ELVIS -SACÚDETE EN TU CRIPTA


El estilo barroco y la estética hortera de 'brilli brilli' de Baz Lurhmann -Moulin Rouge! (2001)- han resultado ser perfectos para llevar a la pantalla la vida de Elvis Presley. Pero creo necesario aclarar que no estamos ante un relato biográfico al uso -aunque la vida de Elvis aparezca efectivamente retratada a grandes rasgos- sino ante un vibrante musical que se vale de todos los recursos posibles, empezando por la ficción, pero también haciendo uso del documental -con una importante presencia de imágenes de archivo- y hasta de la animación, para conseguir un apabullante despliegue visual. Lurhmann lanza su cámara al aire, la hace volar sobre personajes y escenarios, y utiliza también de forma extraordinaria el montaje -visual y sonoro- para que el relato nos atrape, apoyándose, lógicamente, en las canciones de Elvis, que versiona y actualiza de múltiples formas hasta convertirlas en el verdadero hilo conductor dramático. Elvis es el mejor concierto de tu vida. Y el objetivo de Lurhmann es que nos sintamos transportados por la experiencia: las imágenes inciden una y otra vez en las reacciones del público para dejarnos claro que nunca habían visto nada como el Rey del rock & roll. John Lennon dijo que "antes de Elvis no había nada", pero Lurhmann se toma su tiempo para mostrarnos -porque lo hace con imágenes y música- qué elementos de la cultura (afro)americana se mezclaron en él para convertirle en algo -efectivamente- nuevo y único. Y si en el centro del relato está la figura legendaria y sus movimientos de cadera, alrededor está la historia -contemporánea- de los Estados Unidos: las tensiones raciales, el conservadurismo, la caza de brujas, Vietnam y esos asesinatos políticos que hacen de Elvis la versión musical del JFK (1991) de Oliver Stone. En el fondo, Lurhmann plantea la eterna lucha entre arte y comercio, entre lo establecido y la contracultura, mostrándonos cómo el capitalismo asimila cualquier elemento transgresor hasta convertirlo en merchandising. Elvis es una película sobre la gran estrella, pero contada desde el punto de vista de un hombre maquiavélico, el coronel Tom Parker, un tipo desagradable y mediocre, interpretado por un grandísimo Tom Hanks, que se divierte de lo lindo manipulando y aprovechándose de un talento sobrenatural. Como Salieri y Mozart en Amadeus (1984). Este demonio conseguirá tentar y seducir al elegido, lo convertirá en profeta y luego lo dejará sacrificarse por los pecadores sobre un escenario, ya sabéis, en Las Vegas. Elvis es una película de pelucas y maquillajes aparatosos, sí, pero porque en ningún momento busca el realismo, sino el mito: Tom Parker es un malo malísimo y Elvis (Austin Butler) es pura inocencia, un héroe de melodrama que representa la pureza perdida del arte explotado, degradado y desvirtuado en manos del instinto comercial de los fabricantes de productos que quieren llegar a todo el mundo y que para ello necesitan evitar, a toda costa, ofender a nadie. Elvis, por todo esto, entusiasma, emociona y deslumbra: para mí una de las mejores experiencias en una sala de cine, en lo que va de año.

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