THE WALKING DEAD: VIVIR Y MORIR POR NEGAN


La séptima temporada de The Walking Dead prometía mucho más. Recordemos que la historia se abría justo donde había quedado la entrega anterior, en un cliffhanger espectacular centrado en Lucille, el temible bate de béisbol recubierto de alambre de espino de Negan (Jeffrey Dean Morgan). Nos dejaban con la insoportable duda sobre qué personaje perdería la vida. Así, la serie creada por Robert Kirkman, retomaba su historia con un capítulo muy esperado que fue sin duda un acontecimiento mediático. El violento Negan cumplía con las expectativas convirtiéndose en uno de los más interesantes, y el más cruel, de los villanos de la ficción catódica. La tensión de ese primer episodio era tremenda y la violencia con la que el líder de los temibles Salvadores apaleaba a su víctima, extrema y controvertida. No por nada, uno de los productores ejecutivos -y director de los episodios importantes- es Greg Nicotero, maestro del maquillaje y los efectos especiales de películas como Terroríficamente muertos (Sam Raimi, 1987) y Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003). Digamos ya que ese primer capítulo, The Day Will Come When You Won't Be, fue el mejor de la séptima. Y eso no es bueno. A pesar de lo emocionante de dicha entrega, encontramos en ella el principal defecto de toda la serie: una narrativa deficiente. Los guionistas estiraron todo lo posible la resolución de la incógnita que más nos interesaba, la identidad de los personajes que morían. Pero lo hacían de forma tramposa, desordenando cronológicamente el relato sin ninguna justificación e incluyendo engañosos insertos de todos los personajes muriendo, que no eran más que imaginaciones del protagonista, Rick (Andrew Lincoln). Así, The Walking Dead estira y engaña. Esto no es malo en sí mismo, pero es que encima, se hace sin demasiada gracia.



Tras dejarnos con la boca abierta en la presentación de Negan, el argumento de esta séptima temporada se ha alejado una y otra vez de esa trama, la principal, con episodios íntegramente situados en escenarios fuera de Alexandria, hogar de los protagonistas. Visitamos así la monarquía medieval de El Reino; el aterrador Santuario de los Salvadores; la cobarde Hilltop; o una nueva comunidad íntegramente femenina llamada Oceanside. Estas desviaciones del relato tienen un interés relativo, pero definitivamente no igualan en ningún momento la fuerza dramática de las escenas entre Negan y los personajes principales. Porque además, en esos episodios se adopta el punto de vista de secundarios como Carol (Melissa McBride) y Morgan (Lennie James); el desfigurado Dwight y hasta Tara (Alanna Masterson). Personajes que no tienen el carisma de los más reconocibles -y mejor dibujados- Rick, Daryl (Norman Reedus), Michonne (Danai Gurira) o incluso Maggie (Lauren Cohan). El resultado es una temporada irregular en la que se alternan entregas interesantes -Service- con otras más bien soporíferas como SwearHostile and Calamities o incluso Say YesSe puede decir que The Walking Dead se muere de éxito: el gran carisma de Negan hace que todas las demás situaciones palidezcan en comparación.




Lo que no quiere decir que la temporada haya carecido de buenos momentos e ideas -extraídos del cómic original, muchos de ellos- como la imagen del rey Ezekiel (Khary Payton) y su tigre; el humillante trasfondo de la historia de Dwight; los zombies que salen de la arena en Swear o los que emergen de un buque hundido en Something they Needla escena macarra en la que Rick y Michonne despedazan muertos vivientes con un cable que conecta sus coches en Rock in the Roadla criatura acorazada con pinchos de New Best Friendsla artimaña post-11S de Richard (Karl Makinen) para forzar el enfrentamiento con los Salvadores de Bury Me HereLamentablemente, creo que los aciertos no superan a los fallos. Como la incoherente escapada romántica de Say Yes; el cansino aislamiento de Carol; el casi olvidado embarazo de Maggie; las misiones suicidas de Carl (Chandler Riggs), Jesus (Tom Payne), Sasha (Sonequa Martin-Green) y Rosita (Christian Serratos) que predeciblemente fracasan; y sobre todo, la fallida evolución de Rick, que se vuelve un cobarde ante Negan y luego decide luchar de nuevo sin que nada justifique convincentemente sus cambios de actitud. El season finale -en el que normalmente la serie eleva el nivel para enganchar- nos deja un episodio entretenido, sin duda, pero decepcionante. El argumento acumula giros en la acción para sorprendernos, pero también incluye flashbacks que ralentizan el ritmo. Se cumple la regla de la muerte de un personaje -más o menos- importante, pero, en definitiva, se retoma la dinámica de la primera entrega: el clímax vuelve a poner a los héroes a merced de Lucille y Negan. Entonces aparece un antiguo cliché cinematográfico: la caballería salvadora, el Halcón Milenario que aparece de la nada, un Deus ex Machina en forma de tigre que seguramente dará mucho que hablar en las redes.

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