BABYGIRL -INSATISFACCIÓN FATAL


Hay una razón por la que no hablamos de sexo abiertamente, lo practicamos con la puerta cerrada, cubrimos concienzudamente nuestros genitales: porque no podemos controlarlo. El deseo sexual puede llegar a esclavizarnos, puede poner en riesgo nuestra salud mental, puede llevarnos a cambiar de arriba a abajo nuestras vidas. Y aunque hacemos todo lo posible por disimular, el sexo es un reclamo irresistible. Lo saben bien los productores de Hollywood, que en los años 80 y 90 nos llevaron a las salas masivamente con thrillers eróticos tan divertidos como enloquecidos: Atracción fatal (1987), Instinto básico (1992), Una propuesta indecente (1993), Acoso (1994) y no sé cuántas más. Todas ellas eran divertidas fábulas con mucha moralina, el protagonista -casi siempre masculino- se dejaba llevar por sus impulsos para luego pagar un precio muy alto, arrepentirse y finalmente volver a la normalidad y restablecer la unidad familiar. Todo para, en realidad, vendernos escenas subidas de tono que nunca eran tan transgresoras como prometía el trailer. De alguna manera, Babygirl (2025) recoge el testigo de aquellas películas pero somete el subgénero a una revisión desde una sensibilidad más actual y, sobre todo, feminista. La directora Halina Reijn nos propone a una mujer madura como protagonista, Romy, a la que da vida una valiente Nicole Kidman. La presentación del personaje no deja lugar a dudas: Romy es una mujer sexualmente insatisfecha, a la que su marido, Jacob -nada menos que Antonio Banderas- no comprende. Todo cambia cuando aparece un misterioso y joven becario, Samuel (Harris Dickinson), que entabla una sorprendente relación de dominación sobre Romy. Babygirl se desarrolla a través de los encuentros entre Romy y Samuel, que van subiendo cada vez en intensidad sexual y en riesgo emocional, a lo que hay que sumar lo que se juega ella al ser una mujer casada, con hijos, y una ejecutiva de éxito con mucho que perder. El guión de Reijn es juguetón y gira alrededor de dos incógnitas: ¿Quién es Samuel y qué busca realmente? y ¿Qué motiva a Romy a arriesgarlo todo? Estas preguntas no tienen respuestas fáciles y se irán despejando según se desarrolla la trama gracias a escenas cuyo principal ingrediente es la tensión. La relación de Babygirl con aquellas películas de finales de los 80 y 90 queda patente gracias a un par de canciones de la época, de George Michael o INXS, que marcan dos momentos claves de la trama, por no hablar de la voluntad de crear imágenes icónicas -el ya famoso vaso de leche- que intentan seguir la estela, salvando las distancias, de momentos como el cruce de piernas de Sharon Stone. La moraleja, sin embargo, es sustituida aquí por un mensaje casi didáctico que nos hace cómplices de la protagonista: ellas se sentirán identificadas y ellos, mejor, que tomen nota.

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