JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- THE DOOR


THE DOOR (22 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

El episodio The Door es la caña. Es todo lo bueno que puede ser Juego de Tronos. Empezando por el final: la explicación de por qué Hodor (Kristian Nair) solo dice "Hodor" es fantástica. Una especie de paradoja temporal pero en clave mística, relacionada con ese plano astral que visita Bran Stark (Isaac Hempstead) guiado por el cuervo de los tres ojos (Max Von Sydow) del que aquí, nos despedimos, lamentablemente. Pero volviendo a Hodor, el momento es al mismo tiempo terrorífico, heroico y tierno. Difícil de superar. Otra de las razones por las que este capítulo es una gozada es el regreso de los temibles Caminantes Blancos, a los que hacía bastante que no veíamos. Estos Walking Dead -para qué nos vamos a engañar- son una amenaza tan divertida que casi nos hacen olvidar las rencillas por el poder entre los personajes humanos. Además, descubrimos aquí su origen, que fueron creados por la raza de Leaf (Kae Alexander) sobre los que, la verdad, no tengo demasiada información. Por otro lado, Sansa Stark (Sophie Turner) experimenta una evolución como personaje más que interesante: deja de ser una niña, deja de ser una víctima, acepta a su hermano Jon Snow (Kit Harington) y sobre todo comienza a mentir, a guardarse información para tener ventaja sobre los demás: no revela que ha tenido un encuentro con el poco fiable Meñique (Aidan Gillen). Lo que quiere decir que Sansa está preparada para el poder. Mientras tanto, en la Casa Greyjoy también pasan cosas. Malas. Theon (Alfie Allen) y su hermana Yara (Gemma Whelan) acaban huyendo por sus vidas cuando pierden el trono ante su malvado tío, Euron (Pilou Asbaek). Algo menos avanza la trama de Daenerys (Emilia Clarke), pero sí que protagoniza una emotiva despedida con Jorah Mormont (Iain Glen) que debe buscar una cura para la psoriagris. Además, Tyrion Lannister (Peter Dinklage) busca cimentar el poder de su reina con una coartada religiosa y lo hace reclutando a una colega de la mujer roja, Kinvara (Ania Bukstein), tan misteriosa como voluptuosa. Todas estas escenas funcionan muy bien, excepto, ay, la de Arya Stark (Maisie Williams) cuya historia resume los defectos de la serie. El entrenamiento de la joven a manos de los hombres sin rostro de Braavos nos vuelve a regalar la enésima escena de lucha contra Waif (Faye Marsay). ¿Cuántas veces hace falta ver caer a Arya? ¿Cuántas veces le van a decir que no está preparada?. Para colmo, la pequeña de los Stark recibe el encargo de matar a una actriz, lo que nos lleva a presenciar una representación teatral en clave de sátira que recrea momentos de la primera temporada. No tiene mucho sentido alargar tanto dicha escena en una serie tan cargada de personajes.

