HOME (NICHOLAS McCARTHY, 2014)


No me gusta escribir sobre películas que no me han gustado. Y no me gusta decir que una película es "mala". No creo que ninguna de esas dos afirmaciones le aporte algo a nadie. Por ello voy a intentar limitarme a los hechos objetivos: Home nos cuenta la historia de una mujer que sufre el acecho de un ente satánico. Tres veces.


-AVISO SPOILERS-

Primero conocemos a Hannah (Ashley Rickards) una joven que tiene algo especial y por ello es elegida por el demonio. Su historia, en principio interesante, es sólo el prólogo del que parecía ser el verdadero relato, protagonizado por Leigh (Catalina Sandino Moreno), que sufre básicamente el mismo percance. Su historia se mezcla con la de Hannah mediante unos flashbacks cuya función parece meramente explicativa. No consiguen inquietar. Pero entonces descubrimos el verdadero objetivo del demonio -tan antiguo como La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968)- y la historia vuelve a comenzar con la hermana de Leigh como nueva víctima, Vera (Naya Rivera). Para entonces, han pasado 40 minutos, la mitad de la duración de este film. En el metraje restante, los acontecimientos se aceleran en lo que parece otra película de terror, incluyendo un período de 8 meses en coma y una elipsis de nada menos que 6 años. No soy amigo de las reglas y los manuales, pero a Nicholas McCarthy le habría convenido interesarse por las aristotélicas unidades dramáticas de acción, lugar y tiempo. Sólo nos queda imaginar que el director podría haber tenido ideas interesantes sobre esas casas abandonadas o en venta -por la crisis inmobiliaria- en las que un solitario demonio buscaba un hogar como metáfora del vientre materno. Sólo podemos imaginar la película que habría sido esa. Si Home fue estrenada en 2014 en el festival de Sitges tras el impulso de El Pacto (2012), la primera propuesta de su director, probablemente esta suponga un frenazo en las expectativas que podamos tener hacia su siguiente película.

EL HOBBIT: LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS (PETER JACKSON, 2014)


Estoy aburrido del rencor de fan amargado hacia autores que en algún momento han sido idolatrados: George Lucas, Damon Lindelof, los hermanos Wachowski o Peter Jackson. Con razón o sin ella, las quejas y críticas no dejan de ser meras pataletas que suelen incluir referencias al amor por el dinero de estos artistas. Como si George Lucas necesitase más pasta. Personalmente ya he escuchado suficientes veces que Peter Jackson ha estirado El Hobbit  de J.R.R. Tolkien y que se ha equivocado al hacer tres películas. Son frases vacías que no aportan nada. Yo he ido a ver La batalla de los cinco ejércitos con los ojos de un niño. Y recomiendo a todo el que se anime a verla, que lo haga desde esa perspectiva.


-AVISO SPOILERS-

La primera sorpresa -al menos para mí- es que Jackson despacha al dragón Smaug (Benedict Cumberbatch) en los primeros minutos de la película, en lo que quizás debería haber sido el final del episodio anterior. Pero he dicho al principio que no iba a discutir decisiones artísticas. La tercera película de El Hobbit sigue ofreciendo un diseño de personajes y una acción visual difícil de igualar. Es verdad que en sus momentos más arrebatados -Thranduil (Lee Pace) cabalgando un ciervo de cornamenta imposible- la estética de la trilogía nos puede recordar a la parodia de Gentlemen Broncos (Jared Hess, 2009). Es cierto que los enanos tienen el look de un heavy hortera y que no me puedo imaginar a un solo elfo heterosexual. Pero también es verdad que la película ofrece momentos tan espectaculares como el rescate de Gandalf (Ian McKellen), la propia batalla a la que hace referencia el título, o la pelea sobre el hielo entre Thorin y el orco Azog (Manu Bennett) que recuerda al final de Drácula, Príncipe de las tinieblas (Terence Fisher, 1966).


