CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN 3 -RAGNARÖK


Con Toy Story 3 (2010) y Cars 3 (2017), Pixar abrió una temática en la animación infantil que puede sorprender, la de la vejez y la muerte. Del revés (2015), Arlo (2015) y Coco (2017) hablan también de abandonar la niñez y enfrentar la pérdida, pero las dos primeras que menciono afrontaban además el ocaso de personajes que tienen una vida eterna en forma de productos derivados como juguetes, pegatinas y todo tipo de merchandising. Complicado decirle a un niño que Rayo McQueen se ha jubilado para convertirse en entrenador de una nueva generación, cuando celebra su cumpleaños con vasos y platos con la imagen del bólido rojo, siempre joven. La nueva entrega de Cómo entrenar a tu dragón 3 -producida por DreamWorks- sigue esta línea de Pixar al continuar el viaje hacia la vida adulta de Hipo (Jay Baruchel). En la primera entrega, el dragón Desdentado -como E.T- servía de catalizador para ese paso a la madurez; y en la segunda, la muerte del padre -Estoico (Gerard Butler)- marcaba el fin definitivo de la infancia. Ahora, Hipo debe dar un paso más en su trayecto vital: formar pareja. Estamos ante una película infantil sobre el despertar sexual, expresado sin embargo, no en la figura del héroe protagonista, sino en la del dragón, tratado en la saga como un animal antes que como una criatura de leyenda. Sin alcanzar la altura aventurera de la segunda película -que hacía un buen uso del manido viaje del héroe- esta tercera parte tiene humor, acción y es desde luego espectacular: nunca hemos visto tantos dragones volando al mismo tiempo. Las texturas y los efectos de luz son más reales y bonitos que nunca. Una fotografía más oscura de lo habitual apoya el tono crepuscular de este relato que parece evocar el Ragnarök vikingo y en el que los dragones encuentran su propio Valhalla. Si visualmente esta cinta es espléndida, puede deberse a que el magnífico director de fotografía, Roger Deakins, aparece acreditado como asesor visual. Cómo entrenar a tu dragón 3 es el estupendo cierre de una más que recomendable trilogía animada para el público infantil.

NO ERES TONTO SI NO TE GUSTA 'ROMA'



No eres tonto si no te ha gustado Roma. Pero cuidado, tampoco te creas un valiente por afirmar en las redes sociales que te ha aburrido la cinta de Alfonso Cuarón. Críticos y periodistas culturales han afeado a la Academia que Green Book se haya llevado el Oscar a la mejor película. Decisión que ha provocado el efecto contrario en los espectadores, que han salido a defender su derecho a preferir el film de Peter Farrelly y a gritar en Twitter que la cinta mexicana no es para tanto, que está sobrevalorada o que nadie hablará de ella en 10 años. Todo esto me confirma en dos certezas. La primera es que cualquier valoración sobre el cine, en definitiva, sobre el arte, es subjetiva y relativa. La segunda es que la mayoría de la gente no respeta la opinión de los profesionales que se dedican a la crítica cultural. Cualquiera se siente con la legitimidad cinéfila suficiente para decir que una película no vale nada, por encima de personas que han dedicado su vida al estudio y análisis del séptimo arte.

Esta polémica sobre los Oscar no deja de ser absurda teniendo en cuenta que los premios de Hollywood favorecen claramente a las películas que gustan a la mayoría de los espectadores, como la ganadora Green Book, Bohemian Rhapsody, Ha nacido una estrella y Black Panther. Creo que a estas últimas no les ha ido nada mal en la taquilla. En cambio, películas más arriesgadas, exigentes o ‘de autor’, como RomaLa favorita –o como El Hilo invisible en la pasada edición- han tenido un menor reconocimiento o han sido prácticamente ignoradas, como El Reverendo o La Balada de Buster Scruggs (hay que añadir también el factor Netflix). Considerado todo esto, me propongo, humildemente, aportar otro punto de vista sobre los principales defectos que se le achacan a Roma. Los he elegido utilizando un método tan científico como recopilar lo que me dice la gente que tengo alrededor o lo que leo en las redes sociales. Vamos allá. Voy a ‘desmentir’ las 5 razones por las que no te gusta Roma

1. Es larga.
Objetivamente, tiene una duración de 2 horas y 15 minutos. No me parece una duración excesiva, ni mucho menos.

2. Es lenta (se hace larga).
Descartemos de entrada afirmaciones absolutamente subjetivas como que esta película es aburrida. 'Interesante' y 'divertido' son valores que responden necesariamente a términos personales: hay gente que odia el fútbol y existe un canal de televisión dedicado al golf. Sobre esto no se puede hacer nada. Con lo que no estoy de acuerdo es con los que consideran que 2001: Una odisea del espacio (1968) -o casi cualquier otro clásico- no es una película importante en la historia del cine, simplemente porque les parece un coñazo. Tienes todo el derecho del mundo a considerar aburrida la obra maestra de Stanley Kubrick, pero despreciar sus valores me parece francamente arrogante. Yo no tengo ningún problema en reconocer que el cine de Tarkovski se me hace cuesta arriba, pero no por eso voy a contradecir a críticos e historiadores de cine sobre el valor como autor del cineasta ruso. Un poco de humildad ¿no?

