THE KNICK -GET THE ROPE-


GET THE ROPE (8 NOVIEMBRE)

En The Knick, el doctor Algernon Edwards (André Holland) ha sido durante siete capítulos el personaje-símbolo del racismo en los Estados Unidos del año 1900. A pesar de su talento y preparación, Edwards tiene que soportar el desprecio de una sociedad ignorante. Una injusticia que provoca que cada noche ahogue su frustración en alcohol y que le hace buscar peleas de bar. Esa actitud nihilista contrasta con su labor diaria como médico y lcon os riesgos que asume al mantener un hospital clandestino para negros en los sótanos del Knick. Toda esa tensión acumulada estalla en Get the rope.



-AVISO SPOILERS-

El asesinato de un policía -corrupto- provoca violentos disturbios en los alrededores del hospital. Los blancos quieren vengarse de cualquier negro que se cruce en su camino en una manifestación más del miedo que sienten hacia una raza que han estado explotando durante siglos. El estallido social prueba que la fina capa de civilización que hoy evita que los ciudadanos se maten los unos a los otros era todavía más frágil a principios del siglo XX: los propios policías lideran el asalto al hospital. Lo mejor de este capítulo de The Knick -para mí- es su estructura emocional. Tras un breve prólogo destinado únicamente a establecer la adicción a las drogas del doctor Thackery (Clive Owen) todo es violencia. Un apuñalamiento propiciado por los prejuicios raciales, la rabia que se va acumulando en la gentuza ignorante, los linchamientos callejeros, la sensación de barbarie y la huida de los protagonistas para salvar la vida de las víctimas afroamericanas aún a riesgo de su propia seguridad. Y luego, esa violencia irracional de una noche de caos social da pie a dos momentos íntimos que -coherentemente- incluyen una relación de amor entre razas que había permanecido oculta hasta ahora y la culminación del aprendizaje vital de la enfermera Lucy (Eve Hewson) a manos del experimentado Thack. "Puedo hacerlo sin dolor y que sea perfecto", le dice el cirujano, justo antes de un final que, como suele ocurrir en The Knick, resulta, también, perfecto.



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