GAMBITO DE DAMA -LA COMUNIDAD AJEDRECISTA


Por fin hablo en Indienauta de Gambito de Dama, una de las series de mayor éxito de la historia de Netflix. Éxito más que justificado aunque, personalmente, esta ficción creada por Scott Frank y Alan Scott me haya acabado decepcionando. La serie adapta una novela de Walter Tevis y se centra en la historia de una joven huérfana que descubre su increíble talento para el ajedrez, lo que la lleva a desafiar a los mejores jugadores del mundo. La trama se podría dividir en dos: por un lado, los traumas infantiles de la protagonista, Beth Harmon, relacionados con su madre -y su fallecimiento-, una ausencia tremenda de afectos y un posible trastorno del espectro autista. Beth se revela como un genio del ajedrez, pero demuestra una clara dificultad para relacionarse con los demás -sobre todo con el género masculino- y una personalidad adictiva: lo mismo que se obsesiona por el ajedrez, acabará siendo dependiente del alcohol y las drogas. Por otro lado, lo mejor de la serie, es la estupenda descripción del juego, el ambiente de los torneos, la tensión en cada decisión sobre el tablero, la investigación de estrategias y jugadas, las peculiaridades de los rivales a batir, etc. Tan interesante acaba siendo la parte dedicada al ajedrez en Gambito de Dama que los conflictos psicológicos, emocionales y sentimentales de Beth acaban resultando prescindibles. En cada capítulo está siempre presente la amenaza de que las múltiples adicciones de Beth le pasen factura, pero creo que el personaje no llega a tocar fondo, no se enfrenta a sus demonios de una forma dramáticamente satisfactoria. Esquiva el infierno. En su lugar, asistimos a cómo Beth se engancha y desengancha de las drogas y el alcohol con una facilidad pasmosa. Tampoco me parece satisfactorio el desarrollo de las relaciones personales de Beth: ese estupendo grupo de nerds del ajedrez que se cruzan en el camino de la protagonista, con los que mantiene relaciones problemáticas durante toda la serie, luego reaparecen como por arte de magia para ayudarla en el último y crucial momento. 

Gambito de Dama habla de vacío existencial y de las formas de llenarlo, no siempre buenas, y es interesante esa reivindicación que hace de una especie de comunidad del ajedrez, en la que los jugadores parecen estar unidos sin importar nacionalidades, ideologías o la mismísima Guerra Fría. A pesar de sus defectos, está claro que el gran triunfo de la serie es saber hacer interesante un tema como el del ajedrez profesional, además de ser una lujosa producción de época con estupendos decorados y vestuario, además de una efectiva realización a cargo de Scott Frank -guionista nominado al Oscar por Logan (2017) y Un romance muy peligroso (1998). Pero claro, también hay que atribuir el éxito al tremendo carisma de su actriz principal, Anya Taylor Joy -La bruja (2015)- cuyos peculiares rasgos físicos le permiten parecer a la vez inocente, distante y sexy -faceta esta última, en mi opinión, vergonzosamente explotada por la serie, sin venir a cuento-. No voy a descubrir yo a esta actriz, pero sí quiero resaltar a dos secundarios estupendos, para mí lo mejor de esta ficción. Primero está el maravilloso Bill Camp, como el conserje William Shaibel, mentor de Beth y la figura paterna que nunca tuvo, que protagoniza el momento más emocionante de la historia. Y luego merece ser mencionada la estupenda Marielle Heller, actriz y directora de películas como ¿Podrás perdonarme algún día? (2019) o Un amigo extraordinario (2020), quien interpreta a la madre adoptiva de Beth y se convierte en un personaje trágico que sin embargo siempre muestra una sonrisa en el rostro, vehiculando temas feministas que también aparecen en esta producción original de Netflix.

MADRE OSCURA -TERROR MATERNAL


En algunas de esas maravillosas películas juveniles de cine fantástico de los años 80 -como  E.T., el extraterrestre (1982)- el protagonista adolescente sufría por la ausencia de su padre -fallecido, separado o desaparecido- y la figura de la madre era presentada como sinónimo de protección, pero también de lo cotidiano, de la normalidad. Esto es así también en la estupenda Noche de miedo (1985), comedia de terror de vampiros que tiene algunas coincidencias argumentales con la película que nos ocupa, Madre oscura. Curiosamente, aquí la figura ausente para el protagonista, Ben (John-Paul Howard), es la materna: la premisa de la historia es el terror que puede suponer que esa madre protectora se convierta en un monstruo depredador. Dirigida por los hermanos Brett y Drew T. Pierce -Deadheads (2011)- Madre oscura es una estupenda cinta de terror, muy directa en sus planteamientos. Uno de los elementos más atractivos de su historia es la fabricación de un monstruo -una suerte de bruja del bosque- con un modus operandi específico y sus propias reglas. Su propia mitología, vaya. Destaquemos también el mencionado espíritu ochentero, que se traduce en el esfuerzo por establecer la simpatía del público por sus personajes, especialmente el del héroe, pero también secundarios como el padre (Jamison Jones) o la clásica amiga/interés romántico (Piper Curda). Añadamos una buena ración de sustos y una criatura resultona y ya tenemos todos los ingredientes necesarios para satisfacer a los fans. La película es puro entretenimiento, pero permite también una segunda lectura sobre la problemática relación del protagonista con el género femenino, en su historia personal de coming of age: desde su propia madre -que aparece solo referencialmente- pasando por amigas, posibles novias, una vecina sexy y, por supuesto, una madrastra. El guión, hábilmente, esconde algunos giros sorpresa que redondean la propuesta y propone en su subtexto una desconfianza en lo femenino que puede provocar una conversación interesante.

LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS -VAMPIROS DOMÉSTICOS


Basada en el estupendo falso documental del mismo nombre, Lo que hacemos en las sombras es una serie divertida, entrañable y un festín para el fan del terror y de los vampiros. Detrás de la propuesta están los autores originales, Jemaine Clement y Taika Waititi -Jo Jo Rabbit (2019)-, que aquí se implican escribiendo, dirigiendo algunos episodios y hasta apareciendo en breves cameos. El concepto de la serie es una mezcla de The Office con la mitología de los vampiros. Sus protagonistas, compañeros de piso, encarnan a diferentes arquetipos del mito vampírico, siempre de forma paródica. Nandor (Kayvan Novak) representa a Vlad Tepes, Laszlo Cravensworth -estupendo Matt Berry- es el vampiro romántico, sofisticado, elegante, y Nadja (Natasia Demetriou) es su pareja, una vampira que responde también a la aproximación de Anne Rice en sus famosas novelas. Estos tres personajes principales tienen dos contrapuntos muy interesantes. Primero, Guillermo (Harvey Guillén), el 'familiar', el sirviente humano que en la tradición de Renfield sirve a los vampiros realizando las tareas que ellos no pueden hacer, sobre todo durante el día, con la eterna promesa de ser 'convertido' por su amo. En varios episodios, el entrañable Guillermo deviene protagonista de la trama, funcionando como punto de vista humano para que podamos identificarnos con su mirada atónita -y a cámara- ante las extravagancias de los vampiros. Por último hay que mencionar a mi personaje preferido, el vampiro 'energético', Colin (Mark Prosch), que sustrae la energía de los que lo rodean generando aburrimiento. El clásico cenizo o gafe que solemos evitar en los pasillos de la oficina. En dos temporadas, Lo que hacemos en las sombras -disponible en HBO España- conjuga sátira social con la parodia de los clichés de literatura y cine sobre vampiros. Me gusta la inteligencia con la que, de vez en cuando, los autores de la serie insertan momentos terroríficos, de verdad inquietantes, que demuestran la borrosa frontera entre humor y terror. Y me gusta también el físico de sus actores, que parece una apuesta por la diversidad. No hay aquí 'guapos' y 'guapas' luciéndose, algo habitual en el cine, sobre todo si hablamos de vampiros.

En la primera temporada, la acción se desencadena por la llegada de un antiguo señor de los vampiros, el barón Afanas, interpretado por el experto en monstruos Doug Jones, como un Nosferatu desfasado y aterrador, que necesariamente choca con la modernidad y que exige a los protagonistas la absurda aspiración de dominar el mundo. Esta idea resulta infantil e inocente por parte de los vampiros, lo que contrasta con su naturaleza depredadora y despiadada, un contraste en el que la serie reincide una y otra vez. Los protagonistas de Lo que hacemos en las sombras son como niños, se les compara constantemente con frikis, nerds o jugadores de rol, como adultos que siguen recurriendo a la fantasía para sobrevivir en un mundo complejo y deshumanizado, todo esto bien expresado en el episodio City Council y luego en CitizenshipEl tercer capítulo es una reiteración de ideas presentes en el largometraje original, como el enfrentamiento con los hombres lobo; pero también incluye mi subtrama favorita de la serie, protagonizada por Colin Robinson, quien encuentra a otro vampiro energético en su oficina, Evie -perfecta Vanessa Bayer-, dando pie a ideas brillantes sobre las relaciones humanas y sobre ciertos individuos tóxicos. Luego, una salida de marcha incide en la idea del vampiro discotequero, casi un cliché del género en los últimos tiempos -pensemos en el prólogo de Blade (1998); la idea del amor eterno que cruza 'océanos de tiempo' -popularizada en el film de Francis Ford Coppola sobre Drácula- aparece en Animal Control, cuando Nadja se reencuentra con Gregor (Jake McDorman). El séptimo capítulo incluye un juicio vampírico que da pie a numerosos guiños cinéfilos, empezando por los cameos de los propios Waititi y Clement, pero también de Tilda Swinton -que fue vampira en Solo los amantes sobreviven-, Wesley Snipes -nada menos que Blade-, Danny Trejo -Abierto hasta el amanecer-, o Evan Rachel Woods -True Blood-. El humor de la serie es prácticamente blanco, si no fuera por los excesos sangrientos o por los chistes burros presentes, por ejemplo, en el episodio titulado The Orgy, que explora la faceta sexual del vampiro, presente desde sus orígenes literarios como Carmilla (1872) de Sheridan Lefanu o el propio Drácula de Stoker. Este episodio, por cierto, tiene la genial idea de incluir a un Babadook en la mencionada fiesta. La primera temporada finaliza con Ancestry, un episodio que revela los sorprendentes orígenes de Guillermo.

En la segunda temporada se retoman los problemas de Guillermo, entrañable personaje atrapado entre la lealtad a los vampiros a los que sirve -pero al que en realidad ningunean- y el descubrimiento de su linaje como descendiente del más famoso cazador de vampiros. Resurrection es un divertido capítulo que presenta a un zombie, encarnado por Haley Joel Osment -ese niño que en ocasiones veía muertos-. Como su título indica, Ghosts introduce la figura de los fantasmas en la serie y un divertido misterio ¿Tienen fantasma los vampiros? Brain Scrambles es una sátira de la sociedad estadounidense y de las relaciones de pareja que presenta como excusa argumental una fiesta para ver la Super Bowl, nombre que provoca un malentendido entre los vampiros. Pero lo mejor del capítulo es la introducción de un grupo de cazavampiros que, por supuesto, no son más que un puñado de frikis que parecen aficionados a los juegos de rol. Los guiños al frikismo son recurrentes en esta serie. The Curse juega con la inocencia de los vampiros y con el que crean, lógicamente, en la magia, para hablar de algo tan idiota como las cadenas de correos electrónicos, que los no muertos, por supuesto, interpretan de forma literal. El mejor episodio de toda la serie es Colin's Promotion, en el que el vampiro energético consigue enormes poderes al ser ascendido. Su puesto como jefe le permitirá absorber más energía que nunca en una sátira divertidísima de los ambientes de oficina que lamentablemente conocemos y sufrimos. On the Run tiene a un hilarante Mark Hamill como Jim, el vampiro, pero lo mejor es la tapadera que se inventa Laszlo como Jackie Daytona, esperpéntico personaje que juega con los tópicos de la América profunda, y que merecería una serie propia. The Return marca el regreso de Simon, que vuelve a aparecer con una corte de vampiros estrafalarios como el Conde Rápula o Elvis Vampiro. Tres subtramas conviven en Collaboration, primero la idea de que los 'familiares' de los vampiros nunca serán convertidos, aparece expresada en dos personajes relacionados con Guillermo: Benjy (Jack O'Connell), el olvidado sirviente de Nandor de los años 70 y la frívola Celeste (Greta Lee), que sí ha conseguido convertirse en vampira gracias a su ama. Además, Nadja y Lazslo reviven su carrera musical con temas sospechosamente familiares. Witches introduce en la serie a las brujas, lo que permite una serie de gags bastante divertidos sobre aquelarres. Para acabar, Noveau Theatre des Vampires cierra la temporada con una nueva reunión de vampiros y el cameo de uno de los creadores de la serie, Jemaine Clement. El final de la temporada podría haber sido más espectacular, pero desde luego deja varias incógnitas abiertas sobre lo que veremos en la siguiente entrega.

