THE FLASH -TEMPORADA 2- FLASH BACK


FLASH BACK (29 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Tengo que admitir que los viajes en el tiempo -y sus paradojas- son una forma fácil de llamar mi atención: Terminator (James Cameron, 1984), la serie Doctor Who, aquel episodio de Perdidos con Desmond (Henry Ian Cusick), titulado La constante. Una historia siempre mejora si agregas viajes en el tiempo, ninjas o dinosaurios. El mejor episodio -para mí- de la primera temporada de The Flash fue Out of time, en el que el Barry Allen (Grant Gustin) hacía un corto salto temporal con unas enormes y épicas repercusiones. Los guionistas de esta serie han afrontado el viaje temporal utilizando las ideas de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), que establecía los peligros de jugar con la línea temporal. Pues este episodio -titulado Flash Back- es como Regreso al futuro 2 (Robert Zemeckis, 1989). En aquella secuela, Marty McFly (Michael J. Fox) regresaba a la primera película y aquí Barry vuelve a la primera temporada. Y es como reencontrarse con viejos amigos. El Barry actual interactúa con su yo del pasado y con los personajes de entonces. Es una oportunidad de volver a ver al Harrison Wells (Tom Cavanagh) que en realidad era Eboan Thawne, el Flash-Reverso. Quizás sea un episodio más enfocado al que ha seguido la serie desde el principio, al fan, pero también es cierto que se nota que los guionistas disfrutan dándole la vuelta a la situaciones que ellos mismos han planteado. En lugar de "tirar adelante", le sacan el jugo a todo. Muy bien. El villano del capítulo, el Time Wraith, el "espectro del tiempo", es una aportación interesante al Universo DC: van a por los velocistas que juegan con la línea temporal y en la cabeza de la criatura me parece reconocer una máscara similar a la de Flash. Por otro lado, los guionistas suelen cuidar mucho la parte sentimental de los personajes y de sus historias. Aquí, el reencuentro con -el ahora fallecido- Eddie Thawne (Rick Cosnett) y el mensaje que le graba a Iris West (Candice Patton) dan pie a una escena emotiva que no molesta y que funciona muy bien. Por último, me ha encantado la idea de aprovechar la excusa de los cambios en las líneas temporales consecuencia de los viajes de Barry para -por elipsis- reintroducir a Hartley, el Flautista (Andy Mientus), antiguo enemigo de la primera temporada que siempre pensé podría haber dado para más. A ver si lo vuelven a utilizar.

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MARVEL FASE 1: CAPITÁN AMÉRICA: EL PRIMER VENGADOR (JOE JOHNSTON, 2011)


Vista ahora, sorprende el lugar tan claro que ocupa la primera película del Capitán América en el engranaje del Universo Cinematográfico de Marvel. Las referencias a la mitología nórdica del principio, que apelan a Thor; la muerte de Bucky (Sebastian Stan) que luego se convertirá en el Soldado de Invierno (2014) y cuyo papel parece clave en Civil War (2016). No olvidemos tampoco la introducción de Peggy Carter (Hayley Atwell), Howard Stark (Dominic Cooper) y la agencia -pre S.H.I.E.L.D- SSR, cuyas aventuras luego se ampliarán en la serie Agent Carter (2015).


Además, el McGuffin en esta película, el teseracto -el cubo cósmico en los cómics- enseguida será clave en Los Vengadores (2012) y una de las cinco gemas del inifinito que seguramente recopilará el malvado Thanos (Josh Brolin) en la futura Los Vengadores: Infinity War (2018). Y a pesar de todos estos peajes, la película funciona porque mantiene enfocado lo más importante: a su protagonista, Steve Rogers (Chris Evans). Hay un gran esfuerzo por parte de los guionistas para que podamos identificarnos con un personaje con fama de patriotero, plano, unidimensional. A menos que hayas leído los cómics. La lucha de Rogers por ayudar a su país en la Segunda Guerra Mundial es desvinculada de toda referencia política o nacionalista, eso a pesar de tanta banderita. De hecho, el tema se trata con un sano sentido del humor, sobre todo en una divertida secuencia musical propagandística, que de paso hace honor a la portada del primer cómic del personaje, el famoso puñetazo a Hitler también mencionado en la novela Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (2000) de Michael Chabon. El desarrollo del héroe se toma su tiempo en la película y prácticamente la ocupa enteramente, lo que da como resultado un retrato bastante humano del personaje, pero también conlleva el principal fallo del film, la debilidad de su villano, Cráneo Rojo (Hugo Weaving), que carece del peso que tiene en los tebeos. También habría sido de agradecer un mayor interés en la amistad del protagonista con su compañero de armas, Bucky Barnes, cuyo destino, como ya he dicho, será clave en esta saga cinematográfica. Por cierto, la chica rubia que besa al Capitán tras su primera victoria es nada menos que Natalie Dormer, la Margaery Tyrell de Juego de Tronos (2012)


Por lo demás, la película intenta emular el espíritu de En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981) -hay un guiño explícito cuando Cráneo Rojo se burla de Hitler por buscar "baratijas en el desierto"- de la que extrae no pocos elementos de su estructura. El teseracto sustituye al arca de la alianza como McGuffin, los villanos son los nazis, Peggy Carter es una mujer fuerte como Marion (Karen Allen), y los antagonistas sufren destinos idénticos al exponerse al poder desatado del artefacto que tanto habían deseado. Por esto, Marvel Studios debió pensar que el director Joe Johnston era el más indicado para este trabajo, teniendo otra adaptación de cómic en su currículo, Rocketeer (1991), con idéntico sabor retro a Indiana Jones. Tampoco podemos evitar ver a las tropas de asalto de Cráneo Rojo como un reflejo de los stormtrooper de Star Wars (George Lucas, 1977) -lo que cierra el círculo de la inspiración, ya que Lucas se fijó en los nazis reales-. La base de Cráneo Rojo recuerda a la Estrella de la Muerte y, como Luke Skywalker (Mark Hamill), Steve Rogers también ve morir a su mentor: el doctor Erskine (Stanley Tucci) hace las veces aquí de Obi-Wan Kenobi (Alec Guiness). Johnston rueda los aviones como si fueran cazas Tie y la persecución en motocicleta trae a la mente la famosa escena de El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983). Todo esto no es casualidad, ya que Johnston empezó como artista de efectos especiales para Lucasfilm, ganó un Oscar precisamente por En busca del arca perdida y diseñó las motos jet de la mencionada secuencia del episodio VI. Curiosamente, una película posterior de Marvel también se apropió de los esquemas de la primera aventura de Indiana Jones y de ideas de Star Wars: Guardianes de la Galaxia (2014).

TRUMBO (JAY ROACH, 2015)


Algo tarde nos llega esta nueva película de Jay Roach -firmante de comedias de éxito como Los padres de ella (2000)- sobre el que probablemente sea el guionista más conocido del Hollywood de los grandes estudios, Dalton Trumbo: autor de Vacaciones en Roma (1953) o Espartaco (1960). Avalada por la nominación al Oscar de su actor protagonista, Bryan Cranston, la película resulta relativamente decepcionante. La razón es que su título original, Trumbo, despista. No encontraremos aquí el retrato en profundidad del escritor, sino la panorámica de una época oscura en la historia de los Estados Unidos, la famosa caza de brujas. En este sentido, el subtítulo agregado en castellano, La lista negra de Hollywood, parece más acertado, ya que el guión se desvía del protagonista para situarnos y se fija -demasiado- en otros personajes, como el también guionista (comunista) Arlen Hird -personaje ficticio interpretado por el genial cómico Louis C.K.- o el interesante papel que jugó el actor Edward G. Robinson (Michael Stuhlbarg). Sobre las ideas comunistas de Dalton Trumbo se pasa un poco por encima y el guión prefiere centrarse en las dificultades que sufrió este y su familia al ser acusado de "anti-americano". Cranston nos gusta mucho desde Breaking Bad (2008-2013) -oye, desde Malcolm (2000-2006)- y todos sabemos que es un gran actor, pero aquí no tiene demasiadas oportunidades para el lucimiento. Casi ninguna. En el desenlace, sin desvelar nada, debo decir que el director toma una decisión visual que me parece frustrante y un claro ejemplo de lo que falla en la película. En lugar de pegarse al rostro de un gran actor en el clímax de su película, Roach utiliza un efecto pueril en las gafas del personaje. Sin embargo, Trumbo es -medianamente- interesante como acercamiento a un momento vergonzoso, ya sugerido con mucho humor por los hermanos Coen en esa reunión de guionistas marxistas que vimos en ¡Ave, César! (2016).

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- WATCHDOGS


WATCHDOGS (29 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Que el Universo Cinematográfico de Marvel está bastante cohesionado es incuestionable. Algún listillo podrá señalar los agujeros argumentales, que seguramente los habrá, pero este episodio de Agentes de S.H.I.E.L.D, por ejemplo, podría servir como apéndice de Capitán América: Guerra Civil (2016). El clima que reflejan ambas ficciones es coherente: la paranoia de los civiles ante la proliferación de individuos con superpoderes, en este caso, los inhumanos. Un grupo de corte fascista, los Watchdogs, aboga por el control de esos individuos que considera amenazas. En la película del Capitán América (Chris Evans) es el propio Gobierno el que toma medidas sobre el asunto. El conflicto se centra entonces en el choque entre los derechos civiles individuales y la seguridad, una cuestión derivada, sin duda, del clima post-11S, y verbalizada aquí en una discusión entre Mack (Henry Simmons) y Daisy (Chloe Bennet). Los superhéroes/inhumanos vistos como terroristas. El vehículo para tratar el tema es el hermano menor de Mack, un joven en paro con dificultades económicas para pagar su hipoteca, que sería presa fácil de un discurso de Donald Trump. Como suele ocurrir en la ficción de Marvel Studios -algo alérgica a los supervillanos- el verdadero enemigo acaba siendo alguien del bando de los propios héroes, el exagente Felix Blake (Titus Welliver), un viejo conocido de la primera temporada. Poco más que destacar en el episodio, salvo la mención a la nitromina, explosivo inventado por Howard Stark (Dominic Cooper) en la serie Agent Carter. Otra prueba de la cohesión del UCM.

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AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- PARTING SHOT


PARTING SHOT (22 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Emotiva la despedida en este episodio de los agentes Bobbi "Mockingbird" Morse -echaré mucho de menos a Adrianne Palicki- y Lance Hunter (Nick Blood) que se convierten aquí en los protagonistas. La historia cumple con el objetivo de mantener vigente la trama principal, el enfrentamiento con HYDRA -con Gideon Malick (Powers Boothe)- en la lucha por controlar/salvar a los inhumanos. Pero como ya he dicho, el objetivo real es darle salida a dos personajes que pronto van a vivir sus propias aventuras en la serie Marvel´s Most Wanted, de próximo estreno. Por eso Parting Shot tiene un tono algo crepuscular, como si Bobbi y Hunter estuviesen viviendo su última misión. La trama vuelve a ser de espionaje, otra misión de infiltración, esta vez en una base rusa en Siberia. El elemento fantástico se introduce gracias a la aparición de un general ruso inhumano con el poder de convocar a un misterioso espectro de densidad variable y con el aspecto de una sombra. Pero lo importante es lo antes mencionado. Hunter echa la vista atrás y confiesa a Bobbi que lamenta que nunca hayan tenido unas vacaciones juntos, como matrimonio, como enamorados. Precisamente, el guión ata cabos cuando, tras ser capturados, Hunter intenta engañar a las autoridades rusas fingiendo ser una pareja de vacaciones. Y si él recita continuamente una receta de sopa de setas, es porque añora esa vida marital y normal que nunca ha tenido. Es entonces cuando ambos agentes deciden abandonar el servicio activo, sacrificándose para salvar a S.H.I.E.L.D y para contentar al Primer Ministro ruso. La despedida de un espía, en la que los agentes invitan desde lejos a una copa a la pareja, resulta extrañamente emotiva en una serie que no tiene demasiados momentos lacrimógenos. Pero bien.

CAPÍTULO ANTERIOR: THE INSIDE MAN

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- THE INSIDE MAN


THE INSIDE MAN (15 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

La lógica del relato en serie puede derivar en un fin en sí mismo: realmente no importa lo que estamos viendo, sino la eterna promesa de una entrega futura en la que ocurrirán acontecimientos verdaderamente relevantes. El problema es cuando esa promesa nunca se cumple. ¿Alguien se acuerda de Perdidos (2001-2004)? El reto de los guionistas en cualquier narración serial es hacer interesante cada paso en el camino hacia el siempre postergado desenlace. En este aspecto, los escritores de Perdidos eran insuperables. Y este episodio de Agentes de S.H.I.E.L.D lo consigue parcialmente. Estamos ante una entrega que funciona como un eslabón de la cadena. Siendo entretenida, resulta olvidable. The Inside Man, como su nombre indica, es un whodonit en el que el héroe, Phil Coulson (Clark Gregg) debe averiguar quién es el infiltrado, el traidor, el que está bajó las órdenes de HYDRA. Como he dicho, la trama es divertida y nos permite reencontrarnos con buenos personajes como Glenn Talbot (Adrian Pasdar) y Carl "Crusher" Creel (Brian Patrick Wade) -en los cómics, el Hombre Absorbente-. Pero aporta poco más. Lo verdaderamente importante, en realidad, son las pequeñas tramas en los márgenes de la historia principal: se desarrolla la relación sentimental entre Daisy (Chloe Bennet) y Licoln (Luke Mitchell); Simmons (Elizabeth Henstridge) podría haber encontrado la "cura" para los inhumanos; y el traidor antes como conocido Grant Ward (Brett Dalton), ahora un inhumano terrorífico, se alimenta de nuevas víctimas recuperando la plenitud de sus poderes.

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JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- THE RED WOMAN


