JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- NO ONE



NO ONE (12 DE JUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Juego de Tronos abusa de los anticlímax. Por ejemplo, en este episodio, la misión de Brienne de Tarth (Gwendoline Christie) mola. La guerrera lleva una misteriosa carta de Sansa Stark (Sophie Turner) para pedirle ayuda al Pez Negro, Brynden Tully (Clive Russell), sitiado en un castillo por Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau). Queremos que Brienne tenga éxito porque es un personaje carismático que, hasta ahora, tampoco es que haya hecho demasiado. En general, siempre tengo la sensación de que los personajes de esta serie son infrautilizados, algo lógico: hay muchos y no hay tiempo para todos en cada episodio. Vale. Pero resulta decepcionante que Brienne fracase. Ya hemos visto a Tully negarse a pactar con Jaime, por lo que es frustrante verle rechazar otra vez una posible salida al sitio. Y sobre todo, al final, la cosa acaba con Brienne y su escudero escapando por la puerta de atrás. ANTI-ÉPICO ¿De qué ha valido todo lo que nos han contado entonces? Obviamente, se trata de un efecto buscado, pero creo que la serie, de vez en cuando, debería darnos alguna alegría. No hace falta desmitificar constantemente. Por otro lado, la escena del reencuentro entre Brienne y Jaime mola, y retrata al Lannister como un hombre justo y con honor. Justo después, le vemos en una escena todavía mejor en la que amenaza al cautivo Edmure Tully (Tobias Menzies) y consigue que este recupere el castillo. La escena está muy bien, pero creo que es contradictoria con lo que acabamos de ver y con la evolución del personaje durante todo este tiempo. ¿Jaime es justo o es un cabrón? En todo caso, los que esperabais una batalla por la recuperación del castillo os habéis quedado con las ganas. Otro anticlímax


En este tono anticlimático que tiene Juego de Tronos, la subtrama que más me fastidia con diferencia es la de Arya Stark (Maisie Williams). Qué cosa más desesperante. Veamos. Tras completar su entrenamiento para convertirse en un Hombre sin Rostro de Braavos, la niña decide no matar a su objetivo, la actriz Lady Crane (Essie Davis), por lo que aparentemente todas las veces que le vimos recibir palos de su instructora, Waif (Faye Marsay), no habrían valido para nada -en el transcurso de esta historia, además, Arya se ha quedado ciega y ha recuperado la vista sin que ello tenga mayores consecuencias en la historia o en el personaje-. Ahora vemos cómo la niña se recupera de las heridas del último ataque de Waif, gracias a la ayuda de la actriz. ¿Qué pasa entonces? Pues que Lady Crane muere de todas formas, lo que le resta importancia a la decisión moral de Arya. Para colmo, la niña derrota luego -por fin- a Waif ¡Durante una elipsis! Así que tampoco tenemos la ansiada satisfacción de ver cómo le patea el culo. O quizás es una forma muy sutil de decirnos que Arya sí aprendió algo de su ceguera, ya que apaga una vela para enfrentarse a Waif a oscuras. Lo peor de todo es que enseguida descubrimos que todo lo que ha pasado formaba parte del plan de Jaqen H´ghar (Tom Wlaschiha), así que, después de todo, Arya sí que se convierte en un Hombre sin Rostro. Solo que ella ya no quiere. Y a estas alturas ya nos da igual.


Hay que decir que el uso del anticlímax puede estar bien de vez en cuando. Uno de nuestros personajes preferidos, Tyrion Lannister (Peter Dinklage) se ha pasado varios capítulos utilizando -por fin- su cacareada inteligencia diplomática para mantener en pie el reino de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) en su ausencia. Le hemos visto hacer pactos con el enemigo, reinstaurar la esclavitud, darle de comer a los dragones y ahora le enseña cómo contar chistes a Gusano Gris (Jacob Anderson) y a la guapísima Missandei (Nathaniel Emmanuel). Tyrion siempre resulta divertido de ver, pero su historia reciente parece un intento de hacer algo con el personaje, lo que sea, hasta el regreso de la madre de los dragones. Como en efecto ocurre. Todo lo que le hemos visto hacer al enano no ha servido de nada, pero al menos Daenerys hace una aparición triunfal, en plan salvadora del reino, que está francamente bien. Pero también es verdad que la cosa sería mucho más épica si, en lugar de poner a Tyrion a contar chistes, hubiésemos visto al reino al borde del desastre. Vamos, que nos hubiesen dado alguna razón para preocuparnos mínimamente. Pero no seamos negativos. Hay cosas que me han gustado en este episodio: la persecución de Arya por las calles de Braavos; la venganza de Sandor Clegane (Rory McCann) -menuda bestia parda- y el que por fin veamos en acción a su hermano -ahora zombie- Gregor Clegane (Hafþór Júlíus Björnsson). Pero claro, siendo esto Juego de Tronos, lo más probable es que le corten la cabeza a Clegane -a cualquiera de los dos- justo antes de obtener una gran victoria. Viva el anticlímax. 

