Daniel Guzmán escribe, dirige y protagoniza La deuda (2025) un drama de tintes sociales que se puede ver como una radiografía del desolado panorama actual y de los problemas a los que nos enfrentamos como país. Uno de ellos es el desempleo, situación en la que se encuentra Lucas -el propio Guzmán- que convive y cuida de Antonia -entrañable Charo García, en su primer papel en el cine- una mujer mayor y dependiente. El tercer problema que se aborda es, quizás, el que lo engloba todo: la vivienda. Lucas y Antonia se enfrentan a un desahucio inminente y el primero hará todo lo posible por encontrar dinero lo más rápido que pueda para no quedarse sin techo. Y eso significa, claro, problemas. Guzmán, en su tercera obra como director, se muestra ambicioso, ya que utiliza este planteamiento de realismo social para plantear un drama sobre los errores que cometen los desesperados y sobre la culpa, que muchas veces conlleva un castigo que puede ser necesario, pero no necesariamente justo. Guzmán introduce entonces otros temas, como la culpa -en el personaje de Itziar Ituño- y la solidaridad, encarnada en la enfermera a la que da vida Susana Abaitua. Y no tiene problemas, como director, en hacer que el argumento vaya mutando del conflicto social al drama íntimo e incluso se introducen elementos de thriller criminal y hasta algunas secuencias de acción. Un cóctel arriesgado, muy en la línea del cine actual -pienso en las películas de Jacques Audiard- pero que llevan a la película al límite de lo verosímil y al desequilibrio, por la acumulación de peripecias: la subtrama sobre la pérdida y la culpa se habría beneficiado de un desarrollo mayor. Aún así, la película deja la sensación de un esfuerzo encomiable por parte de Guzmán.

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