TRANSFORMERS: EL DESPERTAR DE LAS BESTIAS -ESTOS SON MIS TRANSFORMERS


Creo que nadie esperaba nada más de Transformers, y precisamente por eso El despertar de las bestias es una muy agradable sorpresa. Una entretenida película de ciencia ficción, en la que los protagonistas vuelven a ser los robots transformables con los que muchos niños jugamos en los años 80 y 90. Precisamente, tras el acostumbrado prólogo que sitúa la historia y presenta un nuevo McGuffin, nos trasladamos a la década de los 90 para conocer a nuevos protagonistas humanos, Noah Diaz (Anthony Ramos) y Elena (Dominique Fishback), que descubrirán la existencia de los Transformers y se verán implicados en su guerra cósmica. El principal aliciente de la película es la aparición de nuevas facciones de robots: los Maximals, liderados por un simio metálico, Optimus Primal (Ron Perlman) y los malvados Terrorcons, con Scourge (Peter Dinklage) al frente. Con estos elementos, la película reitera en los elementos básicos de la saga: un enfrentamiento entre el bien y el mal, batallas espectaculares entre los enormes robots en un despliegue de efectos digitales y una buena dosis de humor en una cinta repleta de acción y aventura para todos los públicos. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no. Dirigida por Steven Caple Jr. -Creed II (2018)-, las principales virtudes de la película son su frescura, sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante la séptima entrega de la franquicia; el esfuerzo argumental para desarrollar a los personajes humanos, especialmente al protagonista; su falta de pretensiones, dejando atrás la fatigosa épica de las 5 películas de Michael Bay; y que siga la línea de la estupenda Bumblebee (2018) -mi preferida-, de la que esta sería una secuela, recuperando los diseños y el espíritu de la serie de dibujos animados original -Transformers: Generación 1 (1984)-, alejándose del supuesto realismo de las ya mencionadas películas de Bay. 
Transformers: El despertar de las bestias es diversión desenfadada que consigue escapar del peso mastodóntico de las entregas anteriores con simpáticos guiños cinéfilos -a King Kong (1933), a El halcón Maltés (1941) o a las aventuras de Indiana Jones- y también nostálgicos, a la década de los 90 -la tele por cable, los videojuegos, el hip hop en la banda sonora, el chiste a costa de Mark Wahlberg-. El espectador infantil y juvenil se lo pasará pipa, pero creo que muchos de los que fueron niños en los 80 no podrán más que emocionarse con la promesa de la escena postcréditos.

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