THE RED WOMAN (24 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Siendo Juego de Tronos una de las series más esperadas cada temporada, resulta evidente que sus autores -David Benoiff y D.B Weiss- se pueden permitir ciertas libertades. Al menos a mí me sigue asombrando cómo se puede concebir el argumento de un primer episodio limitándose a plantear las tramas de la serie. Lo cierto es que hay demasiadas y todavía faltará alguna ¿hace falta meterlas todas?. Los guionistas presentan a (casi) todos los personajes y cada trama tiene una única secuencia en este capítulo. No hay prácticamente desarrollo argumental más allá de esto. Lo que obviamente ocasiona que algunas historias avancen muy lentamente, a ritmo de culebrón. Además, cada trama se va presentando sin ningún orden aparente, casi sin conexión. Esta primera entrega de la sexta temporada no tiene ninguna ambición de unidad temática o emocional. Así, vemos primero lo más morboso, lo ocurrido tras la muerte de Jon Snow (Kit Harington) y las consecuencias en la Guardia de la Noche: la vida de Davos Seaworth (Liam Cunningham) peligra por apoyar al fallecido. Su gran aliada, la enigmática Melisandre (Carice Van Houten), la mujer roja del título. Por otro lado, vemos a Sansa Stark (Sophie Turner) escapando con Theon Greyjoy (Alfie Allen) en el momento más dinámico del capítulo. Sobreviven gracias a la aparición salvadora de Brienne of Tarth (Gwendolin Christie) y su escudero Podrick Payne (Daniel Portman). También vemos a Ramsay Bolton (Iwan Rheon) lamentando la muerte de su amante Myranda (Charlotte Hope) y maquinando su futura lucha por el poder con su padre Roose Bolton (Michael McElhatton). Mientras tanto en Desembarco del Rey, los gorriones mantienen el poder: Margaery Tyrell (Natalie Dorman) sigue prisionera y es amenazada por el Gorrión Supremo (Jonathan Pryce). Cersei (Lena Headey) goza de más libertad, pero le toca llorar la muerte de su hija, Myrcella, a la llegada de Jaime (Nikolaj Coster-Waldau). Este vuelve de Dorne, donde su príncipe, Doran Martell (Alexander Siddig) es brutalmente asesinado -también lo es su hijo- por las serpientes de arena, lideradas por Ellaria Sand (Indira Varma). En cuanto a Arya Stark (Maisie Williams) esta ha perdido la vista y se dedica a la mendicidad. Tras esto la vemos recibir más palos de Waif (Faye Marsay), en lo que sigue la línea de la temporada anterior. Vamos, que el aprendizaje de Arya no es que avance mucho.


En cuanto a Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) tenemos una suerte de retroceso, ya que vuelve a ser capturada por los dothrakis. ¿Qué aporta eso? Antes hemos visto a Tyrion Lannister (Peter Dinklage) y a Lord Varys (Conleth Hill) paseándose por la ciudad de Meereen en la que el descontento popular y de la nobleza esclavista siguen amenazando a la reina. De hecho, acaban quemando toda la flota naval. Entretanto, un enamorado Jorah Mormont (Iain Glenn) y un sobrado Daario Naharis (Michiel Huisman) buscan a su reina y descubren que se la han llevado los jinetes. Como veis, cada trama apenas se presenta, recordándonos lo ocurrido en la temporada anterior y estableciendo un nuevo punto de partida. Pero poco más. La única trama que se repite, que no consta de una única secuencia, es la que abre el episodio. Volvemos al Castillo Negro para ver que el asesino Alliser Thorne (Owen Teale) ofrece un trato a Davos para que salve la vida. La entrega se cierra con una muy inquietante escena en la que la hermosa bruja Melisandre se convierte en una anciana decrépita.

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MARVEL FASE 2: LOS VENGADORES: LA ERA DE ULTRÓN (JOSS WHEDON, 2015)


La imagen más importante de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) era un plano secuencia -en medio de la batalla contra los chitauri en Nueva York- que resumía el espíritu de la película al integrar a todos los héroes -cada uno había protagonizado su propio film- en la lucha contra una amenaza demasiado grande para ser combatida individualmente. Para ver ESO habíamos pagado la entrada del cine. Los Vengadores: La era de Ultrón repite la proeza -técnica- de aquel plano nada más empezar. Es una declaración de intenciones. Ahora las apuestas son más altas. Y el director y guionista, Joss Whedon, cumple con las expectativas.



Es digno de elogio cómo Whedon consigue contarnos una historia -sencilla- que incluye a todos los personajes de la primera entrega y a los que se suman tres más. El villano, Ultrón (James Spader), aunque de menor carisma que Loki (Tom Hiddleston), tiene entidad más que suficiente para ser la amenaza a la que deben enfrentarse los héroes. El guión de Whedon se esmera en anclar emocionalmente a los personajes para que nos importen. Todos tienen su momento: los primeros roces entre Steve Rogers (Chris Evans) y Tony Stark (Robert Downey Jr.) -que llevarán a Capitán América: Civil War (2016)- el tormentoso romance -la idea de calmar al gigante verde cantándole una nana es estupenda- entre la Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo); la nobleza de un dios como Thor (Chris Hemsworth); el cariño y la lealtad entre los hermanos Maximoff; el descubrimiento de la familia de Ojo de Halcón (Jeremy Renner); el nacimiento de la Visión (Paul Bettany) un personaje que Whedon consigue definir en una sola acción: cuando el androide levanta el martillo de Thor. Esta escena resume la mayor virtud del director: conjugar el sentido épico de los superheróico con un tono realista y humano a lo que se añade un sentido del humor muy lúdico. La suma perfecta.


Todavía le queda tiempo a Whedon para acordarse de Nick Fury (Samuel L. Jackson), de Maria Hill (Cobie Smulders), de War Machine (Don Cheadle) e incluso del Halcón (Anthony Mackie). De alguna manera hay sitio para todos. Ayuda también que en esta "fase dos" de las películas Marvel cada film sea un poco más independiente, menos comprometido con lo que vendrá luego. Y aunque los personajes están bien desarrollados -el segundo acto dedica muchos minutos a sus conflictos personales- La era de Ultrón tiene acción suficiente: el dinámico asalto al castillo de Strucker (Thomas Kretschmann), la espectacular y muy bruta lucha entre Hulk y la armadura Hulkbuster de Iron Man; la épica batalla final contra los robots de Ultrón.


Los Vengadores: La era de Ultrón es más sombría que la entrega anterior -esto parece una norma fija en las segundas partes desde El Imperio Contraataca (Irvin Kershner, 1980)- pero, como ya he dicho, el humor está muy presente durante toda la historia. Al final, en el clímax, se repite el plano secuencia que reúne a los héroes más poderosos de la Tierra en una sola acción, lo que demuestra que Whedon entiende mejor que nadie cómo hacer una película de superhéroes.


Sobre la historia en sí, ésta confirma que la piedra angular del proyecto cinematográfico de Marvel es Iron Man. El carisma de Robert Downey Jr. ha sido el factor más importante en el éxito de estas películas. Pero además, desde el punto de vista argumental, Tony Stark es el centro de todo. En casi todas las películas en las que aparece el personaje se repite la misma situación: Stark crea a sus propios enemigos. Además, los conflictos de Tony siempre están relacionados con una relación padre-hijo. Veamos. En Iron Man (Jon Favreau, 2008) Stark se enfrenta a su tutor, Obadiah Stane (Jeff Bridges) que utiliza su propia tecnología -creando el Iron Monger- contra él. En Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010), el hijo de un científico despreciado por su padre (Mickey Rourke), vuelve para vengarse del héroe. Además, el Gobierno utiliza la tecnología de Stark para crear a War Machine (Don Cheadle). En Iron Man 3 (Shane Black), el villano Aldrich Killian (Guy Pearce) intenta vengarse de una afrenta del pasado que le hizo Stark y también utiliza una de sus armaduras contra él, Iron Patriot. Tony establece también una curiosa relación paternal con un niño, Harley (Ty Simpkins), que en algunos momento parece más maduro que el propio héroe. Ahora, en La era de Ultrón, el intento -frankensteiniano- de Tony de crear una inteligencia artificial para proteger al mundo le sale rana. Pero no solo eso: Ultrón, en cierta manera, es su hijo. Por último, los hermanos Maximoff odian a Stark porque su familia pereció por el uso -indebido- de sus armas de guerra. Paternidad y culpa. Una curiosidad: en los cómics originales, el creador de Ultrón no es Tony Stark, sino Hank Pym, un personaje interpretado por Michael Douglas en la última película de la fase dos de Marvel: Ant-Man (Peyton Reed, 2015).