Que Roma parezca ‘lenta’ es una de las afirmaciones que me parecen más preocupantes, por lo que dice de la capacidad de atención del espectador. Pero esos son mis prejuicios acerca de una generación acostumbrada al zapping, a los memes, a vídeos de Youtube, a leer solo los titulares de las noticias y que no puede evitar echarle un vistazo al móvil cada 15 minutos. Así somos. Creo que la impaciencia es parte importante de encontrar ‘lenta’ una obra solo porque tiene un ritmo diferente. Otro elemento a considerar es la diversidad en nuestra ‘dieta’ cinematográfica: si solo consumimos un tipo de productos –cine y series de televisión americanas- seguramente no estaremos acostumbrados a otras formas de narrar.

Pero más importante todavía me parece hablar de cómo ha planificado Cuarón su película. El que plantee su historia en largos planos secuencia, con pocos cortes, en planos generales, creo que debe ser la principal razón por la que mucha gente encuentra Roma, muy aburrida. Cuarón consigue que todo ocurra delante de la cámara y en algunas secuencias magistrales esto supone una cuidadosa coreografía con decenas de figurantes, coches y diversos elementos moviéndose en la pantalla. Esto aporta un realismo estremecedor en la línea de lo que proponía el teórico André Bazin. Pero también obliga al espectador a implicarse, a prestar atención, porque es su mirada –y no el montaje- la que debe decidir dónde está la acción relevante. Evidentemente, un montaje ágil, en el que muchos cortes fragmentan la acción saltando de una cosa a la otra, resulta más entretenido. Hitchcock no necesitaba montar sus películas porque rodaba los planos justos según un cuidadoso storyboard. Y ¿Quién no se ha sentido mareado tras una secuencia de acción dirigida por el taquillero Michael Bay, en la que apenas se ve nada por sus brevísimos planos? El montaje más habitual te lleva de la mano, te dice dónde mirar y resalta los elementos importantes de la historia para el espectador. Roma evita todo esto. Ni siquiera utiliza la música para subrayar los momentos emocionantes. Recordemos el agobiante sonido del oleaje en el clímax. Quizás el espectador medio se haya sentido perdido, desorientado y aburrido, al no tener estas ‘ayudas’, válidas y frecuentes en el cine, para provocar nuestras respuestas emocionales.

3. No tiene historia. “En Roma no pasa nada”.
Me parece discutible. Roma presenta a una familia y a sus empleadas domésticas. A todos estos personajes les pasan cosas que literalmente les cambian la vida. Que los padres abandonen a sus hijos –nacidos o no- evidentemente, no sale en los periódicos. Pero estos hechos y la exploración de las consecuencias emocionales para las mujeres y para los niños, no me parecen despreciables como material dramático. Además, a través de esas pequeñas historias, y de esa mirada antropológica, documentalista, se nos narran cosas sobre un país y una época –México, años 70- que aunque estén de fondo, también comunican cosas. Eso sin contar los temas sociales que se apuntan, como el machismo, la desigualdad, la oposición del mundo rural y el urbano, el clasismo, el racismo. Apuntemos también los juegos visuales, puramente emocionales, irracionales, simbólicos, que hace Cuarón, por ejemplo, con el agua a través de todo su film. Si a eso añadimos el relato autobiográfico, parcial, nostálgico, del autor, del artista; las sensaciones, texturas y emociones que transmite Roma no me parecen ‘nada’.

4. “Es una fotografía bonita y nada más”.
Se ha denostado a Roma por su apabullante calidad técnica y su planteamiento visual y estético. Creo que es un error, en cine, separar la forma del contenido. La dirección, la fotografía y el montaje no son elementos técnicos, sino artísticos. Es más, son la esencia del cine. El guión suele denominarse ‘literario’ por algo. Una película no es un guión filmado. La forma en la que se rueda es tan importante como la historia que se cuenta. A veces más. En Roma, la forma expresa muchísimas cosas. Cuarón fabrica imágenes memorables, que por alguna razón han sido despreciadas como vacías o puramente esteticistas. Nunca he entendido esa forma de ver películas. Para mí el cine es imagen y sonido, no siempre ni necesariamente utilizados para contar una historia. ¿Por qué insistimos en que una película debe ser el equivalente de una novela, o teatro filmado, cuando es un género artístico diferente y emocionante por esa misma diferencia?

5. Alfonso Cuarón no es honesto o tiene una mirada condescendiente sobre su protagonista, una indígena de una clase desfavorecida.
¿Cómo puede ser deshonesto un director cuando habla de su propia vida y habla desde su perspectiva? Lo veo imposible. Que Cuarón es un mexicano de clase media/alta contando su infancia, sin duda, privilegiada, en un país con las desigualdades de toda Latinoamérica, no solo es obvio, es la razón de ser de la película. ¿Por qué negar a una persona que ha tenido esa experiencia, el derecho a contarla? Si queremos ver cine de denuncia sobre las clases oprimidas en México, no me parece necesario buscar eso en Roma. El tema está presente, sin duda, pero porque forma parte de la realidad de esos niños. También se cuestiona la relación de la familia protagonista con las chicas que sirven en su casa y creo que esto se debe a cierta incapacidad de asumir, precisamente, la dualidad de esa convivencia. Cleo (Yalitza Aparicio) vive en la casa familiar, cuida a unos niños a los que quiere, y además recibe un sueldo y por tanto debe obedecer a su patrona. Esa contradicción, ese ser y no ser parte de la familia, es lo bonito y lo original de la película. Una particularidad de la sociedad mexicana –y latinoamericana- que creo que no se había llevado al cine en una película de la importancia de Roma. Pienso que eso es un valor, antes que un defecto. ¿Veremos algún día a Cleo de Roma con los mismos ojos con los que vemos ahora a los sirvientes de raza negra de Lo que el viento se llevó (1939)? Yo creo que no. Pero ¿Quién soy yo para predecir el futuro?

DESTROYER -VENGADORA



Robusta, oscura y desencantada, Destroyer es la típica historia de un detective/policía/agente de la Ley, moralmente gris, de vida personal desastrosa, con afición a la bebida, que se enfrenta a un último caso que podría acabar redimiéndole. O directamente acabar con él. Esto, ya lo hemos visto, claro. Pero si cambiamos "él" por "ella", la cosa gana muchísimos enteros. Que el clásico 'tipo duro' sea aquí una mujer no es una mera cuestión estética. Esta decisión aporta una sensibilidad muy diferente, un rango de emociones distinto -la relación madre e hija, por ejemplo- y eso que Erin Bell no es precisamente ‘femenina’ en el sentido tradicional -¿machista?- del término. Hay escenas en esta película que solo son posibles si la protagonista es una mujer: el interrogatorio/tortura para sacar información -a Toby (James Jordan)- se convierte en una cosa muy diferenteNo vamos a descubrir ahora que Nicole Kidman -estuvo nominada a un Globo de Oro por este papel- es una actriz más que competente, pero aquí, un maquillaje aparatoso -distrae un poco- le permite convertirse en otra persona, desaparecer como estrella de Hollywood y entregarse completamente al descenso a los infiernos de esa mujer a la que ya no le importa absolutamente nada. El cambio físico se justifica en una trama sobre la venganza, que transcurre en dos líneas narrativas alejadas 15 años en el tiempo -pasado y presente- que se mezclan continuamente, formando un puzle que sorprende cuando encajamos por fin su última y desesperanzada pieza. Karyn Kusama -The Invitation (2015)- firma su película más seria y potente, con un estupendo manejo de la tensión, de la acción -la secuencia del atraco es vibrante- y de las emociones de sus personajes. Es curioso cómo los roles se invierten en esta película: Sebastian Stan hace el papel de interés romántico, ese que suele representar la inocencia y que suele interpretar una chica (guapa); el rol de madre abandonada por el policía, que se queda en el hogar, es aquí Scoot McNairy; el chaval rebelde se convierte en hija, Shelby (Jade Pettyjohn) con todo lo que eso conlleva. Eso sí, la mujer fatal -Petra (Tatiana Maslany)- sigue siendo, una mujer.

LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO -¿POR QUÉ NO FUE NOMINADA?


Nunca llueve a gusto de todos. Pero quejarse es quizás la práctica más humana. Cada temporada, en las listas de lo mejor del año, en las nominaciones de los premios cinematográficos, echamos en falta alguna película que nos ha tocado la fibra, pero que ha sido 'inexplicablemente' ignorada. La razón, en realidad, debe ser sencilla: un intrincado sistema de votación se decanta, casi por azar, hacia unas películas determinadas. Este año, en los premios Goya, para mí, falta La soledad del domingo. Yo la habría nominado a mejor película, director, y actriz principal. Esto es fácil de decir. Pero para proponerlo, habría que especificar también qué películas, directores y actrices deberían ser eliminadas de las candidatas para hacer hueco. Está feo. Además, este año hay mucha calidad en el cine español, lo que justifica, parcialmente, la ausencia de una obra como esta. Sirva entonces esta pequeña queja, no para desacreditar a las nominadas, sino para invitar al lector a ver la película de Ramón Salazar. En ella encontraréis dos personajes femeninos complejos, mujeres de verdad, con defectos, enfrentadas entre ellas, pero también a la vida, a sus decisiones. Barbara Lennie, como Chiara, merecía una nominación por ese personaje cuyas intenciones se nos esconden hasta el final de la película, en un desenlace duro pero hermoso. La película es reposada, triste, pero dulce. La dirección de Salazar es elegante: marca un ritmo que busca que maduren las imágenes, las ideas y los sentimientos de los personajes, en el espectador. Muy cuidada visualmente, el director permite, al mismo tiempo, que sus actrices tengan espacio para desplegar su talento. Susi Sánchez está contenida pero espectacular, como el otro lado del espejo de la vida en el que se refleja Chiara. Merece estar nominada. La historia entre estas dos mujeres, el reencuentro entre una madre y una hija separadas demasiado pronto, es un relato maravilloso: la forma en la que Chiara comprime la niñez y adolescencia que no tuvo con su madre, en tan solo 10 días; los ecos de la infancia de Chiara en su hermana, que sí vivió con su madre, pero a la que adivinamos, también, abandonada; la madre se ve en su hija y viceversa -hipnóticas las escenas en las que cada una baila, sola- hasta llegar a la imagen de una paradoja temporal en la que comparten una fotografía imposible. Esta es una película sobre las decisiones que tomamos, las cosas que nos pasan, sobre perdonar y perdonarnos, sobre la 'memoria inmóvil', que puede atraparnos para siempre. Los premios y las nominaciones sirven para llamar la atención sobre las películas, sirva este texto para recomendar La enfermedad del domingo.

