BARRY -TEMPORADA FINAL -FICCIONES


Supone Barry -disponible en HBO Max- el descubrimiento de un artista interesante en Bill Hader, un carismático cómico y actor salido de las filas del mítico Saturday Night Live. En la serie creada junto a Alec Berg, Hader se ha destapado como guionista y director con una sensibilidad visual peculiar: en esta última entrega se pone tras la cámara en todos los episodios. En sus cuatro temporadas, Barry se ha caracterizado por cruzar dos géneros, el thriller criminal -el protagonista, Barry (Bill Hader) es un asesino a sueldo- convertido en comedia existencial, un poco a la manera de los hermanos Coen -ahí están Noho Hank (Anthony Carrigan) y Monroe Fuches (Stephen Root)-; y la parodia del mundo del espectáculo, comenzando desde 'abajo', con la afortunada descripción de los ambientes de los aspirantes a actores, de sus sueños de fama y de los talleres de interpretación a los que asisten -fantástico el personaje de Gene Cousineau (Henry Winkler)- cómo presunta fórmula para llegar al éxito, y hasta llegar a los despachos de Netflix, en la subtrama protagonizada por el personaje de Sally (Sarah Goldberg) con un claro arco de auge y caída. Con estas tramas y unos personajes excéntricos y divertidos, la serie nos ha regalado varios momentos de humor negrísimo, esquinado, a veces dfícil de pillar, y un argumento repleto de sorpresas que engancha. 

En esta cuarta temporada, Hader se atreve a cambiar completamente el escenario de la acción en varias ocasiones, manteniendo fresca la propuesta y pillando desprevenido al espectador. En el fondo, la mirada inteligente de Hader y Berg ha ido llevando la serie de lo convencional a la autoconciencia y la metaficción. Sin romper del todo la cuarta pared, Barry plantea una interesante reflexión sobre los mecanismos de la ficción, sobre la oposición entre lo real y lo simulado. Todos los personajes viven una vida real, y otra, de fantasía, en sus cabezas. El planteamiento original es que un asesino a sueldo se infiltra en un taller de interpretación y acaba disfrutando mucho más con la ficción, que con su vida real. Curiosamente, Barry brilla como actor cuando consigue expresar sobre el escenario las situaciones de vida o muerte -como criminal o como soldado en la guerra- que ha experimentado en la vida real. Pero estos no son los únicos 'papeles' en los que veremos a Barry, que asumirá también el rol de sicario de la mafia o de novio para Sally. En este última temporada -ojo spoiler- lejos de alejarse de ese primer planteamiento, el personaje de Barry asume otras vidas, como la de presidiario arrepentido o la de padre, como fugitivo con un nombre y una identidad nuevos, abrazando incluso la fe. Pero bajo todas esas personalidades que asume Barry se esconde siempre su lado violento. Son caminos emprendidos en busca de la redención hasta que los obstáculos lo obligan a volver a matar.

Esta idea de que la realidad y la personalidad propias no son más que construcciones, se refuerza con los otros personajes de la historia que, como Barry, se han ido transformando para enfrentar sus propios conflictos. Veamos. Sally se define primero como una aspirante a actriz -algo inocente, pero egoísta y ambiciosa- que encuentra que puede triunfar si vende su propio 'personaje' de mujer maltratada. Pero es que luego se convertirá en guionista de éxito, en víctima de la cultura de la cancelación, en novia engañada, y por último, en madre y camarera -como fugitiva de la ley- que incluso cambia su aspecto físico con una peluca. Paralelamente, Gene Cousineu, el profesor de interpretación, es presentado como un charlatán que sobrevive gracias a su personaje de 'vieja gloria' del cine y del teatro, que utiliza para convencer a jóvenes ilusos de que se apunten a su taller. La incapacidad de Cousineau para la 'vida real' queda demostrada en dos momentos de esta temporada: cuando le cuenta su experiencia con Barry -y la muerte de su pareja- a un periodista haciendo una representación teatral, y cuando intenta hacerse un sandwich pero, sorprendentemente, no sabe siquiera abrir el paquete de pan de molde. Eso por no hablar del personaje más caricaturesco de la serie, NoHo Hank, que va adoptando varios roles en cada temporada: violento mafioso, amante homosexual que persigue la paz, emprendedor visionario y, de nuevo, un desalmado criminal. Pero quizás la transformación más divertida de la serie es la de Monroe Fuches, que acaba creyéndose su personaje del 'Cuervo' y tras pasar por prisión se convierte en el líder de una peligrosa banda criminal, transformando también su aspecto físico. En el último episodio, Fuches verbaliza esta transformación asegurando que antes toda su vida era una pose, pero que, tras vivir el infierno carcelario, se ha encontrado a sí mismo, ha descubierto a su verdadero yo. Y le exige a NoHo que haga lo mismo, que reconozca sus errores, que deje de fingir. Un diálogo que resume el subtexto de toda la serie justo antes de un explosivo clímax que cambia lo dramático por lo ridículo. En el desenlace de la serie, ciertas decisiones creativas refuerzan esta idea de que Barry habla sobre la relación entre la realidad y la ficción: sobre el plano que marca el destino del protagonista, escuchamos aplausos -en off- como diciéndonos que todo, en el fondo, es representación. En el epílogo se nos muestra una película -su título es, significativamente, El coleccionista de máscarasque narra los hechos que hemos visto en la sefie: ficción dentro de una ficción, pero, además, tergiversando todo lo que hemos visto de una forma muy divertida. Y el resultado de esa 'mentira' es, para su único espectador -cuya identidad no revelaré- reconfortante. Creamos personajes para no enfrentarnos a nosotros mismos y consumimos ficción para lidiar con la realidad. ¿Quién lo puede negar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario