LOS HERMANOS SISTERS -DOS CABALGAN JUNTOS


El director francés Jacques Audiard -Un profeta (2009)- aborda siempre los géneros cinematográficos desde la mirada del cine de autor, mezcla a la que suele añadir, como texto de fondo, una postura política, una denuncia social -Deephan (2015)-. Su forma de dirigir es realista, su cámara suele enfrentarse al espectador, sus historias incluyen escenas muy duras, pero también poesía. El cine de Audiard es potente y su nueva película, Los hermanos Sisters, por tanto, era muy esperada. No ha decepcionado: ha ganado cuatro premios César y el León de Plata al mejor director en el festival de Venecia. Primera sorpresa: se trata de un western, género, por definición, estadounidense -a pesar del prolífico y valioso eurowestern-. Más sorprendente todavía, esta nueva película tiene mucho humor, cuyo origen hay que rastrear en la figura del actor John C. Reilly, al parecer uno de los motores del proyecto, empeñado en encarnar el personaje de Eli Sisters, de la novela original de Patrick deWitt. Reilly, maravilloso intérprete, encarna a su personaje más habitual, un tipo entrañable, tierno, pero con sus sombras de inmadurez, y conflictivo, aquí, nada menos que un expeditivo pistolero. Su hermano, Charlie Sisters, es un Joaquin Phoenix que también mantiene su registro más conocido, interpretando a otro ser atormentado, torturado, cercano a la psicopatía. Con estos dos personajes juega Audiard y el guionista Thomas Bidegain, que se centran antes en sus protagonistas y en la relación entre ellos, que en la peripecia, con la firme convicción de convertirles en personas de carne y hueso, trascendiendo los arquetipos del cine del Oeste. Charlie y Eli serían los villanos de un western clásico, o los pícaros antihéroes de un espaghetti western. Imposible no quererlos, gracias a la mirada de Audiard, que dedica el film a su hermano fallecido. Pero ojo, porque la historia propone a otros dos personajes, John Morris -encantador Jake Gyllenhaal- y un buscador de oro, Hermann Kermit Warm -estupendo Riz Ahmed- que dan buena réplica a los protagonistas. No estamos ante un western al uso, pero ahí están los temas recurrentes del género: la violencia -siempre presente en la obra de este autor- de una tierra sin Ley; el tono crepuscular de un mundo que se acaba: la película realiza un viaje progresivo hacia el oeste geográfico -esa hermosa imagen del océano, pura poesía- y hacia la civilización, de modales refinados y lujos capitalistas. En este contexto, los hermanos Sisters, más que malvados, son sanguinarios por primitivos, por salvajes. No encajan en el nuevo mundo, pero Audiard se permite sorprendernos reemplazando el motor argumental de la pura avaricia, nada menos que por una utopía -ahí está el subtexto político- y con un final inesperado en el que los hermanos hacen un trayecto inverso al de la propia película. Mencionemos que en el preestreno organizado por la productora Apache Films y la distribuidora Avalon, Audiard y Bidegain presentaron la película al público y tuvieron la oportunidad de contar algún secreto, como que la breve aparición de la actriz Carol Kane es un entrañable guiño a Lillian Gish y a La noche del cazador (1955).

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