LA BALADA DE BUSTER SCRUGGS -WESTERN EXISTENCIALISTA


Cada película de los hermanos Coen es un acontecimiento, por lo que hay que alabar el esfuerzo de Netflix para nutrirse de los grandes talentos del cine. Ahora bien, La balada de Buster Scruggs no es exactamente una 'película' de los autores de Fargo (1996). Su estructura en episodios revela que podría haber sido una miniserie para televisión, una antología, con el western como marco genérico. Son pequeñas historias, sacadas del baúl de descartes de los Coen, como un recopilatorio de 'caras B' y rarezas de un viejo rockero. Por tanto, estamos ante un título que puede ser considerado menor, anecdótico, en la filmografía de dos tíos que para mí son ya leyendas del séptimo arte. Lo que no quiere decir que el material que nos entregan sea despreciable. Todo lo contrario. Para un enamorado del cine del Oeste como yo, que además empatiza con la filosofía de vida de Ethan y Joel Coen, La balada de Buster Cruggs es una obra mayúscula. Puede ser que, por sí solas, ninguna de sus seis historias sea redonda. Pero en conjunto, unas junto a las otras, conforman dos horas largas de cine fabricado con mucho talento. Hay que prestar especial atención a cómo se cuentan las diferentes historias, con una narrativa visual inspirada, llena de ideas de planificación. Hay también ingeniosas ocurrencias visuales que son pura diversión: la forma de rodar los disparos imposibles que abren el film, o las flechas silbantes de los indios en diferentes momentos del relato. El western se presta, especialmente, a contar historias con imágenes -verdadera esencia del cine- y todos tenemos en la memoria estampas inolvidables de obras de John Ford o Sergio Leone. No deja de ser una pena que los inmensos paisajes de la película, hermosamente fotografiados -por Bruno Delbonnel- no puedan ser contemplados en una pantalla grande. Hay un momento visual fantástico, en la última historia del film, en el que se encuadra a los apretados ocupantes de una diligencia, de forma aislada, trucando su situación para enfatizar una idea filosófica planteada: que estamos solos y que cada uno vive su vida. Destaquemos también las interpretaciones, los Coen suelen elegir actores de reparto, sobresalientes, deliciosos en su dicción y en su capacidad para los acentos, muchas veces en registros cercanos a la comedia, aún cuando la situación planteada sea trágica. Estos elementos hacen que los seis relatos planteados, aunque diferentes e irregulares, sean francamente disfrutables. Y sobre todo hay que decir que los unifica una mirada, la de los autores, que creo existencialista. La gran preocupación de los personajes es la muerte. Y hay diez mil maneras de morir en el salvaje Oeste. Los personajes de los Coen encarnan héroes trágicos, existencialistas, que como Sísifo se esfuerzan inútilmente en un mundo absurdo regido por el azar. Lo único claro es que el final de cada vida, de cada historia, es la muerte. Y sobre esta idea de la mortalidad inevitable, un único consuelo, que no es el amor, sino la música: esas canciones que aparecen en prácticamente todos los relatos. Sobre todo esto reflexionan los Coen en una película magnífica.

El primer relato, el que da título al film, es una parodia/homenaje de los cowboys cantantes del cine americano de los años 30 y 40. Tim Blake Nelson encarna a este personaje imposible en un relato de violencia cartoon que nos devuelve a los Coen de Arizona Baby (1987) o incluso, los de Crimewave (Sam Raimi, 1985). Visualmente es espectacular. Sigue Near Algodones, más sombrío, que recuerda al spaghetti western y a los films de Clint Eastwood. Muy breve, protagonizado por James Franco, y con un Stephen Root que se luce, como es habitual. Meal Ticket, con Liam Neeson y un impresionante Harry Melling, es un relato tan cruel y sobrecogedor como hermoso, que sin embargo tiene un sentido del humor negrísimo. A su lado, All Gold Canyon, es casi vitalista, con su escenario de naturaleza virgen, tan hermoso como ajeno al destino de los humanos. Tom Waits está magnífico, irreconocible, como un solitario buscador de oro. The Gal Who Got Rattled es el relato más desarrollado de todos y consigue ser verdaderamente emocionante, con Zoe Kazan como una desvalida pionera que forma parte de una caravana en pos de la conquista de la última frontera. Su desenlace es desolador. La película se cierra con The Mortal Remains, que parece salido de la mente macabra de Edgar Allan Poe, en el que cinco personajes viajan en una diligencia de noche, transportando un cadáver. Su misterioso conductor no se detendrá por nada del mundo, como la muerte misma. 

