Arrow es probablemente una de las peores series que he visto nunca. Mis problemas con ella comienzan desde su propio título, el haber elegido "Arrow" en lugar de "Green Arrow", como el personaje original de DC Comics en el que se basa esta ficción. Flecha Verde, como la mayoría de los héroes de DC tiene al menos dos orígenes. En el primero, de 1941, un millonario se dedica a combatir el crimen con flechas especiales: aquel personaje era una copia de Batman que incluso tenía su propio Robin, llamado Speedy. El segundo origen es mucho más interesante. En 1969, Neal Adams y Dennis O´Neil deciden modificar al héroe, cambiando su aspecto, quitándole su fortuna y convirtiéndole en un defensor de los desfavorecidos. Eran aquellas historias de corte realista, con conciencia social, que sin embargo no tenían problemas en que el personaje vistiera un disfraz inspirado en Robin Hood y la palabra "verde" en su nombre de guerra. En 2012, sin embargo, los creadores de esta serie decidieron prescindir del color verde en su título, cambiaron el gorro tocado con una pluma por una capucha -algo que ya había ocurrido en los cómics- y se apuntaron a la línea de Christopher Nolan en su trilogía sobre Batman: un superhéroe atormentado, de voz ronca, sin una pizca de humor, empeñado en salvar una ciudad corrupta. El problema es que los autores aquí no tienen el talento -ni el tiempo, ni el presupuesto- de Nolan, por lo que todo ese empeño por ser serios y oscuros resultaba ridículo.
Tres -insufribles- temporadas más tarde, Oliver Queen (Stephen Amell) decide rebautizarse como "Green Arrow" -antes, también fue "The Hood"-. ¿Qué ha pasado? Yo creo que el cambio se debe al éxito de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) que demostraba que los héroes también pueden ser divertidos, graciosos, ligeros y aventureros. Y nos los creemos igual. Pero más importante aún, los mismos creadores de Arrow desarrollaron un spin-of, The Flash (2014), que es todo lo contrario a su serie madre. The Flash es divertida, inocente, entrañable, emotiva y luminosa. Para colmo, otro producto Marvel, Daredevil (2015) ha demostrado cómo debe hacerse una serie de superhéroes realista y oscura. Algo deben haber aprendido los productores de Arrow de todo esto. Porque el primer capítulo de la cuarta temporada sigue sin ser una maravilla, pero no es vergonzoso y se apunta algunos tantos a su favor. El primero, una nota de humor: Oliver Queen, retirado de su lucha contra el crimen, se ha convertido en el ama de casa ideal: los suflés le quedan de muerte. Luego, los secundarios de la serie van todos disfrazados: Red Arrow/Speedy (Willa Holland), Canario Negro (Katie Cassidy) y el nuevo John Diggle (David Ramsey) con un traje ridículo. Pero eso es lo que queremos, trajes absurdos, pelucas rubias locas y gente pegándose: las escenas de acción siempre han sido lo mejorcito de la serie. Felicity (Emily Bett Rickards) sigue siendo mi personaje favorito y me parece genial que esté aburrida de Oliver y quiera volver a la acción. Hay además un guiño a Linterna Verde -la chaqueta de aviador que pone "Jordan" en el bar de Coast City- y un cameo de Flash/Barry Allen (Grant Gustin). El nuevo villano, Damien Dark (Neal McDonough) -irreconocible tras ser Dum Dum Dugan en Marvel- tiene buena pinta y está bien que tenga superpoderes mágicos. Y hay en el episodio otro de esos giros absurdos, una sorpresa sobre un personaje, que no me gusta demasiado pero al menos da juego. Por último, un flashforward nos anuncia la muerte de un personaje desconocido: esto en una serie como Arrow es todo un derroche de creatividad. Eso sí, la subtrama de los flashbacks sigue sin aportar absolutamente nada.
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