JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 4-


-AVISO SPOILERS-

Una de las principales características de Juego de Tronos es su grandísima cantidad de personajes. La serie es cada vez más coral, y en esta temporada ningún personaje destaca demasiado por encima de los otros en cuanto al tiempo que se le dedica a cada uno en la historia. Saltamos de Tyrion a Arya a Daenerys y eso nos da una -falsa- sensación de agilidad narrativa y de progresión en cada capítulo. En realidad, cada historia avanza más bien poco, y hay personajes que dejan de aparecer durante capítulos enteros.



La gran virtud de la serie es precisamente que, a pesar de su sobrepoblación, resulta relativamente sencillo seguir las tramas. El precio a pagar son las largas escenas de diálogos que se esmeran en explicar al espectador despistado la historia y las relaciones entre los personajes. Son diálogos expositivos, que aburren, a menos que se utilicen en una escena de sexo: en este caso son sexpositivos.



El otro precio a pagar por tal multitud de tramas es que Juego de Tronos no tiene una progresión dramática encadenada, sino que la historia avanza por elipsis y golpes de efecto. En el primer caso, por ejemplo, descubrimos que Arya se ha endurecido hasta el punto de ser capaz de matar a un enemigo con ensañamiento -lo vimos en la mejor secuencia del primer episodio de esta cuarta temporada- un desarrollo del personaje que sorprende tanto como la muerte de Joffrey: era más deseada que esperada, y quizás ha sido poco satisfactoria.

En esta cuarta temporada, Juego de Tronos ha expandido el marco de la historia hasta abarcar varios reinos, un mundo entero, con varias facciones enfrentadas: los Lannister, la Guardia de la Noche, los salvajes, Daenerys y sus dragones... 



En el tercer episodio, ese mundo se nos muestra como un lugar oscuro, en decadencia, poblado por personajes sin escrúpulos: Jaime fuerza a Cersei junto a la tumba del hijo de ambos; Petyr mata a Ser Dontos a pesar de que ha cumplido su misión ayudando a escapar a Sansa;  Sandor Clegane roba al campesino que le ha ofrecido cobijo y trabajo.



Y en lo que ya es una tradición en la serie inspirada en George R.R. Martin, tras ver ocho episodios de "bla bla bla" y "yada yada yada", nos regalan un noveno dedicado íntegramente a una gran batalla. Ya ocurrió esto en la segunda temporada -Blackwater- y ahora vuelve a ocurrir en la cuarta. Y nosotros encantados. El director en ambos casos es Neil Marshall (The Descent,2005 y Centurion, 2010) y aunque se copia el modelo de la batalla de El Señor de los Anillos: Las Dos Torres (Peter Jackson,2001) estos capítulos son sin duda la razón por la que seguimos viendo la serie.


En el último capítulo de la temporada, nos encontramos con la muerte de varios personajes: uno de los rasgos más característicos de la serie. Cualquiera puede morir, sí, pero en alguna ocasión la muerte de un personaje trunca un desarrollo dramático que quizás habría sido más interesante. La muerte repentina y siempre violenta resulta coherente con las reglas del mundo de Juego de Tronos, pero también escatima desenlaces que podrían ser más satisfactorios para sus tramas. El recurso es efectivo, pero también efectista, y ¿por qué no? incluso realista: ¿cuántos de nosotros cumpliremos nuestro "destino" antes de fallecer?

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