AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 2- SHADOWS


SHADOWS (23 SEPTIEMBRE DE 2014) -AVISO SPOILERS-

La palabra que define, para mí, la primera temporada de Agentes de S.H.I.E.L.D no es decepción, sino frustración. Yo realmente quería que me gustase. Pero la sensación que me dejaron los primeros 22 episodios es que la cosa no acabó de despegar. A la serie le faltaba ingenio, carisma y la capacidad de enganchar. El primer episodio de la segunda temporada no cambia esto -todo sigue siendo un poco... soso- pero apunta en una dirección que se ha ganado al "Marvel Zombie" que hay en mí. ¡El Hombre Absorbente! Carl "Crusher" Creel (Brian Patrick Wade) es un antagonista más interesante que la mayoría de los enemigos de la primera temporada y lo más importante: es un personaje clásico de Marvel (su primera aparición es de 1965 como villano de Thor) y eso hace que Agentes de S.H.I.E.L.D parezca -por fin- una parte importante del universo Marvel cinematográfico y no el pobre spin off de las películas que en realidad es. A mí me ha ganado ese guiño tan bonito a la bola y cadena de preso que lleva el Hombre Absorbente en los cómics. El prólogo del episodio, que recupera personajes de Capitán América: el primer vengador (Joe Johnston, 2011) -manteniendo intacto su tono de En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981)- es un buen comienzo y el robo de un Quinjet hacia el final del capítulo -la aeronave que utilizan los Avengers en los cómics- es la guinda que necesitaba la serie para convertirse en mi nuevo placer culpable.

Lee sobre la temporada anterior AQUÍ

BOYHOOD (RICHARD LINKLATER, 2014)


-AVISO SPOILERS-

Lo que más me ha impresionado de Boyhood es su voluntad de contar la historia de una vida entera utilizando pequeños momentos que se van acumulando, en lugar de centrarse en los grandes acontecimientos vitales. Es la forma narrativa que elige Linklater y es completamente coherente con el fondo, con el mensaje, de una película única. El director y guionista, por si acaso, resume esta visión de la existencia en una frase que su protagonista, Mason (Ellar Coltrane), dice justo al final de la cinta: "siempre es ahora".


Durante 165 minutos asistimos a 12 años de la vida de Mason y de su familia. En la mayor parte del metraje, el protagonista funciona como el eje alrededor del cual giran otros personajes: sus padres, su hermana, su novia. El conjunto de todos ellos va sumando hasta conformar la experiencia de una vida entera: al final, la madre de Mason (Patricia Arquette) se queja amargamente de que lo siguiente para ella es "un funeral". Salimos de la sala de cine con la extraña sensación de haber pertenecido a una familia ficticia.


Mucho de lo que le ocurre a los personajes de Boyhood nos ha pasado a nosotros. Es nuestra propia vida en una pantalla de cine. La decisión de incluir elementos generacionales muy específicos -Dragon Ball, Harry Potter, los videojuegos- no nos distancia de los personajes por su particularidad: es fácil encontrar los equivalentes de la época que nos ha tocado vivir. En la misma línea, la película hace retratos de personajes muy específicos -la votante enamorada de Obama, el inmigrante mexicano que logra superarse, el abuelo ultracatólico y amante de las armas- que parecen proponer un retrato de la sociedad estadounidense contemporánea. El mismo Linklater afirma que Boyhood es "una película de época en el presente".


Para mí, lo más bonito de la película son los pequeños apuntes que dan a entender que el padre (Ethan Hawke), nacido en 1970, vio de pequeño la trilogía clásica de Star Wars (1977-1983) y su hijo Mason, nacido en 1994, vio las precuelas (1999-2005). La Guerra de las Galaxias vista como un puente entre generaciones. Como una experiencia compartida entre padre e hijo.

GOTHAM -TEMPORADA 1- PILOTO-


PILOTO (22 SEPTIEMBRE DE 2014) -AVISO SPOILERS-

El prólogo que antecede a la cabecera del primer capítulo de Gotham resulta atrevido porque juega todas sus cartas desde el primer instante. Concebida como una precuela del "universo Batman" la serie comienza mostrándonos a Selina Kyle (Camren Bicondova), la futura Catwoman, que tras un pequeño hurto se convierte en testigo de un acontecimiento que ya tiene un carácter mítico: la muerte de los padres de Bruce Wayne. 


