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ALIEN: COVENANT -EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS


Que la vida y la muerte son conceptos inseparables era la idea principal detrás de Alien (1979). El bello monstruo diseñado por H.R. Giger y Carlo Rambaldi es la más pura expresión de la muerte: existe solo para matar, sin ojos, sin más razón de ser que reproducirse para que su especie perviva. La segunda película de Ridley Scott, un clásico de la ciencia ficción y del terror, nos mostraba detalladamente el ciclo vital de la criatura extraterrestre -el huevo, el face hugger, el chest burster, y el xenomorfo- en una clara metáfora de la maternidad -mucho antes que Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)-. Así, los tripulantes de la nave espacial Nostromo despertaban de la animación suspendida -en cápsulas parecidas a úteros- como si volvieran a nacer; y sin olvidar que el ordenador de abordo se llamaba directamente "Madre". Esta idea de que la vida contiene la muerte se mantendría bajo la superficie argumental de las secuelas: James Cameron masificó las bajas en una película de guerra como es Aliens: el regreso (1986); David Fincher mató a Ripley (Sigourney Weaver) para salvarnos a todos en una metáfora cristiana en Alien 3 (1992); y Jean Pierre Jeunet resucitó a la teniente convirtiéndola en un clon que compartía el ADN de su enemigo en Alien: Resurrección (1997). Mucho tiempo después, Ridley Scott volvió a la ciencia ficción reiniciando la franquicia con Prometheus (2012) precuela que, como su título indica, introduce el complejo de Frankenstein en la franquicia -el miedo del hombre a las máquinas se rebelen- convirtiendo a la humanidad en el resultado de experimentos genéticos de una raza de gigantes que, hace millones de años, decidieron dejar de ser dioses creando la semilla de su propia mortalidad. Un creacionismo alienígena en el que creía a pies juntillas el anciano millonario Peter Weyland (Guy Pearce), un doctor Frankenstein obsesionado con evitar su inminente fallecimiento. La película recuperaba la metáfora sobre la maternidad en su heroína, Elizabeth Shaw (Noomi Rapace), que protagonizaba nada menos que la cesárea/aborto de un feto alienEse nuevo ser, con ADN humano, acababa convirtiéndose en el xenomorfo que conocemos. Así, nosotros somos los padres del alien y la vida conlleva, necesariamente, la muerte. Una idea, por cierto, también presente en la más explícita -y con menos gracia- Life (Daniel Espinosa, 2017), que coincide en la cartelera con esta nueva Alien: Covenant.


Lo primero que hay que decir sobre ella, es que se trata de una secuela de Prometheus, lo que debe ser una mala noticia para los detractores de la misma: la mayoría haters despistados del guionista Damon Lindelof, que todavía no superan el final de Perdidos (2004-2010) y eso que The Leftovers (2014-2017) es una maravilla. Aquí ya no está Lindelof y la verdad es que no sé si es para bien o para mal. Con un inicio que recuerda a la prescindible Passengers (2016) y que quizás se extiende más de lo necesario, conocemos a una nueva tripulación, la de la nave Covenant, en una estructura argumental que ha sido invariable a través de toda la saga. La película parece un puente entre Prometheus y un film de Alien -vuelve el xenomorfo de toda la vida- por lo que quizás se queda un poco entre dos aguas. Tenemos a una nueva heroína -Daniels (Katherine Waterson)- siguiendo los pasos de Ripley, pero sorprende que el soneto Ozymandias de Shelley marque las motivaciones del antagonista principal, algo así como un coronel Kurtz espacial: incluso escuchamos a las Valkirias de Wagner. Alien: Covenant ofrece una imaginería cósmica espectacular -Scott mantiene su buen ojo- que se mezcla con escenas de terror logradas y tensas. El difícil equilibrio entre la elegancia trascendente del espacio profundo y un delicioso monstruo de serie B marcaba ya el primer Alien y aquí Scott se la vuelve a jugar: personalmente, la escena de la ducha, me parece que chirría. No faltan los habituales estallidos de sangre y las viscosas escenas gore a las que nos tiene acostumbrados la franquicia. Pero lo mejor es el protagonismo del androide que interpreta Michael Fassbender, que pasa de ser una criatura frankensteiniana a mad doctor, a moderno Prometeo. ¿Sueñan los androides con aliens eléctricos?

