Dijo Francis Ford Coppola que su Apocalypse Now (1979) no era una película sobre Vietnam: era Vietnam. Salvando las distancias, Warfare: Tiempo de guerra (2025) de Alex Garland, también intenta tranmistir al espectador la experiencia bélica, pero no puede ser más distinta a la obra maestra de Coppola. Mantienendo la trama al mínimo -es curioso que Garland se hiciera conocido primero como guionista- Warfare nos avisa desde el primer momento que lo que vamos a ver está basado en los recuerdos de un grupo de soldados. A continuación, lo que se cuenta es cómo una unidad de combate en Irak, en 2006, se enfrenta a una misión que sale mal. Garland colabora y acredita como codirector a Ray Mendoza, un veterano marine que se encarga de mantener muy pegado a la realidad todo lo que vemos en la pantalla. Lo que se busca es el máximo verismo y mostrarnos cómo los jóvenes soldados -interpretados por Will Poulter, Kit Connor, Cosmo Jarvis, Joseph Quinn, Michael Gandolfini, Charles Melton, etc.- eligen una casa irakí como base de operaciones, la ocupan y luego se ven sitiados. Con buen pulso, Garland nos lleva desde los momentos de tensa espera a la acción frenética del tiroteo y luego al caos de las bombas y los heridos que deben ser rescatados. La idea es hacernos sentir en primera persona el fragor de la batalla y el horror del conflicto, por lo que el mensaje es claramente antibelicista. Garland evita cualquier desarrollo dramático, no conocemos a los personajes ni hay ninguna información emotiva que nos haga identificarnos con ellos: ni parejas, ni familias, ni siquiera filiaciones ideológicas o patrióticas. Garland evita mostrarnos a los superiores, y el enemigo apenas aparece en pantalla como figuras lejanas y sin personalidad. Lo que vemos son chavales asustados intentado ser profesionales en una situación sin contexto. En su anterior película, Civil War (2024), ya nos dijo Garland que no quería tomar partido, aunque sí lo hiciera al eleigir el punto de vista de unos periodistas de guerra. No sabíamos en ningún momento de qué bando eran los militares que aparecían en pantalla, pero sí se hacía una reflexión sobre el papel de la prensa que, en definitiva, se puede aplicar a toda la sociedad. En Warfare, Garland también se mantiene objetivo gracias al rigor que imprime en el relato, que describe hechos concretos y poco más. Pero la elección como argumento de una misión fallida dice mucho sobre sus intenciones -aunque el homenaje al sacrificio de los soldados sea inevitable- y quizás la imagen que resume la película, y cualquier guerra, es la de la familia irakí que se pasea desorientada por la que fue su casa, completamente en ruinas, cuando las dos facciones han abandonado el campo de batalla.
WARFARE: TIEMPO DE GUERRA -LA EXPERIENCIA DE UNA BATALLA
Dijo Francis Ford Coppola que su Apocalypse Now (1979) no era una película sobre Vietnam: era Vietnam. Salvando las distancias, Warfare: Tiempo de guerra (2025) de Alex Garland, también intenta tranmistir al espectador la experiencia bélica, pero no puede ser más distinta a la obra maestra de Coppola. Mantienendo la trama al mínimo -es curioso que Garland se hiciera conocido primero como guionista- Warfare nos avisa desde el primer momento que lo que vamos a ver está basado en los recuerdos de un grupo de soldados. A continuación, lo que se cuenta es cómo una unidad de combate en Irak, en 2006, se enfrenta a una misión que sale mal. Garland colabora y acredita como codirector a Ray Mendoza, un veterano marine que se encarga de mantener muy pegado a la realidad todo lo que vemos en la pantalla. Lo que se busca es el máximo verismo y mostrarnos cómo los jóvenes soldados -interpretados por Will Poulter, Kit Connor, Cosmo Jarvis, Joseph Quinn, Michael Gandolfini, Charles Melton, etc.- eligen una casa irakí como base de operaciones, la ocupan y luego se ven sitiados. Con buen pulso, Garland nos lleva desde los momentos de tensa espera a la acción frenética del tiroteo y luego al caos de las bombas y los heridos que deben ser rescatados. La idea es hacernos sentir en primera persona el fragor de la batalla y el horror del conflicto, por lo que el mensaje es claramente antibelicista. Garland evita cualquier desarrollo dramático, no conocemos a los personajes ni hay ninguna información emotiva que nos haga identificarnos con ellos: ni parejas, ni familias, ni siquiera filiaciones ideológicas o patrióticas. Garland evita mostrarnos a los superiores, y el enemigo apenas aparece en pantalla como figuras lejanas y sin personalidad. Lo que vemos son chavales asustados intentado ser profesionales en una situación sin contexto. En su anterior película, Civil War (2024), ya nos dijo Garland que no quería tomar partido, aunque sí lo hiciera al eleigir el punto de vista de unos periodistas de guerra. No sabíamos en ningún momento de qué bando eran los militares que aparecían en pantalla, pero sí se hacía una reflexión sobre el papel de la prensa que, en definitiva, se puede aplicar a toda la sociedad. En Warfare, Garland también se mantiene objetivo gracias al rigor que imprime en el relato, que describe hechos concretos y poco más. Pero la elección como argumento de una misión fallida dice mucho sobre sus intenciones -aunque el homenaje al sacrificio de los soldados sea inevitable- y quizás la imagen que resume la película, y cualquier guerra, es la de la familia irakí que se pasea desorientada por la que fue su casa, completamente en ruinas, cuando las dos facciones han abandonado el campo de batalla.
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