NUEVO ORDEN -REVOLUCIÓN MEXICANA


Ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia, la mexicana Nuevo orden es una sorprendente película que parte de una crítica a la desigualdad social. Para ello, el director Michel Franco dibuja un rápido retrato de la injusticia social de su país, presentando una lujosa boda de los privilegiados en la que se marca claramente la diferencia de clases entre los ricos y los que trabajan para ellos, diferencia abismal que en México, además, tiene un elemento racial. Este breve comentario -que evita el maniqueísmo salvando de la quema a algunos personajes de cada 'bando'- da paso a un estallido cuando se desencadena el conflicto dramático: una revuelta social que rápidamente se convierte en una revolución y en un golpe de Estado militarizado. La película es rabiosa, violenta, explosiva y sobre todo incómoda: sin duda provocará reacciones extremas en el espectador. El film se presta a diversas interpretaciones de lo que vemos, como lo fueron en su momento cintas con las que Nuevo orden ha sido hábilmente comparada por el marketing, como Parásitos (2019) y Joker (2019). A pesar de algunos temas comunes, poco tiene que ver la cinta mexicana con estas obras, precisamente por su nacionalidad. Es difícil entender lo que vemos desde la perspectiva del primer mundo y en mi modesta opinión, Franco habla sobre el poder, antes que sobre una venganza social. Si bien la primera parte de la película puede parecer una home invasion de alcance social, el retrato terrorífico del miedo de los privilegiados a ser atacados por el rencor de los desfavorecidos -algo así como una versión realista de La purga (2013)-, la historia rápidamente se convierte en una distopía de política ficción, que lleva a conclusiones desoladores y casi nihilistas. El poder siempre es violento, nunca es justo, y las promesas de un nuevo orden siempre acaban en nada. Los privilegios volverán a recaer en los mismos de siempre y los débiles serán, de nuevo, los oprimidos.

MALCOLM & MARIE -NOCHE DE ESTRENO


¿Quién no ha sufrido una de esas discusiones de pareja que se extienden durante toda la noche hasta bien entrada la madrugada? El detonante de estas disputas sentimentales suele ser un hecho menor, que luego no recordaremos. Y la solución al problema parece encontrarse al final de un laberinto sin salida. Seguramente sabéis bien que esas discusiones de pareja tienen más que ver con emociones que con razones, con rencores, inseguridades y frustraciones personales que son arrojadas sobre nuestra compañera para luego rebotar contra nosotros mismos. Malcolm & Marie son una de estas parejas, según el guión de Sam Levinson -Nación Salvaje (2018)- que también dirige. Un drama minimalista, fácilmente trasladable a un escenario teatral, en el que se enfrentan Zendaya -actriz importada de la serie Euphoria del propio Levinson- y John David Washington -al que acabamos de ver en Tenet-. Estos dos actores se miden en una serie de rounds de boxeo sentimental en los que alternativamente se echan en cara reproches o también encendidas declaraciones de amor, durante una noche tormentosa de esas que te dejan exhausto. En un espléndido blanco y negro que recuerda al cine de John Cassavetes, Levinson se recrea en los rostros y en la piel de sus actores. Sus armas como narrador se reducen al mínimo: aquí solo usa los diálogos y prescinde de los virtuosos movimientos de cámara, del montaje de videoclip y del uso ecléctico de la música en la banda sonora, que son habituales en sus producciones. Zendaya y Washington demuestran una gran capacidad actoral: la película transcurre a través de varios monólogos que defiende cada uno. Están estupendos. Pero creo que la propuesta pierde alcance al querer ser un comentario sobre el mundo del espectáculo y sobre la creación artística, antes que una reflexión sobre las relaciones de pareja. El guión de Levinson aborda sobre todo la figura del director de Hollywood, lanza dardos contra la crítica y denuncia la politización de incluso las películas que no son políticas. Malcolm & Marie profundiza poco a poco en el tema de la vida personal y la ficción; en el papel de la pareja en la carrera de un creador -de éxito- y parece volverse más personal -e interesante- cuando aborda los celos y sobre todo la desconfianza, las aspiraciones no confesadas, el esperar una palabra del otro sin atreverse a pedirla. Un film pequeño pero interesante, de un director y de unos actores a seguir, disponible en Netflix.

SWALLOW -LA MUJER PERFECTA


Swallow es la ópera prima -en solitario- del director Carlo Mirabella-Davis y una de las cintas más incómodas que he visto en los últimos años. Protagoniza una espléndida Haley Bennett -para mí un descubrimiento- como Hunter, una 'perfecta' ama de casa, joven, guapa y eficiente, casada con un ambicioso ejecutivo (Austin Stowell). La película juega con la idea del éxito y la perfección. Dos conceptos que se apoyan en las apariencias antes que en una verdadera felicidad. Hunter tiene un marido joven y exitoso, una casa espléndida, seguridad económica y el futuro garantizado. Acaba de quedarse embarazada ¿Qué puede salir mal? La presión psicológica de esa 'perfección' sobre Hunter la lleva a desarrollar una conducta compulsiva que hace pensar en el Cronenberg más sádico. La primera parte de la película, de hecho, está realizada de una forma fría, quirúrgica y despiadada, con  una estética muy cuidada de planos simétricos que colocan a Hunter como rompiendo la armonía de las líneas perfectas de su casa de diseño. Hay que destacar el papel de los suegros de la protagonista, estupendamente interpretados por David Rasche -siempre fantástico- y Elizabeth Marvel, dos 'monstruos' encerrados dentro de una sofocante corrección política, que parecen salidos de La semilla del diablo (1968). Todos estos elementos nos llevan a anticipar un final concreto, pero la historia da un giro, que lleva a Hunter por derroteros diferentes a lo esperado, en busca de su pasado y de una forma de escapar de su jaula de oro para encontrarse a sí misma. Swallow es un estupendo film estrenado directamente en Movistar Plus.

NOTICIAS DEL GRAN MUNDO -LIBERTAD DE PRENSA


El director Paul Greengrass -El mito de Bourne (2004)- abandona la cámara vibrante y el montaje entrecortado por el que le conocemos para entregarse al más clásico de los géneros, el western. Noticias del gran mundo -se puede ver en Netflix- es la adaptación de una novela de Paulette Jiles que nos narra la historia del encuentro entre un veterano de la Guerra Civil y una niña que ha sido rescatada de los indios. Por debajo de las imágenes respira el cine del oeste clásico: Shane (1953), Centauros del desierto (1956), El hombre que mató a Liberty Valance (1962) y hasta Tierras lejanas (1954) de Anthony Mann -en la que aparece un villano interpretado por John McIntire muy parecido en aspecto y personalidad al Mr. Farley (Thomas Francis Murphy) que vemos aquí-. La historia se desarrolla como un itinerario, en el que los dos personajes se enfrenta a los acostumbrados obstáculos, un viaje que, obviamente, les obligará a crecer como personas. Noticias del gran mundo se aprovecha de la imagen de bondad que ha cimentado Tom Hanks a lo largo de su gran carrera cinematográfica: su personaje es de una integridad absoluta, a pesar de las sombras que puedan proyectar el que haya defendido la causa del Sur, la esclavista, en la Guerra de Secesión. Su trabajo es leer periódicos de pueblo en pueblo, para un público, una suerte de telediario del siglo XIX en el Oeste americano. El mensaje del film es claro: en unos Estados Unidos divididos, la prensa libre es clave para informar de la verdad: en uno de los episodios de la historia, el capitán Kidd que interpreta Hanks se enfrenta a un caudillo local -el mencionado Mr. Farley- que como Donald Trump ha construido su propia realidad para sus seguidores, a fuerza de fake news. La lectura política es demasiado evidente, pero esta película tiene ideas mucho más interesantes sobre la educación y el encuentro entre culturas: el capitán Kidd se enfrenta al reto de 'desprogramar' a la pequeña Johanna tras su secuestro por los nativos americanos. Para ello, para enseñarle los modos del hombre blanco, decide aprenden también él de ella. La película de Greengrass no presenta una enseñanza vertical y paternalista, sino una experiencia de aprendizaje mutuo que hace crecer a los dos personajes. Lo más destacable de Noticias del gran mundo, lo verdaderamente emocionante, es la química conseguida entre Hanks y su joven pupila, interpretada por una estupenda Helena Zengel. Ellos son lo mejor de la película.

BLACK BEACH -PRIMER Y TERCER MUNDO


Tras firmar la interesante Amar (2017), el director Esteban Crespo se embarca en la ambiciosa Black Beach una superproducción que se propone como un thriller comercial de factura hollywoodense. En la película -disponible en Netflix- un ejecutivo debe resolver el complicado secuestro en un país africano. Este encargo se le presenta a Carlos (Raúl Arévalo) como el último favor que le pide el poder para conseguir el éxito como socio de una multinacional. Pero en realidad, Carlos, que tiene un pasado como cooperante, le está vendiendo su alma al diablo. Black Beach presenta una intriga política de alcance global que nos habla de desigualdades, de corrupción política y militar, de falsas democracias en las que no se respeta la vida, ni mucho menos los derechos humanos, y de intereses económicos de empresas petroleras sin escrúpulos. La cinta define al capitalismo global como un sistema enfermo, que contamina incluso a la ONU y que puede corromper hasta los afectos familiares. La película tiene un empaque espectacular, con escenarios africanos, actores de renombre -la chilena Paulina García- y escenas de acción impresionantes. Una producción que recuerda, por ejemplo, a El jardinero fiel (2005) y que peligra con resultar inverosímil en varios momentos de la trama. En mi opinión, esto no llega a ocurrir por el gran trabajo actoral de Raúl Arévalo, que resuelve con naturalidad todas las situaciones y que consigue que nos metamos en la historia. También cabe mencionar la naturalidad pasmosa de Candela Peña, defendiendo un personaje imposible. Solo actores tan fiables evitan el desastre y sacan a flote una producción ambiciosa, digna de elogio y nominada a seis premios Goya en las mal llamadas categorías 'técnicas': dirección de producción, fotografía, montaje, dirección artística, sonido y efectos especiales.

NO MATARÁS -FALSO CULPABLE


¿Quién no se pone nervioso, aunque no haya roto un plato en su vida, cuando un policía le para? Al sentimiento de culpa del inocente dedicó buena parte de su filmografía Alfred Hitchcock, un tema que utiliza hábilmente la película No matarás, dirigida por David Victori. En ella, Dani (Mario Casas) es un joven responsable, correcto y sacrificado que se enfrenta a la incógnita de lo que será su vida tras la muerte de su padre, al que ha estado cuidando en su enfermedad. Ante Dani se abre un primer camino, el de embarcarse en una merecida aventura: dar la vuelta al mundo. Pero este 'buen chico', en el fondo, prefiere que todo siga igual, porque se siente culpable. No matarás es un cuento moral: cuando Dani cede a la prometida aventura aparece la tentación, Mila (Milena Smit), que lo llevará de la mano en un descenso a los infiernos. El guión del propio Victori -y Clara Viola y Jordi Valleja- someterá al protagonista a todo tipo de pruebas hasta llevarle al límite. ¿Cuándo una persona decente deja de serlo? No matarás es un thriller que parece mezclar ¡Jo, qué noche! (1985) y Algo salvaje (1986), cuya mayor virtud es la tensión constante que sabe imprimir Victori con su puesta en escena. Su cámara se pega a los hombros de Mario Casas, como el peso de la culpa de su personaje, y nos introduce en su perspectiva aterrada ante todo lo que le ocurre. La gran herramienta de Victori es el plano secuencia, que utiliza en al menos tres ocasiones, en momentos clave para la transformación del personaje que encarna Casas, justamente nominado al Goya. Ese 'buen chico' que es Dani representa a todos los que cumplen las normas, pagan sus impuestos, se dejan abusar por los compañeros de trabajo, pero no lo hacen por rectitud moral, sino por miedo y, de nuevo, por sentimiento de culpa. Los demonios de lo desconocido, de la noche, de los tatuajes, del alcohol, el tabaco y las drogas, están encarnados por una magnética Milena Smit y un rabioso Fernando Valdivieso, ambos nominados también al Goya.

AKELARRE -JÓVENES Y BRUJAS


En los últimos años la figura de la bruja -en el cine- se ha convertido en un símbolo del oprimido, dejando de lado la imagen de la terrorífica anciana de los cuentos de hadas o de la imaginería medieval. El director franco-argentino Pablo Agüero se apoya en esta idea en la estupenda Akelarre, nominada a 9 premios Goya, aunque, lamentablemente, el propio Agüero no haya sido considerado como mejor director. Aquí, el auténtico monstruo es un inmenso Alex Brendemühl -que también merecía estar nominado- que interpreta a Rostegui, un cazador de brujas, que, como podemos imaginar, bajo una fachada de moral católica esconde a un tipo mezquino, perverso, sádico y sobre todo, reprimido. Lo interesante de Akelarre no es tanto este cambio de roles entre las supuestas brujas y los inquisidores sedientos de hogueras, sino cómo establece que, en el fondo, ninguno cree realmente en el Diablo, las misas negras o el sabbath. Estamos ante un juego entre el poder y los oprimidos. Los enviados de la Iglesia representan aquí al fascismo en cualquiera de sus formas: una represión irracional, violenta e injusta, que acusa sin razones y que prohíbe que se hable en euskera. Las víctimas de este poder corrupto son un grupo de niñas, libres, naturales, creativas e inteligentes, que desactivan el relato de sus opresores, precisamente, siguiendo su juego perverso, paranoico y fantasioso. Estas pequeñas 'brujas' están fantásticamente interpretadas por jóvenes actrices, encabezadas por Amaia Aberasturi, estupenda y justamente nominada al Goya por su papel. Akelarre evita lo sobrenatural, pero tiene una atmósfera alucinada en varios momentos y sus espléndidas imágenes de la costa del País Vasco o de sus bosques permiten esa conexión primitiva con la naturaleza que relacionamos también con la brujería. Como ya he dicho, la película tiene 9 nominaciones a los Goya, incluyendo música original, dirección de producción, fotografía, dirección artística, diseño de vestuario, maquillaje y peluquería, sonido y efectos especiales. Y merecía incluso más.