La secuencia se apoya visualmente en el cómic Batman: Año Uno (1987) de Frank Miller y David Mazzucchelli, que actualizaba el origen del personaje y que también ha tenido su peso en las películas sobre el caballero oscuro. En este prólogo nos presentan a los dos protagonistas de la serie: los detectives James Gordon (Ben McKenzie) y Harvey Bullock (Donald Logue) que interpretan respectivamente al joven policía honesto y al veterano corrupto. Ambos se encuentran en la escena del crimen de los padres de Wayne, que está concebida como el pilar de todo lo que vendrá después. La escena está pensada para situar emocionalmente a los personajes, pero se resiente por una dirección plana que seguramente sufriremos durante todos los episodios. Cierra el prólogo la aparición del mayordomo Alfred Pennyworth (Sean Pertwee). Todos son secundarios habituales de los cómics -y las películas- dedicados al cruzado enmascarado. Y a priori ese es el principal problema a resolver por Gotham: la serie cuenta el origen de un personaje que nunca llegaremos a ver. Justo por eso tiene gracia que el primer caso de los detectives sea resolver el crimen de los padres de Bruce Wayne: si se hubiera hecho justicia no habría un Batman.


Gotham no tiene ninguna intención realista -no sólo por estar ambientada en una ciudad imaginaria- y evita todo lo posible lo sórdido: el detective Gordon vive en un ático de lujo y su prometida, Bárbara (Erin Richards), es una rubia con hechuras de modelo con la que hace el amor al calor de una chimenea que es puro cliché. Incluso el sospechoso de asesinato al que persiguen los policías vive en una casa que parece sacada de una revista de decoración. A pesar de estos defectos, el primer capítulo de Gotham ofrece un entretenimiento más aceptable que la risible Arrow (2012).


El principal interés de Gotham puede ser reconocer a los personajes clásicos de Batman, como El Pingüino, Oswald Cobblepot (Robin Taylor), que tiene un papel importante en este piloto; a los que tendrán un papel recurrente como Renee Montoya (Victoria Cartagena) -la única sorpresa, un personaje homosexual que mantuvo una relación con la prometida de Gordon- o el mafioso Carmine Falcone (John Doman); los cameos como el de Enigma, Edward Nygma (Cory Michael Smith), que aparece soltando acertijos; y las teorías, como esa niña que seguramente será Poison Ivy (Clare Foley) o ese comediante que podría ser el Joker (Jon Beavers). Veremos.

JACK REACHER (CHRISTOPHER McQUARRIE, 2012)

-AVISO SPOILERS-

Hay una escena en Jack Reacher en la que el misterioso personaje protagonista (Tom Cruise) le pide a la abogada Helen (Rosamund Pike) que mire por la ventana. En el edificio de enfrente pueden ver a un oficinista en su ordenador, a otro que habla por teléfono, a un empleado de la limpieza. Gente común. Reacher le dice a Helen que la mayoría de esos seres anónimos con existencias grises se cambiarían por él. Porque Jack Reacher es un hombre imposible de localizar, que no responde ante nadie y sin ningún equipaje: tiene una sola camiseta que lava todas las noches.


La mirada de Reacher a través de la ventana, posándose sobre la gente, tiene su opuesto en la de su antagonista, Charlie (Jai Courtney), un francotirador que lleva a cabo el inhumano plan de aniquilar a cinco inocentes para enmascarar el asesinato de su verdadero objetivo.

Detrás de los asesinatos, una oscura operación de capitalismo salvaje y sin escrúpulos. El rostro tuerto de ese mal puro es el del director alemán Werner Herzog. Su personaje es bautizado en la película como Zec, que en ruso significa "prisionero" y que es el reverso perfecto del héroe.


Jack Reacher es una nueva variación del hombre sin nombre que interpretó Clint Eastwood -y Charles Bronson- para Sergio Leone. Hombres violentos que aparecen de la nada y que al final de la historia vuelven a desaparecer. Pero se diferencia de estos por su capacidad para mezclarse entre la gente común que ha decidido defender atendiendo a su personal sentido de lo que es correcto, saltándose las leyes si hace falta. La misma gente que, sin conocerle, le ayuda a escapar de la policía tras una intensa persecución de coches. El hombre común cubre las espaldas del héroe.


En el mundo en el que vivimos, vale más una frase hecha que la verdad. La principal arma del villano encarnado por Herzog es que nadie cuestiona nada. Si todo parece indicar que un francotirador desquiciado ha matado a cinco personas al azar, debe ser verdad. Pero Reacher desconfía. Busca la verdad. Observa silencioso los mismos indicios que han llevado a todos a pensar que el francotirador es culpable, pero él, antes las mismas pruebas, llega a una conclusión diferente. La película obliga al espectador a adoptar la mirada atenta de Reacher utilizando largas secuencias sin diálogos, repletas de planos detalle, que nos exigen sacar nuestras propias conclusiones.


