AMERICAN CRIME STORY -EL ASESINATO DE GIANNI VERSACE



Como en una tragedia griega, sabemos de antemano el desenlace de la historia, la muerte de Gianni Versace. Eso es lo que nos enseñan, primero, en la segunda entrega de American Crime Story, para luego retroceder cronológicamente, con una narrativa absorbente, analizando los hechos previos al asesinato para intentar descubrir las motivaciones del criminal, Andrew Cunanan, un misterioso asesino en serie. La historia rebobina capítulo a capítulo, para demostrarnos cómo el destino, inevitablemente, llevaría a ese trágico desenlace, que pudo evitarse en varias ocasiones: la negativa de un agente del FBI a repartir la foto del asesino, que pudo ser identificado en diversas ocasiones; pero también, desengaños familiares, un descalabro económico, rechazos amorosos y la discriminación de la homosexualidad en los años 80 y 90, los del SIDA. Cada uno de esos eventos, de haberse evitado, quizás, habrían llevado a un desenlace diferente. 

Justamente nominada a 18 premios Emmy, esta segunda temporada de ACS se apoya en el libro periodístico Vulgar Favors: Andrew Cunanan, Gianni Versace, and the Largest Failed Manhunt in U.S. History de Maureen Orth. Creada por Scott Alexander y Larry Karaszewki, la serie continúa ahora en manos de Brad Falchuk y Bryan Fuller, autores de American Horror Story -también Feud, con Murphy en solitario- con una personalidad marcada por preocupaciones recurrentes: la temática homosexual y de los derechos civiles, el gusto por el sensacionalismo, el asesino en serie como personaje principal -y quizás como símbolo de los tiempos que corren-, mensajes políticos y sociales que no están reñidos con el uso del sexo y el gore como cebos para la audiencia, así como el recurso a estrellas y personajes mediáticos para sostener sus ficciones. Aquí, Penélope Cruz, Edgar Ramírez y Ricky Martin sirven de gancho para contar la historia de Cunanan, auténtico protagonista, al que da vida el habitual de AHS, Darren Criss. Paso a analizar brevemente cada episodio, con algunos spoilers.

The Man Who Would Be Vogue. El primer episodio, sin duda arriesgado, comienza directamente con el asesinato del famoso diseñador.  Durante el desarrollo argumental, vía flashbacks, conocemos el pasado del asesino, Andrew Cunanan, una suerte de cruce entre Tom Ripley y Patrick Bateman. Bryan Fuller se pone detrás de la cámara y propone una planificación que quiere ser elegante y trascendente, utilizando largos movimientos de cámara, elevándola por encima de los personajes, como si fuera un dios el que les observa, o evocando el destino de los personajes de una tragedia griega. Minuciosamente recreados, los escenarios, barrocos, por los que se mueve Versace, chocan con el estilo noventero de neones y colores pasteles, de Miami. Una estética hortera confrontada con la música clásica, operística, de la banda sonora. Nos presentan a un asesino de personalidad atormentada -cuyas motivaciones desconocemos- y a una víctima trágica que quizás sufre el castigo por su sexualidad, en esos años 90 de prejuicios y homofobia. 7/10

Manhunt. En este segundo episodio aparecen los temas recurrentes de la pareja creativa formada por Fuller y Falchuk: los prejuicios contra los gays, el famoseo presente en todas las temporadas de AHS, el mundo de la moda -al que ya se asomaban en Hotel de la mano de Lady Gaga-, el personaje del asesino en serie, el sexo retorcido -fetichismo e imaginería bondage, esa cara cubierta con cinta americana, que impide respirar- las drogas y la contracultura. Gianni Versace se revela como un personaje completamente puro, una especie de ser inocente e idealista, que debe ser sacrificado en aras de una sociedad decadente, en pecado -la frivolidad y la envidia de su hermana Donatella-. Sumemos el morbo juguetón de usar a Ricky Martin -se defiende estupendamente como actor- artista de fama mundial que estuvo durante décadas en el armario. Aquí le vemos interpretando escenas de sexo gay. 7/10

A Random Killing, el tercer episodio, se aleja también de Versace para fabricar una historia estupenda sobre otra víctima de Cunanan, el exitoso empresario Lee Miglin (Mike Farrell), casado con hijos, presentado como la viva imagen del sueño americano. Un pequeño detalle, el que pintara de rosa una de la primeras tiendas con las que comenzó en los negocios, revela una doble vida reprimida como homosexual, hundido por la culpa de la fe católica que profesa. Mención aparte merece el personaje de su mujer, Marilyn Miglin -interpretada por una estupenda Judith Light ¿La recordáis de ¿Quién es el jefe? (1984-1992)- personaje que ha mantenido la fachada de familia modélica durante años, lo que se expresa en dos escenas claves: en la primera, Judith se desmaquilla tras un homenaje a su marido, dejando entrever que su aparente vida ideal no es tal; en la segunda, estropea aposta su maquillaje, destrozada por la muerte de su marido, y por los rumores sobre su doble vida. Judith se quita el maquillaje rebelándose contra una opinión pública -el 'qué dirán' es muy importante en esta serie- que limita al individuo con su doble moral. Un detalle más que me parece brillante: cuando Judith se aplica perfume para seducir a su marido, sin demasiada convicción, y luego la misma loción es utilizada por Lee, para recibir a su amante homosexual. 9/10

House by the Lake retrocede todavía más para centrarse en víctimas anteriores de Cunanan. Es el caso de un nuevo personaje, David Madson (Cody Fern), cuya historia se nos cuenta en este episodio. Se trata, una vez más, de un homosexual en la conservadora década de los años 80 y 90 en Estados Unidos. Dos encuentros con su padre describen al personaje y los problemas que debe superar por ser gay: en una primera escena, David, de niño, acompaña a su padre de cacería, pero no resiste la visión de la presa. Teme haber decepcionado a su padre, pero este, sorprendentemente, le apoya y le tranquiliza. Un segundo flashback nos muestra a un David ya adulto, ofreciéndole a su padre un importante logro académico para endulzar la 'confesión' de su homosexualidad. La respuesta del padre a su hijo, una vez más, sorprende y emociona. Es una muestra de sabiduría narrativa para desarrollar subtramas dentro de la historia principal, que guardan una relación temática y emocional con el tronco argumental, algo ya ensayado en AHS. 9/10

Don´t Ask, Don´t Tell nos cuenta el reencuentro entre Cunanan, David Madson y Jeffrey Trail -Finn Wittrock, conocido también de AHS-. Ahora, la historia se detiene en este último, para contarnos cómo su homosexualidad convierte su carrera militar en un infierno. Tras esto, Jeffrey conoce a Cunanan y decide salir del armario -aunque ocultando su identidad- en un programa de televisión para denunciar el maltrato que sufren los gays en el ejército. En paralelo, Gianni Versace hace lo mismo, acompañándose de su amante, Antonio, y contrariando a su hermana Donatella. El episodio esquiva la temática macabra de los asesinos en serie para hablar de la discriminación de los homosexuales. 8/10

Descent. Si los episodios anteriores se han centrado en las víctimas de Cunanan -Versace, Lee Miglin, David y Jeffrey- aquí descubrimos precisamente al asesino, al protagonista. Se revela cómo consiguió Cunanan hacerse pasar por un joven prometedor y acaudalado -a cambio, cómo no, de favores sexuales- y cómo David Madson se convierte en su objeto de deseo. Todos estos hechos se presentan como posibles detonantes inmediatos de sus ansias homicidas: el descubrimiento de sus mentiras, un desengaño amoroso, el no sentirse querido por nadie, el no haber cumplido las más mínimas expectativas de su madre. Todo lo que hemos visto antes, se originó aquí, en esta curiosa estructura argumental regresiva. Además, se desvela la identidad de la madre y del verdadero hogar de Cunanan. 8/10

Ascent. Retrocede todavía más para hablar de la génesis de los dos personajes principales. Por un lado, la de Donatella Versace como figura mediática y nueva líder de la empresa de su hermano, al caer este afectado por una enfermedad. Donatella crece, de una ayudante poco reconocida, a tener su propia identidad, asomando la cabeza fuera de la sombra de su hermano. Por otro lado, vemos a Cunanan atrapado en un trabajo precario, viviendo en un humilde piso con su madre. Es homosexual y por lo tanto marginado, pero lo que verdaderamente le limita es su clase social. El dinero cambia las cosas, incluso para los homosexuales, por lo que aquí vemos cómo Cunanan se plantea conseguirlo y cómo comienza a mentir compulsivamente para alcanzar sus objetivos. Lo que le lleva a conocer a David Madson, a enamorarse de él, pero, también, a presenciar un violento asesinato homófobo que, quizás, es el detonante de sus propias pulsiones homicidas. 8/10

Creator/Destroyer progresa en la estructura regresiva y nos sorprende con unas primeras imágenes del niño que fue Gianni Versace, en Italia, y cómo nació su vocación por la moda. Pero lo que de verdad veremos es la infancia de Andrew Cunanan y sobre todo a su padre, un excéntrico filipino, Modesto "Pete" Cunanan (Jon Jon Briones) una especie de fanático del sueño americano que resultará ser un estafador en el más puro estilo de El lobo de Wall Street (2013). Lo que crea al personaje de Andrew es la destrucción de su proyecto: su padre le educó diciéndole que es especial y comportándose de forma muy extraña con él, dándole todo lo mejor -el dormitorio principal, un coche antes de que aprendiese a conducir, inscribiéndole en un colegio de ricos- para luego quitárselo todo al descubrirse sus mentiras. Andrew ya era un marginado por ser gay, pero al quedarse sin dinero descubrirá nuevas formas de discriminación y al no aceptar públicamente las mentiras de su padre, se inventará nuevas fantasías. Comienza aquí su vida como mitómano. 9/10

Alone. El final de la temporada, obviamente autoconclusiva, es anticlimático y arriesgado. Volvemos al presente narrativo para ver a Andrew Cunanan como fugitivo, muerto en vida -ya conocemos el desenlace de la historia real- invadiendo casas y barcos vacíos, escenarios fantasmagóricos que en lugar de ventanas tienen pantallas: a través de ellas, Cunanan recibe las noticias de su crimen, el impacto mediático, se siente satisfecho al hacerse famoso, pero también vacío. Cunanan interactúa con las imágenes, como la de su padre traicionándole, a la que incluso dispara. Todo ocurre en una pantalla -el estupendo monólogo de Marilyn Miglin en su teletienda- lo que parece decirnos que ya no distinguimos la realidad de la ficción. La verdadera morivación del asesinato de Gianni Versace, la decepción de Cunanan por el rechazo del famoso diseñador, la clave de toda la serie, ocurre, no por casualidad, sobre un escenario teatral. 9/10

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