NOCTURNA- LA MEJOR EDICIÓN


La quinta edición del Festival internacional de cine Fantástico Nocturna ha sido, para el que esto escribe, la mejor hasta la fecha, por la calidad de las películas visionadas y por lo especial de los invitados. Este pequeño gran evento madrileño tiene la innegable capacidad de producir momentos mágicos para los aficionados al género: hemos visto Gremlins con Joe Dante, La matanza de Texas con Tobe Hooper y Un hombre lobo americano en Londres con John Landis, por citar algunos ejemplos. Precisamente, esta edición se ha abierto con un momento más inolvidable todavía si cabe: la entrega del premio Maestro del Fantástico a un mito del terror patrio como es Chicho Ibáñez Serrador -del que se proyectaron La residencia, ¿Quién puede matar a un niño? y la casi desconocida El hombre que vendió su risa-. Chicho, a sus 82 años, desde una silla de ruedas, demostró que todavía es un narrador capaz de subyugar a los espectadores, con un hermoso discurso sobre el silencio, el "prólogo del alarido". Hay que mencionar también los reconocimientos a Don Coscarelli, un tío muy cercano, que presentó la versión remasterizada por J.J. Abrams de su Phantasm (1979); a la simpática Caroline Munro, chica Bond, chica Hammer, la novia de Simbad y scream queen de Maniac (1980); al elegante Jack Taylor -El buque maldito (1974)- que pronunció un agradecimiento cargado de humor negro en la clausura. Lo que demuestran invitados como estos es que si algo tiene el Nocturna es amor por el género Fantástico. 


Hablemos ahora de algunas de las cintas que se pudieron ver durante el festival, empezando por la elegida como mejor película, la gallega Dhogs, ópera prima de Andrés Goteira, quien resaltó la modestia de su film -apenas 100.000 euros de presupuesto-. Ganadora también del premio al mejor actor -Carlos Blanco- se trata de una propuesta ambiciosa, un ejercicio de metaficción en el que se cuestiona al espectador colocándole cara a cara con su reflejo, con su actitud vouyerista, morbosa y pasiva. Seguimos con Revenge, ópera prima de la francesa Coralie Fageat, encuadrable en el subgénero de rape and revenge, con un empaque visual muy potente que la hicieron justa ganadora del premio a la mejor dirección. Su protagonista, Matilda Lutz, también fue galardonada por su interpretación, de víctima a vengadoraNocturna ofreció también interesantes variaciones del slasher, como Tragedy Girls, que ganó el premio al mejor guión por invertir los roles: aquí las víctimas tradicionales de las películas de terror son las asesinas psicópatas. Fuera de competición, la divertida Feliz día de tu muerte es asimismo una vuelta de tuerca del cine de psycho killers, al mezclar Scream (1996) con la comedia Atrapado en el tiempo (1993). Los mejores efectos especiales fueron para Les Affamés, película de zombies desde una mirada de cine de autor, pero sin renunciar al terror y a los sustos. También se pudo ver Most Beautiful Island apreciable esfuerzo de la actriz Ana Asensio, convertida en autora total de un relato honesto sobre los desfavorecidos, los inmigrantes, las mujeres, que culmina con un ejercicio de tensión propio del cine de género. También pudimos ver joyas malditas que ya son de culto como The Evil Within, perversa historia que bucea en el interior de la psique de un discapacitado maravillosamente interpretado por Frederick Koehler y con la presencia del icono del terror Michael Berryman -Las colinas tienen ojos (1977)-. En la clausura se pudo ver, además, Mom and Dad, una macarrada del coautor de Crank (2009) sobre una misteriosa epidemia que desencadena una rabia asesina en todos los padres hacia sus propios hijos, protagonizada por un Nicolas Cage desencadenado. Todo esto suma para que esta sea, para mí, la mejor edición del Nocturna, que, aunque como todo festival tuvo sus fallos -el perro ubicuo de Darkness Rising- se salda con un balance muy positivo de buenas películas y prometedores nuevos autores.