¿PODRÁS PERDONARME ALGÚN DÍA? -PERDEDORES


¿Podrás perdonarme algún día? es la primera sorpresa cinematográfica del año. Una divertida comedia triste sobre perdedores inolvidables. Está nominada a tres premios Oscar, empezando por el de mejor actriz, para Melissa McCarthy; el de actor de reparto para Richard E. Grant; y el de guión original, firmado por Nicole Holofcener y Jeff Whitty. Es el segundo largometraje de la directora Marielle Heller, que debutó con la estupenda, pero poco vista, Diary of a Teenage Girl (2015) -película a recuperar- un coming of age atípico, feminista, sexual y bohemio, de espíritu literario. Aquella película y la que nos ocupa, pueden reducirse a premisas similares: mujeres enfrentadas a la vida, peleadas con todo, que intentan expresarse a través de la creación artística. La diferencia es que estos dos personajes se encuentran en momentos vitales opuestos. Si la joven Minnie (Bel Powley) despertaba a la vida adulta, aquí, la escritora Lee Israel (Melissa McCarthy) está de vuelta de todo. ¿Podrás perdonarme algún día?, basada en una historia real, se ocupa de ese momento de la existencia en el que los sueños no se han cumplido, las relaciones se han roto, los amigos se han marchado. Lo maravilloso del film es precisamente su honestidad en el retrato de Lee, en ese momento de fracaso: es una desagradable y alcohólica escritora, convencida de que merece más. ¿No lo creemos todos? Pocas veces se encuentra a un personaje así de bien construido, definido en sus defectos, en sus dudas, en su miedo a la vida. Melissa McCarthy ha tenido en Lee Israel el papel perfecto al que da vida con rostro de expresión vulnerable. Resulta refrescante encontrar un personaje cinematográfico que no se supera, que no crece -creo que hay un significativo plano de una estatua de Peter Pan en un parque neoyorquino- y que no nos da ninguna lección. Por el contrario, lo que recibimos es consuelo ante la constatación de que todos somos imperfectos. Mucho. A la protagonista le da la réplica otro individuo memorable, aunque menos original, como el Jack Hock al que da vida el también nominado Richard E. Grant. Estos dos seres defectuosos forman una pareja emocionante de perdedores sin remedio. ¿Podrás perdonarme algún día? es una historia de amor por los libros, de encontrar sentido a la existencia en la creación, de buscar la propia voz, y sobre todo, de conectar, torpemente, sí, con otro ser humano. No dejéis de verla.

MARÍA, REINA DE ESCOCIA -JUEGO DE TRONOS


Toda ficción histórica necesariamente debe resonar en el presente y la vida de María, Reina de Escocia habla claramente de las reivindicaciones feministas de los últimos años. Eso a pesar de que la película plantea diversos temas en sus primeros compases, como la lucha por el poder, el amor romántico -temas universales- o el enfrentamiento entre católicos y protestantes. Pero nada de eso perdura, estos temas se quedan de fondo, en un desarrollo que revela que su principal interés es hablar, como ya he dicho, de feminismo. 

La película nos cuenta que todo el poder que detentan las reinas protagonistas, María Estuardo (Saoirse Ronan) e Isabel I (Margot Robbie) fue en definitiva inútil, porque eran mujeres en un mundo de hombres. Eso, aunque en el momento más estimulante de la película parece que María consigue imponerse como monarca gracias a una mayor capacidad de estrategia, diplomacia, perdón, diálogo, y a que utilizó la maternidad como su gran arma. En un momento del film, María parece capaz de conseguir que un hombre la satisfaga sexualmente sin pedir nada a cambio. Pero todo es una ilusión. Pronto, los hombres alrededor de María -y de Isabel- hermanos, amantes, maridos y consejeros, traicionan, confabulan, predican, asesinan y violan para arrebatar el poder a estas dos mujeres. El patriarcado se impone. La película habla de la falsa premisa de que la mujer es la peor enemiga de otra mujer, de la constatación  -en la que coincide con Roma- de que todas las mujeres están solas; y habla también de sororidad: todas son hermanas. Y la verdad, deja a los hombres a la altura del betún.

Con varios puntos en común con La favorita, aunque mucho más académica -aquí nadie vomita- María, reina de Escocia es la ópera prima de Josie Rourke, directora artística de amplia trayectoria en el teatro. El film tiene un magnífico aspecto visual y está nominado a los Oscar al mejor maquillaje y por su vestuario, siendo impresionante en ambas categorías. No es la película del año, pero consigue emocionar y hacer reflexionar sobre una desigualdad que evidentemente no es cosa del pasado.

