LA ZONA DE INTERÉS -DETRÁS DEL MURO


Quién no se ha preguntado alguna vez cómo podemos vivir y ser felices sabiendo que en algún rincón del mundo hay guerras, hambrunas, que mueren niños? Jonathan Glazer coloca de forma espléndida ese dilema existencial en la pantalla con La zona de interés (2023). Una cinta escalofriante que se apoya siempre en lo que no vemos, en lo sugerido, en forzarnos a imaginar el infierno. Glazer lleva al extremo la idea de que conseguimos abstraernos de las desgracias del mundo gracias a la distancia con respecto a la tragedia, colocando el horror -el más grande en la historia de la humanidad- como incómodo vecino de la familia de un oficial nazi, Rudolph Hoss (Christian Friedel). Inspirándose en la novela de Martin Amis, Glazer nos obliga a ver cómo esta familia desarrolla su vida, sus tareas domésticas, e incluso goza de ciertos privilegios cuando, al otro lado del muro, se produce un terrible exterminio que solo podemos intuir. La película nos obliga a ser testigos de la banalidad de las preocupaciones de Sedwig Höss (Sandra Hüller), madre y ama de casa, preocupada por el cuidado de su jardín, la decoración de su salón, y por demostrarle a su madre que ha formado una familia perfecta en un hogar ideal. Una clara metáfora de la vida en el primer mundo. La cámara de Glazer nos muestra todo esto con cierta distancia, con una frialdad tremenda, con mirada de entomólogo, negando cualquier asidero emocional al espectador para escapar del terror. Para conseguir ese efecto, hay que destacar el diseño de producción, la fotografía de Lukasz Zal, la escalofriante música de Mica Levi, pero sobre todo el diseño del sonido, de Johnnie Burn, que crea una pista sonora de pesadilla. Todos estos elementos se conjugan para que la película sea lo más parecido a recibir una puñalada de hielo en el corazón. Ver cómo Rudolph va apagando metódicamente las luces de su hogar, cuando su familia duerme, en un gesto cotidiano que suele significar que todo está en paz, resulta terrorífico. Ver a unos niños divertirse en una piscina, nunca fue tan desolador. La filmografía de Glazer siempre se ha preocupado del lado oscuro del ser humano: los violentos gángsteres de Sexy Beast (2000); las inseguridades, celos e impulsos violentos que desencadena un niño en Reencarnación (2004); una alienígena que se ‘infectar’ de lo peor del género masculino en Under The Skin (2013); pero es en La zona de interés cuando Glazer consigue hacer un retrato devastador del monstruo que alberga todo ser humano. ¿Somos insensibles al horror? ¿Podemos entender que alguien encuentre un refugio de felicidad justo al lado del infierno? ¿Podemos justificar que alguien quiera ascender en la jerarquía de los peores criminales de la historia? ¿Qué haríamos nosotros? Lo peor de La zona de interés es que nos obliga a hacernos preguntas que no queremos responder.

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