Sobre los personajes, esta segunda entrega de Los Vengadores refleja la evolución del grupo en los cómics. Comenzaron siendo un "club" de superhéroes en 1963, la reunión de los más importantes de Marvel, excluyendo a Spiderman. Pero pronto Hulk, Thor y Iron Man fueron sustituidos por personajes secundarios que acabarían dándole una personalidad propia al grupo. Creado en 1964 en los cómics, Ojo de Halcón (Jeremy Renner) fue primero un enemigo de Iron Man. Los hermanos Maximoff, Mercurio (Aaron Taylor "Kick-Ass" Johnson) y la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) -creados en 1964- eran miembros de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, enemigos de los X-Men, e hijos  de Magneto, de ahí la aparición del "otro" Mercurio (Evan Peters) en X-Men: Días del Futuro Pasado (Bryan Singer, 2014). Con estos exvillanos, el Capitán América formó un controvertido grupo de Vengadores, una segunda generación que se refleja al final de esta película.



El otro personaje capital en los Vengadores es la Visión (Paul Bettany), efectivamente "hijo" de Ultrón. Su origen en los cómics es bastante complicado, pero recomiendo la historia en la que es presentado, The Avengers #57 (1968), con guión de Roy Thomas y dibujos del gran John Buscema. La versión cinematográfica del androide recibe el "alma" de Jarvis, una inteligencia artificial que sirve de mayordomo a Tony Stark y que fue bautizada con ese nombre en recuerdo del auténtico Edward Jarvis (James D´Arcy), que sirvió al padre de Tony, Howard Stark (Dominic Cooper). Todo esto se cuenta en la serie Agent CarterEn un momento importante de la película, la Visión rescata a la Bruja Escarlata. La coge en brazos y sus miradas se cruzan, un guiño a su relación en los tebeos, donde han llegado a ser marido y mujer. En serio. 


Por último, decir que Los Vengadores: La era de Ultrón prepara el terreno para Los Vengadores: La Guerra del Infinito. En esta película nos confirman que la lanza de Loki en Los Vengadores contenía una de las Gemas del Infinito, ahora alojada en la frente de la Visión. Es la cuarta gema, tras el orbe de Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014); el teseracto de Capitán América: El primer vengador (Joe Johnston, 2011) y el éter de Thor: El mundo Oscuro (Alan Taylor, 2013). En el guantelete de Thanos (Josh Brolin) que vemos al final, queda espacio para dos más ¿Dónde están?

MARVEL FASE 2: CAPITÁN AMÉRICA: EL SOLDADO DE INVIERNO (ANTHONY Y JOE RUSSO, 2014)


Capitán América: El Soldado Invierno sorprende en su inicio relajado que establece que Steve Rogers (Chris Evans) es un anacronismo, pese al cual -eso sí- puede relacionarse con Sam Wilson (Anthony Mackie). Ambos son veteranos de guerra que intentan readaptarse a la vida civil, solo que la de Rogers acabó en 1945. La acción -física- comienza justo después, con la primera incursión del héroe abanderado para salvar unos -supuestos rehenes- que tiene como clímax la pelea con Batroc (Georges St-Pierre). La escena no es un mero trámite, está enfocada como en una una película de artes marciales en la que estos combates son lo que realmente importa. Bien.


El personaje principal del film es Nick Fury (Samuel L. Jackson), que adopta el papel del amigo que cae y debe ser vengado. Siempre debe "morir" alguien en una película Marvel. Fury personifica además el tema de fondo de la película. Veamos. En el Universo Cinematográfico Marvel, el ataque extraterrestre a Nueva York que vimos en Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) es el equivalente al 11-S. El Capitán América no aprueba el clima de miedo y de guerra preventiva que su Gobierno -a través de Fury- desea instaurar. Con esas dudas, Rogers busca reencontrarse con sus ideales en un pasado más inocente y más "americano": visita una exposición que resume la primera película, Capitán América: El Primer Vengador (Joe Johnston, 2009). Luego se reencuentra con su antiguo amor, una envejecida Peggy Carter (Hayley Atwell) en el epílogo perfecto a la serie de esta, Agent Carter. Por último, Rogers asiste a una reunión de veteranos con Sam Wilson, tras la cual, éste se convierte en un nuevo aliado: el Halcón. 



Ahora bien, ese pasado de Rogers, no es del todo perfecto: hay culpas que resurgen, como la muerte de Bucky Barnes (Sebastian Stan) que resucita convertido en el Soldado de Invierno. Éste simboliza la pérdida de la inocencia y es el reverso del Capitán. Precisamente, el Soldado de Invierno ha estado al servicio de ese Gobierno que es su propio enemigo: cuando el héroe y sus aliados creyeron derrotar a sus adversarios en 1945, los malos, los Nazis/HYDRA, se infiltraron en S.H.I.E.L.D. El mal no viene de fuera, sino que es la pérdida de los valores que representaba el Capitán América.



En esta película hay un personaje nuevo, la Agente 13 (Emily VanCamp) que en principio debería ser Sharon Carter, nada menos que la nieta de Peggy. Veremos. Además, en la escena post-créditos, nos presentan a otro villano de la Segunda Guerra Mundial, el Barón Von Strucker (Thomas Kretschmann), y a unos gemelos -Mercurio (Aaron Taylor Johnson) y La Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen)- que veremos luego en Los Vengadores: La era de Ultrón (Joss Whedon, 2015).



En 1964, Stan Lee recuperó al Capitán América para la todavía incipiente Marvel Comics. Era un personaje anacrónico, creado en 1941, en tiempos patrioteros: en la portada de su primer número le daba un puñetazo a Hitler, momento homenajeado en Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Michael Chabon, 2000). En aquellos años previos a la Segunda Guerra Mundial, el Capitán vendía millones de tebeos y competía con Superman y Batman. Pero luego caería en el olvido. En los años sesenta, Stan Lee revolucionaba el género de los superhéroes: sus creaciones tenían debilidades humanas. En ese clima de innovación y creatividad, Lee y Jack Kirby rescataron al personaje, pero éste ya no sería un héroe de una pieza, sino un hombre fuera de su tiempo -estuvo congelado desde los años cuarenta- al que le pesaba la culpa de la muerte de Bucky, su compañero. Stan Lee mató a Bucky -quizás- porque odiaba los sidekicks -como demuestra Spiderman- y éste era el "Robin" del Capitán América. La tercera carencia del personaje, obviada hasta ahora en las películas, es el peso que debe soportar Steve Rogers, al ser un símbolo viviente del sueño americano.

La película Capitán América: El Soldado de Invierno utiliza esta versión del personaje, más humanizado, de los años sesenta, y lo actualiza a nuestros días. Pero bebe también de otras fuentes del cómic. Las muchas escenas de acción que debe tener un blockbuster sintonizan sorprendentemente bien con las viñetas dibujadas por el siempre dinámico Jack Kirby, en las que el héroe no paraba de moverse, saltar, y luchar entre decenas de enemigos mientras su escudo rebotaba en ángulos imposibles.

Capitán América: El Soldado de Invierno es una película de superhéroes -obviamente- pero además, tiene el tono de un film de espionaje. En los cómics, el espía por antonomasia es Nick Fury, que en la película encarna Samuel L. Jackson, y que tuvo su mejor etapa gracias al innovador Jim Steranko, que como autor total, a finales de los años sesenta, y en plena fiebre mundial Bond, consiguió crear historias memorables. Quizás la estética pop en blanco y negro de la portada de abajo, ha inspirado los créditos finales de esta película. Argumentalmente, la serie limitada Nick Fury vs. S.H.I.E.L.D (1988), aporta la idea de base: la corrupción interna de la agencia de espionaje hacen necesario desmantelarla. Esto repercutió, para bien, en la segunda temporada de Agentes de S.H.I.E.LDPor cierto, Nick Fury, el original, en los cómics clásicos, es de raza blanca. En la reinterpretración de los personajes llamada Ultimate Marvel, el dibujante Bryan Hitch recreó a Nick Fury basándose en el actor que luego le encarnaría en el cine. Esto ocurría en la miniserie de Mark Millar The Ultimates (2001) que ha servido de plantilla para el Universo Cinematográfico Marvel.