LIFE: VAMPIRO DEL ESPACIO


Life es una rutinaria revisión y actualización de Alien (Ridley Scott, 1979) por la aburrida vía del realismo, siguiendo la estela filosófica de Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) y pragmática de Marte (Ridley Scott, 2015) siempre bajo la sombra -alargadísima- de una obra maestra como 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Esta película del sueco Daniel Espinosa opta por hacer obvias todas las metáforas que la original, concebida por Dan O'Bannon, filtraba a través de la fantasía y el terror para permitir múltiples interpretaciones. Así, en esta, los astronautas de la estación espacial internacional -la verdadera, la actual- constituyen un grupo que -supuestamente- representa a toda la Humanidad -se han dejado fuera a los musulmanes- y que prefiere mantenerse al margen de los conflictos -conocidos por todos- que impiden la paz en nuestro planeta. Esta visión está personificada en el oficial médico David Jordan (Jake Gyllenhaal), estadounidense asqueado por los bombardeos en Siria y traumatizado por el desastre del Challenger, que sustituye al 11-S como herida sin cicatrizar. La criatura -¡apodada Calvin!- está bien animada, pero su diseño es tan realista como soso, nada que ver con la imaginería gótica y de la nueva carne del gran H.R. Giger. Pero tiene la misma sed de sangre, lo que da pie a un desarrollo idéntico al de la cinta de 1979. El bicho -un marciano- tiene una evolución similar -aunque sus inicios resulten tan cómicos como la parodia del chestburster de La loca historia de las galaxias (Mel Brooks, 1987)-. Eso sí, cada paso que da Calvin tiene una coartada pseudocientífica, alejándose del horror irracional y de pesadilla del xenomorfo clásico. El oficial científico, británico, Hugh Derry (Ariyon Bakare), asegura que el bicho solo mata porque es su naturaleza, lo que se parece mucho a una diferencia cultural, o a que la palabra que da título a este film, vida, equivalga a oposición, a muerte, muy a pesar de los pacifistas. Al respecto, otra oficial médico, también británica, Miranda North (Rebecca Ferguson), asegura entender los instintos -las razones- de su enemigo, pero no por ello es capaz de no odiarle. Recomendable solo si eres un millennial que no ha visto Alien -ya te vale- o si el ansia te impide esperar un mes a que se estrene Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017).

INTERSTELLAR Y OTRAS PELIS DE ¿EXTRATERRESTRES?


Sea cual sea tú posición sobre Interstellar -la amas o la odias- la película de Christopher Nolan da juego. Yo he expresado mis problemas con ella aquí, pero además, quiero compartir una idea que me ha estado rondando la cabeza semanas después de haberla visto. Se trata de la forma en la que aparecen en la película unos seres superiores, misteriosos, cuya identidad es uno de los enigmas mejor guardados del film: incluso algunos de los que la hemos visto no nos hemos enterado de quiénes son. En serio.


La Guerra de los Mundos (Byron Haskin, 1953)
Uno de los principales atractivos, quizás el más infantil, de cualquier película de ciencia ficción que incluya extraterrestres es ver al "bicho". El morbo de ver a la criatura, ese efecto especial que intenta suspender nuestra incredulidad. En una monster movie el "bicho" es la atracción principal, aunque muchas veces, debido a los bajos presupuestos, cause más risa que miedo. Un productor de cine, George Pal -el "Kubrick" de los 50- fue uno de los primeros que consiguió elevar la ciencia ficción de "Serie B" a un estatus más serio. En una de sus películas más conocidas, basada en el clásico de H.G. Wells, los marcianos -sí, eran marcianos del planeta rojo- apenas eran vistos fugazmente. Una opción estética para evitar que un monigote de caucho saque al espectador de la película. 


This Island Earth (Joseph M. Newman, 1955)
Pero antes de La Guerra de los Mundos -y despuéslos extraterrestres de la ciencia ficción tenían mucho que ver con los cabezudos Zagons de la posterior -y entrañable- Regreso a la Tierra: un tío disfrazado que ahora provocaría la risa de los espectadores más escépticos. Qué pena me dan.


2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) 
Entonces apareció Dios, o lo más parecido que hay: Stanley Kubrick decidió cambiar para siempre la ciencia ficción cargándose las naves espaciales de juguete y los decorados de cartón piedra. Su obsesión por el detalle y la asesoría de expertos de la NASA hicieron que su obra maestra siga pareciendo realista hoy. 2001 apenas ha envejecido. La aproximación de Kubrick a esa inteligencia extraterrestre -los misteriosos seres de Interstellar cumplen un papel muy similar- fue crear una imagen muy poderosa que puede significar cualquier cosa: el monolito. Un auténtico icono del cine.


Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977)
Spielberg, que en 1975 mostró a su Tiburón lo menos que pudo, hizo lo mismo con los extraterrestres de leyenda urbana de su primer clásico de la ciencia ficción. Por la misma razón -no cargarse el misterio- descartó mostrar el interior de la nave que -aviso spoiler- se lleva a Richard Dreyfuss. 