PALM SPRINGS -ATRAPADOS EN EL TIEMPO


Hablar de Palm Springs sin hacer spoilers me parece condenadamente difícil, por lo que, si aún no la has visto -está disponible en Movistar +- ve corriendo a hacerlo. Es una estupenda comedia, con elementos fantásticos, con un gracioso Andy Samberg y una Cristin Milioti ideal. La película retuerce las convenciones de la comedia romántica, de la que utiliza su escenario paradigmático y hortera -una boda- y que además consigue reflexiones más profundas que no suelen aparecer en este tipo de productos. A partir de ahora, estás avisada, analizo la película desvelando elementos de su argumento. Y es que la película parte de una idea estupenda: ¿Qué hubiera pasado si el protagonista del clásico Atrapado en el tiempo (1993) no hubiera conseguido escapar. La respuesta es Nyles -interpretado por el mencionado Samberg, que como Bill Murray, es un exalumno de Saturday Night Live-, un tipo descreído que, a fuerza de revivir el mismo día una y otra vez, se comporta como si un actor fuese el único que sabe que forma parta de una comedia. Lo mejor de la película es, quizás, ese dominio que muestra Nyles de la situación: la sincronizada coreografía que consigue en el baile de la boda es maravillosa, o también cómo ha dado con el discurso de boda perfecto. Hasta aquí estamos ante una puesta al día del clásico de Harold Ramis, pero, como una secuela no oficial, el guión de Palm Springs firmado por Andy Siara complica las cosas al hacer que el interés romántico de Nyles, Sarah (Milioti), sea consciente y partícipe del bucle temporal. Esta idea, que puede parecer inclusiva y feminista, permite, en realidad, algunas ideas sobre las relaciones de pareja, que, sin embargo, no son exploradas del todo. Mencionemos aquí también a un fantástico tercer personaje, interpretado por un maravilloso J.K. Simmons, cuyo rol en la historia no desvelaré. Con estos elementos, el argumento opera a varios niveles temáticos. El más obvio, es el desenmascaramiento de la hipocresía social. En una boda, todo debe parecer 'perfecto', los novios serán agasajados como personas ideales y su relación como la cumbre del amor romántico. Por supuesto, nada de esto es cierto, y Palm Springs hace comedia desvelando estas falsedades. Por otro lado, la cinta dirigida por Max Barbakow cae en el esquema convencional de la nueva comedia americana: el protagonista masculino es un tipo inmaduro que, a través del amor, dará los pasos necesarios para aceptar las responsabilidades de la vida. Nyles dice estar de vuelta de todo tras quién sabe cuánto tiempo atrapado en el bucle temporal, pero en realidad se siente cómodo y se comporta como un niño, jugando cada día y aprovechando que sus actos no tienen consecuencias. Una postura falsa, por otro lado, ya que Sarah pondrá en evidencia que el nihilismo y las supuestas transgresiones de Nyles no son más que gamberradas inocuas. Donde la película brilla es en su tema más profundo y existencialista. Si partimos de que la vida no tiene sentido ya que el final irremediable es la muerte y no creemos en una trascendencia del alma, llegaremos a la conclusión de que todos los actos, moralmente, son iguales. Nada importa y todo esta permitido. Lo que propone Palm Spring en tono de comedia es que la inmortalidad también despoja de sentido a la existencia. Revivir el mismo día una y otra vez, como el Sísifo según Albert Camus, es un esfuerzo inútil. Nyles aprenderá, gracias a Milioti, que debe encontrar un sentido propio a la existencia, pero no conformarse con estar atrapado. Ideas muy estimulantes que redondean una película que puede ser un pequeño film de culto en los próximos años.

EL CHICO -VUELVE AL CINE 100 AÑOS DESPUÉS


En una maravillosa conversación de 3 horas que ningún 'cinéfilo' debería perderse, Quentin Tarantino y Edgar Wright hablan con entusiasmo -y casi con nostalgia- de la experiencia cinematográfica para el podcast de Empire Magazine. Tras repasar sus mejores momentos vividos en un cine -puedes leer los míos en el texto Yo voy al cine-, el director de Pulp Fiction (1994) y el de Zombis Party (2004) llegan a la conclusión de que las películas deben disfrutarse en una sala con público. Que es necesario participar de las reacciones de los otros espectadores para potenciar al máximo la experiencia de un film. De hecho, Tarantino llega a afirmar que, algunas obras, si no las has junto a más personas, realmente no las has visto (de hecho, compara el visionado doméstico con una masturbación y el de salas, con un trío). Si lo pensáis bien, hemos visto la mayoría de los grandes clásicos del cine -los anteriores a la década de los 70- en una pantalla de televisión y en pésimas condiciones hasta la llegada, reciente, de las 4K. Por suerte -y quizás por culpa de la pandemia- estamos viviendo la milagrosa recuperación de grandes películas con la excusa de las mencionadas restauraciones en 4K. En el momento de escribir estas líneas, conviven en las salas una buena parte de los títulos más celebrados de Wong Kar-Wai y el Crash (1996) de David Cronenberg. Pero escribo esto para hablar de El chico, de Charlie Chaplin, que vuelve a la pantalla grande -en circuitos comerciales- exactamente 100 años después de su estreno en el mes de febrero de 1921. Estamos hablando de la época en la que se estaba inventando el lenguaje cinematográfico. Exponerse al poder primitivo, la frescura, la inocencia y la libertad de esta cinta es volver a los orígenes, a la fuente primordial del séptimo arte. La película es el primer largometraje de Chaplin, que ya era mundialmente famoso por sus cortometrajes cómicos y un autor por derecho propio. No solo eso. Chaplin, por primera vez, apuesta por mezclar la comedia, en la que ya era un maestro, con el drama. Y lo hace de una forma brutalmente honesta, partiendo de sus experiencias personales. Mucho de lo que le pasa al chico en la película, le ocurrió a Chaplin, de infancia desfavorecida y trágica. El director encontró, por casualidad, a un actor de 4 años, llamado Jackie Coogan -mucho después será el tío Fétido de La familia Adams-, que era puro talento en bruto para interpretar y despertar emociones. Y a Chaplin no le importó compartir con él su protagonismo, sabiendo que la clave de su película era que ese niño conmoviera al espectador. Y vaya si lo consigue. El chico se ve con un nudo en la garganta gracias a la sencillez de la narración y a la gestualidad de los actores -mencionemos también a Edna Purviance, colaboradora habitual de Chaplin-. Me diréis que ya habéis visto la película, que se puede encontrar en Youtube, pero yo os pregunto si realmente la habéis visto. Porque verla en una pantalla grande, con público, y comprobando cómo el fino humor de un genio de la pantomima como Charlie Chaplin sigue funcionando 100 años después, es verla realmente. Palabra de Tarantino.

