LA BALADA DE BUSTER SCRUGGS -WESTERN EXISTENCIALISTA


Cada película de los hermanos Coen es un acontecimiento, por lo que hay que alabar el esfuerzo de Netflix para nutrirse de los grandes talentos del cine. Ahora bien, La balada de Buster Scruggs no es exactamente una 'película' de los autores de Fargo (1996). Su estructura en episodios revela que podría haber sido una miniserie para televisión, una antología, con el western como marco genérico. Son pequeñas historias, sacadas del baúl de descartes de los Coen, como un recopilatorio de 'caras B' y rarezas de un viejo rockero. Por tanto, estamos ante un título que puede ser considerado menor, anecdótico, en la filmografía de dos tíos que para mí son ya leyendas del séptimo arte. Lo que no quiere decir que el material que nos entregan sea despreciable. Todo lo contrario. Para un enamorado del cine del Oeste como yo, que además empatiza con la filosofía de vida de Ethan y Joel Coen, La balada de Buster Cruggs es una obra mayúscula. Puede ser que, por sí solas, ninguna de sus seis historias sea redonda. Pero en conjunto, unas junto a las otras, conforman dos horas largas de cine fabricado con mucho talento. Hay que prestar especial atención a cómo se cuentan las diferentes historias, con una narrativa visual inspirada, llena de ideas de planificación. Hay también ingeniosas ocurrencias visuales que son pura diversión: la forma de rodar los disparos imposibles que abren el film, o las flechas silbantes de los indios en diferentes momentos del relato. El western se presta, especialmente, a contar historias con imágenes -verdadera esencia del cine- y todos tenemos en la memoria estampas inolvidables de obras de John Ford o Sergio Leone. No deja de ser una pena que los inmensos paisajes de la película, hermosamente fotografiados -por Bruno Delbonnel- no puedan ser contemplados en una pantalla grande. Hay un momento visual fantástico, en la última historia del film, en el que se encuadra a los apretados ocupantes de una diligencia, de forma aislada, trucando su situación para enfatizar una idea filosófica planteada: que estamos solos y que cada uno vive su vida. Destaquemos también las interpretaciones, los Coen suelen elegir actores de reparto, sobresalientes, deliciosos en su dicción y en su capacidad para los acentos, muchas veces en registros cercanos a la comedia, aún cuando la situación planteada sea trágica. Estos elementos hacen que los seis relatos planteados, aunque diferentes e irregulares, sean francamente disfrutables. Y sobre todo hay que decir que los unifica una mirada, la de los autores, que creo existencialista. La gran preocupación de los personajes es la muerte. Y hay diez mil maneras de morir en el salvaje Oeste. Los personajes de los Coen encarnan héroes trágicos, existencialistas, que como Sísifo se esfuerzan inútilmente en un mundo absurdo regido por el azar. Lo único claro es que el final de cada vida, de cada historia, es la muerte. Y sobre esta idea de la mortalidad inevitable, un único consuelo, que no es el amor, sino la música: esas canciones que aparecen en prácticamente todos los relatos. Sobre todo esto reflexionan los Coen en una película magnífica.

El primer relato, el que da título al film, es una parodia/homenaje de los cowboys cantantes del cine americano de los años 30 y 40. Tim Blake Nelson encarna a este personaje imposible en un relato de violencia cartoon que nos devuelve a los Coen de Arizona Baby (1987) o incluso, los de Crimewave (Sam Raimi, 1985). Visualmente es espectacular. Sigue Near Algodones, más sombrío, que recuerda al spaghetti western y a los films de Clint Eastwood. Muy breve, protagonizado por James Franco, y con un Stephen Root que se luce, como es habitual. Meal Ticket, con Liam Neeson y un impresionante Harry Melling, es un relato tan cruel y sobrecogedor como hermoso, que sin embargo tiene un sentido del humor negrísimo. A su lado, All Gold Canyon, es casi vitalista, con su escenario de naturaleza virgen, tan hermoso como ajeno al destino de los humanos. Tom Waits está magnífico, irreconocible, como un solitario buscador de oro. The Gal Who Got Rattled es el relato más desarrollado de todos y consigue ser verdaderamente emocionante, con Zoe Kazan como una desvalida pionera que forma parte de una caravana en pos de la conquista de la última frontera. Su desenlace es desolador. La película se cierra con The Mortal Remains, que parece salido de la mente macabra de Edgar Allan Poe, en el que cinco personajes viajan en una diligencia de noche, transportando un cadáver. Su misterioso conductor no se detendrá por nada del mundo, como la muerte misma. 

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