Parece necesario ver The Smashing Machine (2025), primera película en solitario de Benny Safdie, en el espejo de otros films que han abordado, por un lado, los deportes de lucha y, por otro, el tema de la violencia. Esta es la historia (real) de Mark Kerr (Dwayne Johnson), un excampeón de la lucha libre que se apunta a un deporte todavía en pañales, las artes marciales mixtas. Esto es importante, porque se hace hincapie en que los protagonistas del relato -real y ficticio- son pioneros en una disciplina en la que no tienen referentes, no hay récords que romper ni campeones históricos a los que derribar como sí le ocurría a Rocky Balboa (Sylvester Stallone) ante el inalcanzable Apollo Creed (Carl Wheathers) en la mítica Rocky (1976) y sus secuelas. Digamos que aquí Mark Kerr se enfrenta a sí mismo, a sus propias dudas, a su adicción a los medicamentos para el dolor y, sobre todo, a una tormentosa relación sentimental con su pareja, Dawn (Emily Blunt). En su guión, Safdie explora la masculinidad de su luchador como lo hace Martin Scorsese en su obra maestra, Toro salvaje (1980), en la que vemos el auge y caída de otro personaje real, Jake LaMotta (Robert DeNiro), el típico héroe de la filmografía del director -y de la de Paul Schrader-, un tipo atormentado por la culpa, en busca de redención e incapaz de controlar sus impulsos violentos con su pareja o con su propio hermano y entrenador. Pero Safdie nos habla de un personaje opuesto a LaMotta, que puede ejercer la violencia dentro del ring pero en su vida privada es un tipo amable, controlado e incapaz de hacerle daño -físicamente- a nadie. Safdie explora así las nuevas masculinidades y nos muestra a hombres musculosos y de una fuerza física tremenda, capaces sin embargo de mostrar sus emociones, que van desde las lágrimas al cariño más sincero -la relación de amistad entre Kerr y el luchador Mark Coleman (Ryan Bader) es otro eje central del film- mientras el único personaje femenino del relato, una estupenda Blunt, parece desorientada ante la vulnerabilidad de su pareja, e incluso llega a pedirle, en varios momentos, que la maltrate físicamente, como si eso fuese sinónimo de hombría. Quizás el núcleo temático de The Smashing Machine es esa escena en una feria en la que Mark Kerr no se atreve a subirse a una atracción giratoria, mientras su chica no tiene problemas en hacerlo -lo que lleva al homenaje más inesperado a Los 400 golpes (1959)-. Safdie despliega una eficaz puesta en escena impresionista que se basa en colocar la cámara en lugares realistas, con un estilo documental, pero también como si viéramos los combates a través de imágenes grabadas por un espectador con el móvil, que luego han sido subidas a la red. Una puesta en escena inmersiva sobre todo gracias al montaje, que firma también Safdie, y que mantiene la atención del espectador durante un ajustado metraje de dos horas. The Smashing Machine propone una mirada sobre un deporte violento en sus inicios -hoy es tremendamente popular y genera millones de dólares en todos el mundo- y nos enseña a sus combatienes despojados de épica, evitando en todo momento mostrarnos los triunfos del protagonista, esquivando incluso el clímax de la tensión acumulada por la rivalidad -que no enemistad- entre Kerr y Coleman, y tomando una decisión que es una declaración de intenciones al enseñarnos al Mark Kerr de la vida real haciendo la compra como cualquier hijo de vecino.
THE SMASHING MACHINE -EL HOMBRE BLANDENGUE
Parece necesario ver The Smashing Machine (2025), primera película en solitario de Benny Safdie, en el espejo de otros films que han abordado, por un lado, los deportes de lucha y, por otro, el tema de la violencia. Esta es la historia (real) de Mark Kerr (Dwayne Johnson), un excampeón de la lucha libre que se apunta a un deporte todavía en pañales, las artes marciales mixtas. Esto es importante, porque se hace hincapie en que los protagonistas del relato -real y ficticio- son pioneros en una disciplina en la que no tienen referentes, no hay récords que romper ni campeones históricos a los que derribar como sí le ocurría a Rocky Balboa (Sylvester Stallone) ante el inalcanzable Apollo Creed (Carl Wheathers) en la mítica Rocky (1976) y sus secuelas. Digamos que aquí Mark Kerr se enfrenta a sí mismo, a sus propias dudas, a su adicción a los medicamentos para el dolor y, sobre todo, a una tormentosa relación sentimental con su pareja, Dawn (Emily Blunt). En su guión, Safdie explora la masculinidad de su luchador como lo hace Martin Scorsese en su obra maestra, Toro salvaje (1980), en la que vemos el auge y caída de otro personaje real, Jake LaMotta (Robert DeNiro), el típico héroe de la filmografía del director -y de la de Paul Schrader-, un tipo atormentado por la culpa, en busca de redención e incapaz de controlar sus impulsos violentos con su pareja o con su propio hermano y entrenador. Pero Safdie nos habla de un personaje opuesto a LaMotta, que puede ejercer la violencia dentro del ring pero en su vida privada es un tipo amable, controlado e incapaz de hacerle daño -físicamente- a nadie. Safdie explora así las nuevas masculinidades y nos muestra a hombres musculosos y de una fuerza física tremenda, capaces sin embargo de mostrar sus emociones, que van desde las lágrimas al cariño más sincero -la relación de amistad entre Kerr y el luchador Mark Coleman (Ryan Bader) es otro eje central del film- mientras el único personaje femenino del relato, una estupenda Blunt, parece desorientada ante la vulnerabilidad de su pareja, e incluso llega a pedirle, en varios momentos, que la maltrate físicamente, como si eso fuese sinónimo de hombría. Quizás el núcleo temático de The Smashing Machine es esa escena en una feria en la que Mark Kerr no se atreve a subirse a una atracción giratoria, mientras su chica no tiene problemas en hacerlo -lo que lleva al homenaje más inesperado a Los 400 golpes (1959)-. Safdie despliega una eficaz puesta en escena impresionista que se basa en colocar la cámara en lugares realistas, con un estilo documental, pero también como si viéramos los combates a través de imágenes grabadas por un espectador con el móvil, que luego han sido subidas a la red. Una puesta en escena inmersiva sobre todo gracias al montaje, que firma también Safdie, y que mantiene la atención del espectador durante un ajustado metraje de dos horas. The Smashing Machine propone una mirada sobre un deporte violento en sus inicios -hoy es tremendamente popular y genera millones de dólares en todos el mundo- y nos enseña a sus combatienes despojados de épica, evitando en todo momento mostrarnos los triunfos del protagonista, esquivando incluso el clímax de la tensión acumulada por la rivalidad -que no enemistad- entre Kerr y Coleman, y tomando una decisión que es una declaración de intenciones al enseñarnos al Mark Kerr de la vida real haciendo la compra como cualquier hijo de vecino.
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