MALIGNO -LOS HORRORES DEL CASTILLO


Decía el maestro del terror Mario Bava -podéis leer una guía introductoria a su cine en Indienauta- que su película ideal sería la de un hombre solo en casa, enfrentándose a sus propios miedos, porque el monstruo en toda película de terror es precisamente ese: nosotros mismos (cito del estupendo libro sobre Bava de Carlos Aguilar). El director 
James Wan, fanático del cine de terror italiano que cultivaron Bava y Darío Argento, lleva esa idea al extremo en Maligno, magnífica película que coloco desde ya entre lo mejor del año. Wan, justificadamente considerado uno de los mejores directores de terror actuales gracias a tres grandes sagas, como son Saw, Insidious y Expediente Warren, ha tomado algunos desvíos en su carrera para 
oxigenarse, realizando un film de acción, Furious 7 (2015), y uno de superhéroes, Aquaman (2018). Curiosamente, Maligno parece un cruce entre Saw y Expediente Warren, entre el terror urbano de los asesinos en serie y la casa encantada sobrenatural, enriquecido, además, por secuencias de acción e incluso, por guiños a los seres superpoderosos. Y si al principio podemos dudar de que semejante mezcla de ingredientes funcione, la película contiene una vuelta de tuerca sorprendente que hace que todo encaje, y que la convierte en un film único, arriesgado, estimulante y sumamente divertido. El argumento plantea como protagonista a una mujer maltratada, Madison (Annabelle Wallis), atormentada por las visiones de sangrientos asesinatos que resultan ser reales. No conviene revelar más detalles de la historia, que contiene sustos, crimenes sangrientos, momentos de tensión, persecuciones trepidantes, las ya mencionadas escenas de acción y la también mencionada revelación, que además es terrorífica. Todo con la magistral puesta en escena de Wan, un estupendo diseño de producción y la música del habitual Joseph Bishara, que se atreve a versionar en clave terrorífica el Where Is My Mind de Pixies -título que viene al pelo al argumento de la película-. James Wan parte del giallo italiano, con un asesino vestido de negro cuya identidad es el motor argumental, pero también recurre a sustos propios de una película de casas encantadas -subgénero que domina como nadie- con componente góticos -ese sótano abandonado y polvoriento en el que guardan carruajes del siglo XIX, ese tétrico centro de reclusión que parece un viejo castillo- y me atrevo a decir que Maligno recuerda a un viejo film de Bava, Orgía de sangre (1972) o, según su título original, Gli orrori del castello di Norimberga. En ambos films, el asesino quiere vengar hechos traumáticos del pasado que han permanecido ocultos. Maligno es un film que requiere una mirada desprejuiciada y que personalmente colocaría junto a una de las cintas menos valoradas de su director, pero que me atrevería a situar entre mis preferidas: Silencio desde el mal (2007), con la que formaría una sesión doble impagable.

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