Qué poco le hace falta a David Trueba para hacer una película. En El hombre bueno (2024), una casa espectacular con vistas al mar en Mallorca es el escenario de una historia que se podría representar sobre las tablas de un teatro. La trama nos presenta a una pareja que se desintegra, Vera (Macarena Sanz) y su marido, Juan (Vito Sanz) cuyo objetivo es encontrar la mejor manera de separarse. Para ello recurren a la figura de un antiguo compañero de trabajo de Juan, Alonso (Jorge Sanz), un misterioso hombre maduro con un pasado por descubrir. A ese triángulo de personajes hay que añadir a la hija de la pareja, Manuela (Aia Pérez) y, quizás, a Buster Keaton. La propuesta es voluntariamente minimalista: a través de los diálogos, Trueba explora las relaciones sentimentales en tiempos materialistas; hace un comentario sobre nuestra sociedad actual, sus valores y costumbres; y sobre todo indaga en la naturaleza de los personajes, cuyas historias, virtudes y defectos, llegaremos a conocer durante los escasos 78 minutos de metraje. Abrazando el look del cine digital, el director aprovecha la belleza del paisaje balear para crear el estado de ánimo del tiempo detenido, el del verano o de la Semana Santa durante la cual ocurre la historia. Juan y Vera hacen una pausa en sus vidas y entran en el ritmo vital de Alonso, un tipo que no hace nada pero que piensa mucho, que no ama para que los demás puedan amar. Estos personajes no hablan como la gente, sino que expresan sus sentimientos, dudas y rencores de forma certera y algo elevada, Trueba siempre ha tenido facilidad para la frase ingeniosa, profunda, memorable y citable. Sin forzar el drama y sin estridencias, con una puesta en escena sencilla, lo mejor que se puede decir de El hombre bueno es su voluntad de emocionar al espectador desde la humanidad de sus personajes, y su apuesta por lo romántico, sin cursilerías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario