LA MAMI -MAQUILLAJE



La mami es un asombroso documental dirigido por Laura Herrero Garvín, autora de El remolino (2016). La toledana busca la materia dramática de su película en Ciudad de México, en el cabaret Barba Azul, donde un grupo de mujeres sobrevive haciéndole compañía, bailando y bebiendo con los clientes, a cambio, claro, de dinero. Para contar esta historia, Herrero Garvín toma una decisión que me parece muy inteligente: definir como escenario el vestuario y los baños que utilizan estas mujeres para cambiarse y maquillarse, situado sobre el bar y el salón de baile. La cámara apenas abandona este lugar, que se convierte en un microcosmos, no solo de lo que ocurre en off en el cabaret, sino de lo que pasa en México, en las vidas de estas mujeres, y en prácticamente todo el mundo capitalista. Porque a través de estas trabajadoras, la directora nos habla de las desigualdades, de machismo, de explotación, y hasta de la sanidad pública. Todo eso a partir de imágenes de mujeres que están perpetuamente maquillándose, poniéndose 'guapas' para sus clientes, en una denigrante operación de marketing humano que Herrero Garvín registra sin juzgar, con absoluto respeto por el esfuerzo que hacen ellas, simplemente, para sobrevivir. Los dos personajes principales son una recién llegada, que permite informar al espectador de las reglas de este submundo, y por supuesto, la 'mami' del título, personaje maravilloso, mujer que ha vivido de todo y que en su madurez se convierte en una figura materna para las jóvenes que, como ella en su juventud, se enfrentan a lo dura que es la vida.

ABOU LEILA -TRAVESÍA POR EL DESIERTO


Ante un atentado terrorista, los asesinatos en serie o la muerte de un niño, nos sentimos vacíos. Estos actos de violencia parecen echarnos en cara que la existencia no tiene demasiado sentido, a pesar de que nos pasamos la vida cargándonos de razones y de valores morales, para construir un castillo de naipes que llamamos civilización. Queremos pensar que existe el bien y el mal. Que hay culpables e inocentes. Cuerdos y locos. Por eso, para calificar al terrorista, al asesino o al agresor sexual, solemos recurrir a la comparación con el animal, con la bestia salvaje. Curioso, porque en realidad, un depredador mata para comer. De todo esto habla la ópera prima del director Amin Sidi-Boumédine, la sorprendente Abou Leila, sobre dos policías en busca del criminal terrorista del título. Lo que comienza con un tenso atentado en plano secuencia, continúa en una febril road movie que atraviesa el desierto argelino para perderse por carreteras secundarias mentales que indagan en la locura y en la violencia como un hecho enraizado en la cultura y en la naturaleza humana. Sorprendente, absorbente, poética y por supuesto, violenta, en Abou Leila la cámara de Sidi-Boumédine diluye la frontera entre lo real y lo soñado, dejándose llevar por el delirio pero sin perder el hilo narrativo, descubriendo poco a poco la historia de los dos personajes principales, interpretados por Slimane Benouari y Lyès Salem con gran intensidad. Una interesante experiencia cinematográfica que ha pasado por Cannes, que ha ganado premios en los festivales de Sevilla y en el D'A Film Festival Barcelona, y que lamento no poder ver en una sala de cine, como se merecía esta película. 

A STORMY NIGHT -COMEDIA ROMÁNTICA


En la presentación de su película en el D'A Film Festival Barcelona, A Stormy Night, David Moragas explica a través de la plataforma Filmin su predilección por el género de la comedia romántica , citando títulos como Notting Hill (1999) o La boda de mi mejor amigo (1997). Esta educación cinéfila seguramente obligaba a un adolescente Moragas a identificarse con las peripecias amorosas de Julia Roberts, o con el galán heterosexual de turno. Obviamente, ninguna de estas cintas refleja los sentimientos específicos que podría experimentar una persona del colectivo LGTBI. La ópera prima de Moragas, por tanto, es una respuesta directa a esta ausencia histórica de referentes para los gays, que rara vez se ven reflejados en la gran pantalla. Este es el gran valor de la cinta que nos presenta Moragas, que con honestidad y frescura nos habla de las dudas y de los conflictos de dos jóvenes -el propio Moragas y Jacob Perkins- atrapados en una casa en Nueva York, en una noche de tormenta. Rodada en blanco y negro, con una única localización y apenas tres personajes, los protagonistas se dedican a hablar y a hablar: a expresar sentimientos al estilo mumblecore. Hay tensión sexual, algunos momentos divertidos, pero sobre todo, sinceridad, humanidad y otra visión de las relaciones de pareja, del amor y de la vida, que siguen siendo un vacío a llenar en la ficción actual. Necesitamos diversidad en la pantalla para poder entendernos mejor los unos a los otros.

UN BLANCO, BLANCO DÍA -AMOR Y MUERTE


En la emocionante Un blanco, blanco día, el islandés Hlynur Palmason plantea un estudio de la pérdida y del duelo ante la muerte de un ser querido. Una película escrita expresamente para su actor protagonista, Ingvar Sigurosson, que brilla manteniendo contenidas las emociones de su personaje durante la historia y hasta el poderoso clímax. Estamos ante un hombre roto por el fallecimiento de su pareja, el amor de su vida, que se enfrenta a lo duro que es darse cuenta de que la existencia sigue sin atender a nuestros sentimientos. Las estaciones se suceden en el frío paisaje islandés; las reuniones familiares, alegres y caóticas, continúan ocurriendo, olvidándose, en cierta manera, de los que se han ido. Palmason nos habla en su película de una sociedad, quizás, demasiado civilizada, empeñada en esconder los sentimientos supuestamente negativos como la tristeza, la culpa, y sobre todo la rabia: ese grito que conviene dejar salir, aunque solo sea escuchado por el eco, para evitar estallidos de los que luego nos arrepentiremos. Una sociedad que acepta las contradicciones humanas, tal vez, de manera hipócrita. Un blanco, blanco día es poética, dolorosa y hermosa en su exploración de lo que pasa cuando se pierde al ser amado. Pero también es tierna, cálida y optimista cuando pone en pantalla otro tipo de amor, el que hay entre el protagonista y su nieta, interpretada por la hija del director.

LAS BUENAS INTENCIONES -MEMORIA SENTIMENTAL


Los que tenemos cierta edad sabemos que, si hiciéramos con nuestros hijos lo que hicieron con nosotros nuestros padres, el Estado nos quitaría la custodia. Fuimos niños sobre los que se fumaba, que iban en coche sin cinturón de seguridad, adosados a unos padres que seguían haciendo su vida a pesar de nosotros, negándose quizás a ceder el protagonismo de su existencia a sus vástagos. Recordemos la figura paterna ausente de la mexicana Roma, en la que Alfonso Cuarón recordaba cómo su padre abandonaba a su madre y se desentendía de sus hijos para irse con una amante. Para seguir haciendo su vida. La directora argentina, Ana García Blaya, nos presenta en su ópera prima, Las buenas intenciones a un padre de actitud adolescente, rockero, divertido, sí, pero también irresponsable en lo que se entiende por el cuidado de unos hijos, y que sobre todo no cumple las expectativas de su exmujer. La película es un relato autobiográfico en el que García Blaya escarba en su memoria sentimental e intenta explicarse cómo siendo su padre un completo desastre -fumador, mujeriego, impuntual- pudo tener sobre ella una influencia positiva, dándole una lección de vida quizás más provechosa que si hubiera tenido un comportamiento 'ejemplar'. Narrada desde el punto de vista de la niña protagonista, Amanda Minujín -álter ego de la directora- asistimos a las visitas de los hijos a la casa de su padre (Javier Drolas), que se los llevaba a la tienda de discos en la que trabajaba, se olvidaba de ellos si se pegaba una fiesta, o los hacía testigos de cómo iban pasando sus efímeras amantes por su habitación. Pero no hay reproches en esta película, porque la mirada de Amanda, desprejuiciada, muestra admiración. Está claro que la directora recuerda de esos años una felicidad muy auténtica, de baños en piscinas, de fiestas con amigos, y sobre todo, de canciones de rock argentino. Ambientada en los años 90, Las buenas intenciones es un emotivo viaje nostálgico a la infancia de una prometedora nueva autora, tan comprometida con su tema que incluso mezcla imágenes de vídeos caseros de su propia infancia con la ficción que recrea aquellos años de su vida.

ROUBAIX, UNE LUMIERE -LA COMEDIA HUMANA


Arnaud Desplechin firma un estupendo film policíaco escenificado en su ciudad natal, en Roubaix, une Lumiere, una magnífica obra que escarba en la naturaleza humana, que mira con desencanto el mundo en el que vivimos y que desvela lo complicado que es conocer esa verdad última que persiguen los investigadores policiales. No hay inocentes en esta historia, pero tampoco culpables al 100% en los casos que deben resolver los agentes. Hay una mirada social en el film, basado en casos reales, que evita hablar de buenos y malos, y que tiñe de gris los sucesos que aparecen en la pantalla, delitos y crímenes sin glamour, como robos, incendios, un violador en serie, un asesinato sórdido y sin sentido. Protagonizan dos policías, uno recién llegado a la localidad, Louis (Antoine Renartz), dedicado hasta la obsesión, creyente y que escribe un diario personal que hace pensar en Diario de un cura rural (1951) o quizás, en Taxi Driver (1976). Pero lo mejor de esta película es sin duda el personaje del comisario Yacoub Daoud, un magnífico Roschdy Zem, que interpreta a un veterano, que conoce las calles sobre las que trabaja desde niño, que conoce a cada vecino y sus circunstancias, que sabe lo difícil que es abrirse camino en la Francia tejida por europeos, árabes y africanos, que buscan su sitio a codazos, olvidados todos, castigados por la ley del mercado y condenados a vivir como los miserables. El cine policíaco actual tiene, necesariamente, que ser social. Completan el reparto dos personajes femeninos, dos vecinas a las que dan vida unas estupendas Léa Seydoux y Sara Forestier, que demuestran las complejidades psicológicas que pueden estar detrás de esos hechos que salen en las noticias de sucesos y que intentamos reducir a un veredicto sin demasiado conocimiento de causa. Apoyándose en un realismo sórdido y en el rigor de poner en escena los procedimientos policiales, Desplechin entrega un film seco y desencantado, que sin embargo permite una mirada humanista gracias a ese gran personaje que es el comisario Daoud.

NOMAD: IN THE FOOTSTEPS OF BRUCE CHATWIN -HASTA EL FIN DEL MUNDO


Increíble ver una película como Nomad, de Werner Herzog, sobre el escritor de viajes Bruce Chatwin, estando confinados por el coronavirus. La filmografía del director alemán -ya sea ficción o documental- es una continua búsqueda de la naturaleza en su estado más puro, y la literatura de Chatwin, y su filosofía de vida, se regía por un constante movimiento en un mundo sin fronteras ni límites. Descubrimos aquí la afinidad y la amistad entre ambos autores, almas gemelas en una forma peculiar de entender la vida. Encerrados en los confines de nuestras casas, las imágenes de Herzog nos transportan a los lugares más remotos, desde la Patagonia hasta Australia, en un recorrido tanto por los libros de Chatwin como por las películas de Herzog, que a duras penas evita que el film se centre, de alguna manera, en sí mismo. Tanta es la identificación del alemán con el inglés. Con su marcado acento de villano de película, el director nos guía por un trayecto mágico en busca de animales prehistóricos, fuerzas magnéticas bajo la tierra, las ultimas tribus nómadas y canciones que son guías de viaje. Nomad es un documental fascinante, que puede ser el inicio de un viaje para el espectador, no hacia los escenarios naturales extremos que vemos en pantalla, que ya eran inaccesibles antes de la pandemia -y quién sabe cuándo volveremos a recorrer el mundo- sino hacia la literatura de Chatwin y cómo no, hacia la obra de Herzog.