THE MEYEROWITZ STORIES- BAUMBACH TOTAL


Producida y estrenada por Netflix, The Meyerowitz stories nos introduce en el seno de una familia que, más que disfuncional, es algo así como las secuelas de la vida del escultor que interpreta Dustin Hoffman, patriarca amado y odiado a la vez por los hijos de sus diferentes matrimonios. Ben Stiller es el favorito, Adam Sandler y Elizabeth Marvel son los abandonados, por no hablar de las madrastras: la actual, Emma Thompson, y la anterior, Candice Bergen. Todos juntos forman un cuadro familiar que abarca varias generaciones y que acaba en la joven interpretada por Grace Van Patten, algo así como la esperanza de todo el clan, el último intento de superar los errores del pasado. Comedia dramática, de diálogos naturalistas que se solapan, la historia tiene como escenario Nueva York, y se compone de breves episodios dedicados a cada personaje, o, más bien, a la relación de cada uno con el padre. El guión y los actores consiguen un retrato preciso de cada personaje -con sus inseguridades, carencias y manías- pero sobre todo cobra vida la dinámica entre ellos como familia, con una idiosincrasia rica en detalles que la hacen creíble y cercana. Es esta una reflexión agridulce sobre la incomunicación -todos tienen problemas para conectar entre ellos- sobre la paternidad -de cómo influimos en nuestros hijos- y sobre el fracaso -las aspiraciones personales y lo complicado que es satisfacerlas, el tener que elegir entre la realización personal y la familiar-. Todos estos temas siempre han estado presentes en la filmografía del guionista -nominado a un Oscar- y director Noah Baumbach -Mistress America (2015)- que aquí parece hacer la suma de todas sus preocupaciones como autor. Están presentes los conflictos de la paternidad de Una historia de Brooklyn (2005); la frustración existencial -y artística- de hacerse mayores de Mientras seamos jóvenes (2014); la alegría de vivir y de ser joven de Frances Ha (2012)Pero sobre todo, The Meyerowirz stories parece una versión realista de Los Tenenbaum. Una familia de genios (2001) de Wes Anderson, para el que Baumbach escribió los guiones de Life Aquatic (2004) y Fantástico Sr. Fox (2009). Como la de Anderson, esta película tiene un tono que hace pensar en Franny y Zooey (1961) de J.D. Salinger. Con la influencia estética siempre presente del cine francés, de la Nouvelle Vague -recordemos Mr. Celos (1997)- Baumbach crea un pequeño y delicioso universo que, sin duda, debéis visitar.

LA PIEL FRÍA -HUMANOIDES DEL ABISMO


Es una pena que La piel fría, un film impecable, tenga un único fallo -en mi humilde opinión- tan importante como su tono. Esto lo puedo resumir en la diferencia entre titular esta historia como La piel fría en lugar de algo así como Humanoides del abismo (1980). El título de la novela de Albert Sánchez Piñol -que lamentablemente no he leído- tiene un aire poético y grave, mientras que el que yo propongo suena a serie B, sí, y eso debería ser bueno, pero también a pulp, a aventura clásica. Y es que el relato de un oficial atmosférico, desencantado del mundo, que busca aislamiento en una isla perdida para descubrir que esta sufre el asedio nocturno de seres anfibios, debería contener elementos como el sentido de lo maravilloso, el espíritu de la aventura, además de tensión, inquietud y terror. Poco de esto hay en una historia que prefiere mantenerse metafórica, incluso en los ataques de los monstruos, trascendental en el sentido último de su temática y algo fría en el dibujo de sus personajes. Y es una pena porque La piel fría bebe claramente de Daniel Defoe, Jules Verne, Herman Melville, y H.P. Lovecraft, lo que me hace pensar que esto me lo podrían haber contado con un ritmo más vivo, con un tono más entusiasta, con personajes algo más humanos. Tampoco habría venido mal una pizca de humor. El director, el francés Xavier Gens -Frontière(s) (2007)-, consigue imágenes de cierta belleza, imprime alguna tensión cuando se aproximan los monstruos -cuando sus siluetas se hacen visibles bajo la luz del faro- y se muestra bastante hábil en las escenas de acción y terror: la batalla final contra los anfibios demuestra que otra película era posible. Ray Stevenson está sobresaliente en su versión de Robison Crusoe -con idéntico comentario sobre el colonialismo, la esclavitud, el racismo-; David Oakes es un protagonista competente en un papel soso; y Aura Garrido sale victoriosa del reto de componer una interpretación bajo gruesas capas de látex, maquillaje y efectos digitales. Su criatura es sin duda heredera de La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1954) -con la que comparte la idea de una evolución alternativa-. Mencionemos también La isla de los hombres peces (Sergio Martino, 1979), la española Dagon: La secta del mar (Stuart Gordon, 2001); el Abe Sapien (Doug Jones) de Hellboy (2004) y la futura y esperadísima criatura de La forma del agua (2018) de Guillermo del Toro. Ante todas estas referencias, lo único que aporta esta película es la poderosa imagen del encuentro sexual entre un ser humano y una criatura anfibia. Lo que me ha hecho pensar en otro referente temático y con criatura -aunque alienígena- la olvidada Enemigo mío (Wolfgang Petersen, 1985).