CAFARNAÚM -HERMOSA MISERIA


Cafarnaúm es una película fabricada para romperte. Ambientada en Líbano, la premisa es inocente pero irresistible: el pequeño Zain demanda a sus padres ante el juez por haberle traído al mundo. Interpretado por Zain Al Rafeea, magnético y capaz de robarte el corazón, se nos cuenta a través de flashbacks la vida de este niño maltratado y explotado por una familia sumida en la más extrema pobreza, sin rastro de humanidad, despojada de cualquier otro sentimiento que no sea el de sobrevivir. Esto es, de ganar dinero como sea. A esa situación, suficiente para un drama, hay que añadir una religión atrasada que permite el casamiento de una niña de 11 años; y sumar el retrato de una sociedad -aquí la libanesa, pero quizás cualquier otra en mayor o menor medida- capaz de ignorar el sufrimiento de cientos de niños abandonados. Por si esto no fuera suficiente, agreguemos el drama humano de los inmigrantes, refugiados y sin papeles, marginados entre los marginados, que sencillamente no existen. Ganadora del Premio del Jurado en el pasado festival de Cannes y nominada al Oscar a la mejor película extranjera, creo improbable que alguien resista el visionado de Cafarnaúm sin derramar una lágrima. El catálogo de penurias que sufren los protagonistas es difícilmente soportable y puede resultar excesivo: tremenda la imagen de Zain, un niño al fin y al cabo, obligado a cuidar de un bebé, en las despiadadas calles de Beirut. Al film de la directora Nadine Labaki se le puede afear el uso de la música en algunos momentos para potenciar reacciones emocionales y sobre todo, una fotografía soberbia que embellece unos escenarios que muestran una miseria extrema. Mencionemos también el uso del color en las paredes de las casas destartaladas, en los mercados exóticos, en un decadente parque de atracciones, en los objetos o en la ropa de los personajes: la pobreza nunca había sido tan colorida. Dicho esto, no se puede negar que estamos ante una película poderosa, que además, hace visible una situación denunciable, pero también es cierto que no reflexiona demasiadsobre ella, no busca sus causas, se limita a presentar un catálogo de tragedias, que seguramente ocurren cada día más allá de nuestra atención.

LAZZARO FELIZ -EL GRAN ENGAÑO


Lazzaro feliz es un film como salido de otro tiempo. Me recuerda a un cine más preocupado por cuestiones profundas, religiosas, existenciales, a ese cine europeo de los años sesenta que también era más libre y que no le tenía miedo a la experimentación. La tercera película de la italiana Alice Rohrwacher ha cosechado nominaciones y premios en varios festivales internacionales. Estuvo nominada a la Palma de Oro en Cannes y allí se llevó el premio al mejor guión. En Sitges se hizo con el Premio especial del jurado, el Premio de la crítica José Luis Guarner, y el premio Jurat Carnet Joven. No es casualidad. La película se mueve de forma sorprendente entre la parábola religiosa y la crítica social -recoge un hecho real sobre la aparcería- que enriquece con elementos surrealistas -la música que escapa de una iglesia- o de realismo mágico -el poder de invocar los vientos- y simbólicos -ese lobo que aparece de la nada-.

Es la historia imposible de Lazzaro -hipnótico Adriano Tardiolo- nombre que comparte con el resucitado milagrosamente por Jesús. Y es que estamos ante algo muy parecido a las vidas de los santos. El protagonista es un campesino que vive en una aldea, un personaje misterioso y memorable: ese caminar con los brazos rígidos, la mirada perdida, su sonrisa bobalicona. Lazzaro no puede representar otra cosa que la inocencia y la pureza. Precisamente, está rodeado de tipos humanos que se aprovechan de él. Todos tienen sus defectos, sí, pero también son perdonados por una mirada humanista, piadosa, que nos dice que, al fin y al cabo, todos vivimos -y morimos- bajo el mismo cielo. La película plantea ideas sobre la explotación del hombre por el hombre -esa esclavitud feudal que era la aparcería- el capitalismo, el gran engaño al que nos sometemos por miedo. Habla también de la mentira de la civilización y de la hipocresía de la sociedad, de la pérdida de contacto con la naturaleza y de lo que nos podría dar esta, si nuestra vida fuese más sencilla. Creo que habla también del paraíso perdido por una promesa -falsa- de libertad y de conocimiento. Notable film italiano que hay que ver, Lazzaro feliz me recuerda a ese cine puro y primitivo de Roberto Rossellini -Francisco, Juglar de Dios (1950)- y sobre todo de Luis Buñuel -el de Nazarín (1959)-.

