AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- ASCENSION


ASCENSION (17 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Mi problema con el final de la tercera temporada de Agentes de S.H.I.E.L.D es que hace demasiado explícito su tema de fondo. El subtexto debería aportar hondura, significados, lecturas, a una narración, por lo demás, impecable en cuanto aventura de espías de ciencia ficción. Pero los guionistas, esta vez, imponen una sola interpretación posible, muy fácil de ver: la cristiana. El origen de esto lo encontramos en la llegada del personaje de Elena "Yo-Yo" Rodríguez (Natalia Cordova-Buckley) -estereotipo latino católico- cuando introduce un crucifijo en la serie. Literalmente. Esa pequeña cruz aparece primero en un flashforward anunciando la muerte de un personaje. Luego ha ido pasando de mano en mano en un juego que nos ha tenido en ascuas sobre la identidad del futuro fallecido. Algo así como una patata caliente. La idea no es mala, pero, como he dicho antes, el que el objeto sea una cruz impone una lectura en clave cristiana. El personaje que muere se sacrifica por "los errores de todos", una frase que sonroja en boca del director Coulson (Clark Gregg). Así, podemos asimilar a los inhumanos -pueblo elegido, pueblo perseguido- a los judíos o a los cristianos primitivos durante el Imperio Romano. El personaje que muere, para salvar a los demás, sería claramente un trasunto de Jesús. No quiero hacer spoiler, pero eso convierte a un personaje femenino muy importante en algo así como... María Magdalena. Esta idea religiosa, la verdad, se introdujo a mitad de temporada, con las constantes alusiones de Lincoln (Luke Mitchell) a un plan inteligente detrás de la creación de los inhumanos y a un "destino" para cada uno. En el mismo sentido, también han sido numerosas las comparaciones de Hive (Brett Dalton) con Satanás, aunque resulta curioso que aquí sea el equivalente del Diablo el que lucha en contra del libre albedrío. En El paraíso perdido de John Milton, Lucifer era el primer rebelde. Por otro lado, hay momentos que molan, como el verdadero rostro de Hive o la "escopetacha" de Mack (Henry Simmons). El cliffhanger de la cuarta temporada, con una Daisy (Chloe Bennett) perseguida por Coulson y Mack es enigmático. Pero no demasiado emocionante.

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AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- ABSOLUTION


ABSOLUTION (17 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Como un tiro. Perdonad el lugar común, pero así comienza el penúltimo de la tercera de Agentes de S.H.I.E.L.D, con un brío narrativo tremendo para contarnos el enfrentamiento -casi final- con el que seguramente es el mejor villano del Universo Marvel Cinematográfico, Hive/Colmena/Grant Ward (Brett Dalton). Los guionistas acumulan situaciones y giros, no renuncian al humor -las muecas de Fitz (Iain De Caestecker) con el sistema de captura de gestos- y nos cuentan la carrera contrarreloj por evitar que el malvado haga estallar la ojiva nuclear robada. Esto, que es el inicio de la historia, tiene la intensidad del final de un serial cinematográfico de aventuras o de una película de James Bond, por el megalómano plan de Hive. Pero aquí es solo el inicio. Porque el capítulo va avanzando tras las sorprendente captura del gran enemigo y el tono se va haciendo pausado, grave, pesimista. Aparece la sombra de la muerte, con ese crucifijo que los personajes se van pasando de uno a otro: sospechamos que el último en poseerlo morirá, según anunciaba el flashforward visto al comienzo de esta mitad de temporada. Estos momentos más introspectivos -y emotivos, como el encuentro de Daisy (Chloe Bennet) con Mack (Henry Simmons)- confirman lo que siempre hemos sabido, que el personaje principal de esta serie es Skye.

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EXPEDIENTE WARREN: EL CASO ENFIELD (JAMES WAN, 2016)


En un momento de la casi perfecta Expediente Warren: El caso Enfield, los niños protagonistas se divierten con un juguete precinematográfico, un zootropo que tiene grabada una nana inglesa, There Was a Crooked Man, sobre un espeluznante hombre torcido. Este juguete revela, quizás, la intención del director, James Wan, de que su película sea una síntesis de la historia del cine de terror. En otro momento del film, cobra vida la sombra proyectada en la pared de un ser sobrenatural, lo que recuerda al expresionismo silente de Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), pero también a las sombras chinescas previas a la invención del séptimo arte. Porque la primera emoción cinematográfica es el terror. ¿Qué sintieron los espectadores en 1895 cuando vieron Llegada del tren a la estación, de los hermanos Lumière? El cine de terror existía incluso antes que el cine: la fantasmagoría, variante de la linterna mágica, consistía en proyectar espectros y diablos para asustar al espectador. Y de eso trata esta película. De fantasmas y demonios. Pero también de cine.



