VOY A PASÁRMELO MEJOR -AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS


Voy a pasármelo mejor
(2025) 
continúa las aventuras vitales de los Pitus, los niños protagonistas de Voy a pasármelo bien (2022), ahora adolescentes. Una secuela muy esperada que evita, eso sí, el rigor argumental entre una película y otra para sacarse de la manga un episodio intermedio entre el amor infantil de David (Izan Fernández) y Layla (Renata Hermida Richards) y el que tendrán de adultos -encarnados por Raúl Arévalo y Karla Souza-. La idea es convertir esta secuela en una película de campamentos, subgénero de la comedia juvenil estadounidense que sirve aquí de marco para presentar a nuevos personajes. Los números musicales se reducen al mínimo y desaparece el referente de los Hombres G de la primera cinta, para optar por canciones originales que apelan directamente a la historia que nos cuentan, a las que hay que sumar conocidos temas pop de los años 90. La película se convierte así en una comedia juvenil, un coming of age en toda regla, que se apoya en el carisma de los personajes -y actores- que ya conocemos -y queremos-. Así, a David lo acompañan de nuevo el verborréico Luis (Rodrigo Gibaja), que sigue soltando frases hechas pasadas de moda y que ahora vive su propia e intensa historia; Paco (Rodrigo Díaz) que sigue descubriendo sus sentimientos y su orientación sexual; y Fernando (Michel Herráiz) que se dedica a sacarse el carné de conducir. Mencionemos también al pesado de Maroto (Javier García) que sirve de alivio cómico, un running gag hecho actor, y el regreso del macarra de Tormo (Diego Montejo). Con nuevos personajes interesantes y humanos a cargo de Alba Planas o Candela Camacho, el guión de David Serrano y Luz Cipriota sorprende por plantear temas complejos como un embarazo no deseado o un primer amor LGTBI, sin perder la inocencia de la primera película ni esos planes imposibles que plantean los protagonistas. La comedia funciona, sobre todo cuando echa una mirada satírica a la España de los 90 y a las canciones de aquella época que hoy pueden parecer un chiste -con todo el cariño, Chimo Bayo, Seguridad Social-; a las dificultades con el inglés o a lo abultados que parecían los precios en pesetas. Detrás de la cámara está Ana de Alva, que se estrena en el largometraje y hace parecer fácil dirigir por primera vez una película en la que hay números musicales y todos los personajes importantes son niños. No solo la película es efectiva dentro de sus pretensiones, sino que logra transmitir emociones, ternura y sobre todo, un entusiasmo vitalista que hay que agredecer. No estamos ante un mero entretenimiento comercial que busca rentabilizar la taquilla familiar, sino ante un producto con alma, que respeta a los espectadores y que consigue alcanzar momentos muy emotivos y hasta memorables: el viaje en coche de los Pitus con la canción Cien Gaviotas de Duncan Dhu es la perfecta y satisfactoria cristalización de todos los conflictos planteados para los protagonistas. Voy a pasármelo mejor es una estupenda fantasía nostálgica para los adultos que los niños y adolescentes van a disfrutar en presente.


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