Alien (Ridley Scott, 1979)
Tampoco se fiaba mucho Ridley Scott de mostrar demasiado a su octavo pasajero y eso que los diseños de H.R. Giger eran espectaculares y han demostrado ser tremendamente influyentes en un montón de "bichos" cinematográficos posteriores. James Cameron se desquitaría sacando aliens a cascoporro y a una increíble "reina madre" en la secuela.


E.T. El extraterrestre (Steven Spielberg, 1982)
Carlo Rambaldi creó el terrorífico traje de Alien siguiendo los diseños de Giger, pero también hizo al "bicho" más entrañable de todos. E.T. no podía ser sugerido como los de Encuentros en la tercera fase, tenía que aparecer durante casi toda la película y lo más difícil: era necesario hacer de él un personaje al que pudieras querer. Y lo consiguieron.


Lifeforce - Fuerza vital (Tobe Hooper, 1985)
Ahora, si hablamos del morbo de ver al extraterrestre, nada como la "Space Girl" interpretada por una Mathilda May en pelota picada en Liferforce. Ni los mejores efectos especiales ni el maquillaje más logrado pueden competir con la mano de Dios (esta vez no hablo de Kubrick). Véase también a la Natasha Henstridge de Species (Roger Donaldson).


Depredador (John McTiernan, 1987)
Otro diseño muy influyente es el que hizo Stan Winston -con algo de ayuda de James Cameron- para un Depredador que tenía que salir mucho en una película que es un actioner de ciencia ficción. Winston salvó la película -en los extras del dvd pueden ver el ridículo "bicho" original que luego fue descartado- creando a un monstruo que aguantaba el primer plano mejor que Schwarzenegger.


Contact (Robert Zemeckis, 1997)
La más adulta -pero menos divertida- Contact, opta por un "bicho" completamente diferente. Cuando Eleanor (Jodie Foster) establece, por fin, un encuentro cercano en la tercera fase, el extraterrestre adopta la forma de su padre (David Morse) para no acojonar. Muy bonito.



Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2012)
Nacho Vigalondo evita completamente la cuestión. Su película va de otra cosa y no hay ninguna necesidad de sacar a los ¿invasores? Salen las naves, como de refilón. Como para crear un clima raruno que justifique las "marcianadas" de los personajes.


Interstellar (Christopher Nolan, 2014) -AVISO SPOILERS-
¿Y qué pasa entonces con Interstellar? Hay unos seres con una inteligencia superior que se ponen en contacto con nosotros y que dirigen a la Humanidad como en 2001. Vienen de otro planeta, aunque no son exactamente extraterrestres ¿Cómo están representados? Pues de ninguna manera. Solo se habla de ellos. Y se explica quiénes son a través de los diálogos entre los personajes. Por eso, me he encontrado con más de uno y más de dos espectadores que no se quedaron con la copla. La película te dice claramente quiénes son estos seres, pero esa información está expresada a través de diálogos, no de imágenes ni de acciones. Por ello, ese dato tan importante se pierde en un "bla bla bla" que corre el riesgo de no llegar al espectador. Lo peor es que todo el meollo de la identidad de estos seres se basa en un montón de teorías científicas, pero en el fondo, el concepto es el mismo que el de una película tan sencilla como Terminator (James Cameron, 1984). Y creo que Cameron es mucho más eficaz a la hora de darle información al espectador de una forma ágil y sobre todo cinematográfica.

UNA INTERPRETACIÓN COMPLETAMENTE EQUIVOCADA DE "ALIEN" (RIDLEY SCOTT, 1979)

Yo tampoco sé decir "Sigourney Weaver"

Entender el "Alien" de Ridley Scott como la metáfora de una historia de amor: el enamoramiento ocurre de improviso, por meter las narices donde no se debe, probablemente por estar en el momento equivocado, en el lugar equivocado: en un planeta chungo.

Cómodo, cómodo, no puede estar.
El facehugger como metáfora de ese primer beso que nos sorprende, baboso y torpe, que nos inocula un elemento extraño en el cuerpo que nos convierte en algo diferente... y condenado a sufrir.

Esto es amor...
El amor entendido como un xenomorfo que va creciendo dentro de nosotros, y finalmente se abre paso, revienta el corazón, rompe las costillas y el tórax... y escapa. Huye. Y nos deja vacíos, huecos, como cáscaras sin vida. Quizás la escena más gore de "Alien" es en realidad una metáfora del amor. Sabemos que nada de esto es correcto. Pero, oye ¿Quién sabe?