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THE KNICK -TEMPORADA 2- NOT WELL AT ALL


NOT WELL AT ALL (4 DE DICIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Pocas series pueden presumir de ser tan oscuras como The Knick. En esta segunda temporada la desazón de las situaciones que plantea no ha hecho más que aumentar. Este pesimismo argumental se ve apoyado por la cámara inquieta de Steven Soderbergh y la hermosa fotografía que nos recuerda las escasa iluminación de los tiempos en los que la electricidad era todavía novedosa. Este episodio ocurre casi completamente en interiores, lo que hace que la oscuridad del argumento se traduzca en una equivalente ausencia de luz en casi cada plano. Los personajes, prácticamente todos, luchan por combatir tinieblas de todo tipo. Veamos.


El doctor John Thackery (Clive Owen) lucha contra su adicción a la cocaína y a la heroína mientras intenta salvar la existencia de la única luz de su vida, Abigail Alford (Jennifer Ferrin). Ella es la que ha conseguido mantener sus vicios bajo control -por eso Thackery pone en sus manos al último paciente alcohólico de su fallida investigación médica para curar las adicciones-. ¿Cómo podemos digerir entonces que Abigail muera -o se suicide- cuando Thack intentaba operar su nariz para mejorar su calidad de vida? El golpe de esta muerte es demoledor. Mientras tanto, el doctor Algernon Edwards (André Holland) -sigue comprometido con la lucha contra el racismo, en este caso, las siniestras cirugías que ha llevado a cabo el doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) para esterilizar a judíos adolescentes marginados. Todo en nombre de la execrable eugenesia. Lo peor es que Edwards no encuentra un aliado en Thackery, por lo que Gallinger no será castigado. Este es el protagonista de la trama más desarrollada del episodio, en la que parece primero que su mujer, Eleanor (Maya Kazan), se recupera de su demencia. Pronto se descubre que "no está bien para nada", frase que da título al capítulo. Eleanor envenena al que fuera su médico, cosa que obliga a Gallinger a ingresarla. Lo más insoportable es que Gallinger no se ve afectado por esto, sino que simplemente sustituye a su mujer por su cuñada (Annabelle Attanasio). Todavía más despiadado se muestra Herman Barrow (Jeremy Bobb) que sigue con sus negocios para encaramarse en la alta sociedad. Barrow ha robado de las obras del nuevo hospital; termina de comprar aquí la libertad de su amada prostituta, Junia (Rachel Korine); consigue ingresar en un selecto club de caballeros; vende su casa familiar abandonado a su mujer y a sus hijos; y finalmente se reúne con su amada. La pareja corre hacia la luz de un ventanal, desapareciendo en una mancha blanca que contradice la negrura de todo lo que ha hecho Barrow para ser libre y feliz.


El camillero Tom Cleary (Chris Sullivan) y la hermana Harriet (Cara Seymour) también luchan por arrojar algo de luz a un mundo oscuro, vendiendo primitivos preservativos a las prostitutas. La relación entre ambos es una de las cosas más bonitas y mejor desarrolladas de The Knick. Aquí protagonizan momentos divertidos: cuando Tom le pide a Harriet que cante para "animarle" mientras se prueba uno de los preservativos; o lo bien que se lo pasan ambos en una feria que incluye un nickleodeon. Por eso resulta algo triste -aunque lógica- la reacción de Harriet, que fue monja, cuando Tom intenta darle un beso y le confiesa sus sentimientos. Casi parece que la oscuridad es imposible de vencer. Eso es lo que debe sentir Edwards cuando Thackery no le ayuda a combatir el racismo de Gallinger. Esa es la frustración de Cornelia Robertson (Juliet Rylance) cuando descubre que detrás de la corrupción contra la que ha estado luchando, está su propio padre, responsable de hacer negocio con las pobres almas de los inmigrantes. Su hermano, Henry Robertson (Charles Aitken), dirige el hospital sin la generosidad de Cornelia. En otro momento, una enfermera se queja de que Henry solo contrata a chicas guapas, como a Lucy Elkens (Eve Hewson), a la que luego conquistará.

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GREEN ROOM (JEREMY SAULNIER, 2015)


En la boca del lobo. Un grupo de chavales se han metido donde no debían. Desde La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) hasta la reciente The Green Inferno (Eli Roth, 2013) hemos visto miles de veces el mismo argumento: no hay salida. Los protagonistas se hallan atrapados en una situación muy chunga y saben que escapar significa dolor. Y muerte. No todos van a sobrevivir. Esto es un subgénero en toda regla que suele enfrentar a urbanitas contra representantes de un orden más primitivo, como en la australiana Wolf Creek 2 (Greg McLean, 2014). La historia suele ocurrir en bosques, carreteras secundarias o países "extranjeros", véase Hostel (Eli Roth, 2005). En los últimos años, el género se ha contaminado con el torture porn: veremos a nuestros héroes sufrir todo tipo de mutilaciones sangrientas. La estupenda Green Room toca todos los acordes -a ritmo de hardcore punk- de esa canción conocida que tanto gusta a los amantes del (sub)género. Pero además, el director Jeremy Saulnier -que se dio a conocer por el éxito en Cannes de la contundente Blue Ruin (2013)- aporta pequeñas variaciones que hacen que su película sea harto disfrutable. La primera, que sus protagonistas no son los típicos idiotas que queremos ver morir bajo la motosierra de Leatherface -cómo echaremos de menos a Anton Yelchin- sino chavales entrañables, anti-modernos, amantes de la música y de la provocación. Los típicos paletos caníbales son sustituidos por algo mucho más cercano y aterrador: un grupo neonazi, con su organización paramilitar, afición por las navajas y unos perros de pelea que acojonan. Saulnier repite así algunos elementos de Blue Ruin: sus héroes se mueven al margen del sistema y los conflictos -violentos- se resuelven fuera de la Ley. Saulnier -también guionista- va en contra del cliché, buscando la sorpresa y haciendo uso de un sano humor descreído y casi casi autoconsciente. Por último, decir que, si bien he hablado de películas de terror como referentes, el director reconoce otro algo distinto: Asalto a la comisaría en el distrito 13 (John Carpenter, 1976). Estamos entonces ante una película en la que el grupo protagonista se encuentra "sitiado". Recordemos que Carpenter se inspiró a su vez en Río Bravo (1959) de Howard Hawks, que hizo su propio remake poco después, con El Dorado (1966). Desde luego, Green Room os tendrá hasta el último segundo dándole vueltas a una sola idea: ¿Cómo cojones van a salir vivos de allí?

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- EMANCIPATION


EMANCIPATION (10 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Con Emancipation, la Guerra Civil llega a Agentes de S.H.I.E.L.D. Como sabéis, esta serie pertenece al llamado Universo Marvel Cinematográfico, en el que todas las películas y series están interconectadas. Así, si en Capitán América: Civil War (2016) el Gobierno de los Estados Unidos intenta registrar a todos los superhéroes para tenerlos localizados y controlados, la historia en esta ficción televisiva debe reflejarlo. Un concepto, sin duda, único y novedoso. Ya veremos si también es revolucionario. Al principio de este capítulo, Phil Coulson (Clark Gregg), lamenta, además, la muerte de la agente Carter (Hayley Atwell), personaje que, como sabéis, aparece en varias películas Marvel -empezando por Capitán América: El primer Vengador (2011)- que ha tenido apariciones en esta serie y que protagonizó la suya propia, Agent Carter, que llegó a tener dos temporadas. De hecho, en un momento de la historia que nos cuentan aquí, se hace referencia a que S.H.I.E.L.D está utilizando una vieja base de la S.S.R, la agencia de espionaje en la que militaba Peggy. Por otro lado, el coronel Glenn Talbot (Adrian Pasdar) reaparece para investigar qué inhumanos esconde Coulson, quien, por cierto, formaría parte claramente del Team Cap en la mencionada película. Además, en este contexto de desconfianza hacia al superhéroe, volvemos a ver a los Watchdogs, algo así como un grupo neonazi paramilitar que tiene como objetivo la eliminación de los inhumanos. Estos acaban convirtiéndose en cobayas de Hive (Brett Dalton) que consigue transformarles en inhumanos, específicamente en una raza que en los cómics se conoce como Alfa Primitivos, creados en 1967: seres sin mente utilizados como esclavos. Hay que decir que el episodio se plantea como un reflejo del conflicto de la película sobre el Capitán América, pero se desarrolla en la coordenadas típicas de la serie, en la que predominan la desconfianza, el engaño y los giros inesperados clásicos del género de espías. Eso sí, hay un momento "Marvel" que me ha encantado, enfrentando a dos pesos pesados, al villano de la primera parte de la temporada, el temible Lash (Matthew Willig) con el de la segunda, el invencible Hive.

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BLUE RUIN (JEREMY SAULNIER, 2013)



Dwight Evans (Macon Blair) es el superviviente de un Apocalipsis personal. Sobrevive rebuscando en la basura, entrando en casas vacías y durmiendo en un viejo coche -una ruina de color azul- como si se hubiera acabado el mundo. Solo que alrededor de Dwight todos viven una existencia completamente normal. Porque el Apocalipsis solo le ha ocurrido a él. La barba larga y el pelo sucio revelan que Dwight es como un náufrago, pero rodeado de gente y aislado en medio de la civilización. Pegada escrupulosamente al punto de vista de su protagonista, Blue Ruin es una película poderosa que se mueve siempre hacia adelante, sin detenerse, empujada por la sed de venganza que mueve a Dwight. No hay un solo diálogo explicativo, sin embargo, entendemos al personaje y nos ponemos de parte de ese (anti)héroe imposible de cara blanda y ojos tristes que parece más un oficinista que un ángel vengador. La película escrita, dirigida y fotografiada por Jeremy Saulnier -ganador del premio FIPRESCI en Cannes- deja al descubierto el lado más primitivo de la naturaleza humana: la violencia, el odio, la venganza y los atávicos lazos familiares que desatan esos sentimientos. Los coches, móviles y rifles automáticos no esconden lo que es una sangrienta guerra entre clanes que ocurre al margen de las leyes y de la civilización.

GOTHAM -TEMPORADA 2- THIS BALL OF MUD AND MEANNESS


THIS BALL OF MUD AND MEANNESS (14 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Gotham es una serie que te obliga a aceptar que el fiel mayordomo Alfred Pennyworth (Sean Pertwee) es lo bastante tonto como para encararse a una pandilla de maleantes acompañado de un niño, Bruce Wayne (David Mazouz). Una vez aceptamos inconsistencias como esta, es posible incluso pasar un rato entretenido con alguno de los episodios de esta ficción sobre la urbe que Batman protegerá en un futuro cada vez más lejano. Este capítulo se beneficia de concentrar su historia en la búsqueda de venganza de Wayne, que sigue la pista de Matches Malone (Michael Bowen), el (supuesto) asesino de sus padres. Sorprende que se aborde un tema tan importante, que sostiene todo el mito del hombre murciélago, de una forma tan expeditiva. En un solo episodio, Bruce Wayne encuentra al objeto de su venganza y decide no matarle. Uno de los pilares de la moral del superhéroe creado por Bob Kane es no matar, algo de lo que Zack Snyder parece haberse olvidado en su versión -muy válida- del personaje. Luego, Matches Malone se quita la vida sin ayuda de nadie, por lo que, para Bruce, sus padres ya pueden descansar en paz. ¿Cómo modificará este hecho la sed de justicia del futuro Batman?. En principio, el joven seguirá su cruzada para proteger su ciudad. Antes, hemos visto cosas interesantes. La pelea de Alfred a puñetazos con Cupcake (Jamar Greene), líder de los mutantes -un guiño a El regreso del caballero oscuro (1986) de Frank Miller- es resuelta con humor. Alfred luego acaba en el hospital, una excusa fácil para que Wayne siga solo su venganza. Por otro lado, mola el encuentro con Jeri (¡Lori Petti!) una mezcla de Harley Quinn y Siouxsie and the banshees, muy punk. También está bien el enfrentamiento con el propio Matches Malone, un asesino a sueldo que espera la muerte y que resulta ser un personaje sorprendentemente interesante, aunque desaprovechado por su muerte prematura. Wayne decidirá luego irse a vivir a las calles con Selina (Camren Bicondova) en un epílogo que casi podría conectar con Batman Begins (Christopher Nolan, 2005). Dos subtramas se añaden a esta historia principal y ambas se ocupan de los grandes villanos de Gotham. El Pinguino (Robin Lord Taylor) protagoniza su propia versión de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971) en el manicomio de Arkham, a manos de Hugo Strange (BD Wong) que enseguida le considera "curado" y le deja en libertad. Por otro lado, James Gordon (Ben McKenzie) investiga la muerte de la señorita Kringle (Chelsea Spack), lo que le coloca en el punto de mira de Edward Nygma (Cory Michael Smith), que dibuja aquí su primer signo de interrogación. Por fin.