BABY -LA MADRE TERRIBLE


Juanma Bajo Ulloa está nominado al mejor director en los premios Goya 2021 por Baby, sorprendente film que prescinde de los diálogos para contar la historia de una madre adicta a las drogas que pierde a su bebé a manos de un siniestro grupo. La decisión del director, de no hacer hablar a sus personajes, le permite brillar en un film rico en imágenes poderosas, simbólicas, bellamente fotografiadas por Josep M. Civit. También hay que destacar el diseño de sonido, muy creativo, que adjudica ruidos a los diferentes personajes -la campanilla de la bicicleta que anuncia al albino que interpreta Natalia Tena- y por supuesto la música, de Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte, también nominados al Goya. Baby entra por los ojos y tiene un diseño artístico y de vestuario sobresalientes -una pena que no se hayan visto recompensados con nominaciones en los Goya-. Estamos ante un estimulante regreso de Juanma Bajo Ulloa al universo de películas como 
Alas de mariposa (1991) y La madre muerta (1993). Baby parte de un planteamiento realista, muy sórdido, describiendo el ambiente de una joven adicta a las drogas -la británica Rosie Day- para luego adentrarse en el terreno de la fantasía, a través de un bosque animado por todo tipo de insectos y animales y hasta llegar al sombrío caserón habitado por una bruja, la estadounidense Harriet Sansom Harris, que despojada de diálogos se hace dueña del gesto. Dirige bien a sus actores Juanma Bajo Ulloa, consiguiendo que 'hablen' sin emitir una sola palabra, utilizando sus rostros y sus cuerpos. Con elementos del cuento de hadas y del relato de terror gótico, el gran tema de la historia parece ser la maternidad, o más bien, el arquetipo de la madre terrible, la dualidad entre la vida y la muerte. Baby solo cojea en su argumento, demasiado redundante -en mi opinión- en el largo pasaje en el que la protagonista se infiltra en la vivienda de los estrafalarios -y aterradores- villanos. Aún así, la película consigue conjugar de una forma poco habitual la tragedia, una increíble crueldad, con la belleza de sus imágenes.

THE CROWN -EL PRECIO DEL PODER


Seamos sinceros: The Crown en su cuarta temporada es más de lo mismo. Pero es que 'eso' que no cambia con respecto a las tres primeras entregas es de una gran calidad. La serie sobre la vida de la reina Isabel II es una superproducción, una lujosa recreación histórica que asombra en cada episodio. Hay que hablar muy bien de los directores tras las cámara, siempre solventes y con buenas ideas de puesta en escena, y por supuesto, de los intérpretes, de primer nivel. No hace falta mencionar los apartados técnicos: la fotografía, la edición, la música y el diseño de producción son de gran calidad. Cada episodio de The Crown es como disfrutar de una película, de esas que suelen aspirar al Oscar. Y a una factura intachable hay que añadir el morbo, el cotilleo de los entresijos de la familia real, un ingrediente que engancha irremediablemente. Y eso que los guiones de Peter Morgan no son precisamente complacientes y siempre reflejan una visión muy clara que coloca a seres humanos en momentos importantes de la historia británica. Con el cuidado por el detalle de la serie, sentimos que lo que vemos, al menos, parece real, aunque estemos ante una interpretación ficticia de hechos reales, que dan pie a un estupendo material dramático. Si The Crown es 'más de lo mismo', yo quiero más.

Paso a comentar primero la tercera entrega de la serie, de la que no había texto en Indienauta. Pido disculpas por ello. Recordemos que tras sus exitosas dos primeras temporadas, The Crown se enfrentaba a un cambio en su elenco para reflejar el paso del tiempo en sus personajes principales. Así, Claire Foy era sustituida por la oscarizada Olivia Colman, además de incorporarse intérpretes importantes como Helena Bonham Carter. El primer episodio de la tercera entrega es deslumbrante y recoge uno de los elementos más importantes y emotivos de lo que hemos visto hasta ahora en la serie: la relación entre la reina y el primer ministro británico. La reina Elizabeth se despide de Churchill (John Lithtgow) y comienza una nueva relación con Harold Wilson (Jason Watkins), de diferente signo político. Pero el argumento se centra de forma divertida en la existencia de un posible espía soviético, cuya identidad, al ser revelada, significa un sutil golpe a la maltratada autoestima de la reina por su falta de cultura, que además, se enfrenta al paso de los años y al envejecimiento -en un claro guiño al relevo de actrices-. Olding es una apasionante mezcla de historia política, intriga de espías y conflicto personal, con un uso soberbio de los diálogos, que juegan siempre al doble sentido, por parte del guionista y creador de la serie, Peter Morgan. 

El segundo capítulo, Margaretology es una deliciosa dramatización de la supuesta rivalidad entre Elizabeth y Margaret (Helena Bonham Carter). Una vez más, Morgan nos presenta hechos históricos como la crisis económica de Reino Unido y la visita real a Estados Unidos -fantástico Clancy Brown como Lyndon B. Johnson- desde la óptica de las frustraciones personales de Margaret -siempre una segundona en la Familia Real británica- y de los celos de Elizabeth por el carácter más sociable y desenfadado de esta. Conflictos personales y política internacional en un drama de altísima calidad.