Pero lo verdaderamente importante de La batalla de los cinco ejércitos es la voluntad de Jackson de humanizar a sus héroes haciendo que sus conflictos internos sean el centro de la historia. Eso a pesar de ser una película de fantasía, en la que no hay un solo plano sin efectos especiales y que incluye una batalla que debe durar unos 40 minutos. Un héroe debe luchar contra sus enemigos en batallas épicas, pero el verdadero mal está en su interior: Frodo debe resistir el poder del anillo único; Luke Skywalker la tentación del lado oscuro, Thorin (Richard Armitage) sucumbe a la codicia del oro. Balin (Ken Stott) describe la locura que se ha apoderado del rey enano como un "amor celoso" y eso nos ayuda a entender la naturaleza irracional de los sentimientos que amenazan con ser su perdición. Jackson resuelve la lucha interior de Thorin con una secuencia muy visual, pero abstracta, cuyo resultado cambia el destino de la batalla. Al final, el enano tiene la oportunidad de pedir perdón por sus errores y salva algo más importante que todo el oro de Erebor: su amistad con Bilbo (Martin Freeman). Los mensajes de la película son sencillos, pero válidos. Creo que son esos valores los que diferencian a El Hobbit de los otros blockbusters dirigidos al público juvenil y que suelen utilizar una impostada angustia adolescente para conectar con su público. Son esos valores también los que aparecen cuando Bardo (Luke Evans) rechaza la gloria de haber matado al dragón y sacrifica todo por sus hijos. Bardo incluso perdona la avaricia mezquina y traicionera de Alfrid (Ryan Gage), un personaje negativo que parece el villano de una función de títeres. Yo, al menos, he disfrutado ese tono infantil de La Batalla de los cinco ejércitos.

HOMELAND -TEMPORADA 4- LONG TIME COMING


LONG TIME COMING (21 DICIEMBRE)

Según la RAE, el anticlímax es el momento en que desciende o se relaja la tensión después del clímax. Y esa es la mejor definición del último capítulo de la cuarta temporada de Homeland. Tras las emociones del asalto a la embajada estadounidense y la misión solitaria de Peter Quinn (Rupert Friend), el regreso a los E.E.U.U para el funeral del padre de Carrie (Claire Danes) es un anticlímax en toda regla... aunque a alguno le pueda parecer un coitus interruptus. Dicho de otra manera, menuda forma de pinchar el globo.



-AVISO SPOILERS-

Pero hay que darle valor al riesgo que asumen los creativos detrás de la serie al despedir la temporada de una forma tan -perdonen la repetición- anticlimática. El plano final, en el que Carrie conduce sin rumbo, completamente desilusionada de su mentor, Saul (Mandy Patinkin), al que relaciona ahora con la falta de integridad de los políticos de su Gobierno, produce una desazón tremenda: justo lo contrario a querer ver la quinta temporada. También es verdad que en el capítulo From A to B and Back Again, Carrie estuvo a punto de matar a Saul, pero es mejor que olvidemos esos detalles si queremos disfrutar de Homeland. Ella acaba la temporada desencantada ¿seguirá luchando contra el terrorismo en la siguiente? Veremos. Pero antes de ese final, han pasado un montón de cosas. El funeral del padre de Carrie -una trama introducida probablemente por la muerte del actor James Rebhorn- nos lleva a la aparición de su madre, que le había abandonado siendo una niña. El cara a cara de Carrie con su madre (Victoria Clark) ayuda a profundizar seguramente en su personaje, pero como previamente no se le había dado importancia al asunto, esta trama nos pilla un poco a "contrapelo", sobre todo tras toda la acción de los episodios anteriores. Pero para mí lo peor es la subtrama protagonizada por Quinn. Vuelve de la nada, tras su misión suicida y le da un ¿esperado? beso a Carrie. Lo que podría haber sido el principio de una relación sentimental -que sinceramente me daba mucha pereza- se trunca -clásico de Homeland- por un simple malentendido. Literalmente, Quinn vuelve a la acción militar de la que quería retirarse porque Carrie tiene la cabeza en lo de su madre y su recién descubierto hermano. Lógico. Un poco más de paciencia podría haber tenido el chaval antes de dar de baja su móvil ¿o no?

