THE FLASH -TEMPORADA 3- INFANTINO STREET


INFANTINO STREET (16 DE MAYO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Cualquier atisbo de agotamiento en la fórmula de The Flash se disipa con un sólido penúltimo episodio de esta tercera temporada. Titulado Calle Infantino, en honor al dibujante, quizás, más representativo del personaje en los cómics, Carmine Infantino, esta entrega cumple con todo lo que debe tener un buen episodio: acción, humor, desarrollo de personajes y algo de drama. Satisface sobre todo las expectativas y el tono oscuro que ha tenido esta tercera entrega de la serie por la siniestra predicción de la muerte de Iris West (Candice Patton). Ese destino ineludible ha ensombrecido las historias de una ficción que hasta ahora había sido luminosa y ligera. El final del capítulo hace realidad, por fin, esa escena que tantas veces hemos visto en forma de flashforward -aunque con algunas modificaciones- en un desenlace triste a pesar de ser esperado, o más bien, temido. El mensaje grabado por Iris al inicio, que se reproduce al final para darle más fuerza a su propia muerte a manos de Savitar, le da el toque sentimental necesario. Antes de todo esto, hemos disfrutado con el team-up de Barry Allen (Grant Gustin) y Leonard Snart (Wentworth Miller) en su misión desesperada para robar una fuente de energía -volvemos a ver a King Shark- que, en el fondo, sabemos que no servirá de nada. Los lectores veteranos de Spiderman sabemos cómo afecto la muerte de Gwen Stacy al personaje. De confirmarse la muerte, estamos ante el fin de la inocencia.

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THE FLASH -TEMPORADA 3- CAUSE AND EFFECT


CAUSE AND EFFECT (9 DE MAYO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Puede que The Flash haya perdido frescura en esta tercera temporada, sobre todo en las situaciones puramente superheroicas, pero en lo que siguen empeñados los guionistas es en indagar en sus personajes. Es de admirar que sigan encontrando formas de explorar al héroe, Barry Allen (Grant Gustin). Aquí, tras descubrirse que el villano Zavitar es el propio Allen del futuro, creado tras una paradoja temporal muy ingeniosa, el equipo decide que la mejor forma de derrotar al malvado puede ser el propio Barry. Así, Cisco (Carlos Valdes) tiene la idea de que privando a Allen de su memoria a corto plazo, evitará que el futuro Zavitar conozca de antemano sus movimientos. Acción y reacción. La cosa no sale bien, Barry olvida absolutamente todo, y eso tiene un efecto secundario que es lo más interesante del capítulo: la pérdida de recuerdos libera al héroe de toda la carga de culpa que suele soportar por la muerte de sus padres, de amigos, por la responsabilidad de tener que salvar al mundo. ¿Qué sería Batman sin la muerte de sus padres? Un hombre feliz. La idea es interesante, aunque no se explora del todo, ya que enseguida hay que volver al status quo para que la serie pueda continuar. No funcionan igual de bien las subtramas sobre la villana y antigua aliada Caitlin Snow (Danielle Panabaker) -ahora Killer Frost- y el desarrollo paralelo de un arma para derrotar a Zavitar, que llevan a cabo Tracy Brand (Anne Dudek) y el pesado de H.R. (Tom Cavanagh).

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THE FLASH -TEMPORADA 3- I KNOW WHO YOU ARE



