MOMMY (21 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-
¿Es Hotel la mejor temporada de American Horror Story? Con solo tres capítulos emitidos, obviamente, es muy pronto para afirmarlo. Pero tras haber visto los primeros 166 minutos, esta entrega de AHS tiene el potencial de serlo. La serie ha conseguido un alto grado de sofisticación que le da alas para mezclar historias alegremente de todo tipo de subgéneros de terror. Y lo hace con un humor autoconsciente que le permite ir del gore extremo a la parodia sin cambiar el tono. Todo esto se apoya en buenas interpretaciones, empezando por Sarah Paulson, que consigue ser decadente, seductora, aterradora y frágil en el mismo plano. Ella es la que realmente ha sustituido el peso dramático de la ausente Jessica Lange.
La primera temporada de AHS, Murder House, propuso tímidamente una fórmula que se perfeccionó con Asylum. Un lugar siniestro es el escenario que propicia todo tipo de historias de terror. A continuación, Covent y Freak Show variaron un poco este esquema: en ellas, el escenario físico tenía menos presencia. Pero ahora, el Hotel Cortez se convierte en un personaje más, como la casa maldita de Murder House. En ambos casos, los vivos -y ahora los vampiros- se mezclan con los muertos. Así lo demuestra la primera escena de este tercer episodio. En ella, Tristan (Finn Wittrock) -vampiro psicópata- "juega" con el fantasma del hotel, James March (Evan Peters), antiguo asesino en serie. El tono es de un humor macabro. Cuando el nuevo dueño del hotel, Will Drake (Cheyenne Jackson) amenaza con remodelar el inmueble, se forja una alianza entre Tristan y los espectros. Una idea que recuerda a Beetlejuice (Tim Burton, 1988). Solo que aquí hay tensión homoerótica y mucho gore.
A continuación, lo dicho, tenemos un festival de historias muy diferentes. Por ejemplo, el drogadicto Gabriel -Max Greenfield en un papel opuesto al de New Girl- emerge de su encierro en un colchón para matar a Claudia, interpretada por Naomi Campbell que se pasea por la serie haciendo chistes sobre modelos, Vogue y Zara. La escena de la muerte es puro slasher, el acuchillamiento es brutal, pero el asesino es en realidad una víctima: solo intentaba escapar. En otra escena, el detective John Lowe (Wes Bentley) y su compañero, se pasean por la escena de un crimen como si estuvieran en una galería de arte. La parodia de Seven (David Fincher, 1995) es clara. El misterioso asesino en serie se inspira en los diez mandamientos bíblicos, pero, además, se dedica a matar a personas relacionadas con Hollywood, en lo que podría llegar a ser un guiño a El fantasma del paraíso (Brian De Palma, 1974) pasado por el filtro de una película Troma. Habrá que comprobar si van por ahí los tiros.
Lo más divertido del episodio es el breve momento blaxploitation protagonizado por Ramona Royale -un nombre genial- interpretada por una Angela Bassett que recupera el espíritu de Pam Grier -actriz afroamericana de éxitos Foxy Brown (1974) y recuperada por el friki de Tarantino para su Jackie Brown (1997)- en un trailer con estética grindhouse que es otro dardo dirigido hacia Hollywood. Ramona se cruza luego en el camino de la Condesa (Lady Gaga), protagonizan momentos lésbicos más que interesantes -aprende a ser "a lady and a badass"- y viven la irrupción del hip hop, que, de hecho, es la causa de que las dos vampiras se separen y ahora se enfrenten. Esto va a ser interesante. A propósito de esto, destacar otro momentazo del capítulo, en el que la Condesa revela que ha perdido una fortuna amasada durante décadas de inmortalidad porque fue víctima de... Bernard Madoff.
Todo esto es muy divertido, pero hay que decir que American Horror Story tiene, además, cierta ambición. El título de este episodio, Mommy, hace referencia a dos historias paralelas en las que una madre pierde a su hijo. Iris (Kathy Bates) y Alex (Chloë Sevigny) intentan suicidarse cuando se dan cuenta de que sus vástagos ya no volverán. Recorre la serie, además, un argumento sobre la adicción a las drogas, la dependencia emocional, pero también a la sangre -como en The Adicction (Abel Ferrara, 1995)-. Donovan (Matt Bomer) es un exadicto convertido en vampiro, que al ser abandonado por la Condesa se alimenta de la sangre de los yonquis que encuentra en la calle. Su madre, Iris, intenta suicidarse precisamente con las drogas que apartaron a su hijo de ella. Para salvarla, Donovan la convertirá en vampira. Se cierra el círculo. "Justicia poética" dice Sally (Sarah Paulson).
Por último, si antes he dicho que Hotel puede ser la mejor temporada de American Horror Story es por pequeñas historias como la protagonizada por Alex, que demuestra el grado de sofisticación que ha alcanzado la serie. El género fantástico necesita primero una coartada realista para suspender nuestra incredulidad. Para que cuando aparezca en el relato la imagen imposible de un espectro, podamos aceptarla como lectores/espectadores. AHS no cree necesitar ese mecanismo y desde su primer episodio nos metió de lleno en un hotel poblado por seres del más allá. Pero en este tercer capítulo decide volver a lo real, a lo cotidiano, con una secuencia que demuestra el saber hacer narrativo de James Wong -guionista habitual de Expediente X (1993)-. La historia protagonizada por Alex es tierna, delicada y expresa muy bien lo que se siente ante la ausencia de un ser querido: Alex ha perdido a su hijo, Holden (Lennon Henry). Todos podemos identificarnos con ese dolor que nunca se irá. Es entonces cuando irrumpe lo sobrenatural, cuando en una sesión de terapia familiar, Scarlett (Shree Crooks) cuenta que ha encontrado a su hermano Holden, que debería estar muerto. El relato inocente de la niña resulta inquietante y culmina con un giro genial: Scarlett demuestra decir la verdad cuando menciona el olor a lavanda de su hermano, que la madre relacionaba con éste desde que era un bebé. Un detalle tierno, se torna macabro.
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