A LA DERIVA -EL RÍO DE LA HISTORIA


¿Qué es el cine? Nos lo podíamos preguntar al entrar, o al salir de la sala, tras ver una película como A la deriva (2025) del prestigioso director chino Jia Zhang-ke. Si lo que esperamos es una narración convencional, con un planteamiento-nudo-desenlace, quedaremos decepcionados. La película es, sin duda, enigmática. Está compuesta de imágenes que no tienen un hilo conductor claro. Algunas parecen imágenes de un vídeo casero: un grupo de mujeres, que no conocemos, ni sabemos dónde se encuentran, aparecen cantando, entre risas y vergüenza. La primera conclusión que podemos sacar entonces es que estamos ante algo parecido a un documental, aunque seguimos sin encontrar un tema: no hay textos explicativos, ni una narración verbal. Pero también hay escenas claramente dramatizadas, entre personajes también desconocidos, que aparecen en el metraje sin avisar. Segunda conclusión, estamos ante una mezcla de documental y ficción. Lo siguiente es estudiar las imágenes ¿Qué revelan? El formato va cambiando, así como la nitidez de las imágenes, de una forma que parece caprichosa, por lo que podemos decir que estamos ante un material recopilado. Luego están las señales cronológicas que nos da la propia película, como la celebración de la llegada del siglo XXI: comenzamos en el año 2000 y al llegar al final estaremos cerca del presente, tras haber pasado por la pandemia. Efectivamente, Jia Zhang-ke utiliza imágenes grabadas durante 22 años, de forma personal o de sus películas anteriores. Así, los actores que aparecen, principalmente Zhao Tao y Li Zhubin, envejecen ante nuestros ojos. Si prestamos mucha atención, una pequeña historia se desarrolla entre estos personajes, Qiao Qiao y Bin, un hombre y una mujer que mantienen una relación sentimental, pero también laboral, a los que vemos en una serie de encuentros, desencuentros y reencuentros a través de los años. Ella parece ganarse la vida como modelo y bailarina en fiestas, al menos cuando es joven. Él es una especie de empresario que acaba metido en negocios sucios. Rellenando los agujeros de esta historia más bien escueta, Jia Zhang-ke despliega ante nuestros ojos una serie de imágenes que no son otra cosa que la historia reciente de China: un viejo cuadro de Mao, unas casas que son demolidas y otras que son levantadas, las mascarillas del covid, la modernización de los móviles, la llegada de los influencers y hasta de los robots. La historia de un país ante nuestros ojos -en esto la película conecta con un film contemporáneo, Black Dog (2025)- y dos personajes cuyas vidas transcurren a la deriva del río de la historia.

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