I KNOW WHO YOU ARE (2 DE MAYO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Este episodio de The Flash no esconde su principal referencia, la imprescindible Terminator (James Cameron, 1984). Tracy Brand (Anne Dudek) se siente como Sarah Connor: en sus manos está la clave para derrotar en el futuro a Savitar, cuya identidad se revela al final de este capítulo. El esquema de la película de Cameron, aunque algo forzado, funciona muy bien y da pie a una historia entretenida. El equipo Flash busca a Tracy e intenta protegerla, mientras Killer Frost (Danielle Panabaker) les persigue en plan T-800. Como he dicho, aunque el modelo es explícito, se cierra bien con un chiste de Cisco (Carlos Valdes), que le dice a Tracy que no es Sarah Connor, sino más bien un mucho menos heroico doctor Miles Bennet Dyson (Joe Morton) de Terminator 2 (1991). Todo esto está bien, pero se complementa con una trama romántica de Joe West (Jesse L. Williams) que no encaja del todo bien. Habría sido más orgánico desarrollar más la lógica preocupación de Cisco y Julian Albert (Tom Felton) por Caitlin Snow, resuelta en tres estáticos diálogos que ralentizan la acción y obligan a los actores a forzar las interpretaciones (en esto podrían haber aprendido más de Cameron). También hay que decir que H.R. (Tom Cavanagh) y sus aproximaciones románticas hacia a Tracy están bien, pero que el personaje comienza ya a resultar cargante. Por último, la revelación de la identidad de Savitar, aunque lógica y completamente justificada, indica que el juego del villano misterioso se ha agotado y no debería repetirse en la cuarta temporada.

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BETTER CALL SAUL -EL PLACER DE LA MIRADA


La tercera temporada de Better Call Saul ha sido magistral. No está de moda, ni es la más comentada en redes, ni siquiera es atractiva, pero es una de las ficciones más sólidas que se pueden ver hoy. A continuación comento esta nueva tanda de episodios de la serie derivada de Breaking Bad, aviso, con algunos spoilersLa calidad de este spin-off se nota sobre todo en los detalles, en que nos obliga a mirar. Un ejemplo. En el primer episodio de esta tercera entrega, Chuck McGill (Micheal McKean), el hermano mayor castrador, obliga a Jimmy McGill (Bob Odenkirk) a utilizar una técnica muy específica para retirar cinta de embalaje pegada a una estantería, sin estropear el barniz. Chuck obliga a Jimmy a utilizar ambos pulgares. En el siguiente episodio, Jimmy, frustrado tras descubrir la traición de Chuck, retira cinta adhesiva de una pared recién pintada de su despacho, que ha utilizado para no manchar. ¿Cómo? Utilizando ambos pulgares. Jimmy lo hace tal como le ha dicho su hermano mayor. Ni desde el guión, ni desde la puesta en escena, se hace hincapié en este detalle que la mayoría de los espectadores no captarán -de nada- pero es un resumen perfecto de la relación entre ambos hermanos. A continuación, Jimmy arranca la cinta de un golpe, en un gesto de rabia que nos dice que ha decidido romper con Chuck. Ha decidido escapar de la sombra de su hermano y seguir su propio camino: y esto nos lo cuentan a través del simple gesto de arrancar cinta adhesiva de la pared. Esta prioridad de lo sugerido sobre lo explícito es lo que hace de Better Call Saul una gran serie. Así que lo siento amigos, tendréis que prestar atención. En el mismo sentido, otro elemento que hace única a la serie creada por Vince Gilligan y Peter Gould es la espera. Solo hay que fijarse en la cantidad de momentos en los que vemos a un personaje esperando algo o a alguien. Tiempos muertos que van a contracorriente en un mundo de vídeos de Youtube, de constantes notificaciones en el móvil, de titulares digitales vacíos. En la era del déficit de atención, en la que recibimos estímulos constantes que no llevan a nada, Gould y Gilligan plantean una narrativa pausada -que no lenta- y exigente. Hablo de largas secuencias cinematográficas, sin diálogos, en las que vemos a Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) haciendo cosas cuyo objetivo no comprendemos -desarmando enteramente su coche; persiguiendo pacientemente el canal de distribución de Los Pollos Hermanos-. Sospechamos lo que busca, pero no lo sabemos realmente. Better Call Saul nos obliga a esperar, sí, pero la recompensa vale mucho más que otros premios instantáneos.