OVERLORD -FRANKENSTEIN NAZI


A mediados de los años 70, Steven Spielberg y George Lucas cambiaron el cine. Tiburón (1975) y Star Wars (1977) eran esencialmente conceptos de 'serie B': un escualo gigantesco asesino y una aventura espacial de espadas y princesas. Pero Spielberg y Lucas se tomaban muy en serio estas ideas y las desarrollaban con presupuestos que hacían posible que fueran verosímiles. Nacía así el blockbuster moderno que, gracias a inversiones cada vez mayores y al avance de los efectos especiales, ha hecho realidad proyectos imposibles como El señor de los anillos (2001) o el cine de superhéroes, Vengadores: Infnity War (2018). Al apoderarse Hollywood de la fantasía y la ciencia ficción, el cine de género de bajo presupuesto ha tenido que reinventarse ofreciendo ideas más arriesgadas, más violencia, sexo y gore para compensar sus carencias en valores de producción. Un cine de subgéneros en el que han buceado autores como Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, Rob Zombie, Ti West, o recientemente Panos Cosmatos -Mandy (2018)-. Con películas como Kill Bill (2003) o Grindhouse (2007), Tarantino convirtió en cine de autor la imaginería exploit del spaghetti western, del cine de artes marciales, o del terror. Pero siempre desde una distancia autoconsciente, postmoderna, y con mucho sentido del humor. Overlord supone ahora el paso de ese cine grindhouse, de sala de barrio cochambrosa, a las limpias multisalas. La produce un descendiente directo de Lucas y Spielberg, J.J. Abrams -Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015)- con el director Julius Avery a los mandos. La historia bebe de la leyenda del interés por lo oculto de los nazis -recordemos En busca del arca perdida (1981)- y de la macabra realidad de los experimentos genéticos que llevaron a cabo. Así, el inicio de la película es de género bélico, en toda regla, para luego sumergirse en la ciencia ficción y el terror. Un mestizaje como el de Abierto hasta el amanecer (1996), que mezclaba criminales con vampiros -con aires de western-. Así, Overlord es la fusión de Malditos bastardos (2009) y Frankenstein. La idea no es ni mucho menos nueva: recordemos la saga de videojuegos Castle Wolfestein, o productos de bajo presupuesto como la interesante Frankenstein´s Army (2013) o la paródica Iron Sky (2012). Apuntemos también elementos de un clásico gore como Reanimator (1985). Aquí el tratamiento es completamente serio y de hecho, a pesar de su sabor aventurero, la película se esmera en retratar el horror del conflicto bélico con bastante crudeza. Los soldados americanos protagonistas, si bien no son memorables, tienen la suficiente entidad. El idealista Boyce (Jovan Adepo), el duro Ford (Wyatt Rusell) y la rebelde francesa, Chloe (Mathilda ollivier), son una versión competente de Luke, Han Solo y Leia. El wise guy Tibbet (John Magaro) y el apocado Chase (Iain De Caestecker) aportan un mínimo alivio cómico a la historia. El malvado Wafner (Pilou Asbaek) es un buen villano, teniendo en cuenta que es complicado sacarse de la manga, a estas alturas, a un nazi que aporte algo diferente. Overlord es una película entretenida, competente, que hace diez años habría sido la bomba. Hoy, saturados de cine que mola, resulta imposible que tenga el impacto de Star Wars o Tiburón.

HIGH FLYING BIRD -LA REBELIÓN DE LOS ESCLAVOS



Con High Flying Bird, Steven Soderbergh se suma a la lista de directores de primera línea que aportan un largometraje a la insaciable necesidad de Netflix de estrenar productos que atraigan a los suscriptores. Una apuesta indudable por la calidad que ya ha rendido frutos con obras tan contundentes como Roma de Alfonso Cuarón, La balada de Buster Scruggs de los hermanos Coen y Okja de Bong Joon-ho. Soderbergh, sin embargo, aporta un film muy diferente a los mencionados, menos espectacular, pero sin duda más apto para las pequeñas pantallas. Si la profundidad de campo pide a gritos que veamos Roma en un cine y siempre soñaremos con ver los paisajes de western que recorre Buster Scruggs en la gran pantalla, Soderbergh ha 'rodado' su 'film' utilizando el mismo gadget en el que probablemente será visionado: un Iphone. Esta no es simplemente una decisión estética o de marketing para asegurarse titulares, sino que marca el tono de la historia. High Flying Bird se centra en una huelga de jugadores en la liga profesional de baloncesto estadounidense, la NBA. Pero no vemos a las estrellas de la liga, ni el parqué de los grandes pabellones, ni espectadores rugiendo por una canasta sobre la bocina. La película ocurre en la trastienda de la liga, en los tiempos muertos, en despachos, ascensores y coches. La acción se desarrolla a través de los diálogos de los personajes, que tienen una densidad teatral. El agente Ray Burke -eficiente André Holland de The Knick- se mueve entre bambalinas para evitar que su vida, y la liga entera, acaben desmantelándose. Los otros personajes en liza son un prometedor jugador (Erik Scott), una asistente ambiciosa (Zazie Beetz de Atlanta), una representante sindical (Sonja Sohn), el multimillonario dueño de un equipo (Kyle MacLachlan), y un entrenador retirado (Bill Duke) que se dedica a ayudar a jóvenes desfavorecidos. Con estas piezas, Soderbergh pone en imágenes un guión -escrito por Tarrel Alvin McCraney, guionista de Moonlight (2016)- que no es una sátira mordiente de la NBA como símbolo del capitalismo -que también- sino una atrevida comparación, nada sutil, con la esclavitud, siendo los talentosos deportistas afroamericanos esclavos modernos para que los dueños de los equipos -millonarios de raza blanca- se enriquezcan. Lo más interesante de la película es el intento de Burke de liberar a esos esclavos. No se esconden los referentes: el libro The Revolt of the Black Athlete aparece explícitamente, así como su autor, Harry Edwards; y la canción de Billy Edd Wheeler que aparece en la cinta, y que le presta su título, no habla de otra cosa más que de la libertad. Idealista, pero también realista, Soderbergh se permite criticar el estado de las cosas, sin caer en la amargura. High Flying Bird, quizás no esté a la altura de las películas que he mencionado al principio, juega en otra liga, pero es también muy recomendable.