Otra pata argumental de la película es la saga de El Imperio Secreto (Steve Englehart y Sal Buscema) que en los años setenta se inspiró en el caso Watergate. En estos cómics, el Capitán América descubre un gobierno detrás del Gobierno, en el que la corrupción llegaba al mismísimo presidente, que en la película sería equivalente al personaje interpretado por Robert Redford. La decepción lleva al héroe a colgar el uniforme (temporalmente).


Y por supuesto, está la historia a la que hace referencia el título de esta película: El Soldado de Invierno (2005) del guionista Ed Brubaker. En los cómics, Brubaker plantea un ejercicio de retro-continuidad en el que nos cuenta que Bucky (el compañero del Capitán en los años 40) no murió en una misión, sino que fue capturado por el bloque soviético y utilizado como asesino durante la Guerra Fría. Su reencuentro y enfrentamiento con Steve Rogers le llevará a recuperar la memoria y a convertirse (temporalmente) en el nuevo Capitán América. 

Hay que destacar, por último, la estupenda secuencia del ascensor, quizás lo mejor de la película, que también tiene una fuente gráfica: es la más espectacular de la miniserie Civil War (2006-2007), título que coincide con el de la tercera entrega cinematográfica de las aventuras del Capitán América (2016).

MARVEL FASE 1: LOS VENGADORES (JOSS WHEDON, 2012)


Cuando se visita Nueva York, específicamente Manhattan, se tiene la sensación de que la ciudad no ha sido construida a escala humana. Esos edificios tan altos nos invitan a mirar siempre hacía arriba. A buscar con la mirada rincones, plataformas, azoteas, depósitos de agua que solo pueden ser vistos por los pájaros. O por Spiderman. Los Vengadores, una película de Joss Whedon, convierte en realidad cinematográfica -e hiperrealista- la fantasía de los tebeos de Stan Lee y Jack Kirby en los años sesenta cuando crearon Marvel Comics: la de superhombres -parecidos a héroes y dioses de la mitología- echando abajo esos rascacielos. A pesar de todas las catástrofes cinematográficas que hemos presenciado en Nueva York -desde King Kong (1933) hasta Independence Day (1996)- creo que nunca se había visto una energía similar en la pantalla. Resulta extrañamente refrescante ver a Thor (Chris Hemsworth) encaramado en el edificio Chrysler; a Hulk (Mark Ruffalo) arañando fachadas; Grand Central siendo destrozada por un gigantesco gusano blindado; al Capitán America (Chris Evans) corriendo por las calles sobre las que caen los cascotes. Tal destrucción no parece una señal del Apocalipsis; ni resulta trágica, sino que entusiasma por la presencia de esos héroes imposibles que están ahí para salvarnos.


Es admirable cómo Whedon consigue hacer una película tan perfecta, siendo esta una pieza tan importante dentro de un engranaje mucho mayor, el del Universo Cinematográfico Marvel, en el que la batalla de Nueva York es el equivalente del 11-S. El reto era grande. Los Vengadores une las tramas de cuatro películas anteriores: Iron Man (2008), Iron Man 2 (2010), Thor (2011), Capitán América: El primer Vengador (2011) -y en menor medida una quinta, El increíble Hulk (2008)-. Whedon se las apaña para que cada personaje en su inmenso film tenga su propio peso dramático: la desconfianza de Tony Stark (Robert Downey Jr.) hacia el Gobierno y S.H.I.E.L.D; Steve Rogers como un hombre fuera de su tiempo; el peso de ser un monstruo que soporta Bruce Banner; el pasado oscuro y traumático de la Viuda Negra (Scarlett Johansson); la responsabilidad de Thor porque el gran villano es su propio hermano Loki (Tom Hiddleston); la culpa de Ojo de Halcón (Jeremy Renner) por haber matado a compañeros bajo el control mental del teseracto salido de la película del Capitán América; la muerte del buenazo de Phil Coulson (Clark Gregg) necesaria para cohesionar al grupo y que luego dará lugar a la serie de televisión Agentes de S.H.I.E.L.D. Por si fuera poco, Whedon no se olvida de secundarios como Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) ¡Ni siquiera de Jane Foster (Natalie Portman)!. Pero sobre todo me impresionan detalles como que uno de los miembros del consejo que controla a Nick Fury (Samuel L. Jackson) sea nada menos que Gideon Malick (Powers Booth), villano actual de la serie sobre los agentes de S.H.I.E.L.D, cuatro años después. O que la violoncelista objeto del amor de Coulson haya aparecido en un episodio de la misma serie. O que Thanos (Josh Brolin) aparezca como el villano detrás de todo en una escena post-crédito, hilo argumental que no veremos desarrollado hasta el estreno de Vengadores: Infinity War en 2018.

Whedon consigue meter todo esto en su película sin dejar de ser entretenido. Casi cada línea de diálogo es ingeniosa, hay mucho humor, muchos chistes en esta película -algo que no han aprendido las adaptaciones de DC Comics-. Además, es fiel al estilo Marvel: los héroes, primero, se pegan entre ellos. Luego se unen contra la amenaza alienígena, en la mencionada batalla de Nueva York en la que el director se muestra especialmente inspirado, con numerosas soluciones visuales que evitan que tengamos la sensación de estar viendo la enésima película en la que la Gran Manzana acaba en ruinas. Un esfuerzo que cristaliza en el ya famoso plano secuencia que reúne a todos los superhéroes en una sola imagen continua, el equivalente a las espectaculares páginas dobles que dibujaba Jack Kirby en aquellos tebeos de los sesenta.

¿CUÁL ES TU FRANKENSTEIN?




La presencia en nuestras carteleras de la película Victor Frankenstein (Paul McGuigan, 2015) nos permite hablar sobre un mito fundamental de nuestra cultura, el "complejo de Frankenstein", término acuñado por el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov para referirse al miedo a que la máquina se rebele contra el hombre. El relato gótico sobre el científico que desafía las leyes de la naturaleza creando nueva vida, proviene del mito griego de Prometeo, inspiración confesa de la novela de Mary Wollstonecraft publicada en 1818. Pero el arquetipo se asentó en el imaginario popular moderno gracias a la película de James Whale, El doctor Frankenstein (1931). El famoso monstruo de cabeza plana que se inventó el maquillador Jack Pierce para Boris Karloff es sin duda la imagen que permanece en nuestros subconscientes, asentada por seis secuelas producidas por la Universal, más la parodia perpetrada por los cómicos Abbott y Costello y sin menospreciar al Fred Gwynne de la serie La familia Munster (1964). Precisamente por ello, la criatura en esta nueva cinta tiene también un cráneo achatado "porque sí", según un Víctor Frankenstein encarnado por un sobreactuado James McAvoy, en lo que quiere ser un guiño postmoderno al look más clásico de la criatura.