CAPÍTULO ANTERIOR: KRIEG NITCH LIEB

CHEAP THRILLS (E.L. KATZ, 2013)


Cheap Thrills -Juegos sucios en España- es una pequeña película con mala leche que refuerza mi absoluta falta de fe en el ser humano. Su objetivo parece ser negar aquello de "el dinero no da la felicidad".  A estas alturas de la crisis, creo que ya sabemos que ese refrán es falso. Craig (Pat Daniels) tiene problemas económicos y no es feliz, ni puede serlo. Está a punto de ser desahuciado cuando pierde su trabajo por los recortes ¿les suena?


-AVISO SPOILERS-

Ante la desesperación de verse en la calle, Craig hace lo normal y se va al bar a emborracharse. Es curioso que la respuesta de la gente a casi cualquier situación -buena o mala- sea beber alcohol. Pero me desvío. Craig encuentra en el bar, por casualidad, a Vince (Ethan Embry) un amigo de la infancia que no tiene tantos problemas pero también ha ido al bar a emborracharse. Ambos recuerdan los viejos tiempos cuando aparece una pareja de "ricos": Violet (Sara Paxton) y Colin (David Koechner). Este misterioso matrimonio hará a los protagonistas una propuesta que es la idea central de Cheap Thrills ¿Qué serías capaz de hacer por dinero? ¿Hasta donde llegarías? Craig y Vince se someten a pequeñas humillaciones por pequeñas cantidades en una estupenda metáfora de lo que significa ser un asalariado. Según va aumentando el riesgo de los retos, Cheap Thrills consigue no parecerse -demasiado- a un episodio de la descerebrada Jackass (2000-2002) e intenta escarbar en temas de mayor calado como nuestro cómodo relativismo moral; el fracaso existencial que seguramente sentimos todos cuando no llegamos a fin de mes; o qué decisión tomaríamos cuando lo que está en juego somos nosotros, o el otro. No podía faltar una pequeña referencia al famoso relato Man from the South de Roald Dahl que fue adaptado -por primera vez- en Alfred Hitchcocks Presents (1960).

HOMELAND -TEMPORADA 4- KRIEG NITCH LIEB


KRIEG NITCH LIEB (14 DE DICIEMBRE) -AVISO SPOILERS-

Hay una idea recurrente en la ficción estadounidense sobre la pureza de los ideales del "american way of life". El sistema puede estar corrompido, pero la ideología sigue siendo válida. Y no solo eso, siempre habrá un individuo dispuesto a defender los valores que puedan haberse perdido bajo el peso de intereses económicos, militares o de una burocracia inoperante. Ahí están símbolos tan inalterables como el Capitán América en la saga del Imperio Secreto (1974), que reproducía el caso Watergate. O esos violentos antihéroes -Charles Bronson, Clint Eastwood- que hacían "Justicia" cuando fallaba el sistema legal. En el penúltimo capítulo de Homeland, Peter Quinn (Rupert Friend) no está dispuesto a dejar escapar a Haqqani (Numan Acar) y se embarca en una misión suicida en solitario para eliminar al terrorista aunque eso signifique saltarse la cadena de mando. Quinn se convierte en un James Bond americano: descubrimos que ha mantenido un tórrido romance con una atractiva alemana que le echa una mano. Por un momento pensamos que conseguirá su objetivo, y resulta interesante que para lograrlo Quinn se convierta él mismo en un terrorista. Pero en su camino se interpone Carrie (Claire Danes), en un giro típico de Homeland que trunca el desarrollo de una trama y provoca un final doblemente anti-climático: Carrie está a punto de matar ella misma a Haqqani -un explícito flashback nos recuerda que querría vengarse de la muerte de Aayan (Suraj Sharma)- pero tampoco lo consigue al ser detenida por Aasar Khan (Raza Jaffrey). En medio de todo esto, sorprende la repentina muerte del padre de Carrie: lamentablemente hay una explicación, el fallecimiento real del actor James Rebhorn. El final del episodio contiene una revelación que confirma lo que hemos expuesto antes: Peter Quinn y Carrie Mathison se empeñan, por su cuenta, en defender unos ideales que no parecen interesar a los políticos -Dar Adal (F. Murray Abraham)- de su propio Gobierno.