Quizás lo más importante de BCS es que profundiza en sus protagonistas, dándole verdadero sentido al concepto "historia de personajes". Sus decisiones morales y las relaciones entre ellos, son mucho más importantes que los giros sorprendentes, las muertes o los romances que suelen servir de gancho en otros productos de menor calidad. El prólogo flashforward de esta tercera temporada define el conflicto interior de Saul/Jimmy en una sola escena: tras chivarle a la policía dónde se ha escondido un joven ladrón de tiendas, no puede resistirse a gritarle al detenido, mientras le llevan esposado, que guarde silencio y busque un abogado. La batalla interior entre lo que es correcto y lo que es justo define a Jimmy, siempre al lado del más débil. Sus decisiones nos obligan como espectadores a situarnos en un terreno moral incómodo. Estamos comprometidos emocionalmente con él y le apoyamos, incluso cuando lleva a cabo acciones más que reprobables. Cuando le tiende una trampa a su hermano Chuck, cuando se ha aprovechado de la buena fe de un militar -ocurre en la segunda temporada- Jimmy no hace lo legal, pero su forma de ver las cosas es tan humana, que resulta difícil no ponerse de su lado. Jimmy nos dice que las reglas, las leyes, la moral y la ética no están por encima de lo humano. Y eso es importante. Jimmy es un tío que puede dejarse una pared a medio pintar, sin rechistar. Su pareja sentimental y socia, Kim Wexler (Rhea Seehorn) es justo lo contrario. Puede sopesar durante minutos si en un escrito legal debe acabar una frase con un punto o con un punto y coma. Mientras Jimmy decide contratar a una recepcionista (Tina Parker) tras una corazonada, Kim quiere seguir entrevistando candidatos obsesivamente. Kim odia a Jimmy por sus tretas ilegales para conseguir sus objetivos, pero está enamorada del Jimmy que echa de menos sentirse querido por su hermano. Jimmy es la espontaneidad que le falta a Kim. Las dinámicas entre los personajes es otro punto fuerte. Estamos de parte de Jimmy y sus timos, mientras odiamos a su hermano Chuck, un hombre completamente recto, con un código ético estricto, que jamás cometería un acto ilegal. Porque en su corazón hay poca humanidad. Jimmy sufre en esta tercera entrega las consecuencias de sus acciones en la segunda temporada. Recibe un castigo justo, que incluso se queda corto, pero al ver a nuestro protagonista esforzándose por superar las dificultades, no podemos evitar apoyarle. A pesar de que Jimmy intenta aprovecharse de cada situación en su beneficio, queremos verle ganar en lo que es un sutil perfeccionamiento de las monstruosidades de Walter White (Bryan Cranston) en Breaking Bad. Jimmy volverá a ser el chanchullero que acabó en prisión antes de la primera temporada, todo por sobrevivir. Pero también por amor, por no decepcionar a Kim.


Otro personaje excepcional es el ya mencionado Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks). El expolicía que parece salido de un western crepuscular, funciona como el reverso de Jimmy. Mike es totalmente desinteresado, entregado al cuidado de su nieta, empeñado en ayudar a la viuda de su hijo, participando, por ejemplo, en la construcción de un parque infantil. Si Jimmy comete todo tipo de tropelías para conseguir un dinero que no merece, todas las acciones de Mike son positivas, pero el dinero que las financia proviene del crimen. Lo más atractivo de Mike es que puede delinquir, pero nunca traiciona su estricto código moral: cuando advierte a Nacho Varga (Michael Mando) del peligro -moral- de matar a su jefe narco -Hector Salamanca (Mark Margolis)-. Por cierto, Nacho, que intentará llevar a cabo un ingenioso plan de asesinato típico de Breaking Bad, es uno de los grandes hallazgos de esta temporada. El inesperado desarrollo de este personaje y de su entorno familiar, revela que detrás de su fachada estereotipada de tío duro latino, hay un personaje interesante. Y no olvidemos el regreso de Gus Fring (Giancarlo Esposito), uno de los mejores de Breaking Bad, que aquí no decepciona. 