La tercera entrega, Aberfan, es un drama portentoso que de una forma valiente y emocionante describe la tragedia del pueblo del mismo nombre, ubicado en Gales, que en 1966 sufrió la muerte de 144 personas tras el colapso de una escombrera en una mina de carbón. Con una narrativa ejemplar, se nos muestra primero a los alumnos de un pequeño colegio, emocionados por aprenderse una canción para una actuación escolar; conocemos a su profesor y a sus familias, lo justo para que estos niños nos resulten importantes de cara a la tragedia que vendrá enseguida. El episodio cuenta con varios momentos que ponen la piel de gallina: el silencio cuando los rescatadores detienen su actividad, en mitad de la noche, intentando escuchar alguna llamada de auxilio; la forma en que Morgan describe el dolor de las familias, a través de Lord Snowdown (Bern Daniels) y luego del duque de Edimburgo (Tobias Menzies); y cómo todo esto le sirve al guionista para hablar de un problema personal de la reina; el recurso de la canción que entona todo el pueblo como muestra de dolor; el plano final de la lágrima de la reina. No se puede hacer mejor. 

De hecho, el siguiente episodio, baja el nivel casi inevitablemente: Bubbikins parece menos inspirado, aunque cuestiona la necesidad -y el gasto que supone- cualquier monarquía y plantea un personaje interesante en la monja y princesa Alice (Jane Lapotaire), madre del príncipe Phillip. The Crown suele gravitar entre el hecho histórico y el drama personal de sus protagonistas: en Coup, la reina sueña con otra vida dedicada a la hípica mientras su tío político, Lord Mountbatten -estupendo Charles Dance- está a punto de liderar un golpe de Estado, conspiración a la que Elizabeth pone fin con una facilidad que demuestra cuál es su verdadero lugar. Tywysog Cymru es un fantástico episodio protagonizado por el príncipe Carlos (Josh O´Connor) que convierte el complejo problema de los nacionalismos -en este caso, galés- en un reflejo de la problemática personal de alguien que no es libre -ni feliz- por pertenecer a la Familia Real y que debe representar un papel. Muy original me parece Moondust, que hace coincidir la llegada del hombre a la Luna en 1969 con la crisis de la madurez del príncipe Phillip (Tobias Menzies). Dangling Man reincide en la incomodidad del príncipe Carlos, como miembro de la realeza, quien se identifica con el exiliado Duque de Windsor (Derek Jacobi) que se encuentra en los últimos de días de su vida. Imbroglio se ocupa de nuevo del príncipe Carlos, metido esta vez en un 'lío amoroso' con Camila Shand (Emerald Fennell) que obviamente repercutirá en la cuarta temporada. Por último, Cri de Coeur reitera las insatisfacciones personales de los miembros de la Familia Real británica. En este caso vuelve a ser la protagonista la princesa Margaret (Helena Bonham Carter), cuyo matrimonio se derrumba. Su fuga hacia una felicidad -efímera- se ve truncada por su condición de princesa.

La cuarta temporada arranca con Gold Stick, episodio marcado por una nueva primera Ministra, Margaret Thatcher -nada menos que Gillian Anderson-, prometiendo formar una interesante pareja con la reina Elizabeth. El guión introduce de forma tangencial la amenaza del grupo terrorista IRA, para luego plantear, de nuevo, el conflicto sentimental del príncipe Carlos, que sigue detrás de Camilla Parker Bowles y que, por fin, se encontrará con Diana (Emma Corrin). La mejor secuencia nos muestra tres escenarios diferentes, en los que vemos a la reina, al príncipe Carlos y lord Mountbatten realizando esas actividades que relacionamos con la privilegiada realeza: caza, pesca y navegación. Con solo intercalar estos tres escenarios se consigue una tensión tremenda que lleva a un desenlace trágico.

The Balmoral Test plantea, en tono de humor, una prueba a la que somete la Familia Real británica a sus invitados. Los primeros en sufrir dicho examen son la primera ministra Margaret Thatcher y su marido, Denis (Stephen Boxer). Luego será el turno de Diana Spencer, con un resultado algo diferente, que marcará el futuro de esta serie (y de la historia). En un momento del episodio, el príncipe Carlos (Josh O´Connor) señala a Diana que Verdi es recordado por las historias románticas de sus óperas, menospreciadas en su contenido político sobre la unificación de Italia. Es este un mensaje colocado por Peter Morgan para que no nos dejemos llevar -del todo- por el morbo de la trágica historia de amor entre Diana y Carlos: en la secuencia final escuchamos La Traviata, cuando Thatcher desmantela el Gobierno para componer un nuevo equipo, más acorde a sus fines y a su ideología reaccionaria.

Irónicamente titulado Fairytale, el tercer episodio de la cuarta temporada se centra en el compromiso matrimonial de Diana Spencer y el príncipe Carlos. Es un capítulo duro, que muestra el aislamiento de Diana en el seno de la Familia Real desde el primer momento, y sus problemas con la bulimia, además del patente desinterés de Carlos por ella, ya que el príncipe sigue prendado de Camilla Parker Bowles (Emerald Fennell). Hay que resaltar la sombra trágica que planea sobre esta historia, cuyo amargo desenlace, en la vida real, ya conocemos. Con este conocimiento, por supuesto, juega hábilmente Peter Morgan.

Favourites es un episodio que bien podría resumir qué es The Crown: conflictos personales que repercuten en la política británica. Así, el extravío del hijo de Margareth Thatcher en el rally París-Dakar se amplifica nada menos que provocando la desigual guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina. Pero además, el dolor de la primera ministra por la incertidumbre del paradero de su hijo remueve la conciencia de Elizabeth, que descubre que no conoce realmente a sus propios vástagos y que no tenía ni idea de lo que sufrían simplemente por formar parte de la Familia Real británica. Material dramático de primera calidad.

Fagan es el mejor episodio de la cuarta temporada de The Crown y puede ser uno de los mejores de toda la serie. La narración adopta el punto de vista de un fracasado, Michael Fagan (Tom Brooke), un hombre de clase obrera que lo ha perdido todo, empezando por su trabajo, su familia, su autoestima y su esperanza. Es una víctima, por así decirlo, de las políticas liberales de Margaret Thatcher. Marginado y excluido, Fagan decide nada menos que entrar en el palacio de la Familia Real para hablar, cara a cara, con la reina Elizabeth y que esta, por primera vez, pueda escuchar a la 'gente corriente'. El episodio expone de forma brillante la eterna pregunta: ¿Tiene la culpa Fagan de su fracaso vital o es una víctima del sistema? La respuesta es que importa poco ante una cuestión más importante ¿Debe el Estado abandonar a los menos afortunados o, incluso, a los que 'no se esfuerzan'? Y de esos polvos podría haber surgido el lodo del Brexit.

Terra Nullius es un estupendo episodio que funciona como un eco del capítulo Hyde Park Corner, en el que la reina Elizabeth y su marido hacían un largo viaje en el que se mezclaba su papel político con sus conflictos como pareja. Ese papel lo hacen ahora el príncipe Carlos y Diana, que visitan Australia para remontar la popularidad de la corona. El conflicto está entre el carácter cercano y mundano de Diana, contrapuesto a la distancia y frialdad de la Familia Real, por no mencionar que Carlos sigue enamorado de Camila Parker Bowles. Un culebrón de máxima calidad.