HIGH LIFE -NAVES SILENCIOSAS



Los viajeros espaciales de High Life, no son los mejores: ni astronautas nacidos para la gloria, ni héroes capaces de salvar a la humanidad. Son presidiarios prescindibles, embarcados para llegar hasta la última frontera. Lo peor de nosotros ¿No fueron colonizadas de manera similar América y Australia por Europa? Más que una nave espacial, el escenario de esta película se parece antes a una prisión. La directora Claire Denis, que creció en diferentes colonias francesas en África, utiliza como horizonte final un agujero negro que tiene poco de la carga metafísica del monolito de 2001: Una odisea del espacio (1968). Denis nos plantea un viaje espacial que se fija antes en los cuerpos, en la piel, en el pelo de los astronautas, que en las constelaciones de estrellas del espacio infinito. Estas se confunden con el interior de un vientre a punto de ser fecundado. Y antes que las preocupaciones existenciales de seres humanos enfrentados a la inmensidad del universo, lo que aflora en esta tripulación es un apetito sexual desbordado, que lleva a escenas sorprendentes -Juliette Binoche autocomplaciéndose o dejando que un ventilador agite una melena imposible-. En High Life está la idea del ciclo reproductivo como en Alien (1979) estaban, en clave de terror, la idea de la penetración, fecundación, gestación y muerte. Con un planteamiento radicalmente distinto, Gravity (2013) también hablaba de maternidad y de volver a nacer. Los mismos temas. Pero si la película dirigida por Ridley Scott tenía marcada la estética revolucionaria de H.R. Giger, aquí la cosa me parece que tiene más que ver con Moebius -ese perfil griego de Robert Pattison me lo recuerda- y hasta con Jodorowsky: la imagen recurrente de la leche -o del semen- chorreando, goteando, o en charcos. High Life es ciencia ficción de autor, ciencia ficción europea. En varios momentos la directora parece buscar lo simbólico con poderosas imágenes de puro fantastiqueun agujero negro que parece un ojuna boca capaz de devorarlo todo; un grupo de astronautas, sin vida, flotando en el espacio. La película es lenta, difícil, decididamente incómoda, pero también ofrece ideas constantemente: la nostalgia que sienten los viajeros por la tierra, la idea de una generación que ha perdido el rumbo durante un viaje que ya no tiene sentido; o esa millennial que ha crecido con viejas imágenes televisivas vaciadas de sentido.

DOGMAN -EL PEOR AMIGO DEL HOMBRE




En Dogman, Matteo Garrone, vuelve a dibujar una Italia -¿Una Europa?- marginal, de extrarradio, ajena a la modernidad de las grandes capitales del primer mundo. Como en su opera prima, Gomorra (2008) y en la posterior Reality (2012), Garrone describe una sociedad intelectual y culturalmente pobre, de chándal, de motos, de trapicheo, de telerrealidad y música makinera.  En ese ambiente encontramos a Marcello, interpretado por un Marcello Fonte que tiene un rostro que parece salido del neorrealismo italiano. Su interpretación es tan verdadera, que no le imaginamos haciendo otra cosa. Fue el mejor actor en el pasadFestival de Cannes. Marcello -el personaje- es un pobre diablo que lucha por sobrevivir y cuya humanidad se desborda cuando está en presencia de su hija, o de los perros que atiende en su modesto negocio. El resto de la fauna humana que presenta Garrone es desolador. Empresarios de poca monta que se aprovechan de las debilidades humanas. En el barrio de Marcello solo hay  negocios relacionados con el vicio: apuestas, prostitución, un compro oro, y detrás de las fachadas de estos, drogas. La cara más fea del capitalismo. Este barrio parece ser al mismo tiempo realista y simbólico: aislado, estéticamente concreto como un escenario teatral, pero con una playa de fondo que invita a pensar en el infinito. En que existe una salida y un mundo fuera. El único escape de Marcello es, precisamente, el fondo marino: cuando consigue ahorrar algo de dinero para realizar cursos de submarinismo con su hija. El otro personaje de la historia es Simoncino -un transformado Edoardo Pesce- auténtica bestia parda o, como le describen en la película, un perro rabioso. La relación entre estos dos personajes marca la cinta, que se convierte en un ejercicio de tensión tremendo entre ambos. Creo que Garrone habla de débiles y fuertes, en un ecosistema cerrado en el que no están los verdaderos privilegiados. Incluso entre los marginados, antes que solidaridad, encontramos lucha, egoísmo y mezquindad. La ley del más fuerte en una cinta de mensaje desolador.