BRIMSTONE -WESTERN FEMINISTA


Presentada en el festival de Sitges y estrenada directamente en Movistar+, Brimstone es un western que evita los argumentos clásicos del género. No veremos aquí enfrentamientos entre pistoleros, robos a diligencias, indios, ni la conquista de la última frontera. Ni siquiera es un western crepuscular. El escenario histórico sirve más bien para situarnos en un período en el que la mujer tenía dos roles principales: era propiedad de su marido o prostituta. Desde que Sergio Leone se llevase a los cowboys a Almería, el género estadounidense por antonomasia es universal. Esta película "de vaqueros" la dirige un holandés, Martin Koolhoven -y recordemos también ese maravilloso western moderno que es Comanchería (2016) dirigido por el escocés David Mckenzie-. En Brimstone, Koolhoven -también guionista- cambia el peso de los arquetipos clásicos del cine del oeste: el pistolero, Kit Harington -Juego de Tronos- no es tan importante como personajes habitualmente secundarios y femeninos: la esposa abnegada y madre de familia, la prostituta de saloon, la pequeña niña susceptible de ser víctima. La protagonista es Liz -estupenda Dakota Fanning- en la que Koolhoven ha creado un personaje que representa a todas las mujeres y con la que construye un doloroso relato sobre lo que debe haber sufrido el género femenino en un salvaje oeste despojado de su sentido de la aventura. Liz tiene que soportar acoso, abusos, maltratos, ser prostituida, violada y la absoluta ausencia de derechos civiles en un mundo machista, dominado por hombres -nada heroicos- amparados por un extremismo religioso que coloca a la mujer en el lugar de la tentación y el pecado -casi como La bruja (2015)-. El insoportable catálogo de atrocidades que soporta Liz, poco tiene que envidiarle a lo visto en The Handmaid´s TaleEn cuanto al antagonista, un intenso Guy Pearce, es algo así como el reverso tenebroso del Clint Eastwood de El jinete pálido (1985). Su mera presencia va cambiando el tono del relato, que adquiere tintes terroríficos -en la línea de Bone Tomahawk (2015)- y que nos lleva a un hermoso clímax en los parajes nevados de El gran silencio (Sergio Corbucci, 1968). Brimstone es una película tan dura y triste como hermosa.