CAPÍTULO ANTERIOR: 13 HOURS IN ISLAMABAD

THE IMITATION GAME (MORTEN TYLDUM, 2014)


The Imitation Game es de esas películas -británicas- muy bien escritas, brillantemente interpretadas y con una puesta en imágenes algo sosa pero correctísima. Siempre parecen comenzar con un "basado en una historia real" y acaban con esos textos que nos cuentan lo que ocurrió con los personajes tras lo que nos narra la película. No es que eso tenga nada de malo.


The Imitation Game es la historia -épica- de cómo un grupo de genios intenta descifrar el código -llamado Enigma- que utilizan los Nazis para comunicarse. Pero también es la historia de Alan Turing, al que da vida un Benedict Cumberbatch que, a estas alturas, sabemos de sobra que puede interpretar a un genio de escasas habilidades sociales. Cumberbatch lo hace de una forma brillante y es eso lo que permite que el corazón de esta película lata con fuerza bajo su piel de pulcra corrección oscarizable. El drama personal de Alan Turing, un genio enfrentado al ingrato rechazo de los que son menos inteligentes que él -básicamente todos- aporta humanidad y poso a una historia que podría haberse quedado en una simple estampa histórica. Lo que nos dice The Imitation Game es que una persona inteligente está condenada a la soledad, y que siempre encontraréis al imbécil rodeado de gente. Pero también que es necesario que existan los primeros, para que los segundos puedan seguir siendo felizmente... imbéciles.

BLACK MIRROR -WHITE CHRISTMAS- (2014)


-AVISO SPOILERS-

"¿Sabes lo que es que te bloqueen?" El aterrador mundo que dibuja Black Mirror está habitado por mujeres locas que te "bloquean" -porque se sienten culpables- y te destrozan la vida para siempre. Pero los hombres no son mejores: cerdos machistas, incontrolables, violentos y sin escrúpulos que, la verdad, merecen ser "bloqueados". La idea detrás de White Christmas es convertir la sociedad ¿real? en una maldita red social. Y esa idea da miedo. Los temas de este especial -casi una temporada completa de la serie comprimida en un largometraje con tres historias- son los recurrentes de Black Mirror: la tecnología filtra nuestra relación con el mundo, pero sobre todo, con el otro. Comparar la sensación de llevar todas esas "voces" en el teléfono móvil -que encima consultamos constantemente- a la esquizofrenia es un hallazgo que causa pavor. 



Otro tema es el de la identidad: la insistencia de nuestras redes sociales en exponer nuestras experiencias y nuestros gustos puede llevar a creer que la recopilación de todos esos datos permitiría generar un "doble" de nosotros -como vimos en el episodio Be Right Back de la segunda temporada- pero aquí Charlie Brooker va todavía más allá: si sacaran todos nuestros pensamientos de nuestra cabeza ¿seguiríamos siendo nosotros? La idea lleva a la creación de un esclavo virtual que estaría a nuestro servicio -y que sería capaz de adivinar todos nuestros deseos- en lo más parecido a un episodio de The Twilight Zone (1959) moderno. Sentimos pena por esa pobre "alma" duplicada a la que obligan a vivir en función de su molde original. Pero enseguida viene la contrapartida ¿podría ese duplicado confesar un crimen que cometimos nosotros? Yo no estoy tan seguro. Lo que hace que Black Mirror sea buena ciencia ficción es que utiliza elementos fantásticos -aunque demasiado creíbles- para hacer una radiografía de la sociedad actual. Y eso es terrible. Lo que me preocupa es que la ciencia ficción tenga que dar saltos cada vez más pequeños en sus anticipaciones para resultar verosímil. Hemos tardado "solo" 26 años en llegar a ese 2015 de Regreso al futuro 2 (Robert Zemeckis, 1989) -y seguimos esperando el monopatín volador- pero el futuro de Black Mirror se parece demasiado al presente.