Los episodios dedicados a la princesa Margaret son prácticamente un subgénero dentro de The Crown. The Heredetary Principle reincide en la insatisfacción de la princesa por ser una segundona, una incomodidad existencial que aquí se agrava por una nueva rebaja de sus privilegios y porque un problema de salud la obliga a abandonar las adicciones que la mantenían distraída: los hombres, el alcohol y el tabaco. Desesperada por encontrarle sentido a su vida, Margaret decide concentrarse en resolver un misterio interesante, el de unas primas con discapacidad psíquica que permanecían ocultas, relegadas y a las que incluso se las creía muertas. El episodio se sostiene sobre la excelente interpretación de Helena Bonham Carter, cuyo personaje vuelve a descender a los infiernos. Los trapos sucios de la Familia Real.

Beneficia a la figura de la reina Elizabeth el episodio 48:1, en el que la soberana se muestra partidaria de la lucha contra el apartheid en Suráfrica, en detrimento de la de Margaret Thatcher, primera ministra que se opone aquí a cualquier sanción contras las políticas racistas de ese país. Este enfrentamiento entre dos figuras históricas que se decanta claramente a favor de la reina, se compensa con el feo episodio de la dimisión del escritor Michael Shea (Nichola Farrell), cuya cabeza debe caer para no manchar la reputación de la Corona tras el impulsivo gesto de la reina que pretendía afear la conducta de la primera ministra. El episodio funciona como un amargo comentario sobre el poder y sobre cómo, en política, incluso las buenas intenciones, acaban en el fango de la injusticia.

Avalanche es la crónica de los problemas matrimoniales entre Diana y Carlos, que reciben un toque de atención cuando el príncipe se queda atrapado en una avalancha y se teme por su vida. El episodio retrata a la pareja con sus defectos: infidelidades varias de Diana y la de siempre de Carlos con Camilla. Se narra, además, una sorprendente revelación -al menos para mí- sobre la personalidad de Diana: su afición al espectáculo, a cantar y bailar de una forma poco menos que ridícula. Un episodio de puro cotilleo y morbo. Lo que no tiene nada de malo.

Por último, en War, una foto de la Familia Real británica, en la que solo Diana aparece con gesto serio, es la imagen que resume las tramas que se han desarrollado en las últimas dos temporadas entre el príncipe Carlos y ella. La relación parece rota en un jugoso episodio de peleas conyugales que cierra la cuarta temporada y despide al elenco de actores que nos han acompañado en los últimos 20 episodios. Le decimos también adiós a Margareth Thatcher -estupenda Gillian Anderson- con una emotiva escena que demuestra, de nuevo, cómo Peter Morgan no olvida nunca que sus personajes son seres humanos, además de figuras políticas que jugaron papeles muy importantes -no siempre positivos- en la historia reciente de su país.

EXPLOTA EXPLOTA -MÚSICA Y CENSURA


Con la sana intención de entretener,
Explota Explota parte de una idea que tenía que ocurrírsele a alguien tarde o temprano: un musical con las canciones popularizadas por Rafaella Carrà en España -y en Italia, claro-. La elección del repertorio musical no solo es una jugada comercial muy hábil -varias generaciones conocen estas canciones, auténticos clásicos del karaoke de toda la vida- sino que marca el tono de la película dirigida por el debutante Nacho Álvarez. Las canciones de Carrà marcaron una época inocente y optimista, que también escondía un tiempo oscuro de represión. Sobre esta dualidad se sostiene la historia que firman Eduardo Navarro y David Esteban Cubero, partiendo de una idea original del propio Álvarez. 'La Carrà' fue progresista y feminista -para su época- y rompió tabúes, precisamente en TVE, en cuyos estudios ocurre Explota Explota, que, perdonen el chiste malo, explota esa nostalgia convirtiendo aquella época en una explosión de color, ropa hortera y pelucones -la película está nominada al Goya por su diseño de vestuario y maquillaje y peluquería-. Como en todos los musicales, aparece aquí una realidad idealizada, en la que el amor entre un joven censor de televisión, Pablo (Fernando Guallar) y una adorable aspirante a bailarina, María (Ingrid Garcí Jonsson), es lo más importante del mundo. Como suele ocurrir en las comedias románticas, la amiga graciosa se roba el show, y aquí cumple -como siempre- una eficiente Verónica Echegui, nominada al Goya como mejor actriz de reparto. El resto del elenco de actores se completa con unos cumplidores Pedro Casablanc, Fernando Tejero y Natalia Millán. Pero al conjunto le falta chispa y a los números musicales -abundantes- les falta brío en la puesta en escena y unos números de baile más trabajados. 

COSMÉTICA DEL ENEMIGO -EL ENEMIGO INTERIOR


En el minucioso diseño visual de Cosmética del enemigo, una de las pistas cuidadosamente plantadas revela el verdadero tema central de la historia. En un televisor, de fondo, se ve un antiguo cortometraje de Charles Chaplin: se trata de The Floorwalker (1918), en el que Charlot hace un juego de espejos con otro personaje de vestimenta -y bigotito- similar al suyo. Este gag visual, que apenas podemos ver fugazmente, es una pista para iniciados que seguramente se haría evidente tras repetidos visionados, junto a otros detalles e indicios sabiamente colocados durante la intriga. Basada en la novela de Amélie Nothomb, que aquí se convierte en un thriller polanskiano algo convencional, con la clásica revelación final que le otorga un sentido diferente a lo que hemos visto. Sin entrar en muchos detalles, para no destripar la historia, estamos ante un duelo de personajes: el exitoso arquitecto Jeremiasz Angust -Tomasz Kot de Cold War (2018)- y una misteriosa joven de nombre imposible, Texel Textor -una estupenda Athena Strates, que es el alma de la película-, acompañados además por Marta Nieto y el francés Dominique Pinon. La película se desarrolla en los encuentros, conversaciones y desencuentros entre Jeremiasz y Texel, mientras el espectador intenta desentrañar los secretos de la trama. El director Kike Maíllo trasciende las limitaciones de su historia con una puesta en escena elegante, precisa e inteligente, de escenarios fríos, de 'no lugares' -ese aeropuerto que es el corazón del film- con excelentes ideas -la maqueta de ese mismo aeropuerto- y aportando una atmósfera de cine fantástico que lleva a fugas oníricas. Si bien es cierto que a Cosmética del enemigo le falta frescura y libertad, estamos ante una obra efectiva, que habla de la mentira del éxito, de la imposibilidad de la perfección y de los monstruos que engendra.