PARKING -EMIGRANTES


Parking se presenta como un drama romántico sobre el encuentro entre dos personas, Adrián y María, un poeta y la bajista de un grupo indie, y de las dificultades que encuentran para ser felices juntos. Nada nuevo. En este sentido, la película del director rumano Tudor Giurgiu no ofrece demasiado interés, más allá de tener una narración correcta, de presentar a unos personajes más o menos interesantes, y de conseguir la necesaria química entre sus intérpretes, Mihai Smarandache y la estupenda Belén Cuesta. Me interesan más las particularidades del relato que lo hacen diferente de cualquier otra película de estas características. Así, el héroe romántico es un inmigrante rumano ilegal -estamos en el año 2002- que vive en un parking en Córdoba. Esto provoca una historia de amor, sí, pero marcada por estrecheces económicas, que aportan un ingrediente de temática social que enriquece la película. Pero hay más. Si no nos quedamos en la superficie, descubriremos que todos estos personajes son inmigrantes, viven sin 'patria'. La metáfora perfecta es que el rumano Adrián no tiene casa en España, sino que vive en una caravana, un vehículo perfecto para viajar, pero que se encuentra siempre aparcado en el parking del título. María sueña con el éxito musical -que sospechamos inalcanzable- mientras intenta escapar de una vida -y de una pareja- que no la satisfacen. Rafa (Luis Bermejo), el empresario que da trabajo a Adrián, vive también en el limbo, siempre a un paso de cambiar su vida, mientras se hunde y acaba relacionándose con quien no debe, arrastrando a su pareja (Ariadna Gil) que malvive al otro lado de una frontera imaginaria, esperando que aquel la cruce y arregle su(s) vida(s). Parking habla entonces de sueños y realidades, de dejar atrás lo que tememos, pero también de la necesidad de enfrentar el futuro para poder ser felices. Y básicamente nos dice que casi todos vivimos en el estadio intermedio entre ambos puntos. 

BACURAU -REBELIÓN


Ganadora del premio del Jurado en Cannes y galardonada en festivales de todo el mundo como los de Sitges o Montreal, la película brasileña Bacurau es uno de los estrenos más potentes de lo que va de año. Dirigida por  Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles el film sorprende proponiendo una suerte de choque entre el cine social, el cine de autor, contestatario, que podemos asociar con Latinoamérica, y el cine de género, de acción, con elementos fantásticos, que relacionamos con Estados Unidos. Esos dos cines se reflejan en dos actores veteranos presentes en el elenco: Sonia Braga nos remite a la cinematografía comprometida de su país; el gran Udo Kier, siempre extraño, nos recuerda todas esas producciones estadounidenses, de gran o pequeño presupuesto, en las que se ha prestado a hacer de villano de tebeo. Hay así un posible comentario sobre el imperialismo, económico, cultural, que se plantea desde el protagonismo de un pueblo, Bacurau, aislado, en un futuro cercano y distópico, que se resiste a la influencia de políticos corruptos, que denuncia que les hayan cortado el agua, que se convierte en el blanco de una invasión militar sin sentido. Los vecinos se resisten a ser conquistados o dominados, lo que me hace pensar en otras películas recientes en las que también vemos barrios o comunidades enfrentándose al sistema, como Los miserables (2019) o This Is Not A Burial, It's A Resurrection (2019). Hay que ver Bacurau con la mente abierta a la sorpresa, a imágenes extrañas, chocantes, de sexo, baile, sangre, y violencia,.que remiten a emociones primarias como la rabia y el dolor. Estamos ante una película exuberante, que parte de las imágenes de la Tierra desde el espacio para luego descender al microcosmos del pueblo protagonista. Un film que pasa de la música de Caetano Veloso y Gal Costa a un tema compuesto por el director John Carpenter.

