ASTEROID CITY -UNIVERSO CERRADO
BARRY -TEMPORADA FINAL -FICCIONES
Esta idea de que la realidad y la personalidad propias no son más que construcciones, se refuerza con los otros personajes de la historia que, como Barry, se han ido transformando para enfrentar sus propios conflictos. Veamos. Sally se define primero como una aspirante a actriz -algo inocente, pero egoísta y ambiciosa- que encuentra que puede triunfar si vende su propio 'personaje' de mujer maltratada. Pero es que luego se convertirá en guionista de éxito, en víctima de la cultura de la cancelación, en novia engañada, y por último, en madre y camarera -como fugitiva de la ley- que incluso cambia su aspecto físico con una peluca. Paralelamente, Gene Cousineu, el profesor de interpretación, es presentado como un charlatán que sobrevive gracias a su personaje de 'vieja gloria' del cine y del teatro, que utiliza para convencer a jóvenes ilusos de que se apunten a su taller. La incapacidad de Cousineau para la 'vida real' queda demostrada en dos momentos de esta temporada: cuando le cuenta su experiencia con Barry -y la muerte de su pareja- a un periodista haciendo una representación teatral, y cuando intenta hacerse un sandwich pero, sorprendentemente, no sabe siquiera abrir el paquete de pan de molde. Eso por no hablar del personaje más caricaturesco de la serie, NoHo Hank, que va adoptando varios roles en cada temporada: violento mafioso, amante homosexual que persigue la paz, emprendedor visionario y, de nuevo, un desalmado criminal. Pero quizás la transformación más divertida de la serie es la de Monroe Fuches, que acaba creyéndose su personaje del 'Cuervo' y tras pasar por prisión se convierte en el líder de una peligrosa banda criminal, transformando también su aspecto físico. En el último episodio, Fuches verbaliza esta transformación asegurando que antes toda su vida era una pose, pero que, tras vivir el infierno carcelario, se ha encontrado a sí mismo, ha descubierto a su verdadero yo. Y le exige a NoHo que haga lo mismo, que reconozca sus errores, que deje de fingir. Un diálogo que resume el subtexto de toda la serie justo antes de un explosivo clímax que cambia lo dramático por lo ridículo. En el desenlace de la serie, ciertas decisiones creativas refuerzan esta idea de que Barry habla sobre la relación entre la realidad y la ficción: sobre el plano que marca el destino del protagonista, escuchamos aplausos -en off- como diciéndonos que todo, en el fondo, es representación. En el epílogo se nos muestra una película -su título es, significativamente, El coleccionista de máscaras- que narra los hechos que hemos visto en la sefie: ficción dentro de una ficción, pero, además, tergiversando todo lo que hemos visto de una forma muy divertida. Y el resultado de esa 'mentira' es, para su único espectador -cuya identidad no revelaré- reconfortante. Creamos personajes para no enfrentarnos a nosotros mismos y consumimos ficción para lidiar con la realidad. ¿Quién lo puede negar?
EL MAESTRO JARDINERO -CENTAUROS DEL DESIERTO
En El maestro jardinero (2022), Paul Schrader vuelve a Centauros del desierto (1956). La obra maestra de John Ford ha obsesionado al director desde hace décadas: el guión de Taxi Driver (1976), y en menor medida, también el de Rolling Thunder (1977), nos motraban a un veterano de guerra, conservador y racista, relacionado con una mujer joven a la que debe salvar, y que acaba implicándose en una misión de venganza contra un submundo criminal que sutituía a los temibles -y odiados entonces- indios. Los personajes de Schrader en estas películas son individuos solitarios y consumidos por el odio. También es el caso del padre coraje interpretado por George C. Scott en Hardcore (1979) que intenta rescatar a su hija del mundo del porno. Décadas después, Schrader es un artista maduro que ha conseguido alcanzar la sencillez narrativa y expositiva de un maestro del cine clásico. Todo lo que nos cuenta lo hace con una calma zen, y en El maestro jardinero esa forma reposada de planificar y montar contrasta con la violencia que esconde el personaje protagonista, Narvel Roth -estupendo Joel Edgerton-, un tipo que, por fuera, es un pacífico experto en botánica, pero que oculta, bajo sus ropas, las cicatrices del odio en forma de terribles tatuajes. El jardín que ha cuidado y perfeccionado Roth es una metáfora de su dominio sobre su naturaleza violenta, sobre sus peores instintos. Como un samurái, Narvel se ha convertido en el jardinero de su propio espíritu. Como personajes anteriores de Schrader, Narvel lleva un diario íntimo de su existencia, como ya hiciera el Travis Bickle que fue Robert De Niro, o el reverendo Toller (Ethan Hawke) en la magnífica First Reformed (2017). Todos ellos remiten, claro, a Diario de un cura rural (1951) del admirado Robert Bresson. Y como el Ethan Edwards al que dio vida John Wayne, Narvel también tendrá que rescatar a una joven -Quintessa Swindell- del camino torcido. El maestro jardinero es la increíble constatación de que la repetición de los mismos temas, ideas y obsesiones, puede dar lugar a nuevas obras de gran calidad artística.
TRANSFORMERS: EL DESPERTAR DE LAS BESTIAS -ESTOS SON MIS TRANSFORMERS
Creo que nadie esperaba nada más de Transformers, y precisamente por eso El despertar de las bestias es una muy agradable sorpresa. Una entretenida película de ciencia ficción, en la que los protagonistas vuelven a ser los robots transformables con los que muchos niños jugamos en los años 80 y 90. Precisamente, tras el acostumbrado prólogo que sitúa la historia y presenta un nuevo McGuffin, nos trasladamos a la década de los 90 para conocer a nuevos protagonistas humanos, Noah Diaz (Anthony Ramos) y Elena (Dominique Fishback), que descubrirán la existencia de los Transformers y se verán implicados en su guerra cósmica. El principal aliciente de la película es la aparición de nuevas facciones de robots: los Maximals, liderados por un simio metálico, Optimus Primal (Ron Perlman) y los malvados Terrorcons, con Scourge (Peter Dinklage) al frente. Con estos elementos, la película reitera en los elementos básicos de la saga: un enfrentamiento entre el bien y el mal, batallas espectaculares entre los enormes robots en un despliegue de efectos digitales y una buena dosis de humor en una cinta repleta de acción y aventura para todos los públicos. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no. Dirigida por Steven Caple Jr. -Creed II (2018)-, las principales virtudes de la película son su frescura, sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante la séptima entrega de la franquicia; el esfuerzo argumental para desarrollar a los personajes humanos, especialmente al protagonista; su falta de pretensiones, dejando atrás la fatigosa épica de las 5 películas de Michael Bay; y que siga la línea de la estupenda Bumblebee (2018) -mi preferida-, de la que esta sería una secuela, recuperando los diseños y el espíritu de la serie de dibujos animados original -Transformers: Generación 1 (1984)-, alejándose del supuesto realismo de las ya mencionadas películas de Bay. Transformers: El despertar de las bestias es diversión desenfadada que consigue escapar del peso mastodóntico de las entregas anteriores con simpáticos guiños cinéfilos -a King Kong (1933), a El halcón Maltés (1941) o a las aventuras de Indiana Jones- y también nostálgicos, a la década de los 90 -la tele por cable, los videojuegos, el hip hop en la banda sonora, el chiste a costa de Mark Wahlberg-. El espectador infantil y juvenil se lo pasará pipa, pero creo que muchos de los que fueron niños en los 80 no podrán más que emocionarse con la promesa de la escena postcréditos.