BLACK BEACH -PRIMER Y TERCER MUNDO


Tras firmar la interesante Amar (2017), el director Esteban Crespo se embarca en la ambiciosa Black Beach una superproducción que se propone como un thriller comercial de factura hollywoodense. En la película -disponible en Netflix- un ejecutivo debe resolver el complicado secuestro en un país africano. Este encargo se le presenta a Carlos (Raúl Arévalo) como el último favor que le pide el poder para conseguir el éxito como socio de una multinacional. Pero en realidad, Carlos, que tiene un pasado como cooperante, le está vendiendo su alma al diablo. Black Beach presenta una intriga política de alcance global que nos habla de desigualdades, de corrupción política y militar, de falsas democracias en las que no se respeta la vida, ni mucho menos los derechos humanos, y de intereses económicos de empresas petroleras sin escrúpulos. La cinta define al capitalismo global como un sistema enfermo, que contamina incluso a la ONU y que puede corromper hasta los afectos familiares. La película tiene un empaque espectacular, con escenarios africanos, actores de renombre -la chilena Paulina García- y escenas de acción impresionantes. Una producción que recuerda, por ejemplo, a El jardinero fiel (2005) y que peligra con resultar inverosímil en varios momentos de la trama. En mi opinión, esto no llega a ocurrir por el gran trabajo actoral de Raúl Arévalo, que resuelve con naturalidad todas las situaciones y que consigue que nos metamos en la historia. También cabe mencionar la naturalidad pasmosa de Candela Peña, defendiendo un personaje imposible. Solo actores tan fiables evitan el desastre y sacan a flote una producción ambiciosa, digna de elogio y nominada a seis premios Goya en las mal llamadas categorías 'técnicas': dirección de producción, fotografía, montaje, dirección artística, sonido y efectos especiales.

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