MADRID, INTERIOR -IMÁGENES CONFINADAS


¿Es demasiado pronto para hacer una película sobre lo que estamos viviendo? La respuesta varía seguramente según cada vez espectador, pero Juan Cavestany -Gente en sitios (2013) y la serie Vergüenza- ha sentido la necesidad de registrar, clasificar, ordenar concienzudamente y de darle sentido a las imágenes que sus amigos y colaboradores están grabando, cada uno, desde sus casas. El documental se titula Madrid, Interior, como el encabezado de una escena de un guión cinematográfico, una premisa que se volvió una imposición durante el Estado de Alarma. Cavestany busca atajar la realidad en su momento, recreando situaciones que se están produciendo realmente, insertando ideas de pequeños sketches de humor absurdo, en un collage de los vídeos que le han enviado José Coronado, Coque Malla, Pepón Nieto, Natalie Seseña, Antonio de la Torre, Malena Alterio, Miguel Rellán y un larguísimo etc. El resultado es algo parecido a Gente en un mismo sitio. Un documento que, con los diálogos mínimos -estamos solos- y pocas acciones -en casa no hay mucho qué hacer y leer un libro no resulta demasiado dinámico en pantalla- Cavestany va tejiendo un certero reflejo de las emociones que hemos ido sintiendo durante la cuarentena. Encima, en orden casi cronológico. Cavestany demuestra su sensibilidad para registrar todas las etapas de lo vivido dentro de las casas: el miedo al contagio, el aburrimiento, el no poder dormir, las llamadas telefónicas y las videoconferencias, ese quedarse mirando la biblioteca propia, ver películas, sacar al perro, ver las noticias, aplaudir a los sanitarios, atreverse a hacer una tortilla, masturbarse, tocar música, agobiarse, comer de más y obsesionarse con el orden y el racionamiento. Creo que Cavestany es inteligente acercándose más al documental que a la ficción, evitando racionalizar y buscando la emoción, alejándose de los diálogos y las conversaciones, porque todos estamos cansados de tertulias, de opiniones y de críticas nacidas del miedo que, comprensiblemente, tenemos todos. Para alguno, el presente no será el mejor momento para ver Madrid, Interior, porque refleja demasiado bien lo que estamos viviendo, pero en 5 o 10 años, será un documento importante, un álbum de fotos de un período de nuestras vidas que espero lleguemos a olvidar.

LA MAMI -MAQUILLAJE



La mami es un asombroso documental dirigido por Laura Herrero Garvín, autora de El remolino (2016). La toledana busca la materia dramática de su película en Ciudad de México, en el cabaret Barba Azul, donde un grupo de mujeres sobrevive haciéndole compañía, bailando y bebiendo con los clientes, a cambio, claro, de dinero. Para contar esta historia, Herrero Garvín toma una decisión que me parece muy inteligente: definir como escenario el vestuario y los baños que utilizan estas mujeres para cambiarse y maquillarse, situado sobre el bar y el salón de baile. La cámara apenas abandona este lugar, que se convierte en un microcosmos, no solo de lo que ocurre en off en el cabaret, sino de lo que pasa en México, en las vidas de estas mujeres, y en prácticamente todo el mundo capitalista. Porque a través de estas trabajadoras, la directora nos habla de las desigualdades, de machismo, de explotación, y hasta de la sanidad pública. Todo eso a partir de imágenes de mujeres que están perpetuamente maquillándose, poniéndose 'guapas' para sus clientes, en una denigrante operación de marketing humano que Herrero Garvín registra sin juzgar, con absoluto respeto por el esfuerzo que hacen ellas, simplemente, para sobrevivir. Los dos personajes principales son una recién llegada, que permite informar al espectador de las reglas de este submundo, y por supuesto, la 'mami' del título, personaje maravilloso, mujer que ha vivido de todo y que en su madurez se convierte en una figura materna para las jóvenes que, como ella en su juventud, se enfrentan a lo dura que es la vida.

ABOU LEILA -TRAVESÍA POR EL DESIERTO


Ante un atentado terrorista, los asesinatos en serie o la muerte de un niño, nos sentimos vacíos. Estos actos de violencia parecen echarnos en cara que la existencia no tiene demasiado sentido, a pesar de que nos pasamos la vida cargándonos de razones y de valores morales, para construir un castillo de naipes que llamamos civilización. Queremos pensar que existe el bien y el mal. Que hay culpables e inocentes. Cuerdos y locos. Por eso, para calificar al terrorista, al asesino o al agresor sexual, solemos recurrir a la comparación con el animal, con la bestia salvaje. Curioso, porque en realidad, un depredador mata para comer. De todo esto habla la ópera prima del director Amin Sidi-Boumédine, la sorprendente Abou Leila, sobre dos policías en busca del criminal terrorista del título. Lo que comienza con un tenso atentado en plano secuencia, continúa en una febril road movie que atraviesa el desierto argelino para perderse por carreteras secundarias mentales que indagan en la locura y en la violencia como un hecho enraizado en la cultura y en la naturaleza humana. Sorprendente, absorbente, poética y por supuesto, violenta, en Abou Leila la cámara de Sidi-Boumédine diluye la frontera entre lo real y lo soñado, dejándose llevar por el delirio pero sin perder el hilo narrativo, descubriendo poco a poco la historia de los dos personajes principales, interpretados por Slimane Benouari y Lyès Salem con gran intensidad. Una interesante experiencia cinematográfica que ha pasado por Cannes, que ha ganado premios en los festivales de Sevilla y en el D'A Film Festival Barcelona, y que lamento no poder ver en una sala de cine, como se merecía esta película. 

A STORMY NIGHT -COMEDIA ROMÁNTICA


En la presentación de su película en el D'A Film Festival Barcelona, A Stormy Night, David Moragas explica a través de la plataforma Filmin su predilección por el género de la comedia romántica , citando títulos como Notting Hill (1999) o La boda de mi mejor amigo (1997). Esta educación cinéfila seguramente obligaba a un adolescente Moragas a identificarse con las peripecias amorosas de Julia Roberts, o con el galán heterosexual de turno. Obviamente, ninguna de estas cintas refleja los sentimientos específicos que podría experimentar una persona del colectivo LGTBI. La ópera prima de Moragas, por tanto, es una respuesta directa a esta ausencia histórica de referentes para los gays, que rara vez se ven reflejados en la gran pantalla. Este es el gran valor de la cinta que nos presenta Moragas, que con honestidad y frescura nos habla de las dudas y de los conflictos de dos jóvenes -el propio Moragas y Jacob Perkins- atrapados en una casa en Nueva York, en una noche de tormenta. Rodada en blanco y negro, con una única localización y apenas tres personajes, los protagonistas se dedican a hablar y a hablar: a expresar sentimientos al estilo mumblecore. Hay tensión sexual, algunos momentos divertidos, pero sobre todo, sinceridad, humanidad y otra visión de las relaciones de pareja, del amor y de la vida, que siguen siendo un vacío a llenar en la ficción actual. Necesitamos diversidad en la pantalla para poder entendernos mejor los unos a los otros.

UN BLANCO, BLANCO DÍA -AMOR Y MUERTE


En la emocionante Un blanco, blanco día, el islandés Hlynur Palmason plantea un estudio de la pérdida y del duelo ante la muerte de un ser querido. Una película escrita expresamente para su actor protagonista, Ingvar Sigurosson, que brilla manteniendo contenidas las emociones de su personaje durante la historia y hasta el poderoso clímax. Estamos ante un hombre roto por el fallecimiento de su pareja, el amor de su vida, que se enfrenta a lo duro que es darse cuenta de que la existencia sigue sin atender a nuestros sentimientos. Las estaciones se suceden en el frío paisaje islandés; las reuniones familiares, alegres y caóticas, continúan ocurriendo, olvidándose, en cierta manera, de los que se han ido. Palmason nos habla en su película de una sociedad, quizás, demasiado civilizada, empeñada en esconder los sentimientos supuestamente negativos como la tristeza, la culpa, y sobre todo la rabia: ese grito que conviene dejar salir, aunque solo sea escuchado por el eco, para evitar estallidos de los que luego nos arrepentiremos. Una sociedad que acepta las contradicciones humanas, tal vez, de manera hipócrita. Un blanco, blanco día es poética, dolorosa y hermosa en su exploración de lo que pasa cuando se pierde al ser amado. Pero también es tierna, cálida y optimista cuando pone en pantalla otro tipo de amor, el que hay entre el protagonista y su nieta, interpretada por la hija del director.