CAPÍTULO ANTERIOR: BOOK OF THE STRANGER

THE FLASH -TEMPORADA 2- INVINCIBLE


INVINCIBLE (17 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Los guionistas de The Flash tienen una gran pericia a la hora de dirigir nuestra atención creando expectativas para luego sorprendernos. En el cliffhanger del episodio anterior salían suficientes metahumanos de Tierra-2 como para llenar una temporada entera. Esos villanos aparecen al principio de este capítulo en una espectacular batalla campal contra la policía de Central City. Pues bien, The Flash (Grant Gustin) vence a todos sus enemigos de un plumazo. Lo que nos quieren hacer creer es que Barry es invencible. El héroe se muestra muy confiado a pesar de las advertencias de todo el mundo a su alrededor, especialmente de su padre, Henry Allen (John Wesley Shipp). Barry no hace caso, pero, la verdad, es que todo parece salirle bien. Y en el episodio ocurren un montón de cosas que nos distraen de lo que sabemos que va a ocurrir. Aparece la doppelganger de Laurel Lance (Katie Cassidy) -Canario Negro, fallecida en Arrow- que responde al nombre de Black Syren. Caitlin Snow (Danielle Panabaker) tiene alucinaciones paranoicas con Zoom (Teddy Sears). Cisco Ramon (Carlos Valdes) tiene visiones con pájaros muertos, descubre sus propios poderes, y se disfraza de Reverb junto a Caitlin -Killer Frost- para detener a la mencionada villana. Jesse Wells (Violette Beane) cree firmemente que es metahumana. Wally West (Keiynan Lonsdale) consigue ser un héroe, por una vez, salvando a Flash. Además, los protagonistas crean un dispositivo capaz de desactivar a todos los visitantes del mundo paralelo, al mismo tiempo. Incluso Zoom sale huyendo. Y hasta Barry le pide a Iris West (Candice Patton) una primera cita romántica. Todo bueno. Como colofón, un guiño a la serie The Flash de los años 90: juntan a los dos protagonistas de aquella, John Wesley Shipp, y Amanda Pays -la doctora McGee-. Una delicia. Todo parece feliz. Pero claro, no podía ser. No solo vemos imágenes de lo que parece ser la destrucción de Tierra-2, sino la posible muerte de un personaje muy querido a manos de Zoom. Nos han vuelto a engañar.

CAPÍTULO ANTERIOR: THE RUNAWAY DINOSAUR

X-MEN: APOCALIPSIS (BRYAN SINGER, 2016)



Cuando Bryan Singer dirigió la seminal X-Men (1999) el cine de superhéroes estaba en pañales. Quizás por eso se contuvo en aquella película, dotándola de un tono de ciencia ficción low cost y evitando todo lo posible los disfraces chillones. En 2016 hemos visto a Chris Evans vestir un traje con los colores de la bandera de Estados Unidos y Marvel Studios ha puesto muy alto el listón con sus films: pueden ser mejores o peores, pero todos son muy entretenidos. En X-Men: Apocalipsis, Singer decide ir contracorriente manteniendo la frialdad y la contención de aquellas primeras entregas firmadas por él. Hay poca acción en este nuevo capítulo de abultado metraje que reincide en los trajes negros y sobrios para los héroes, a pesar de que su villano luzca un aparatoso maquillaje azul. Singer alarga demasiado su trama, que no tiene ningún ritmo y solo en el tercio final regala un poco de espectáculo. El problema quizás es que la plantilla de personajes es demasiado extensa. Xavier (James McAvoy) y Magneto (Michael Fassbender) han perdido el protagonismo que tuvieron en X-Men: Primera Generación (2011) -que sigue siendo la mejor de una franquicia que se compone ya de 9 entregas- aunque el guionista Simon Kinberg tenga la necesidad de convertir de nuevo a este último en víctima de un régimen totalitario, antes del nazismo y ahora del comunismo detrás del telón de acero. Mística tampoco tiene demasiado desarrollo, interpretada por una Jennifer Lawrence que parece aburrida. Por un lado se reintroducen personajes como Cíclope, Jean Grey o Tormenta para conectar con la trilogía original, pero al mismo tiempo aparecen otros como Rondador Nocturno o el Ángel que contradicen lo visto en aquellas. Por último, creo que Olivia Munn no dice ni una sola palabra en su papel de Psylocke. Por lo tanto, no hay acción, pero tampoco se profundiza en los personajes y, de hecho, Singer recurre a flashbacks de escenas de las películas anteriores para extraer algo de la emoción perdida de aquellas.


Aún así, X-Men: Apocalipsis tiene numerosos aciertos. Singer hace bien en mezclar géneros. El peplum, en el prólogo en el antiguo Egipto; el terror, en los momentos protagonizados por Apocalipsis, un villano cercano a Drácula o a la Momia; el cine de catástrofes, en un espectacular tercio final que tiene acción y efectos especiales como no se habían visto nunca en una película de esta franquicia. Rondador Nocturno (Kodi Smith-McPhee) es un claro homenaje a Michael Jackson y protagoniza momentos que nos hacen recordar lo mejor de X-Men 2 (2003); Mercurio (Evan Peters) vuelve a robarse el show como en X-Men: Días del futuro pasado (2014) y no puedo olvidar la fantástica aparición de Arma-X. Eso sí, Singer se permite la chulería de hacer salir a sus personajes de un pase de El retorno del Jedi (1983) y hacerles decir que las terceras partes siempre son las peores. El dardo no solo va contra los ewoks, sino contra X-Men: La decisión final (2006) tercera y desastrosa entrega dirigida por Brett Ratner cuando Singer decidió dirigir Superman Returns (2006), otro fiasco, por cierto. Alguien debería recordarle al director de Sospechosos Habituales (1995) que X-Men: Apocalipsis se puede considerar también la tercera parte de una nueva saga.


Apocalipsis, creado en los cómics en 1986 por el matrimonio de artistas Louise y Walter Simonson, es un poderoso y antiguo mutante que cree que debe poner a prueba a la Humanidad con catástrofes periódicas para asegurar la supervivencia del más fuerte -los mutantes- una idea que ahora puede tener otra lectura: se trata de una metáfora del capitalismo y sus cíclicas crisis. Pero encontramos otra visión posible en esta película ¿No es Apocalipsis (Oscar Isaac) un fundamentalista de Oriente Medio con el objetivo de destruir el mundo por “decadente”? Por último, la historia se sitúa en 1983, un período de fuerte recesión económica mundial y con el incidente conocido como Able Archer 83, "considerado por muchos historiadores como el más cercano a una guerra nuclear mundial, desde la Crisis de los misiles en Cuba de 1962", que ya vimos en X-Men: Primera Generación (2011). 

ANGRY BIRDS, LA PELÍCULA (CLAY KAYTIS, FERGALL REILLY, 2016)


Elegida por mi hijo siguiendo el inapelable criterio de que en el cartel sale un "pájaro rojo" -su color favorito de siempre- Angry Birds convierte en narración, en personajes, en motivaciones, la mecánica abstracta de uno de los videojuegos más populares y adictivos de la historia. Probablemente lo que engancha de utilizar un tirachinas para arrojar a pájaros malhumorados contra sucesivas estructuras arquitectónicas es nuestro apetito de destrucción: ver caer a los cerdos derribando sus edificios seguramente satisface algún oscuro deseo reprimido. La película entiende esa energía y por eso su protagonista -Red, con la voz de Santiago Segura en español- es un inconformista rodeado de aborregados pájaros que no encuentra su lugar en una sociedad de un buenrrollismo que esconde superficialidad e hipocresía. Hay cierta ambigüedad en esta idea, algo que se agradece, de un guión firmado por Jon Vitti, bregado en series como El Show de Larry Sanders, El Rey de la Colina, The Office o Los Simpsons. Que no es poco. Los personajes no son tan redondos como los de una película Pixar -ni la animación es tan lograda- pero el destructivo clímax que reproduce fielmente los modos del videojuego merece la pena -y debe ser una gozada en 3D-. Me ha gustado sobre todo el mensaje del film: la reivindicación de la rabia como emoción útil que no debe ser reprimida siempre. A veces conviene enfadarse, indignarse, defenderse. Y oye, cualquier película que mantenga quieto a mi hijo de dos años y medio es una obra maestra.

ANTES DE APOCALIPSIS: X-MEN (2000-2016)


Primero fueron los cómics. Los X-Men nacieron en 1963 de la mano del tándem que lo inventó prácticamente todo en Marvel: Stan Lee y Jack Kirby. Esa primera encarnación, estaba compuesta por el Profesor X y sus alumnos Cíclope, Marvel Girl, la Bestia, el Hombre de Hielo, y el Ángel. Su principal enemigo era Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos. El concepto era que estos superhéroes mutantes habían nacido con poderes y, por tanto, eran diferentes y marginados por una sociedad intolerante. Sin embargo, Lee y Kirby no pusieron mucho interés en la nueva serie y abandonaron pronto la colección.


El éxito para los X-Men no llegaría hasta los años setenta, cuando Len Wein y Dave Cockrum renovaron por completo la serie con una nueva generación de personajes: Lobezno, Tormenta, Coloso, Rondador Nocturno, Banshee, cada uno de una nacionalidad diferente. Sin embargo, Len Wein dejó enseguida la colección en manos del guionista Chris Claremont, que, junto al dibujante canadiense John Byrne, convertiría la cabecera en un clásico en los años 80. Es en este período cuando surgen las historias más relevantes de los personajes que han servido de inspiración a las películas: el misterioso origen de Lobezno como Arma X; la Saga de Fénix Oscura; los Días del Futuro Pasado. En los 90, los mutantes fueron los superhéroes más populares de Marvel Comics. En el año 2000 se convirtieron en celuloide.


X-Men (Bryan Singer, 2000)
Bryan Singer venía de prometer mucho tras Sospechosos Habituales (1995) y Verano de Corrupción (1998) y esa promesa parece cumplirse en secuencias notables de esta película como el prólogo sobre Magneto (Ian McKellen) en un campamento nazi; la lucha entre mutantes en la estación de tren; y los apuntes terroríficos de la mutación del senador Kelly (Bruce Davison). Destaca el esfuerzo por darle un trasfondo a la historia en la que el mutante representa a los marginados, sobre todo judíos e inmigrantes: ahí está la batalla final en la Isla Ellis. Synger apuesta por una película más bien pausada, demasiado seria, muy elegante, en la que sin embargo chirrían elementos como el look circense de la Hermandad de Mutantes Diabólicos y algunas peleas bastante torpes: sobre todo la de Lobezno (Hugh Jackman) contra Dientes de Sable (Tyler Mane). Aún así, es el primer eslabón en el camino a la madurez del cine de superhéroes tras la seminal Superman (1978) de Richard Donner, y apartándose de los excéntricos Batman de Tim Burton. Para bien y para mal, debemos a X-Men gran parte del auge actual de las películas de superhéroes.


X-Men 2 (Bryan Singer, 2003)
En la secuela, todas las dudas de la entrega anterior se convierten en certezas. La primera secuencia en la que Rondador Nocturno (Alan Cumming) intenta matar al presidente de los Estados Unidos en la Casa Blanca es un estupendo ejemplo de planificación que aprovecha visualmente los poderes de teletransportación del "elfo". Pero además, hay grandes ideas en la película, como la secuencia en la que los jóvenes mutantes visitan un museo de historia natural: cuando el Profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) se ve obligado a paralizar a todos los humanos para evitar que sus pupilos sean descubiertos, convierte a los homo sapiens en estatuas equivalentes a los maniquíes de los neandertales extintos en los dioramas del museo, los mutantes, el homo superior, son el siguiente paso en la evolución. Además, se juega con el poder simbólico del mutante como metáfora de cualquier minoría marginada: la escena en la que el Hombre de Hielo, Bobby Drake (Shawn Ashmore) confiesa a su familia su verdadera naturaleza es equiparable a la salida del armario de un joven homosexual a unos padres retrógrados.


X-Men: La decisión final (Brett Ratner, 2006)
Tras firmar X-men 2, Bryan Singer estaba en la cúspide de su carrera profesional y artística. Quizás por eso decidió abandonar la franquicia mutante, sin concluir la trilogía, y emprender un proyecto todavía más ambicioso: Superman Returns (2006). El reboot del hombre de acero fue un rotundo fracaso: nadie comprendió el tono de homenaje a la película original de Richard Donner y Christopher Reeves (Superman, 1978). La carrera de Synger fue cuesta abajo desde entonces hasta, paradójicamente, X-Men: Días del futuro pasado (2014). Eso sí, anotemos en su haber la estupenda serie House (2004-2012). En todo caso, después de X-Men 2, el sustituto de Synger lo tenía difícil. Brett Ratner -conocido por la trilogía Hora Punta (1998-2007) de Jackie Chan- se hizo cargo del rodaje con el proyecto muy avanzado, y eso se nota. Esta tercera parte es la más floja de la trilogía, recuperando defectos de la primera como los villanos ridículos, Juggernaut (Vinnie Jones). La realización de Ratner no es tan elegante como la de Synger, y las ideas de puesta en escena en La decisión final son mucho más convencionales. A la película le falta ingenio y trabajo para dramatizar situaciones que se resuelven con meros diálogos.


X-Men orígenes: Lobezno (Gavin Hood, 2009)
Este spin-off es la peor película de la franquicia. Siendo el personaje de Lobezno (Wolverine) el más atractivo de la galería mutante -tanto en las películas como en los cómics- era lógico sacar provecho de su misterioso pasado. Explorar el pasado de los personajes con frecuencia ofrece un resultado contrario al esperado: en lugar de profundizar en su historia, se consigue aligerarla al quitarle la carga de misterio que espoleaba nuestra imaginación. En el caso de Lobezno (Hugh Jackman), la trama nace directamente de X-Men 2, repitiendo Stryker como villano que mueve los hilos (Danny Huston sustituye a Brian Cox) y añadiendo a un Víctor Creed (Liev Schreiber) que poco tiene que ver con el Dientes de Sable (Tyler Mane) de la primera X-Men. La vida de Logan abarca décadas, lo que obliga a una estructura episódica e inconexa. Al personaje protagonista no se le otorga el empaque suficiente para cohesionar la historia, y a su antagonista, Creed, tampoco se le da una motivación clara. Aún así, hay algún acierto aislado, como la sugerente secuencia de combate en la que Logan y Creed luchan en varios conflictos bélicos a través de la historia; o el apunte macarra de enfrentar las garras de Lobezno contra las hélices de un helicóptero.


X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011)
Tras la película sobre Lobezno, se estaba preparando otra titulada X-Men Origins: Magneto. No llegó a concretarse como tal, pero acabó convirtiéndose en esta precuela más ambiciosa, en la que, a pesar de desvelar la primera clase de alumnos mutantes que entrenó un joven Xavier (James McAvoy), tiene como verdadero protagonista a Magneto (Michael Fassbender). Matthew Vaughn, director de Kick-Ass (2010), consigue una película de superhéroes -con el tono de una aventura de espías en la Guerra Fría- que mantiene la gravedad de las primeras películas de Synger (que controla el proyecto como productor y aporta la historia original) pero consigue la ligereza y el humor necesarios para crear un divertimento prácticamente perfecto. Todo esto, además, consiguiendo enlazar las cuatro películas anteriores creando una sensación de universo -más o menos- coherente. Gran parte de la calidad del film se debe a la credibilidad que aporta el talento de sus actores principales, Fassbender a la cabeza. "No estás solo" es la frase más hermosa de la película, y además resume el espíritu de los X-Men: la diferencia. La mejor entrega de la franquicia.


Lobezno Inmortal (James Mangold, 2013)
Si la primera aventura en solitario de Lobezno es un actioner con exceso de testosterona, en esta segunda película el mutante canadiense se nos pone tierno. Al ser una continuación directa de X-Men: La decisión final, el pobre Logan (Hugh Jackman) se recupera del trauma de haber tenido que matar al amor de su vida: Jean Grey (Famke Janssen). En ese estado de puchero continuo, Lobezno se enamora de una nueva mujer, Mariko Yashida (Tao Okamoto), la heredera de un poderoso clan japonés. Entre ambos amores, poco metraje queda para las escenas de acción. La historia está basada en una "novela gráfica" de Chris Claremont y Frank Miller, que proponía una aventura japonesa del mutante que servía para enfrentar su lado animal con la contención emocional y el sentido del honor nipón. Pero poco de esto encontramos en la película, que convierte un argumento sencillo en algo complejo haciendo aparecer personajes cuya función en la trama no está nada clara: sobran. A destacar los incomprensibles poderes precognitivos de Yukio (Rila Fukushima). Es verdad que Lobezno Inmortal tiene el doble de calidad que X-Men orígenes: Lobezno, pero es la mitad de entretenida.


X-Men: Días del Futuro Pasado (Bryan Singer, 2014)
El director Bryan Singer vuelve a dirigir una película sobre los X-Men 14 años después, y se nota el paso del tiempo: los efectos especiales ahora le permiten atreverse con una película mucho más ambiciosa que abarca varias épocas, futuros distópicos, recreaciones históricas y robots gigantes. Días del futuro pasado tiene una historia compleja, que presta atención a varios personajes a la vez, pero que consigue mantener el equilibrio y el interés durante casi todo su metraje: apenas pierde un poco el rumbo durante el segundo acto con alguna reiteración innecesaria. El protagonismo recae en Lobezno (Hugh Jackman), el personaje principal es Mística (Jennifer Williams), pero en el corazón dramático de la historia está la pérdida de fe de Charles Xavier (James McAvoy). La espectacular escena protagonizada por el veloz Quicksilver (Evan Peters) en el Pentágono es una puesta al día de la de Rondador Nocturno (Alan Cumming) en la Casa Blanca en X-Men 2 (2003). Y es que Synger parece utilizar esta película para despedir definitivamente la trilogía original, recuperando incluso a personajes fallecidos en La decisión final (2006).


DEADPOOL (TIM MILLER, 2016)
Me gusta Deadpool, porque no la considero una parodia de una película de superhéroes. Sé que hay un comentario irónico sobre el género -presente ya en los cómics- sé que Ryan Reynolds rompe la cuarta pared y habla de la franquicia de los X-Men, que se burla de Hugh Jackman y se acuerda del Ferris Bueller de Todo en un día (John Hughes, 1986) en la mejor escena postcréditos de una película Marvel (aunque esto sea Fox). Sé todo eso. Pero creo que hay más. Deadpool está muy bien escrita y dirigida, tiene mucho ingenio. La primera secuencia de acción es brutal, graciosa y violenta. La película se esmera en que su tono paródico no convierta a su historia en intrascendente. Y lo consigue haciendo que cada golpe sea duro. Que nos duela cada tiro. La otra forma que tiene el film de implicarnos es desarrollando a sus personajes: la larga secuencia en la que Wade y Vanessa (Morena Baccarin) se enamoran es divertida y verdaderamente romántica. Cuando descubrimos el conflicto principal del personaje, este realmente ha llegado a importarnos. Deadpool puede parecer una parodia, pero la verdad es que no se limita a burlarse de los clichés del género. De hecho, gran parte de lo que hace realmente bien esta película es que tiene un lenguaje adulto, en el sentido de que no ha sido censurada para resultar apta para los niños. Así, en Deadpool se dicen tacos, se cortan cabezas, salen tetas, por primera vez un superhéroe es sodomizado y se habla con naturalidad, los diálogos -brillantes- se parecen a las cosas que diría una persona normal. Un par de referencias a los Monty Python son el último ingrediente necesario para ganarme completamente. El único pero, la asignatura siempre pendiente en las películas Marvel: el villano. Podría haber sido mejor. Ajax (Ed Skrein) mola, pero me he pasado toda la película esperando que apareciera su jefe.

THE KNICK -TEMPORADA 2- THERE ARE RULES


THERE ARE RULES (20 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

"Hay reglas" es el título de este episodio, que refleja el conflicto central de toda la serie. Esas reglas, a veces no escritas, que limitan a los individuos de una sociedad creando diferencias muchas veces injustas o limitando la posible felicidad del individuo. Ese "hay reglas" es lo que impide que el afroamericano, Garrison Carr (Ntare Guma Mbhao Mwine), se opere en el hospital, en el Knick, para desesperación de Algernon Edwards (André Holland). Probablemente las mismas reglas conservadoras llevan al absurdo de que el doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) se vea obligado a cenar con el médico que trató el desequilibrio mental de su mujer arrancándole los dientes. La serie se aprovecha de nuestras ideas como espectadores actuales, que sabemos que es discriminatorio que no se opere a alguien por su raza; o que se permita a un médico utilizar métodos bárbaros para curar a un paciente. Por eso nos indigna que Gallinger se siente en la misma mesa que el doctor Henry Cotton (John Hodgman), personaje real, por cierto. Nosotros sabemos que sus técnicas no tienen sentido, como sabemos que los experimentos con la hipnosis que hace John Thackery (Clive Owen) tampoco tienen ninguna base científica. También sabemos que la radioterapia con la que Bertie Chickering (Michael Angarano) intenta desesperadamente salvar a su madre del cáncer, es la técnica adecuada. Pero claro, a principios del siglo XX dicha técnica estaba todavía por desarrollar, por lo que los intentos de Bertie son temerarios y necesariamente clandestinos. Aún teniendo razón, a Bertie no le queda más remedio que dimitir, porque "hay reglas" sobre probar nuevos tratamientos en pacientes humanos. Esas mismas normas son las que la hermana Harriet (Cara Seymour) rompe al ayudar a las mujeres a evitar embarazos no deseados o al mudarse a vivir con el camillero Tom Cleary (Chris Sullivan). Algo natural hoy en día, que personas de diferentes sexos compartan piso, era entonces escandaloso. Tampoco entendemos hoy que alguien pueda tener un contrato de propiedad sobre dos hermanas siamesas para explotarlas como espectáculo de circo.

CAPÍTULO ANTERIOR: WHIPLASH

THE KNICK -TEMPORADA 2- WHIPLASH


WHIPLASH (13 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El "latigazo" al que se refiere el título del episodio, un dolor en el cuello, aparece mencionado en la primera cita entre el acaudalado Henry Robertson (Charles Aitken) y la enfermera Lucy Elkens (Eve Hewson). Antes, este ha enseñado a sus amigos de clase alta una película pornográfica rodada por él mismo en un primitivo cinematógrafo. Una imagen morbosa que quizás podemos relacionar con el experimento que lleva a cabo el doctor John Thackery (Clive Owen) -delante de un público de científicos- que busca las zonas de placer en el cerebro al descubierto de un paciente adicto a la morfina. El vínculo entre ambas tramas es Lucy, examante de Thackery y la encargada de buscar marcas de jeringuillas en sus brazos y piernas -sus centros de "placer"- que además tiene un conocimiento suficiente -por su experiencia en el prostíbulo de Ping Wu (Perry Yung)- de cómo complacer a Robertson.


Henry Robertson tiene sin embargo un grave problema cuando una explosión en los túneles del metro  causa varios heridos. Este decide ser humanitario y no cobrar a los heridos que atiende el Knick. Esto provoca un enfrentamiento entre Henry y su padre (Grainger Haines) que se opone a la inversión en el metro, o lo que es lo mismo, se opone al progreso. Un conflicto similar al de Bertie Chickering Jr. (Michael Angarano) con su progenitor, que, sin embargo acepta finalmente someter a su mujer, enferma de cáncer, a un tratamiento experimental. Antes hemos visto cómo la novia -judía- de Bertie se ganaba a su suegra contando chistes -precisamente- de judíos. Los mismos a los que Everett Gallinger (Eric Johnson) quiere esterilizar para evitar que se "reproduzcan", amparándose en la siniestra pseudociencia de la eugenesia. En la sociedad que describe The Knick hay machismo, racismo y un capitalismo salvaje que convierte a las personajes en mercancías. Los judíos que quiere eliminar Gallinger son una "carga" y la prostituta que desea Herman Barrow (Jeremy Bobb) un bien que debe comprar al chino proxeneta Ping Wu. Barrow necesita (mucho) dinero para ser feliz: para dejar a su mujer y a sus hijos, para comprar un piso de lujo y también al objeto de su amor, Junia (Rachel Korine).

CAPÍTULO ANTERIOR: WONDERFUL SURPRISES