Tan inamovible es la imagen de la criatura en nuestras mentes que el siguiente ciclo cinematográfico importante sobre Frankenstein prefirió centrarse en el hombre antes que en el monstruo. La saga producida en Inglaterra por Hammer Pictures mantenía siempre al actor Peter Cushing como el pérfido doctor, mientras su creación iba mutando: la primera fue Christopher Lee, seguida de aberraciones de todo pelaje, incluyendo a una guapísima mujer y a un gigante con la cabeza achatada -cómo no- encarnado por un David Prowse que luego sería Darth Vader. Hay un par de obras mayúsculas entre estas películas casi siempre dirigidas por Terence Fisher, en los años sesenta y setenta. Los ochenta, en cambio, carecen de una adaptación literal importante -mencionemos The Bride (1985) con Sting como el barón- pero habría que decir que los temas del mito se ven traducidos en clave cyberpunk en los famosos replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982). La siguiente década nos deja la primera adaptación fiel a la novela original, la de Kenneth Branagh, estrenada en 1994 tras el éxito del Drácula de Coppola. En ella, nada menos que Robert De Niro daba vida a una criatura diseñada con un realismo quirúrgico pero carente del poder icónico del monstruo de la Universal.


Está claro que cada generación tiene su "Frankenstein". Hemos visto hace poco una visión fallida pero coherente con los tiempos: Yo, Frankenstein (2014) es un reflejo de que lo que impera en taquilla es el cine de superhéroes. Tres años antes, Danny Boyle había montado una versión teatral mucho más interesante en la que los actores Johnny Lee Miller y Benedict Cumberbatch se intercambiaban cada noche los roles del doctor y la criatura. Así llegamos a este Victor Frankenstein, cuya autoría debemos a Max Landis, firmante del guión de la estupenda Chronicle (2012), que aquí defrauda. Si la Universal se centró en el monstruo y la Hammer en el científico, el hijo de John Landis nos propone como punto de vista al jorobado Igor, personaje creado para la película de 1931 -entonces se llamaba Fritz- y genialmente parodiado por Marty Feldman en El jovencito Frankenstein (Mel Brooks, 1974). La idea es, como poco, atrevida. Lo peor, es que Igor pierde enseguida sus deformidades para que el aniñado Daniel Radcliffe asuma el protagonismo con su aspecto normal. No es la única decisión extravagante. Si la historia clásica está relacionada con el Adán bíblico expulsado del Paraíso, aquí el argumento tiene que ver más bien con Caín y Abel. El conflicto paterno filial entre el doctor y su creación -entre Dios y el hombre- se transforma en una dinámica entre hermanos, entre Víctor e Igor. Landis mezcla demasiados elementos, que acaban sepultando el mito sobre la vida artificial, que evidentemente no le interesa. Así, este Igor tiene que ver más bien con el Quasimodo de El jorobado de Notre Dame -otra historia arquetípica con innumerables versiones- y con la sensibilidad ñoña de Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1991). Hay además, guiños al gore de las películas de la Hammer -el ya referido chascarrillo sobre la cabeza achatada de la Universal- los decorados steampunk de la peli de Kenneth Branagh y una similar transformación en héroe positivo del otrora malvado doctor. Encima, la historia se sitúa en el Londres victoriano de Sherlock Holmes o Jack el destripador. Demasiados materiales diferentes para un film que acaba siendo una metáfora del propio monstruo, confeccionado con los miembros de distintos cadáveres. No creo que esta película pase a la historia como el "Frankenstein" de una nueva generación, por lo que os recomiendo una versión más libre, pero más fiel y sobre todo más acorde con las preocupaciones contemporáneas: Ex Machina (2015).

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- BOUNCING BACK


BOUNCING BACK (8 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Es un lugar común decir que los superhéroes -cómics, películas, series- son el equivalente moderno a la mitología clásica. Si aquella estaba poblada por dioses, semidioses, héroes y monstruos, en los tebeos tenemos a superhombres, justicieros y villanos desde la primera aparición de Superman en 1938. En algunos casos, los nombres incluso se repiten: Thor es un dios de la mitología nórdica, pero también un superhéroe. En los cómics de Marvel también existe un Hércules. Esta serie de televisión, Agentes de S.H.I.E.L.D, es un apéndice del Universo Marvel Cinemático que mira a los superhéroes desde una perspectiva a pie de calle. Los agentes secretos capitaneados por Coulson (Clark Gregg) perciben a los inhumanos y sus extrañas capacidades sobrenaturales como dioses, demasiado peligrosos. Hay un ambicioso subtexto en este episodio sobre el tema, bajo la acostumbrada narración repleta de acción y giros del relato clásico de aventuras. Veamos. La creencia que tiene Lincoln (Luke Mitchell) de que hay un plan -¿inteligente?- que decide qué poderes recibe cada inhumano y que estos no son otorgados por azar, sino que buscan un equilibrio que Simmons (Elizabeth Henstridge) entiende como ecológico, pero que tiene connotaciones religiosas. Esto se refuerza con la aparición de un nuevo personaje, Elena (Natalia Cordova-Buckley) -Slingshot en los cómics- estereotipo del hispano católico, que cree que sus poderes de supervelocidad le fueron otorgados por Dios. No por casualidad, el rosario de Elena aparece flotando en el espacio ingrávido en el flashforward que vemos en el prólogo de la historia cuyo significado descubriremos en episodios futuros. Asimismo, el poderoso inhumano que se ha apoderado del cuerpo de Ward (Brett Dalton) es percibido como un antiguo dios por HYDRA. No es casualidad que la frase final de este sea "Os voy a convertir en creyentes".

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FEAR THE WALKING DEAD -TEMPORADA 2- WE ALL FALL DOWN


WE ALL FALL DOWN (17 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Hay un poder misterioso en la imagen de un muerto viviente emergiendo del mar. En la película Terror en las aguas (1977) -una joya de serie B sobre zombies nazis- los cadáveres revividos reposan en el lecho marino que rodea una isla remota. En el exploitation de Lucio Fulci, Nueva York bajo el terror de los zombies (1979) se incluye una pelea submarina entre un muerto revivido y un tiburón. En este episodio de FTW la idea se utiliza también: zombies salen de las olas y caminan por la playa amenazando a dos niños que juegan tranquilamente. Es sin duda la imagen más poderosa de una entrega muy aburrida de la serie. El planteamiento del argumento es perezoso, recapitulando primero lo ocurrido anteriormente con diálogos sin brillo. La llegada a una isla de habitantes desconocidos carece de tensión. Tampoco reviste demasiado interés el desarrollo de las relaciones entre la familia -disfuncional- protagonista y los habitantes de la isla, otra familia que ya había decidido aislarse de la civilización antes del Apocalipsis zombie. Se recupera así uno de los temas centrales de esta ficción, el de la familia como célula de organización social, a diferencia de la serie madre, The Walking Dead, que habla más bien de comunidades, de tribus. Solo al final tiene garra este episodio, cuando se descubre el plan del padre (David Warshofsky) de suicidarse junto a su familia. Un desenlace desalentador en el que una niña zombie infecta a su madre, que luego será sacrificada por el mayor de sus hijos.