LA SUERTE DE LOS LOGAN -OCEAN'S 7-ELEVEN



Como si los hermanos Coen -Fargo (1996), El gran Lebowski (1998), O Brother! (2000)- hubiesen dirigido Ocean's Eleven (2001) o cualquiera de sus secuelas, así es La suerte de los Logan. Y si esta frase no es suficiente para mover tu culo hasta un cine, no sé qué más puedo decir. Steven Soderbergh ha dirigido una película tan ligera como perfecta. Un film de atracos que despoja de todo el glamour a su trilogía Ocean´s para sumergirse con gracia en la América profunda, en las carreras de Nascar y en la música country de John Denver. Un cantante, por cierto, muy utilizado en el cine reciente: canciones suyas aparecen en Alien: Covenant, Okja y Kingsman: El círculo de oro. En el escenario de sus canciones -West Virginia- viven estos peculiares personajes, puro white trash, interpretados por actores que, si bien no tienen el star power de George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon y Julia Roberts, funcionan igual de bien: lidera el últimamente omnipresente Channing Tatum -¡Ave César! (2016)- seguido del pujante Adam Driver -Paterson (2016)- un macarra Daniel Craig, el paródico Seth MacFarlane, además de Katie Holmes, Hillary Swank y Malcolm Blair. Muy mal tiene que estar la cosa para que un reparto así no sea, como poco, interesante, pero es que el guión que firma la ficticia Rebecca Blunt -se rumorea que puede ser el pseudónimo de la mujer de Soderbergh, en serio- es redondo.  Redondo, redondo. Da gusto ver cómo las piezas que van apareciendo de forma casi casual, luego van encajando hasta atar el último cabo. Todo esto rodado por el talentoso Soderbergh, que incluso consigue emocionar sin el más mínimo esfuerzo, en una secuencia de pacotilla que parece sacada de Pequeña Miss Sunshine (2006). Lo más sorprendente de La suerte de los Logan es que pase desapercibida, que tenga que ser considerada una película menor en la filmografía de Soderbergh, cuando está hecha con tanto oficio, talento y carisma.

FE DE ETARRAS - YO (NO) SOY ESPAÑOL


Ha querido la historia que se estrene Fe de etarras en 2017 -en Netflix- cuando tenemos el país lleno de banderas de España colgando de los balcones. En la nueva película de Borja Cobeaga -director de Pagafantas (2009) y guionista de Ocho apellidos vascos (2014) y Ocho apellidos catalanes (2015)- las fachadas de Madrid también están llenas de banderas españolas, si bien las razones de su presencia se deben a sentimientos más positivos -o quizás no- ya que la cinta está ambientada durante el Mundial de Sudáfrica de 2010. La cuestionable exaltación del nacionalismo es, por supuesto, mucho más actual y creo que más importante para Cobeaga, que el terrorismo: sí, los cuatro protagonistas de la película forman un pequeño comando etarra que espera en un piso franco una llamada para actuar, pero el guión evita hablar de muertes, víctimas y atentados. Creo, por tanto, que no hace falta plantearnos aquí los límites del humor, ya que, inteligentemente, Cobeaga y el guionista Diego San José, esquivan las cuestiones más dolorosas, conocedores de la posible reacción de los espectadores. Así, creo que Fe de etarras tiene poco que ver con el humor negro de Four Lions (Christopher Morris, 2010) sobre un grupo de torpes yihadistas en Reino Unido -el humor británico quizás sí puede permitirse esos lujos-. Esta película es menos atrevida, pero más profunda y lógicamente es una extensión de El negociador (2014) que también se centraba en la cuestión vasca desde un planteamiento mundano. Así, aquí la eterna espera de una llamada para atentar es la que obliga a los -chapuceros- terroristas a convertirse en humanos. Maravillosamente interpretados por Javier Cámara, Julián López, Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, a estos etarras los vemos calentar unas croquetas en el microondas, jugar al Trivial cuestionando las preguntas referidas a España y maldecir cada gol de la selección en su camino a ganar el campeonato mundial. La película de Cobeaga está llena de gags afortunados, pero su trasfondo es rotundamente serio: pone en solfa los nacionalismos -dos de los terroristas ni siquiera son vascos- y sobre todo indaga inteligentemente en la elección entre un ideal y un proyecto de vida individual. Cobeaga responde a esta pregunta diciéndonos lo que todos intuimos, que la mayoría de la gente se conforma con poco y solo quiere vivir en paz. Una película imprescindible en los tiempos que corren.