Jack Reacher es un héroe aunque en un momento de la película él mismo lo niegue para amedrentar a su enemigo. Es un héroe porque sabe dar puñetazos mejor que nadie: destaca la escena en la que dos matones intentan darle una paliza, con bates de béisbol, en el reducido espacio de un baño... y se estorban mutuamente. Es el héroe clásico del cine y la novela negra, que tiene una visión desencantada del mundo y se mueve en los márgenes de lo establecido. Pero sobre todo es un héroe -está por encima de nosotros- porque no piensa como los demás. No dice lo que los demás esperan que diga. Y siempre dice la verdad. Jack Reacher es un héroe porque es libre.

MIS 5 FRASES DE CINE Y TV PARA ENFRENTARME A LA VIDA

¿Os gusta la vida? No está mal. Pero yo tengo que reconocer que hay un montón de situaciones que me sorprenden y me dejan sin palabras. Casi nunca reacciono lo suficientemente rápido para responder adecuadamente a las cosas que me pasan. Un poco lo que le ocurre a George Costanza en el episodio The Comeback de Seinfeld (1989-1998). Para evitar esto, he recurrido -como siempre- al cine y a la televisión para memorizar algunas frases que estoy programado para soltar en determinadas situaciones. Estas son... 

1- Cuando voy a cambiar de postura durante el acto sexual digo...

2- Cuando creo un nuevo perfil en internet y me piden que invente una contraseña, siempre escribo...

3- Cuando se me escapa un pedo en público, suelto un...

4- Cuando entro a un baño, siempre pienso...

5- Y cuando me dicen "te amo", siempre respondo...

LES DOY UN AÑO (DAN MANZER, 2013)

-AVISO SPOILERS-

Les doy un año comienza donde terminan la mayoría de las comedias románticas: en una boda. Y si la gran interrogante de toda historia de amor suele ser "¿acabarán juntos?", aquí la tensión dramática proviene de la pregunta opuesta "¿se separarán?".


A partir de esa idea, Les doy un año se desarrolla como una comedia antirromántica en la que asistimos a la posible desintegración de un matrimonio -apresurado- y en la que la comicidad surge de los detalles irritantes que inevitablemente acabamos descubriendo en la persona que hemos elegido para compartir nuestra vida. En ese sentido, Les doy un año es el reverso ¿maligno? de una comedia romántica al uso, en el que las acciones de los protagonistas se dirigen a separar en lugar de a unir, y en el que la acción culmina en una antideclaración de amor. El apunte más interesante es el que señala la presión social -el qué dirán- como el motivo que lleva a una pareja a mantenerse unida a pesar de ser claramente infelices -el ejemplo es el matrimonio formado por Minnie Driver y Jason Flemyng- con tal de no reconocer el fracaso que parece significar una ruptura. Las verdaderas historias de amor requieren valentía.


Les doy un año contiene además dos historias románticas. O eso parece. La subtrama más -y mejor- desarrollada, protagonizada por Rose Byrne y Simon Baker, tiene la piel de una comedia romántica clásica, pero músculos de humor surrealista: la sorprendente escena de las palomas empuja los límites de lo verosímil en un género que suele anclarse en lo real. Se trata de uno de los momentos más divertidos de la película -que se aprovecha de que la actriz tiene un miedo real a los pájaros- y que da pistas de que el director Dan Manzer -guionista en Borat (2006), y Bruno (2009) de Sacha Baron Cohen- busca una sana aproximación paródica al género.


Otra pista es la presencia de Steven Merchant -creador junto a Ricky Gervais de The Office (2001-2003), Extras (2005-2007) y en solitario de Hello Ladies (2013)- que aquí interpreta a un personaje clásico de la comedia romántica -el amigo consejero que ofrece apoyo al protagonista y que suele ser un payaso, como el Adam Driver de la reciente Amigos de más (Michael Dowse, 2013)- pero que aquí se convierte en un tío políticamente incorrecto y directamente desagradable, al que el personaje de Rose Byrne quiere perder de vista cuanto antes y para siempre.

SERIES QUE ME DA VERGÜENZA VER: SLEEPY HOLLOW (2013)


Yo tenía todas mis esperanzas puestas en Sleepy Hollow. Venía firmada por Roberto Orci y Alex Kurtzman, guionistas de series como Alias (2002) y Fringe (2008) -bajo el ala de J.J Abrams- y de películas como la reimaginación de Star Trek (2009) y la primera trilogía de Transformers (2007). Acompañándoles estaba Len Wiseman, "padre" del filón de Underworld, que cuenta con cuatro películas entre 2003 y 2012. Era quizás la combinación perfecta de gente con cierto talento, pero sobre todo con un olfato infalible para crear productos comerciales pero entretenidos.