Orson Welles decía que el cine es un maravilloso tren eléctrico para jugar. El caso Enfield es un juguete construido por su director para asustarnos. Un tren de la bruja. Y por eso, a James Wan -creador de la saga de Saw- le estaré eternamente agradecido. Las dos partes de Expediente Warren -y también de Insidious- están entre los mejores momentos que he pasado en una sala de cine. Wan se ha especializado en fabricar sustos para hacernos saltar sobre las butacas y creo que es el mejor en ello. En esta secuela perfecciona todos los trucos ensayados en sus películas anteriores. Algunos son sencillos, algunos están muy vistos, pero todos son eficaces. Wan nos impone una mirada nerviosa que busca constantemente en el plano la próxima aparición de un ser horroroso. Hay que admirar cómo mueve la cámara, inventándose constantemente soluciones de planificación: véase la secuencia del niño que se asoma repetidamente al pasillo desde su habitación. Además de los movimientos de cámara, el director utiliza el montaje, la profundidad de campo, los golpes de sonido, la inquietante música de Joseph Bishara, el silencio, los actores exageradamente maquillados y los efectos digitales modernos. Como he dicho antes, esta película es algo así como la suma de todos los sustos cinematográficos. No hay nada nuevo, pero hay más y mejor. 



Al principio decía que Wan sintetiza la historia del cine de terror y es que en El caso Enfield encontramos la teatralidad del cine mudo; la seriedad del terror de los años setenta, como El exorcista (William Friedkin, 1973) y obviamente como Terror en Amityville (Stuart Rosenberg, 1979); pero también está la cámara postmoderna del Sam Raimi de Posesión Infernal (1981). Wan se atreve, además, con algunos momentos de humor -el chiste sobre el tamaño de las videocámaras- y se arriesga con secuencias tremendamente naive, como cuando Patrick Wilson canta el Can´t Help Falling in Love de Elvis Presley. Wan se fija incluso en su propia saga, Insidious, para crear otro escalofriante mundo ultraterreno. Obviamente, el director no triunfa al mismo nivel en todas estas propuestas, pero creo que no fracasa en ninguna. Expediente Warren: El caso Enfield es una experiencia terrorífica asombrosamente divertida que debe ser experimentada en una sala de cine. Hacedme caso. Le daréis las gracias a James Wan.

ANNABELLE (JOHN R. LEONETTI, 2014)



Cada vez que Annabelle aparece en Expediente Warren: The Conjuring (2013) el público se estremece. Incluso en su breve cameo en la posterior Expediente Warren: El caso Enfield (2016) sentimos un escalofrío al verla en su ya famosa vitrina. La muñeca es la culminación de la atracción que parece sentir el director James Wan por los muñecos diabólicos -al parecer originada tras ver Poltergeist (Tobe Hooper, 1982)- presentes en su filmografía desde la marioneta de Saw (2004) y hasta la madre de todas las películas de muñecos, la entrañable Silencio desde el Mal (2007). Tanto miedo da Annabelle en The Conjuring, que era lógico que a los productores se les ocurriese hacer un rápido spin-off saca cuartos. Y era bastante predecible que el invento no iba a estar a la altura de Insidious (2010) o de la propia Expediente Warren, al no estar el talentoso Wan en la dirección, sino el director de fotografía de esta última. Otro obstáculo es que la película no adapta un caso de los Warren -Vera Farmiga y Patrick Wilson en las películas- sino que se inventa una historia original. Lo que nos cuentan en el prólogo de The Conjuring sobre la muñeca, sí se inspira en el espeluznante episodio que el matrimonio relata en su libro The Demonologist: The Extraordinary Career of Ed and Lorraine Warren (2002). Un relato en forma de entrevista, tan sencillo como terrorífico. De este documento, solo quedan en la película sobre Annabelle un par de momentos. El film se centra algo menos en la muñeca de lo esperado, y prefiere seguir otros derroteros. El guión recoge la mitología establecida por los Warren -y por James Wan tanto en esta saga como en la de Insidious- en la que se distingue entre fantasmas humanos y espíritus inhumanos, entidades demoníacas mucho más peligrosas. En la historia "verídica", un demonio se hace pasar por el fantasma de la niña Annabelle Higgins, para engañar a las incautas enfermeras que aparecen reflejadas en el prólogo de The Conjuring. Aquí descubrimos quién era la tal Annabelle, cuyo origen no está demasiado lejos del de Chucky (Tom Holland, 1988). Eso sí, el verdadero mal es un demonio muy negro, creado por KNB Efex. A pesar del atractivo pavoroso de la muñeca -que se parece poco, visualmente, a la "verdadera"- los productores parecen haber sentido la necesidad de recurrir a una historia de terror más tradicional, que se apoya en los miedos de la maternidad. Para ello, utilizan otro hecho real, los terribles crímenes de la familia Manson, que cometió varios asesinatos en 1969, entre ellos el de la actriz Sharon Tate, a la que apuñalaron estando embarazada. Era la mujer del gran director Roman Polanski, que luego exorcizó esos fantasmas con una obra maestra en la que esta pobre Annabelle intenta inspirarse: La semilla del diablo (1968).