UNA MUJER FANTÁSTICA: SOBREVIVIRÉ


Una mujer fantástica es una de las mejores películas que he visto este año, una historia intensa y brutal que nos compromete totalmente con el punto de vista de su protagonista. Ella es Marina (Daniela Vega), una mujer transexual que se enfrenta al rechazo social más injusto a raíz de la repentina muerte de su pareja, Orlando (Francisco Reyes). Premio al mejor guión en el festival de Berlín y aspirante a representar a Chile en los Oscar, estamos ante una obra contundente que nos mantiene en un estado de congoja constante. Hay que empezar hablando de su título, acertadísimo, evocador y coherente con el mensaje del film: esa mujer existe en la mente de la protagonista, pero es considerada una fantasía, una "quimera", por los prejuicios de una sociedad machista, conservadora, repugnante. La película tiene el peso de lo real, lo que no impide fugas poéticas y una estética cuidada. El director, el chileno Sebastián Lelio -Gloria (2013)- introduce elementos visuales para apoyar el sufrido trayecto vital de su heroína: los espejos o superficies pulidas que aparecen constantemente reflejando la imagen de Marina, para expresar que estamos ante una confrontación entre la identidad personal y una realidad distorsionada; el breve McGuffin que nos dice que todos los muertos son un enigma irresoluble; los puñetazos que lanza Marina -a un juego de feria, al aire, a un aparato de boxeo- porque es una mujer en constante pelea con la vida; o las escenas metafóricas, de gran belleza, que materializan los sentimientos, sueños, y miedos internos de los personajes: las cataratas de Iguazú; Marina contra la resistencia del viento; la secuencia de baile. Pero sobre todo es necesario alabar a la magnética actriz protagonista, Daniela Vega, que compone una gran interpretación femenina. Una mujer fantástica es una película inolvidable y seguramente irrepetible.

EL MUÑECO DE NIEVE- SANGRE FRÍA


Basada en una novela del escritor superventas Jo Nesbo y con Harry Hole como héroe -detective protagonista nada menos que de 11 entregas literarias- El muñeco de nieve no puede ser más convencional. Estamos ante una historia de crímenes enmarcada en el reciente furor de la novela policíaca nórdica -Nesbo es noruego- que comparte no pocos elementos con otros éxitos del estilo -la serie Millenium-. Un policía veterano, brillante, pero alcohólico y fracasado en su vida personal, debe perseguir a un retorcido asesino en serie con un modus operandi peculiar -macabro y sangriento a lo El silencio de los corderos (1991) o Seven (1995)- que secuestra madres y deja muñecos de nieve mirando a sus casas-. Todos los personajes esconden secretos -lo que aporta un tono desencantado al relato, hay algunos apuntes de crítica al sistema con el típico político corrupto- y el tema de una historia familiar problemática sirve para proporcionar una mínima profundidad psicológica. Precisamente, lo que debe haber perdido esta adaptación cinematográfica con respecto al original literario es el peso de sus personajes, adelgazados para encajar en una historia de poco más de dos horas. Aquí no hay cientos de páginas para dibujar la personalidad de cada uno, por lo que gana protagonismo una trama enrevesada -la película nos exigirá toda nuestra atención- endeble y finalmente forzada. La revelación de la identidad del asesino de guantes negros -como en el giallo italiano de los 70- no resulta precisamente satisfactoria ni mucho menos emocionante. Algunos de los giros son bastante predecibles, mientras los sospechosos se van descartando uno a uno. Los actores, empezando por Michael Fassbender, acompañado por las estupendas Rebecca Ferguson, Charlotte Gainsbourg y Chlöe Sevigny, más el veterano JK Simmons, y un lamentablemente desmejorado Val Kilmer, son todos nombres solventes pero infrautilizados y sin mucho a qué hincarle el diente. Película, fría, de parajes nevados, carreteras solitarias, ciudades grises y casas con muebles de Ikea, solo la realización del sueco Tomas Alfredson, elegante, simétrica y capaz de alzar el guión en algunos momentos, salva el conjunto. Alfredson toca aquí un nuevo género tras su original aproximación al tema vampírico en la estupenda Déjame entrar (2008) y su vigorosa e intrincada cinta de espías, El Topo (2011). Pero en este policíaco con toques de terror, naufraga, a pesar de resolver la papeleta dignamente. Es este, para mí, un género caduco y demasiado codificado, que necesita urgentemente ser revitalizado.