CAPÍTULO ANTERIOR: MONSTER

FEAR THE WALKING DEAD -TEMPORADA 2- MONSTER


MONSTER (10 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Las diferencias entre The Walking Dead y su spin-off, Fear The Walking Dead son varias y muy obvias. La primera puede parecer una bobada: una menor cantidad de zombies, debido a que el Apocalipsis se encontraba en sus primeros estadios en esta precuela. Esto devuelve al muerto viviente su carácter de monstruo individual: el director George A. Romero había optado desde la seminal La noche de los muertos vivientes (1968) por el terror de una multitud de cadáveres andantes como metáfora de la pérdida de la identidad y del ciudadano masificado (y consumista). La otra diferencia es que los protagonistas de FTWD son personas normales -profesores, barberos, estudiantes- antes que héroes de acción como en TWD, en el que tenemos policías o personajes diestros en el uso de ballestas y catanas. Esta serie se centra más en los conflictos humanos, en profundizar en los personajes y enfrentarles a una situación tan extraordinaria como el fin del mundo. El principal conflicto es, por tanto, cómo reaccionan moralmente cuando la supervivencia personal está en juego. En la temporada anterior, Travis (Cliff Curtis) había luchado por mantenerse fiel a sus principios civilizados, pero las circunstancias le obligaron a volverse cada vez más egoísta, violento y despiadado. En este primer episodio de la segunda temporada, comprobamos que efectivamente Travis ha dejado de ser un "buen hombre" tras matar a su exmujer, Liza (Elizabeth Rodríguez) -The Good Man es el título del final de la entrega anterior- y ahora apoya la decisión de Strand (Colman Domingo) -dueño del barco que les ha salvado- de no rescatar a un grupo de supervivientes. Por el contrario, la mujer de Travis, Madison (Kim Dickens), adopta ahora el rol opuesto: ella cree que deberían ayudar a todo el que lo necesite. Esto no deja de ser contradictorio e incoherente con la trayectoria del personaje en capítulos anteriores. Madison se había mostrado siempre mucho más dispuesta a hacer lo necesario para sobrevivir: estuvo a punto de apretar el gatillo contra Liza y nunca ha dudado en dejar atrás a vecinos y conocidos.


La idea de escapar de los zombies en un barco, el Abigaíl, es buena -aunque ya se apuntara al final de Amanecer de los muertos (Zack Snyder, 2004)- pero creo que no se explora de forma satisfactoria en este primer episodio, en el que la historia progresa sin rumbo claro. El nuevo entorno marino, la verdad, no aporta demasiado. El encuentro fortuito con los zombies bajo el agua -seguramente un guiño al cine zombie italiano de Lucio Fulci- se utiliza -una vez más- de forma chapucera para generar la tensión que no se había logrado crear con la interacción dramática entre los personajes. Mal. Además, se utiliza de nuevo la idea -ya gastada- que hemos visto en TWD: el verdadero miedo proviene de los vivos, de otros grupos con intenciones hostiles. El gesto humano de Alicia (Alycia Debnam-Carey) al ponerse en contacto con otros supervivientes y ofrecerles ayuda, es "castigado" cuando estos se convierten en una posible amenaza. Durante la primera temporada de la serie estos gestos de bondad y solidaridad también llevaron a desenlaces fatídicos.

CAPÍTULO ANTERIOR: THE GOOD MAN

GIRLS -TEMPORADA 5- I LOVE YOU BABY


I LOVE YOU BABY (17 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

La quinta temporada de Girls acaba con un estupendo episodio que afronta finalmente lo que ha sido el conflicto principal de esta penúltima tanda de la serie: la relación de Hannah (Lena Dunham) y Adam (Adam Driver). Como sabéis, si estáis leyendo esto, Adam mantiene una -tormentosa- relación con la mejor amiga de su exnovia, Jessa (Jemima Kirke). Hasta ahora, ellos habían conseguido mantener a Hannah en un segundo plano y esta evitaba pensar en ellos mientras su vida se desmoronaba a su alrededor. Los tres personajes se han mantenido en tramas paralelas, algo que se cumple también aquí: no comparten ningún plano. Pero ambas subtramas comparten ahora idéntico clímax: dos catarsis, una violenta -la que protagonizan Jessa y Adam, que aquí parece recrear las rabietas de Kylo Ren- que acaba, presumiblemente, en sexo reconciliador; y otra creativa, cuando Hannah participa en un concurso literario que obliga a contar historias reales delante del público. Hannah se desnuda de nuevo, esta vez sin quitarse la ropa y llega a la conclusión de que debe recuperar la identidad perdida (había dejado de escribir). Esta catarsis, este encontrarse con uno mismo, se refleja en los otros personajes de la serie: Ray (Alex Karpovsky) -para ayudar a Marnie (Allison Williams)- golpea la puerta del camerino en el que se han encerrado Desi (Ebon Moss-Bachrach) para recibir una mamada de una groupie; Hermie (Colin Quinn) baila con Shoshanna (Zosia Mamet) tras recuperar su negocio; Elijah (Andrew Rannells) y Loreen (Becky Ann Baker) se consuelan despechados;  Tad (Peter Scolari) asume su homosexualidad y se reencuentra con su amante.

CAPÍTULO ANTERIOR: LOVE STORIES

GIRLS -TEMPORADA 5- LOVE STORIES


LOVE STORIES (17 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

El título del episodio, Love Stories, es irónico: nada más empezar, Hannah (Lena Dunham) rompe definitivamente con Fran (Jake Lacy) y de mala manera. La gran escena romántica del episodio, una bonita declaración de amor de Elijah (Andrew Rannells) a Dill Harcourt (Corey Stoll) no acaba precisamente bien. Los dos actores ofrecen una interpretación honesta y muy cercana, que merecía un mayor desarrollo en la serie. Pero el meollo del capítulo, creo yo, es lo que Shoshanna (Zosia Mamet) llama rebranding. Se trata de una estrategia de marketing que consiste en relanzar una marca, en este caso, la cafetería de Ray (Alex Karpovsky, que además, dirige el episodio). Este rebranding da pie a una graciosa escena de espionaje industrial en la que Shoshanna -disfrazada de detective- conecta con el humor inocente de la Nouvelle Vague. Pero el rebranding se puede aplicar también a Hannah. Tras romper con Fran, dimite como profesora de instituto y se encuentra casualmente con una exitosa escritora a la que conoce de sus tiempos de estudiante: Tally (Jenny Slate). Esta es todo lo que Hannah habría deseado ser -le confiesa que le tiene envidia- y le permite a la protagonista conectar con los sueños que había abandonado. Además, Hannah reconoce que solo ha querido a Adam (Adam Driver) en toda su vida. Estas confesiones llevan a un proceso iniciático en el que Hannah roba una bicicleta, se fuma un porro, casi mantiene una relación lésbica, para acabar con una danza liberadora. Al final del proceso, Hannah es capaz de reírse de los que la "traicionaron": Adam y Jessa (Jemima Kirke).

CAPÍTULO ANTERIOR: HOMEWARD BOUND

GIRLS -TEMPORADA 5- HOMEWARD BOUND


HOMEWARD BOUND (10 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Las protagonistas de Girls son cuatro chicas que, en la vida real, serían insoportables. La mayoría de las series de televisión recientes tienen como protagonistas a seres humanos, no ya realistas, con defectos, sino directamente antipáticos, moralmente reprochables, incluso monstruosos. Desde Los Soprano, pasando por Mad Men y hasta House of Cards, los héroes de estas ficciones habrían sido los villanos en una serie de los años ochenta. Este episodio de Girls tiene una energía suicida en su empeño por mostrar a sus protagonistas como personajes inmaduros, egoístas y con serios problemas de comportamiento. La peor es sin duda Hannah (Lena Dunhan) que abandona a Fran (Jake Lacy) cuando comenzaban un viaje en caravana. En pijamas, Hannah simplemente huye de su novio de forma casi demente. Si bien la actitud de ella es más que reprochable -entendemos el enfado de Fran- a un nivel más profundo, compartimos su decisión. ¿Hay algo más aburrido que pasarse las 24 horas durante todo el verano con el buenazo de Fran en una caravana? Girls apela a un sentido del humor bastante negro, cargado de cinismo, en el que estas chicas se revelan contra las fantasías masculinas de sus parejas y amigos. Es Fran el que quería hacer ese viaje en caravana, no Hannah. Quizás por eso, ella toma la absurda decisión de recompensar a Ray (Alex Karpovsky) con una mamada por venir a recogerla en su nuevo camión-cafetería. ¿Algún hombre rechazaría una felación? Probablemente no. Obviamente, la cosa sale mal. Hannah cumple -en parte- una fantasía de Ray, sí, pero se carga otra, la de su nuevo negocio en ese food truck con su cara pintada en él que acaba en la cuneta.


