DISOBEDIENCE -DOS MUJERES


Disobedience -Desobediencia- es la intensa historia de un amor imposible. La película nos habla del conflicto entre lo íntimo y lo social. Dos mujeres se aman pero no pueden compartir su vida por haber nacido en una comunidad religiosa con severos prejuicios retrógrados. Así, Ronit y Esti se comportan de una forma cuando están en presencia del marido de la segunda, de familiares y de amigos; pero al quedarse solas afloran sus verdaderos sentimientos. Esa diferencia entre cómo nos comportamos delante de los demás y lo que realmente somos en nuestro fuero interno, es el gran tema de la película y su principal valor.

Escrita y dirigida por Sebastián Lelio, el chileno nos cuenta de nuevo una historia protagonizada por mujeres: igual que Marina (Daniela Vega) en la excelente Una mujer fantástica (2017) aquí las protagonistas están atrapadas bajo la mirada de una sociedad que no las comprende, que las censura, que las persigue. Si esta historia de amor es imposible en el siglo XXI, es debido a la existencia de una comunidad ortodoxa judía, que defiende una moral superada, insertada en el Londres moderno. Lelio consigue expresar esa sensación de aislamiento, de un mundo que existe dentro de otro, de forma sobresaliente. Me ha parecido estupenda la escena en la que Ronit y Esti escapan del barrio judío, en metro, para llegar al centro de Londres: un trayecto corto que equivale sin embargo a un viaje en el tiempo, a otra época, en la que nadie las mira si se cogen de la mano. Lelio destaca de nuevo en su retrato de lo femenino, con dos actrices entregadas a sus papeles, Rachel Weisz -también productora- y Rachel McAdams están perfectas.

Siendo esta su primera película en inglés, Lelio se apoya sobre todo en las imágenes, en las miradas de sus protagonistas, antes que en sus palabras. Aunque no encontraremos aquí la poesía visual de Una mujer fantástica -ese realismo mágico- sí sobresalen dos secuencias que, sin recurrir al diálogo, expresan de forma contundente cómo se sienten los personajes: cuando Ronit asimila una mala noticia que le cambia la vida; o una escena de alto voltaje, en una habitación de hotel, que deja claro el tiempo que estas dos mujeres han estado reprimiendo lo que son. Afín a películas de temática similar como La vida de Adèle (2013), la superior, Carol (2015), y Call me by your name (2017); Disobedience falla quizás en su clímax: la escena que debe mostrar la decisión del tercero en discordia, de Dovid (Alessandro Nivola), no alcanza la intensidad necesaria para cerrar satisfactoriamente una historia que roza la tragedia y cuya principal reflexión puede ser que las verdaderas cárceles que nos impiden ser libres, vivir plenamente, encontrar el verdadero amor, son mentales.

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