PREVENGE: ASESINATOS DE PREMAMÁ


Una mujer embarazada emprende una serie de asesinatos siguiendo las órdenes de su futuro bebé. Esa es la irresistible premisa de una revenge movie tan atípica que es una comedia, protagonizada, escrita y dirigida por un talento a tener en cuenta, la británica Alice Lowe. Esta película es el estimulante debut de la actriz -y coguionista- de la recomendable Turistas (2014) de Ben Wheatly -High-Rise (2016)- con la que haría una doble sesión perfecta. Lo mejor de Prevenge es que su desarrollo incluso supera su planteamiento. Lowe -que rodó la película estando realmente embarazada- utiliza el esquema de un film de terror para proponer una mirada crítica sobre la sociedad desde una perspectiva tan feminista como pesimista. Si el giallo italiano las víctimas del asesino son mujeres hermosas y en el slasher estadounidense el psycho-killer de turno se dedica a cazar adolescentes descerebrados, aquí el body count se compone de retratos sociales que reconocemos perfectamente con el denominador común del egoísmo: el baboso acosador, el cerdo que va de ligón, la ejecutiva que antepone su carrera a su familia, o una deportista vigoréxica. Con un sentido del humor negrísimo, Lowe no tiene reparos en mostrarnos una violencia contundente -hay momentos muy gores- y consigue una atmósfera feísta, sórdida y malsana que puede producir auténtica repulsión. A esto hay que añadir los miedos relacionados con el embarazo, por lo que algunos momentos del film son realmente perturbadores. Estrenada simultáneamente en cines y en plataformas digitales - se puede ver en Movistar+- Prevenge no es apta para todas las sensibilidades, pero sí una propuesta muy recomendable.

20TH CENTURY WOMEN -MUJERES DEL SIGLO XX


Es una pena que no hayamos podido disfrutar del estreno de 20th Century Women en nuestros cines por las siempre misteriosas decisiones de la distribución. Se trata de un estupendo film de Mike Mills -Thumbsucker (2005), Beginners (2010)- que ahora podemos ver en formato doméstico (se puede ver en Movistar+). Estamos ante una historia coming of age, ambientada a finales de los años 70, indiscutiblemente indie, en la que un chaval, Jamie (Lucas Jade Zumann), tiene la suerte de dar sus primeros pasos en esto que llamamos vida acompañado de tres mujeres maravillosas. La primera, su propia madre, una fantástica Annette Bening -La excepción a la regla (2016)- en un papel tan refrescante como memorable; luego están la musa indie actual, mi favorita Greta Gerwig -Mistress America (2015)- y la musa en ciernes, Elle Fanning -La seducción (2017)-. Junto a ellas, un hombre que no tienen ni idea de por dónde van los tiros a pesar de sus mejores esfuerzos -lo que lo hace muy reconocible- interpretado por Billy Crudup -Alien: Covenant (2017)-. Con estos personajes, Mills compone una historia deliciosa -que fue nominada al Oscar al mejor guión- que nos habla de feminismo, sobre todo, de la contracultura, en general, y de rebelión. El film se apoya en el tremendo carisma de unos personajes entrañables y en una selección de temas musicales que conforman un playlist de primera fila: The Talking Heads, The Raincoats, Siouxie And The Banshees, David Bowie, Buzzcocks, Devo, y hasta Fred Astaire. 20th Century Women es una película imperfecta pero entusiasta sobre el despertar al sexo, los coches, las fiestas, la vida. Vale la pena echarle un vistazo.