La actitud de Jessa (Jemima Kirke) es similar a la de Hannah. Obviamente se comporta como una idiota al ayudar a Adam (Adam Driver) a cuidar al bebé de su hermana fugada -aquí el episodio apunta a los sentimientos más oscuros, pero reales, que puede tener una madre contra su propio hijo-. Pero con humor negro podemos entender a Jessa: es un marrón tener que cuidar a un bebé que ni siquiera es suyo. Todos los personajes masculinos del episodio reprochan estas actitudes a las chicas. Como el exnovio de Shoshanna (Zosia Mamet) cuando se la encuentra de vuelta de Japón en su restaurante favorito. Scott (Jason Ritter) tiene razones de sobra para enfadarse con ella, pero debería entender que la presencia de Shosh es un claro intento de comunicarse con él. De una forma retorcida e inmadura, pero un intento de comunicación al fin y al cabo. En general, en el episodio, los hombres aquí son presentados como figuras paternas que no hacen más que hacer reproches -a veces justificados- a las protagonistas. Otra cosa es Desi (Ebon Moss-Bachrach) que aquí se convierte en la figura vengativa del amante despechado, decidido a hacerle la vida imposible a Marnie (Allison Williams) mientras cumple sus fantasías masculinas: grabar un disco. ¿A quién no le gustaría ser besado por Lisa Bonet delante de una exnovia?. Hector Medina (Guillermo Díaz), el desconocido conductor que recoge a la temeraria Hannah en la carretera, representa el lado más oscuro de un hombre: el que puede llegar a hacerle daño a una mujer. Pero Héctor se revela también como una víctima maltratada por su pareja -es en ese aspecto es "femenino"- con el que Hannah se puede identificar. Héctor, sin embargo, aparece para hablarnos de un "personaje" importante en Girls: Nueva York. Esa ciudad a la que vuelve Shoshanna y que podría ser la oportunidad para cualquiera -para Héctor, para Hannah- de comenzar de cero.

CAPÍTULO ANTERIOR: HELLO KITTY

¿POR QUÉ NOS GUSTA THE WALKING DEAD?



-AVISO SPOILERS-

¿Por qué nos gusta The Walking Dead? Mucho más honda de lo que piensan los que la desprecian como "una de zombies" o un "fenómeno fan", pero con menos calidad de la que creen sus propios guionistas -a veces excesivamente pretenciosos- no deja de sorprenderme que una serie tan oscura tenga tantos seguidores. Esos que hacen mucho ruido con cada final -tramposo- de temporada, en el que un personaje más o menos importante muere por regla fija. Juego de Tronos -y George R. R. Martin- tienen mayor fama de mata-personajes, pero esta serie -y el cómic de Robert Kirkman- no se quedan atrás. Esta oscuridad, sin embargo, no tiene que ver únicamente con los decesos, las mutilaciones y las putadas que sufren los protagonistas en un mundo apocalíptico. La principal apuesta de la serie ha sido el progresivo envilecimiento de los "héroes" que, obligados a sobrevivir como sea, se han convertido en asesinos capaces de -casi- cualquier cosa. Esta evolución es obvia, sobre todo, en Rick Grimes (Andrew Licoln), el típico héroe positivo, expolicía, marido y padre de familia, al que conocimos siendo un auténtico buenazo. En las primeras temporadas de esta ficción, el principal conflicto era el enfrentamiento entre Rick y su mejor amigo, Shane (Jon Bernthal). No solo se enfrentaron por el amor de una mujer, sino que chocaron por una cuestión tan profunda como la necesidad de crear una nueva moral, más apropiada, para su nuevo y despiadado mundo. Mientras Rick se aferraba al orden antiguo -el nuestro- Shane defendía la necesidad de trascender ciertos tabúes para sobrevivir a toda costa. Matar para vivir otro día. Esta rivalidad acabó con la muerte de Shane a manos de Rick, y eso cambió la dinámica de la serie. A partir de ese momento, el expolicía comienza a cambiar paulatinamente -obligado por las circunstancias- hasta transformarse en un animal capaz de todo. Hasta convertirse en algo muy parecido a Shane.



Antes de comenzar la sexta temporada, los personajes principales de TWD eran ya máquinas de supervivencia capaces de superar todos los obstáculos y de cargarse a cualquiera. Entonces llegan a Alexandria. El choque es interesante. Nuestros protagonistas están curtidos en la supervivencia a la intemperie, mientras que los vecinos -y líderes- de Alexandria seguían siendo ciudadanos civilizados que han tenido la suerte de no sufrir el ataque de otros grupos humanos ni de zombies. No habrían sabido defenderse. El final de la quinta temporada convertía a Rick en un verdugo capaz de ejecutar a un maltratador: la pena de muerte en toda regla. Los espectadores -aparentemente- tragaron con esto sin mayor polémica en Internet. La nueva temporada proponía entonces que el uso de la fuerza convertía a Rick en un líder más apropiado para defender a Alexandria -de una amenaza externa- que los anteriores, cuyas virtudes eran la inteligencia, la sabiduría y una actitud pacífica. Poco a poco, Rick y su grupo -Carol (Melissa McBride) se ha convertido también en una mujer de armas tomar- se hacen con el control del pueblo. Se enfrentan a -literalmente- cientos de muertos vivientes y a grupos hostiles como los llamados Wolves. Pero una vez neutralizadas estas amenazas, comenzaron a sentirse relativamente seguros. La reaparición de Morgan (Lennie James) -un pacifista absoluto- sirve también para cuestionar los métodos expeditivos de Rick o Carol. Morgan es como una voz de la conciencia que les dice que hay otra vía. Así, poco a poco, los personajes fueron recuperando su humanidad. Desde hornear galletas, pasando por nuevos romances y hasta embarazos, la vida de los personajes de The Walking Dead parecía volver a lo que conocemos como bienestar.



Entonces apareció Negan. Interpretado por Jeffrey Dean Morgan, el personaje es el "cabrón" que le devuelve a los héroes la capacidad de tener miedo. Si el grupo protagonista había demostrado que nadie podía toserles, los hombres de Negan son verdaderamente malos, asesinos despiadados tan numerosos que parecen imposibles de vencer. Pocas ficciones televisivas han conseguido transmitir una sensación de amenaza tan palpable como los últimos episodios que hemos visto. Pero ¿Cuál es el mensaje? Los protagonistas, en cuanto han bajado la guardia, sufren todo tipo de muertes y desgracias. ¿Es una llamada de atención a la actitud pacífica y tolerante que entiendo yo como los valores deseables de cualquier sociedad? ¿Nos dice TWD que debemos estar preparados siempre para defendernos? Este planteamiento, y la introducción de elementos de la fe católica -el desarrollo del personaje del padre Gabriel (Seth Gilliam), el rosario de Carol, un personaje llamado "Jesús"- son los que más me hacen dudar del mensaje político de la serie. El polémico cliffhanger, en el que Negan utiliza a "Lucy" -un bate con alambre de espino- para matar a un personaje cuya identidad no descubriremos hasta la siguiente entrega, cierra una temporada que produce desasosiego y desesperanza en el espectador. ¿Por qué gusta tanto entonces The Walking Dead?