Y el primer capítulo, sin duda, confirmaba mis esperanzas. El piloto, firmado por el propio Wiseman, es una máquina perfecta de entretenimiento. El concepto de la serie explota la leyenda ideada por Washington Irving, pero expandiéndola añadiendo profecías bíblicas y brujería pagana, y convirtiendo al famoso jinete sin cabeza en uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. A este concepto de fantasía pulp había que añadir las dosis de humor que aportaba Icabod Crane (Tom Mison) un hombre del siglo XVIII adaptándose a nuestra época. Por lo demás, mucha aventura y algunos momentos de terror puro. Parecía la fórmula perfecta: pero en los siguientes capítulos el nivel de calidad de la serie desciende hasta el bostezo. Poco interés queda por ver la segunda temporada.

John Cho con la peor tortícolis del mundo
-AVISO SPOILERS-
Sleepy Hollow se presenta como un procedural que incluye un monstruo en cada episodio. Pero la serie desperdicia conceptos tan interesantes como el del propio personaje de Crane: un espía en una guerra secreta bajo el mando del mismísimo George Washington enfrentado -básicamente- al Demonio. En teoría suena bien, pero en la práctica la serie no resulta satisfactoria a pesar de sus constantes guiños a las más diversas fuentes del frikismo: el personaje interpretado por Clancy Brown acaba decapitado, un homenaje a su papel más famoso en Los inmortales (Russel Mulcahy, 1986); John Cho -Sulu en la nueva Star Trek- acaba con el cuello roto en una imagen terrorífica que parece sacada del cómic Swamp Thing en la etapa del guionista Alan Moore; la imagen de Jenny Mills (Lyndie Greenwood) entrenándose para el Apocalipsis en la habitación de un manicomio remite indisimuladamente a la Sarah Connors de Terminator 2: el juicio final (James Cameron, 1991); en otro episodio, un indio americano que vende coches usados les ofrece un Delorean para viajar en el tiempo; luego los protagonistas descubren un libro maldito que se escribe con letras de sangre como el Necronomicón de Posesión Infernal (Sam Raimi, 1980); destaca también la aparición de John Noble -añorado Walter Bishop de Fringe- en un papel poco lucido aunque con sorpresa; añadimos también una casa embrujada con demonio hecho de ramas que recuerda de nuevo a la Cosa del Pantano; y ese episodio que incluye un exorcismo y que se atreve a flirtear con el subgénero del found footage. Todos esos elementos manifiestan una clara intención de entretener al fan -la serie podría haber sido un afortunado cóctel de referencias al cine de terror como sí lo es American Horror Story- pero que finalmente no cuajan en un producto compacto. Sleepy Hollow se pierde como pollo -perdonad el chiste malísimo- sin cabeza.

John Noble parece que va a pedir regaliz rojo

TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN (MICHAEL BAY, 2014)


-AVISO SPOILERS-

Steven Spielberg le dijo a Michael Bay que Transformers (2007) debería ser la historia de un chico y su primer coche. Dos secuelas más tarde, la nueva película de los personajes basados en juguetes de los ochenta parece ser un padre soltero -de clase obrera- que encuentra un camión.


La cuarta entrega de Transformers ofrece, básicamente, una mezcla de lo ya visto en las tres películas anteriores. Hay un interés renovado en los personajes humanos -como en la primera- trepidantes aventuras internacionales -como en la segunda- secuencias de acción cada vez más espectaculares -como en la tercera- y el número de robots que se pegan en pantalla sigue creciendo. El único problema es que meter todo eso en una sola película resulta agotador. Transformers: la era de la extinción dura 165 minutos, quizás demasiado para un producto veraniego que en el fondo debería ser de consumo rápido.


La fórmula del director, Michael Bay, sigue siendo la misma: largos movimientos de cámara al estilo publicitario, mucha banderita de Estados Unidos, chicas guapas, coches rápidos, y escenas de acción de escala colosal. Por el camino se ha dejado -afortunadamente- esa propaganda militar que tanto le gusta; ese montaje que impedía parpadear si queríamos seguir las escenas de acción; y el humor chorra que en esta entrega desaparece casi por completo: aunque ahí está esa parodia de Steve Jobs -ya anticuada- que es el personaje interpretado por Stanley Tucci, y que sirve de contrapunto para ese padre de clase obrera que interpreta Mark Wahlberg.


Lo mejor de Transformers: la era de la extinción son los dinosaurios robots -Dinobots, para los que crecimos en los ochenta- que sirven de prólogo y epílogo a la película. Lo peor de la cinta, que haya que esperar 120 minutos para verlos en acción.