LA LLAMADA -CUESTIÓN DE FE


Con una premisa irresistible, una niña reguetonera tiene visiones de Dios en un campamento de monjas- es una pena que La llamada no vaya más allá de su planteamiento. Su desarrollo argumental parece más propio de un cortometraje: a la mencionada protagonista, María Casado (Macarena García), no le ocurrirá mucho más que eso: ver a Dios, eso sí, cantando "por Whitney Houston". Interpretado por Richard Collins-Moore, el Señor, tiene su gracia la primera vez que aparece, pero a la tercera canción de la Houston resulta bastante cansino. Es este el resumen de lo peor de la película: agota sus chistes rápidamente y es un musical de canciones que, quizás, no te gusten: empezando por la mencionada cantante de El guardaespaldas (1992), cuyos temas funcionan con su fantástica voz, pero versionados dejan mucho que desear; luego está el electro latino de Henry Mendez y de la canción con la que las protagonistas aspiran a ser estrellas -un monumento a la vergüenza ajena-; y además, la banda sonora original compuesta -y cantada- por Leiva. La música es cuestión de gustos, pero estáis avisados. Juega en contra del film de Javier Ambrossi y Javier Calvo su origen teatral. El guión se compone de escenas de diálogos, casi siempre entre dos personajes, lo que acaba resultando desangelado: a pesar de la excusa argumental que lo justifica, se intuyen razones presupuestarias. Lo mismo ocurre con los números musicales, no precisamente virtuosos, y siempre de solistas o dúos. Se echa de menos una coreografía en la que bailen... más de dos. La historia tiene apenas seis personajes, y, sin embargo, no profundiza en ellos. El argumento evita el conflicto, encima, separando a sus escasos actores: habría sido más interesante confrontar las diferencias de las amigas, María y Susana Romero (Anna Castillo). Otro problema es que los personajes no hacen nada, simplemente esperan a la siguiente escena para recitar sus diálogos. Y mientras la protagonista progresa poco, otros evolucionan de golpe y porrazo: las transformaciones de Susana y de la hermana Milagros (Belén Cuesta) son, como poco, forzadas. A pesar de todo esto, hay que decir que en su conjunto La llamada tiene gracia, tiene carisma. Las actrices principales Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta y Gracia Olayo, están divertidísimas, gracias a unos diálogos costumbristas con chispa. Los más secundarios, María Isabel Díaz y Secun de la Rosa, también están muy bien. Pero a esta comedia le falta mala leche: no hay un solo chiste a costa de la Iglesia, ni sobre el machismo del electro latino. Tampoco tiene por qué haberlo. Y a pesar de que hay drogas, sexo y cachondeo con la figura de Dios, no habría estado mal un poco más de transgresión.

BLADE RUNNER 2049: SUEÑAN LOS ROBOTS



Blade Runner 2049 es lo que llamo una secuela arqueológica. Una película que, más que construir, escarba en las ruinas de un templo sagrado como lo es Blade Runner (1982) de Ridley Scott. El objetivo es restaurar sensaciones enterradas en nuestra memoria cinéfila. Una operación similar a la de recientes reboots, remakes y secuelas empeñados en ser homenajes a sus antecesores, como las estimables El despertar de la Fuerza (2015), Jurassic World (2015), y Creed (2015), o la pésima Terminator: Génesis (2015) y hasta la simpática Stranger ThingsDe este empeño sale bien parado el canadiense Dennis Villeneuve -autor de la mejor cinta de 2016, La llegada-. El protagonista es de nuevo un cazador implacable de replicantes, llamado K -en claro homenaje a Phillip K. Dick, autor de la novela original, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968)- interpretado por Ryan Gosling. Su misión, dramáticamente, tiene un sentido -que no desvelaré, ya que conviene descubrir el argumento, lleno de sorpresas, en la propia sala de cine- pero cinematográficamente, también. Lo que busca Villeneuve -y el espectador con él- a través de K, es la esencia del Blade Runner original. Es la búsqueda de su estética, que aquí resulta simplemente apabullante: las imágenes que consigue el director son de lo mejor del fantástico de los últimos años. También hereda este nuevo Blade Runner su pretencioso y plomizo ritmo, esa pausa existencialista que invita a pensar en las mismas preguntas que hace 35 años: ¿Qué significa la existencia? ¿Qué es estar vivo? Preocupaciones directamente extraídas del complejo de Frankenstein. Aquí los replicantes son más que nunca modernos prometeos. En el mismo sentido, el punto de vista cambia con respecto a la película de Scott, da un giro que ya vimos en la magnífica Westworld. Esto despoja al espectador de asidero emocional y dibuja un futuro todavía más frío, deshumanizado y solitario, como los restos de una civilización abandonada -en esto se parece mucho más al texto de Dick, con sus habitaciones conquistadas por el polvo y sus animales falsos-. Villeneuve ha continuado, por cierto, la historia según el montaje de Scott -ya sabéis que de Blade Runner hay al menos 5 versiones diferentes-: aquí no hay voz en off, se recupera el caballo/unicornio como símbolo y también las famosas figuritas animales de Edward James Olmos. Lo que añade Villeneuve a esto es un nuevo juego de interrogantes, más acorde con nuestros tiempos y que tiene que ver con los sofisticados efectos digitales que sustituyen a las maquetas de 1982. Un juego entre lo real y lo simulado. Se pregunta esta película si nuestros recuerdos son fiables; y si lo fabricado puede llegar a ser verdadero si consigue engañar a nuestros sentidos. K busca respuestas a estas preguntas para descubrir su verdadera identidad, su origen, pero los otros personajes son reflejos de idéntica preocupación: la importante subtrama de una magnífica Ana de Armas es una prolongación de Her (Spike Jonze, 2013) y contiene un momento bajo la lluvia que hace pensar en Rutger Hauer. Presten atención también a un personaje clave, humano, pero condenado a vivir una ilusión, en una especie de caverna de Platón en la que no hay más que sombras. Y en medio de la simulación, encontramos, al fin, la presencia física de Harrison Ford, el que fue siempre el héroe más humano, con su declinante atractivo como estrella de Hollywood, y que se revela aquí como lo único verdadero, la única sustancia. Rick Deckard vive ahora en una zona abandonada y prohibida -el subconsciente- un vertedero de nostalgia -entre imágenes y canciones de Elvis Presley, Marilyn Monroe, Frank Sinatra-. Deckard es el único capaz de distinguir lo verdadero de lo falso: resiste cuando le tientan con un constructo digital de su pasado, un auténtico muerto viviente en la línea del Peter Cushing de Rogue One: Una historia de Star Wars (2016). Algunos se siguen preguntando si Deckard es un replicante, yo creo que aquí tenemos la respuesta.