EXPEDIENTE WARREN: THE CONJURING (JAMES WAN, 2013)


Si os fijáis bien, James Wan dedica varias escenas de esta película a enseñarnos la casa -la disposición de las habitaciones en cada planta- a la que se está mudando la familia Perron. El director, de origen malasio, considera muy importante que podamos trazar mentalmente el plano de la vivienda hechizada. Para conseguirlo, utiliza la profundidad de campo y virtuosos planos secuencia. Solo así podrá jugar con nosotros a esconder a los espeluznante seres sobrenaturales en los rincones de las habitaciones, al final del pasillo, dentro del armario, o en las escaleras del sótano secreto que descubrimos con la propia familia. El mismo Wan confiesa que uno de sus trucos es colocar la cámara detrás de los personajes, para así meternos junto a la familia víctima del encantamiento dentro de la casa embrujada. Esas primeras escenas domésticas sirven para enseñarnos la vivienda y para establecer una base realista que nos permitirá dar, después, el salto a lo fantástico. Es también el momento en el que el guión dibuja a los personajes -a grandes rasgos- para generar el mínimo de empatía necesario para hacernos temer por ellos. Esta estrategia había sido ensayada previamente por Wan -y su guionista Leigh Whannell- en la saga de Insidious, producida por New Line Cinema y que comparte con Expediente Warren numerosos aspectos argumentales y mitológicos. Tanto, que podríamos considerar esa saga como una adaptación no oficial -y de bajo presupuesto- de las experiencias de Ed y Lorraine Warren, matrimonio famoso por investigar lo paranormal. Volviendo a The Conjuring, James Wan establece con el espectador un juego de sustos que utiliza la casa de los Perron como tablero. De hecho, hay dos "juegos" muy claros. El primero, en el que una niña -o la madre interpretada por Lili Taylor- se venda los ojos para luego buscar a ciegas a sus hermanas, que le guían por el oído dando tres palmadas. Al principio vemos el juego en condiciones "normales" para entender sus reglas, pero luego este se repetirá un par de veces con la intervención de los fantasmas, consiguiendo unos sustos tremendos en el espectador. En esto, el director demuestra un manejo de la tensión casi insuperable. El otro juego que aparece en la película es el de una antigua caja de música, provista de un espejo en el que debe aparecer el amigo imaginario de la niña más pequeña de los Perron. La acción se repite varias veces durante el film, con diferentes resultados, pero disparando siempre la tensión en el espectador. Con estos materiales, Wan convierte su película en un divertimento pulido que perfecciona los resortes de Insidious y que solo será superada por su propia secuela, Expediente Warren: El caso Enfield. Y aún así, el film tiene otros momentos inspirados y más narrativos, como el prólogo sobre la muñeca Annabelle que dio pie a un spin-off decepcionante.

THE KNICK -TEMPORADA 2- DO YOU REMEMBER MOON FLOWERS?


DO YOU REMEMBER MOON FLOWERS? (11 DE DICIEMBRE DE 2016) 
-AVISO SPOILERS-

El que posiblemente sea el mejor episodio de la segunda temporada de The Knick, el penúltimo, se centra en un personaje secundario, pero de gran importancia para expresar los temas de fondo de la serie. Narrativamente, se revela el hecho fundacional que da pie a esta historia, el cómo se conocieron el mencionado personaje, el capitán August Robertson (Grainger Hines) y el protagonista, el doctor John Thackery (Clive Owen). Sabíamos que el primero tenía una deuda con el segundo, que pagó contratándole en su hospital. El flashback que inicia este capítulo cuenta el primer encuentro entre ambos en la selva de Nicaragua, a finales del siglo XIX. Allí descubrimos a Robertson como un capitalista aventurero, al borde de la muerte, que pide a Thackery que le salve la vida. Los negocios de Robertson, las mercancías que transporta, han causado una epidemia entre los nativos. Esta breve secuencia se proyecta en el presente, cuando Robertson, en la obra de su nuevo hospital, se enfrenta a su hija, Cornelia (Juliet Rylance), que le acusa de sobornos, corrupción y asesinatos. Pero, sobre todo, de introducir en el país, ilegalmente, a inmigrantes enfermos, causando, una vez más, una epidemia en los barrios marginados. Pero Robertson, al igual que en Nicaragua, asegura no ser consciente de ser culpable de esos contagios. Es un emprendedor, ingenuo y optimista, empeñado en que su nuevo hospital salvará vidas y será su legado. El mensaje aquí bien podría ser que a pesar de las buenas intenciones del capitalista... el capitalismo lleva dentro el germen de la corrupción. Sobre todo nos dicen que es perjudicial para los menos favorecidos. Robertson salvó la vida in extremis en Nicaragua, pero ahora muere cuando su hospital en construcción se quema hasta los cimientos. Sospechamos que el responsable del incendio puede ser Herman Barrow (Jeremy Bobb), el administrador arribista que, chantajeado por su exmujer, necesita que las obras del hospital no concluyan para poder seguir robando dinero. Otra táctica capitalista, la de crear una falsa crisis para luego reactivar la economía. Quemar un hospital para luego construirlo otra vez.


