Hay una escena en La infiltrada (2024) en la que dos etarras -interpretados por Iñigo Gastesi y Diego Anido- se parten de risa viendo en la tele el gran clásico del cine español La vaquilla (1985) del enorme Luis García Berlanga, película que, como sabéis, más o menos viene a decir que los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil eran igual de ridículos. Que no hay dos Españas sino una y más bien dada al esperpento. La película de Arantxa Echevarría, escrita junto a Amèlia Mora, sostiene una tesis muy parecida: los dos bandos en liza en el País Vasco, el terrorista y el de las fuerzas del Estado, a pesar de estar enfrentados a muerte, están formados por hombres muy parecidos y, sobre todo, machistas. La idea de que son más cosas las que nos unen que las que nos separan se presenta ya desde la primera escena, en la que dos terroristas disfrutan de la compañía, y de la buena comida, de un matrimonio de ancianos en París, hasta que descubren que estos tienen un hijo de la Guardia Civil, hecho delatado por una foto en un marco exhibida con orgullo en el salón. Arantxa Berradre es la protagonista de esta historia inspirada en el caso real de la primera mujer infiltrada en ETA, interpretada por una sólida Carolina Yuste, actriz fetiche de Echevarría, a la que no me importaría ver como protagonista en muchas más películas. La infiltrada es un drama psicológico sobre una mujer que se enfrenta al complicado reto de fingir otra vida durante casi una década, arriesgando su pellejo, inmersa en una cultura de odio hacia lo que ella misma representa y, encima, lidiando con el machismo de una sociedad que no considera a una mujer lo suficientemente apta para semejante misión. (De una forma muy sutil, se nos sugiere que Arantxa acepta infiltrarse para escapar de un novio posesivo). Amplifica esta idea un personaje secundario, una mujer policía interpretada por Nausicaa Bonnín, que sirve para complementar el discurso. Arantxa Echevarría demuestra ser una directora todoterreno capaz de afrontar el drama social, la comedia y, ahora, también el thriller:son varias las escenas de máxima tensión que la directora de Carmen y Lola (2018) resuelve con solvencia e incluso brillantez. Por otro lado, nada mejor para humanizar el relato que un actor como Luis Tosar, que imprime realismo pero también matices a un personaje muy presente durante toda la película, y que viene a ser otro hombre que intenta controlar a la protagonista. El reparto se completa con actores como Víctor Clavijo, otro que imprime humanidad -pero que también resulta paternalista-, y un terrorífico Diego Anido, como el terrorista psicópata -o el marido maltratador- que todos imaginamos en nuestras peores pesadillas. Y reconociendo la existencia de personajes así, esta cinta de Echevarría hace relucir una de sus principales características como autora, su mirada humanista, que matiza y equilibra una historia de tragedias, injusticias y rencores que podría haber caído fácilmente en el maniqueísmo.
LA INFILTRADA -TERRORISMO, ESTADO Y MACHISMO
Hay una escena en La infiltrada (2024) en la que dos etarras -interpretados por Iñigo Gastesi y Diego Anido- se parten de risa viendo en la tele el gran clásico del cine español La vaquilla (1985) del enorme Luis García Berlanga, película que, como sabéis, más o menos viene a decir que los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil eran igual de ridículos. Que no hay dos Españas sino una y más bien dada al esperpento. La película de Arantxa Echevarría, escrita junto a Amèlia Mora, sostiene una tesis muy parecida: los dos bandos en liza en el País Vasco, el terrorista y el de las fuerzas del Estado, a pesar de estar enfrentados a muerte, están formados por hombres muy parecidos y, sobre todo, machistas. La idea de que son más cosas las que nos unen que las que nos separan se presenta ya desde la primera escena, en la que dos terroristas disfrutan de la compañía, y de la buena comida, de un matrimonio de ancianos en París, hasta que descubren que estos tienen un hijo de la Guardia Civil, hecho delatado por una foto en un marco exhibida con orgullo en el salón. Arantxa Berradre es la protagonista de esta historia inspirada en el caso real de la primera mujer infiltrada en ETA, interpretada por una sólida Carolina Yuste, actriz fetiche de Echevarría, a la que no me importaría ver como protagonista en muchas más películas. La infiltrada es un drama psicológico sobre una mujer que se enfrenta al complicado reto de fingir otra vida durante casi una década, arriesgando su pellejo, inmersa en una cultura de odio hacia lo que ella misma representa y, encima, lidiando con el machismo de una sociedad que no considera a una mujer lo suficientemente apta para semejante misión. (De una forma muy sutil, se nos sugiere que Arantxa acepta infiltrarse para escapar de un novio posesivo). Amplifica esta idea un personaje secundario, una mujer policía interpretada por Nausicaa Bonnín, que sirve para complementar el discurso. Arantxa Echevarría demuestra ser una directora todoterreno capaz de afrontar el drama social, la comedia y, ahora, también el thriller:son varias las escenas de máxima tensión que la directora de Carmen y Lola (2018) resuelve con solvencia e incluso brillantez. Por otro lado, nada mejor para humanizar el relato que un actor como Luis Tosar, que imprime realismo pero también matices a un personaje muy presente durante toda la película, y que viene a ser otro hombre que intenta controlar a la protagonista. El reparto se completa con actores como Víctor Clavijo, otro que imprime humanidad -pero que también resulta paternalista-, y un terrorífico Diego Anido, como el terrorista psicópata -o el marido maltratador- que todos imaginamos en nuestras peores pesadillas. Y reconociendo la existencia de personajes así, esta cinta de Echevarría hace relucir una de sus principales características como autora, su mirada humanista, que matiza y equilibra una historia de tragedias, injusticias y rencores que podría haber caído fácilmente en el maniqueísmo.
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