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THE KNICK -TEMPORADA 2- WILLIAMS AND WALKER


WILLIAMS AND WALKER (27 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Bert Williams y George Walker fueron dos artistas de vaudeville, de raza negra, que aparecen representados en este episodio de The Knick como un divertimento para los ricos de raza blanca que asisten al baile organizado por la directiva del hospital. La fiesta, presentada con un plano secuencia, reúne casi todas las tramas de la serie al reflejar las tensiones de una época marcada por el capitalismo salvaje, el conservadurismo, la hipocresía, el clasismo, el machismo y el racismo. El gran ofendido por el espectáculo de Williams y Walker es, por supuesto, Algernon Edwards (André Holland), médico de raza negra repetidamente marginado por el color de su piel. En el capítulo se enfrenta a la reticencia del hospital a permitir la operación de un afroamericano, Garrison Carr (Ntare Guma Mbaho Mwine). Para colmo, el racista Everett Gallinger (Eric Johnson) saboteará la intervención  que dirige Edwards para luego salvar al paciente y hacerse el "héroe blanco". Algernon, además, descubre que no entra en los planes del nuevo hospital que se está construyendo. La fiesta sirve también al doctor John Thackery (Clive Owen) para demostrar su amor por Abigail (Jennifer Ferrin) al pasearse de su brazo a pesar de su nariz reconstruida y deforme. Un acto que es al mismo tiempo romántico y provocador. Es también la gran noche de Bertie Chickering (Michael Arangano) y su novia, la judía, Genevieve (Ariel Goldman). 


Para estar en el baile, para conquistar a Henry Robertson (Charles Aitken), la enfermera Lucy Elkins (Eve Hewson) "prostituye" su pie al proxeneta chino Ping Wu (Perry Yung). Con ese dinero, Lucy se compra un elegante vestido. Cornelia Robertson (Juliet Rylance) ha preparado la lujosa fiesta, que no deja de ser una capitulación para ella, a pesar de ser un éxito socialmente. Su investigación para ayudar a los inmigrantes que llegan a la isla de Ellis le ha llevado a descubrir chanchullos de su empresa familiar. Además, descubre que su inquietante suegro es capaz de hacerla seguir y de volver a comprar las joyas que había vendido para ayudar a los necesitados. Cuando Cornelia le pide a su marido que escapen del control de su suegro, descubre una deuda monetaria que le obliga a obedecer. Tanto Lucy como Cornelia han pagado un precio por la fiesta. En The Knick, el dinero es la clave de todo. Si el baile de alta sociedad representa el peso de las apariencias, Herman Barrow (Jeremy Bobb) ha estado trepando en el escalafón gracias a una cara que mantiene oculta: la del ladrón que roba a sus jefes, la del enamorado de una prostituta que compra un lujoso piso para ella. En la fiesta, emerge esa parte inconfesable de Barrow cuando se enfrenta al contratista que ha descubierto sus chanchullos, Frazier Wingo (Andrew Rannells, sí, el de Girls). Pero Barrow se defiende, le amenaza y consigue callarle. Así, el baile es el triunfo de la hipocresía: Cornelia finge entereza cuando se sabe atrapada; Lucy lleva un vestido que no puede pagar; Abigail finge que nadie mira su nariz; Edwards trata de integrarse entre los que desprecian su color de piel; Barrow trata de ser uno más entre los verdaderamente ricos. Donde hay sociedad, necesariamente, hay falsedad.

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