EN LA CORRIENTE -SEGUNDAS OPORTUNIDADES


Discurren las películas del coreano Hong Sang-soo como la vida misma y En la corriente (2025) no es una excepción. Los personajes que aparecen en la trama son personas normales, que quedan en bares y restaurantes para encontrarse, y que mantienen conversaciones entre ellos. No hay nada más. La sencillez de sus propuestas permite a Hong Sang-soo ser un autor total: escribe, dirige, se encarga de la fotografía, el montaje, la música y la producción. Nos lo imaginamos colocando la cámara en el lugar preciso -es raro que la mueva- delante de sus actores para luego dejarles hablar, en diálogos seguramente improvisados. Cuenta Hong Sang-soo con un reparto fiel que le acompaña de película en película, empezando por Kim Min-hee, pareja del director y premiada en el festival de Locarno por su interpretación aquí. También nos encontramos a otros habituales como Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee y Ha Seong-guk. Estos pocos personajes sirven para crear una de las tramas más enrevesadas del cine reciente Hong Sang-soo, cuya tendencia natural le lleva al minimalismo y hasta cierto punto, incluso, a evitar el conflicto dramático. Aquí, Jeo-nim es una profesora de arte pide ayuda a su tío, un conocido dramaturgo del que se había distanciado, porque necesita urgentemente a un director teatral para montar una pequeña obra en diez días, con algunas estudiantes, tras un pequeño escándalo sentimental: el director anterior había mantenido relaciones con varias de sus alumnas. Lo que no se espera Jeo-nim es que pueda surgir la atracción entre su tío y la que ha sido su mentora en la universidad, una profesora, también artista, que se declara fan del dramatrurgo. Todas estas cosas se van desvelando en conversaciones, sobre todo, en restaurantes y con suculentos platos bien regados con vino y otras bebidas alcohólicas que permiten a estos personajes deshinbirse para exhibir sus sentimientos más profundos, aunque sin pasarse. En la corriente puede contrariar al espectador que no esté familiarizado con el cine de Hong Sang-soo: no hay una historia con un desenlace convencional, pero sí personajes que nos muestran sus vidas y que nos hacen reflexionar sobre la existencia, sobre las segundas oportunidades, sobre el amor y el arte. Pero somos nosotros mismos los que debemos extraer esas posibles lecciones.

DEVUÉLVEMELA (2025)


Los hermanos australianos, Danny y Michael Philippou, se confirman como una de las nuevas voces más interesantes del cine de terror actual con su segunda película Devuélvemela (2025) tras su importante debut con la estupenda Háblame (2022). En esta nueva cinta se van atisbando ya algunas constantes de su corta filmografía, como el interés por personajes rotos por algún trauma del pasado que se enfrentan a una amenaza claramente sobrenatural y el gusto por un terror directo, perturbador y por una violencia seca, no apta para todos los estómagos. La historia nos presenta a los protagonistas en la primera escena: Piper (Sora Wong) es una joven invidente y su hermano mayor, Andy (Billy Barratt), cuida de ella. Y al presentarlos, los hermanos Philippou demuestran una habilidad que me parece resaltable, la de hacer que nos pongamos del lado de estos hermanos desde el primer momento y que sintamos de entrada que no se merecen lo que les va a pasar en esta película de terror, aunque no sepamos todavía de qué se puede tratar. Y vaya si las desgracias comienzan a ocurrir. Los hermanos protagonistas acaban al cuidado de una mujer Laura, interpretada por una fantástica Sally Hawkins, que nos deslumbra en esta película con su versatilidad y variedad de registros en un personaje muy complejo. Devuélvemela aborda temas potentes relacionados con la paternidad, como la responsabilidad y la culpa; y también aborda el abandono y los malos tratos de una forma muy dura. Actualización del cuento de Hansel y Gretel, Devuélvemela tiene momentos terroríficos que se apoyan, más que en los sustos, en una atmósfera insana y en una violencia extrema, que ya es marca de fábrica de los Philippou, sobre todo en ese reiterado recurso a la autolesión que resulta muy perturbador. Apoyados en unas estupendas interpretaciones, estamos ante una película de terror sin coartadas, que crea su propia imagen icónica con el niño Oliver (Jonah Wren Phillips), pero que también demuestra ambición al buscar un desenlace catártico al drama humano que plantea, evitando el nihilismo de otras propuestas similares basadas en la crueldad. Una de las mejores del año.