Las otras tramas del episodio, aunque más enfocadas a desarrollar el argumento, no desmerecen. Thackery descubre que sus adicciones finalmente le han pasado factura: debe ser operado, pero se niega. La decisión es coherente con esa pulsión suicida que siempre ha caracterizado al personaje. También es poderosa la escena en la que la enfermera Lucy Elkens (Eve Hewson) le cuenta a su padre, pastor religioso, moribundo todos sus pecados, tras descubrir que este también tiene sus vicios. La hermana Harriet (Cara Seymour) sigue sin perdonar a Tom Cleary (Chris Sullivan) por estar enamorado de ella. El doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) le gana la partida a uno de los personajes más castigados, no ya de esta serie, sino de cualquier ficción que yo haya visto. Algernon Edwards (André Holland) pierde el juicio por la denuncia contra Gallinger por las vasectomías ilegales que ha llevado a cabo en los "idiotas" judíos. Edwards intenta pelearse con Gallinger -el boxeo callejero era su fuerte- pero también aquí cae derrotado y humillado.

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OUTCAST -TEMPORADA 1- (I REMEMBER) WHEN SHE LOVED ME


(I REMEMBER) WHEN SHE LOVED ME (10 DE JUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

¿Y si viéramos Outcast como una metáfora sobre la culpa de un maltratador? Un hombre que golpea -o mata- a su mujer probablemente ve demonios que no existen. La serie creada por Robert Kirkman propone que si esos monstruos existiesen, (casi) nadie creería en ellos. Por eso, el protagonista, Kyle Barnes (Patrick Fugit) es rechazado en su pueblo, Rome, por haberle pegado a su mujer y a su hija. La violencia machista produce un gran rechazo, y Kirkman se esmera en dejar algo muy claro: los demonios y las posesiones son reales, de ninguna manera son un producto de la mente de Kyle. Así, en el primer episodio vimos un par de momentos en los que el niño se mostraba claramente poseído sin que hubiera ningún testigo, lo que significa que estamos ante una imagen objetiva, no contaminada por la subjetividad de ningún personaje. Es la misma función que cumple el reverendo Anderson (Phillip Glenister), quien también cree que el mal existe y ha luchado contra él incluso en solitario. Así, en este episodio, Kyle es retratado como una víctima, un falso culpable que intenta regalarle un libro a su hija, por su cumpleaños, a la que no se puede acercar por orden judicial. La misma acción nos repugnaría si se tratase de un simple maltratador. En este sentido, me ha llamado la atención una decisión creativa, un pequeño cambio entre el cómic y esta adaptación televisiva. En el papel, el diente que encuentra Kyle en el suelo, es suyo. Se lo arrancó su madre poseída, lo que aumenta el dolor de esos flashbacks sobre su infancia de niño maltratado. Pero en la serie de televisión, el diente pertenece a su madre y marca el momento en el Kyle comienza a defenderse, es decir, a pegarle a su madre (poseída). ¿Por qué este cambio?. En mi opinión, esta serie está más enfocada en la culpa como tema de fondo que el cómic original.


Este segundo episodio de Outcast tiene un desarrollo mucho más lento que el primero. Empezando porque aquí no vemos ninguna posesión más allá de los breves flashbacks de la madre de Kyle en cuya historia se profundiza bastante. En otras series, como The Walking Dead y Fear The Walking Dead hay un idéntico interés en desarrollar a los personajes y que las amenazas sobrenaturales -zombies, poseídos- queden en un segundo plano. Pero la verdad es que este capítulo no tiene demasiado interés y lo que cuenta no tiene ninguna intensidad hasta el desenlace, que resuelve la complicada historia de Kyle y su madre. La emoción llega, pero por acumulación y tras un inicio aburrido en el que vemos a una ama de casa ligar con el reverendo Anderson. También es verdad que estamos ante un guión más interesado en plantear incógnitas de cara al futuro de la serie: ¿Quién está crucificando animales en el bosque? ¿Recuperará la consciencia la madre de Kyle? ¿Quién es el misterioso hombre del sombrero interpretado por Brent -¡Data!- Spiner? 

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