SUPERMAN -LA VIDA FUTURA


Superman es, todo el mundo lo sabe, el primer superhéroe. El primer personaje de un subgénero que revolucionó el cómic en 1938 -hasta entonces habitado por tiras cómicas, animales parlantes y aventureros pulp- y que comercialmente dominó el medio, como hasta hace poco los superhéroes han dominado también la taquilla cinematográfica. En el cine, el Superman (1978) de Richard Donner y Christopher Reeve también fue el primero -si olvidamos los primitivos seriales y series radiofónicas y de televisión-. Desde su origen, el personaje, lejos de la imagen de boy scout todopoderoso que tiene la mayoría de la gente, ha vivido muchas etapas a lo largo de las décadas, reflejando siempre su tiempo con sus aventuras. El primer Superman, creado por dos artistas de origen judío amantes de la ciencia ficción -Jerry Siegel y Joe Shuster- era un tipo fuerte y expeditivo, incluso rabioso, que se enfrentaba a las injusticias sociales -en aquel lejano Action Comics #1 se las veía con un político corrupto- y solo décadas después sus enemigos dejaron de habitar el mundo real para convertirse en supervillanos de opereta y amenazas intergalácticas. El Superman (2025) de James Gunn es un poco de todo eso. La película que inaugura una nueva etapa del universo DC cinematográfico recupera al personaje más camp, el de los años 50 y 60 -cuando la censura obligó a infantilizar a los superhéroes- y nos presenta a un superhéroe -un perfecto David Corenswet- acompañado de su súper-perro, Krypto, auténtico coprotagonista de la cinta. Nolan y Snyder se revolcarían en sus tumbas si estuviesen muertos. James Gunn nos trae una historia luminosa, colorida y paródica a partes iguales -recordemos que es el responsable de la estupenda trilogía de comedias de Guardianes de la Galaxia de Marvel Studios-, rejuveneciendo al Superman/Clark Kent de Donner pero insertando sus peripecias en un mundo muy parecido al real, en una jugada muy arriesgada. ¿Qué pasaría si Superman existiese realmente? ¿Se quedaría de brazos cruzados ante la invasión Rusa de Ucrania? ¿Y ante la insoportable situación en Gaza? Si algo podemos aplaudir a Gunn es que se moja y que no busca excusas para afrontar la cuestión de forma simple y clara: olvídate de ideologías, Superman está con los débiles. Porque un ser todopoderoso como Superman tiene que ser también absolutamente bondadoso. Eso aunque el autor Frank Miller lo convirtiera en instrumento del Gobierno de Estados Unidos y en el enemigo de un Batman liberal en El regreso del caballero oscuro (1986); o que Kurt Busiek nos mostrase a un héroe sin tiempo libre en Astro City (1995); o aunque el guionista Mark Waid se imaginase lo que pasaría si al hombre de acero se le fuera la olla en Irredeemable (2009). Y la respuesta da miedo. Lo mismo hizo el propio James Gunn en su película -de terror- Brightburn (2019) y ahora, de forma inteligente y graciosa, el director recupera el concepto en la figura del incontrolable Krypto, que se comporta como un perro real, pero, al tener superpoderes, resulta verdaderamente peligroso. Si el verdadero Superman tiene que ser completamente bueno, el de Gunn se enfrenta a un mundo políticamente complejo, a las fake news, a las redes sociales, a los líderes mundiales de pacotilla -aunque sean de países inventados- y al poder económico, mediático y político de los grandes empresarios tecnológicos -y psicópatas- que representa Lex Luthor (Nicholas Hoult), cuya motivación, sin embargo, remite al villano clásico, el que siente envidia ante la perfección del kryptoniano y que lo ve como una amenaza para la humanidad. Este Superman es noble, bienintencionado, y también es un inmigrante -del espacio exterior-, pero sobre todo es humano, torpe y algo inocente. Su contrapartida es una resolutiva Lois Lane, a la que Rachel Brosnahan da vida a la perfección. Y Gunn introduce también a los compañeros metahumanos de Superman, unos superamigos inspirados en la Liga de la Justicia Internacional de Keith Giffen y J.M. DeMatteis, con los que el director parece sentirse más cómodo, haciendo comedia con personajes que son idiotas, como ya demostró también en la nihilista Escuadrón suicida (2021) o en la serie Pacificador (2022). Así, la nueva película de Superman se balancea entre lo que sentimos debe ser una historia del primer superhéroe y el marcado estilo de James Gunn -recordemos su ya lejana y ácida Super (2010)-. Ambas cosas funcionan por separado, pero de momento hay fricciones entre las dos sensibilidades. La película es muy disfrutable pero tiene ligeros problemas de ritmo, como si siempre cogiese al espectador con el pie cambiado. Aún así, deja con ganas de ver cómo Gunn perfecciona la fórmula y encuentra una estética clara en las posibles continuaciones de esta historia. Más que una película, Superman (2025) se siente como un espectacular episodio piloto que nos presenta un montón de cosas que vamos a ver en el futuro. Y tenemos ganas.

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