LA MONTAÑA ENTRE NOSOTROS: LOVE IS IN THE AIR


La idea de que el corazón es algo más que un músculo es el leitmotiv de La montaña entre nosotros y una declaración de intenciones. La intensa historia de amor que promete la premisa del film se disfraza, primero, de película de catástrofes y luego de relato de supervivencia, en el que queda poco margen para el romanticismo. Es este el principal valor de la cinta dirigida por Hany Abu-Assad, prestigioso y galardonado realizador que cambia radicalmente su registro, a pesar de que ya contó una historia de amor en Omar (2013), eso sí, escenificada en el conflicto israelí-palestino. Aquí, Abu-Assad demuestra su pericia técnica y narrativa: el virtuoso plano secuencia del accidente aéreo que sufren los protagonistas; la capacidad para crear tensión con los peligros que enfrentan al quedarse abandonados en una montaña nevada; la belleza aterradora de unos paisajes justificadamente espectaculares, ya que son el gran obstáculo para la supervivencia. Tras la estupenda narración -seca, concisa, efectiva- de la lucha por sobrevivir, entraremos en una segunda fase del relato que no solo no evita las convenciones, sino que las asume plenamente: esa chimenea que arde de pasión parece, casi, casi, paródica. La montaña entre nosotros es un film romántico hecho con talento. Los héroes tienen profesiones novelescas -Alex es una reportera de guerra- o de soap opera -Ben es neurocirujano- que se corresponden con sus personalidades disímiles: ella es impulsiva, él es cerebral. Ben esconde un misterio sobre su pasado que le hace humano, interesante y atractivo para la curiosidad siempre despierta de Alex. Pero estos personajes convencionales están interpretados por dos de los mejores actores del momento: no hace falta presentar a Kate Winslet -Steve Jobs (2015)- ni a Idris Elba -Beasts of No Nation (2015)- cuyo cirujano es británico pero vive en Baltimore, lo que parece un guiño a su Stringer Bell de The Wire (2002-2004). La presencia física y el atractivo de ambos es innegable y juntos sostienen la película, sorteando los momentos más manidos y comprometidos. Lo que plantea el guión -basado en una novela de Charles Martin- es la fantasía de que un gran amor puede surgir a partir de unas circunstancias extraordinarias, para sacarnos de la rutina, para cambiar y darle sentido a nuestras vidas. En esto la película cumple plenamente. Recomendada para los que aman con el músculo del cerebro.