Destaquemos para terminar, algunos momentos antológicos de esta tercera temporada. Primero, el emocionante juicio que enfrenta a Jimmy y a Chuck, en la culminación de la trama sobre los dos hermanos, que se inició en el primer episodio de la serie y que resuelve la incógnita sobre la naturaleza de la enfermedad del segundo. También la revelación del origen del nombre de Saul Goodman, que Jimmy usará en la serie de Walter White. Y el fantástico episodio -Fall, uno de los mejores que he visto nunca- en el que Jimmy manipula a un grupo de mujeres mayores para que cobren una indemnización de la que recibirá su parte. El ingenio del plan de Jimmy se despliega con un delicioso humor negro que nos devuelve a un escenario distintivo de esta serie, como es el bingo. Esta historia se desarrolla en paralelo a otra de Chuck, que tras el chivatazo de Jimmy sobre su enfermedad a su compañía de seguros, se rebela contra el intento de su socio Howard Hamlin (Patrick Fabian) de prejubilarle. Ante nuestros ojos, Chuck comienza a engañar a Howard, en definitiva, comienza a comportarse como Jimmy. Mientras tanto, Kim, se deja las pestañas en con nuevo cliente, rechaza celebrar con Jimmy el éxito de sus engaños, y acaba sufriendo un accidente de coche. ¿Cuál es la moraleja de esto? Lo cierto es que el azar es un elemento que ya era importante en Breaking Bad y que aquí aparece de nuevo para trastocar los planes de todos los personajes. No quiero revelar más, pero el final de esta entrega es uno de los más amargos que recuerdo.

PIELES: LA PARADA DE LOS FREAKS


Pieles tendría que haber sido hecha con cuatro duros. Eduardo Casanova -hay que dejar de hablar de él como "el chaval de Aída"- sorprende estrenándose con una comedia melodramática que busca provocar a través del mal gusto. Por suerte, esta ópera prima ha contado con el apoyo de Álex de la Iglesia, decisión más que coherente del que debutara también celebrando lo diferente, con Acción Mutante (1993). Casanova se presenta con un film de personajes, que mezcla historias con una temática común, la deformidad física (y espiritual), saltando de una trama a otra en una estructura que se corresponde con la narrativa fragmentada necesaria para conectar con el espectador joven, ese millennial al que presuponemos déficit de atención. Nada que objetar. La película de Casanova está llena de referentes: se puede hablar de "la nueva carne" de David Cronenberg -y hasta del Brian Yuzna de Society (1989)- por el festín de látex -muy de agradecer- con el que se ha caracterizado a los personajes. Pero también aparecen marginados de la vida real, como los freaks de La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning. Hay algo del gore moral del Todd Solondz de Happiness (1996), la provocación escatológica de John Waters y hasta un punto gamberro que recuerda a la Troma. Estos referentes -conscientes o no- están convenientemente unificados por unas interpretaciones y unos diálogos costumbristas que normalizan lo extraordinario, que humanizan a estos fenómenos, que los hacen más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría aceptar. Una estética conscientemente hortera y cursi en la que predominan el fucsia y el rosa crea un universo aséptico y casi distópico, casi de Black Mirror. Unas cuantas fugas poéticas, en las que Casanova utiliza ralentizados y temas musicales para expresar una emoción determinada, remiten a Xavier Dolan. Pero estos elementos, que podemos llamar "prestados", sirven sin embargo para elaborar un discurso propio, original incluso en varios momentos. Casanova exprime las situaciones para no quedarse en la superficie de sus personajes y consigue retorcer la lógica de sus planteamientos de forma estimulante. Me permito, por último, un apunte personal. Coincidí con Eduardo Casanova en un pase de la excelente Crudo (Julia Ducornau, 2016) y le vi aplaudir con entusiasmo al final de la película. Tras ver Pieles entiendo por qué.

