La imagen de Carrie Mathison (Claire Danes) con la mirada perdida, en una iglesia, me hace temer lo peor de esta nueva -quinta- temporada de Homeland. Lo que más miedo me da de esta serie son sus personajes melodramáticamente atormentados; esos impostados intentos de trascendencia. Probablemente, los guionistas han elegido esta imagen para enseñarnos por primera vez a su protagonista, porque Carrie sufre una crisis de fe. Vive en Berlín, ha dejado de trabajar para la CIA, tiene pareja estable, cuida de su hija y trabaja para una ONG. Parece que todo ha cambiado, pero este episodio revela que no es así. Carrie se mete en los mismos problemas de siempre y pone en riesgo su vida tomando parte en la lucha contra el terrorismo. La cabra -nunca mejor dicho- tira al monte.
Este primer episodio sirve para mostrarnos cómo se encuentran los personajes principales tras el final de la temporada anterior. No hay ningún cambio. Los guionistas, por cierto, no necesitan demasiadas excusas para reunirlos a todos de nuevo en Berlín. Saul Berenson (Mandy Patinkin) sigue siendo un jefe de la CIA, pero ahora odia a Carrie (nosotros también). Mientras tanto, Peter Quinn (Rupert Friend) está muy quemado y se cree el único que sabe cómo resolver el problema en Oriente Medio: más fuerza militar para proteger a los civiles... o arrasarlo todo. Da miedo. Conocemos además a un personaje nuevo, Allison Carr (Miranda Otto), que básicamente hace lo que hacía Carrie en la agencia. Creo.
Luego están los hechos que nos van a contar esta temporada en la serie que, como siempre en Homeland, están sacados de la realidad más inmediata para conseguir la máxima sensación de credibilidad. Los asuntos que preocupan a los personajes parecen sacados de los titulares de los periódicos: los refugiados de Siria; una fuga de datos tipo Wikileaks -se menciona explícitamente a Edward Snowden-; la polémica vigilancia de nuestros datos personales en Europa por parte de Estados Unidos. Todo esto sirve para crear una base "realista" sobre la que desarrollar una ficción protagonizada por personajes que representan la actitud más "cowboy", más "Rambo", más "George W. Bush" del gobierno estadounidense. Por ejemplo, Saul critica a su colega de la inteligencia alemana por estar "atado por sus leyes", esas que le impiden espiar a los ciudadanos para coger a los yihadistas. Precisamente, tras una reunión infructuosa con el alemán, Saul le da una señal a Quinn -¡Coloca un pañuelo rojo en su solapa!- para que actúe. Eso significa matar a un supuesto terrorista -sin juicio de por medio- simulando un atentado con los materiales de sus propias bombas caseras. Y esto es lo mejor del episodio. Por si fuera poco, la propia Carrie da por sentado que el imán de la comunidad musulmana de Berlín tiene contactos con los extremistas. ¡Y encima tiene razón! A esto hay que sumar el retrato de los terroristas. El que secuestra a Carrie manifiesta un odio a Occidente que justifica por el asesinato de su hijo en Beirut. Por otro lado, una mujer se convierte en el objetivo a matar por Quinn, porque recluta quinceañeras para entrenarlas en Siria para atentados suicidas. Malísima. Por último, tenemos a la periodista idealista, Laura Sutton (Sarah Sokolovic), que quiere publicar los secretos filtrados de la CIA, por lo que es considerada una irresponsable que no tiene en cuenta la Seguridad Nacional. Con estos mimbres, habrá que ver qué historia desarrolla Homeland a partir de aquí.
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