero fin del mundo. Y es en el apocalipsis, cuando cada uno de los protagonistas logra cumplir su verdadero sueño. Ha hecho falta destruir el mundo, para ser felices.

SERIES QUE ME DA VERGÜENZA VER: ARROW

ARROW
A favor: Muy poco. Cierta desvergüenza, y una constante evolución, hacen que Arrow se pueda disfrutar mínimamente si tienes la mentalidad adolescente adecuada. La segunda temporada tiene a su favor que pasan muchas cosas, por lo que no hay tiempo para aburrirse.

En contra: La primera temporada era la mezcla de una película de superhéroes (de los 90) con una soap opera tipo Falcon Crest: insufrible. Los actores son más guapos que intérpretes. Las tramas más personales -como la adicción a las drogas de Laurel Lance- son absolutamente inverosímiles. Los flashbacks heredados de Perdidos no funcionan: no hay ningún misterio en el presente de los personajes para que nos interese indagar en su pasado. Todo lo contrario, lo que cuentan los flashbacks, más o menos, ya se sabe. Sobre todo en la segunda temporada, hay que tomarse lo que ocurre en la isla como episodios meramente aventureros.

Por qué pierdo mi tiempo: por el fan service. En la segunda temporada han decidido dejar a un lado los conflictos familiares de la familia Queen y apostar por las referencias frikis al Universo de DC Cómics. El símbolo de este cambio es el antifaz que ahora lleva el héroe, y que reemplaza a la "realista" pintura verde que cubría sus ojos. La aparición de Barry Allen -Flash- me ha ganado completamente. Y estoy esperando algún tipo de conexión con la futura película de Batman/Superman.

Sería buena si... tuviera más máscaras de látex, más supervillano loco, y menos voz ronca en plan el-Batman-de-Nolan: Stephen Amell no es Christian Bale.

SHERLOCK -TEMPORADA 3-


-CUIDADO SPOILERS-

El primer episodio de la tercera temporada de Sherlock tiene que superar el lastre del cliffhanger del final de la segunda temporada. Lo consigue evitando dar una única respuesta a la pregunta que había dejado en el aire: ¿Cómo consigue fingir su muerte el detective?

El cliffhanger consiste en colocar al protagonista de la ficción en una situación imposible, sin salida, sin solución. Pero es un truco muy viejo. Lo verdaderamente satisfactorio del cliffhanger no es cómo se resuelve, sino lo que se activa en nuestra imaginación entre el final de una temporada y la siguiente. En ese período probablemente habremos pensado en mil soluciones, mil finales, y eso es lo bonito del truco. Decepcionarse luego porque los guionistas de la ficción no colmen nuestras expectativas es poco productivo. Pero ocurre: ahí está el final de Lost, que le ha costado el Twitter a Damon Lindelof. Esto lo sabe bien Steven Moffat, y en este capítulo de Sherlock decide jugar con varias versiones de cómo el detective podría haber conseguido fingir su muerte. Sólo una es "real", pero todas son válidas.



El segundo capítulo se centra en la relación entre los personajes de Sherlock (Benedict Cumberbatch) y Watson (Martin Freeman). Una boda, el evento social por excelencia -y el más vergonzoso- sirve de marco para dejar en evidencia las carencias del detective sociópata con resultados humorísticos, pero tan bien emotivos. La relación que mantienen Sherlock y Watson en la serie es una metáfora de la oposición entre razón y emoción que nos divide a todos. Recordemos parejas similares como el Capitán Kirk y Spock, House y Wilson, o incluso Sheldon y Leonard. Este mismo año Cumberbatch y Freeman ya se había enfrentado como Smaug y Bilbo en El Hobbit: la desolación de Smaug.



El tercer y último capítulo de la temporada ofrece un villano, Charles Magnussen (Lars Mikkelsen) absolutamente pulp, pero completamente actualizado para nuestros días. Además, Moffat vuelve a jugar con nuestras expectativas. Cuando Sherlock y Watson enfrentan al villano en el clímax final, el espectador ha imaginado ya el desenlace. Pero el guionista va un paso por delante y hace que Magnussen verbalice ese final hipotético, pero lógico y esperado por todos, para luego dar un giro sorpresa que nos lleva a un nuevo cliffhanger: otra situación sin salida. Cuando nos hemos resignado a esperar hasta la cuarta temporada para descubrir la solución, descubrimos que Moffat ha vuelto a engañarnos: resuelve el conflicto en el epílogo, y nos propone un nuevo gancho para la siguiente tanda de episodios: el regreso del villano más clásico del personaje.  

NEBRASKA (ALEXANDER PAYNE, 2013)


-AVISO SPOILERS-

Cabría pensar que el protagonista de Nebraska, David Grant (Will Forte), toma una decisión al final de la historia que podría haber tomado en el primer minuto de la película. Una decisión meramente material, que habría resuelto desde el principio el conflicto que plantea la trama: eso que obsesiona a su padre (Bruce Dern). Pero no es así. David necesita hacer el viaje, acompañar a su anciano padre hasta sus raíces, ayudarle a encarar las deudas pendientes en su pueblo natal, para, al final de todo, adquirir la madurez suficiente para hacer algo tan sencillo como vender su coche, sacar su tarjeta de crédito, y gastarse más dinero del que seguramente tiene. Muchas veces despreciamos ideas por ser descabelladas, o simplemente estúpidas. Demasiadas veces nos negamos a hacer algo porque va en contra del sentido común. Escatimamos alegrías sobre todo si se trata de dinero. Pero a veces, de vez en cuando, obedecer esas ideas obsesivas y delirantes puede ser suficiente para resolver lo que parecía un problema existencial. David compra el camión y el compresor a su padre, y con ese acto estúpido, consigue hacer felices a dos personas.