VERANO 1993: LA FUERZA DE LA VERDAD


Tiene Verano 1993 la fuerza de lo vivido en primera persona por su autora, Carla Simón. Tiene esta película la fuerza de la verdad, no solo porque la directora nos cuente cosas que conoce mejor que nadie, sino porque ha sabido capturar con su cámara instantes que reproducen esa verdad. La historia se desarrolla, antes que por acciones dramáticas y sus efectos, por una acumulación de instantes, de momentos muy reales, de la vida de la pequeña Frida, una niña que ha perdido a su madre y que debe lidiar demasiado pronto con la tragedia, en un verano que le cambiará la vida. Frida, interpretada por la debutante Laia Artigas, es sencillamente apabullante en su interpretación: no he visto muchos niños en la historia del cine que alcancen semejante autenticidad. Lo mismo puede decirse de su compañera infantil, Paula Robles, que da vida a Anna, la prima de Frida. Creo que el gran logro de Simón es precisamente recrear el universo infantil de forma tan certera, sin edulcorar, con sus luces y sus sombras, pero también sin juzgar. La cámara de Simón se coloca al nivel de los ojos de Frida para expresar que lo que vemos es su mundo -que se derrumba- y en el que los adultos son gigantes que aparecen en segundo plano o cuyas voces se escuchan fuera de cuadro. La capacidad de Simón para recrear la lógica infantil da pie a una película absorbente: al salir de la sala de cine tendremos la sensación de haber sido invitados a entrar en la intimidad de una familia que atraviesa unas circunstancias muy complicadas. Pero no hay dramatismo en la película, porque se apoya en lo no contado. En las conversaciones de los adultos que Frida coge al vuelo pero no entiende del todo, en las verdades que le ocultan, en las tensiones de su familia que solo entrevemos. La estrategia narrativa de Simón es mostrarnos los momentos cotidianos antes que los trágicos y por ese rigor su película se parece mucho a la realidad. La energía catártica de la escena final es la prueba de que estamos antes un debut prometedor. Tiene Verano 1993 la fuerza que debe tener una ópera prima.

OKJA: LA MEJOR PELÍCULA QUE NO VERÁS EN EL CINE



Okja es la película que te convertirá en vegano. También es la película que desafió a Cannes, al presentarse al festival a través de la plataforma online Netflix. La polémica es absurda: una película es una película y su calidad no depende de cómo sea exhibida. Pero también es verdad que es una pena no poder ver el nuevo trabajo del coreano Bong Joon-ho en una pantalla grande. El director de esa maravilla que es The Host (2006) repite aquí la hazaña de su último film, Snowpiercer (2013) y consigue un film en continuo movimiento, que fluye sin pausa en elegantes movimientos de cámara y en el que los actores se mueven en una coreografía perfectamente sincronizada. Esta pericia visual nos hace pensar en Steven Spielberg, y si la mencionada The Host recordaba un poco a Tiburón (1975), más de uno ha comparado esta Okja con E.T., El extraterrestre (1982). La referencia me parece superficial: sí, en ambas historias hay un niño y una criatura fantástica entrañable. Pero mientras la aventura de Elliot es un cuento de hadas actualizado en clave de ciencia ficción sobre el trauma de convertirse en adulto; en Okja este tema existe -la relación de una niña, Mija (Ahn Seo-Hyun), y un adorable súper cerdo creado en un laboratorio- pero no es lo principal. La historia describe una distopía emplazada 20 minutos en el futuro -al estilo de la serie Blackmirror- en la que una gran corporación -Mirando, comandada por la histriónica Tilda Swinton- lucha por hacerse con el mercado global mientras un grupo de animalistas -capitaneados por el siempre estupendo Paul Dano- ejercen de último bastión de defensa de unos valores mínimamente humanos. Okja tiene un tono satírico a lo Terry Gilliam, evidente en la parodia de personaje mediático -una suerte de Frank de la Jungla- que compone un desatado Jake Gylleenhaal. El discurso de Bong Joon-ho es claramente crítico contra las grandes multinacionales sin conciencia, contra el marketing mentiroso, la industria alimentaria despiadada y en general, contra el capitalismo salvaje. Pero cuando un pequeño brillo de inteligencia en los ojos de Okja equipara los mataderos industriales en campos de concentración, esta historia se convierte sutilmente en un comentario difícil de tragar sobre nosotros, sobre la humanidad. Sí, es una gran película y sí, solo la puedes ver en Netflix.