LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 4


CHAPTER 4 (1 DE MARZO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Si algo está demostrando Legion en 4 excelentes episodios, es que la temática superheroica en la ficción audiovisual -cinematográfica o televisiva- está lejos de estar agotada. La serie de Noah Hawley propone una mirada fresca y original de los sobadísimos X-Men. Los poderes de David Heller (Dan Stevens) que le permiten crear realidades mentales, volver al pasado de sus recuerdos y teletransportarse son oro puro en manos de Hawley, que los utiliza para proponer una narrativa no lineal en la que se mezcla el presente, el pasado y la fantasía. En este episodio, por un momento, se abandona la subjetividad de Heller, ya que son sus compañeros los que deciden buscarle: está oculto dentro de su cuerpo, en coma, y dentro de su psique, en paradero desconocido. Una voz en off -de Sy Barret (Rachel Keller)- nos guía a través de un tejido visual que entrelaza flashbacks e imágenes misteriosas: el inquietante niño enfadado materializado de un cuento infantil y el misterioso demonio de ojos amarillos. A este misterio se añade ahora el del Rey -King- un personaje que se ha camuflado en los recuerdos de David como un perro, y la doble identidad de Lenny (Aubrey Plaza) y Benny (Kirby Morrow) ¿Cuál es el verdadero? ¿A qué se debe esa duplicidad? No es la única. Un nuevo mutante se presenta aquí, lo que da fe de la maravillosa originalidad de los personajes de Legión: resulta que Cary (Bill Irwin) a quién ya conocíamos, escondía en su interior a Kerry (Amber Midthunder), una joven que protagoniza una de las mejores secuencias del episodio. Con la música de Feist, con el tema Undiscovered First, Kerry se enfrenta a sus enemigos, en la típica escena de acción superheroica,  mientras su álter ego, Cary, ejecuta un extraño ejercicio, repitiendo los mismos movimientos. Al mismo tiempo, otro nuevo personaje de la serie, Oliver Bird, baila. Sí. Baila. Oliver parece ser la pareja de Melanie Bird (Jean Smart) atrapado en una antigua escafandra, congelado, y oculto en una especie de limbo de mental. Interpreta a Oliver el cómico Jemaine Clement, de Lo que hacemos en las sombras (2014), Gentlemen Broncos (2009) y sobre todo Los Conchords (2007-2009). Estamos ante una serie única.

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LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 3


CHAPTER 3 (22 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Ocurre también este tercer episodio de Legion en la cabeza de su protagonista. El argumento del segundo capítulo se repite prácticamente sin variaciones, aunque se hace un poco más claro. Estamos ante un viaje al subconsciente de David Haller (Dan Stevens) que visualmente se expresa como un viaje al pasado. A David le acompaña Syd Barret (Rachel Keller) -con la que en un momento de pausa intercambia impresiones sobre el intercambio de cuerpos que experimentaron hace poco, loq ue da pie a graciosos comentarios sobre sus cuerpos, sus genitales, que recuerdan al anime Your Name (2016)-. También viajan con David Ptonomy Wallace (Jeremie Harris) y la doctora Melanie Bird (Jean Smart), quienes intentan ayudar a David con sus poderes. Volvemos entonces a los mismos escenarios; el refugio de los mutantes en medio del bosque, la cocina donde explotan los poderes de David, la sala de interrogatorios gubernamental donde tienen prisionera a su hermana, la casa familiar donde se crío. David aparece en algún momento como un niño y sus terrores infantiles cobran forma en la materialización del inquietante protagonista del cuento sobre el niño más enfadado del mundo. Esa rabia es parte importante del personaje principal, cuyos poderes comienzan a perfilarse aquí como inmensos e incontrolables. Legion puede leer mentes, mover objetos e incluso teletransportarse. Mientras se desarrolla este viaje de descubrimiento, sigue apareciendo insistentemente el extraño demonio de los ojos amarillos, cuyas escenas tienen siempre el tono de una película de terror.

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LEGION -TEMPORADA 1- CHAPTER 2


CHAPTER 2 (15 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Determinar lo que es real y lo que solo es una fantasía dentro de la narrativa de Legión parece ser lo más importante en este segundo episodio de la serie creada por Noah Hawley -Fargo- basándose en un oscuro personaje de los cómics de X-Men. Varias líneas temporales, argumentales se mezclan con posibles ilusiones como piezas de un puzle que habrá que ir encajando. David Haller (Dan Stevens) es un poderoso mutante que ha escapado del control militar para refugiarse en un grupo de resistencia en el que la doctora Melanie Bird (Jean Smart) hace el papel del profesor Charles Xavier (Patrick Stewart/James McAvoy). Probablemente esta es la parte "real" del relato, aunque siempre podemos ser víctimas de un giro de guión. Para complicar las cosas, tenemos la sospecha de que el protagonista podría sufrir problemas mentales. Pero además, sus propios poderes mutantes son capaces de alterar la realidad que le rodea -como cuando escapa de la exploración tomográfica en la que se había quedado encerrado- por tanto ¿Qué es verdad en todo lo que vemos? Por un lado, Haller se somete a una especie de terapia de regresión -¿o son viajes en el tiempo?- que da pie a flashbacks -escenas con su padre- sobre su pasado, en los que incluso puede interactuar y en los que se permite la visita de otros personajes como Bird y Ptonomy Wallace (Jeremie Harris). En estos viajes al pasado la narración utiliza como leitmotiv una sesión de terapia con el doctor Poole (Scott Lawrence). Más dudas tenemos sobre la veracidad de la subtrama que incluye a Lenny Busker (Aubrey Plaza), personaje fallecido que claramente es una recreación de la mente de Haller. Lo que hace progresar la trama, finalmente, es la interacción con la misteriosa Syd Barret (Rachel Keller), ataviada en este episodio con un traje que remite claramente a Pícara (Anna Paquin) y sus icónicos guantes hasta los codos para evitar el contacto humano. Para darle sentido a todo este caos, Hawley le da un objetivo claro al héroe: salvar a su hermana, Amy Haller (Katie Aselton). Para mantener el interés, desperdiga misterios por el relato: el rostro en sombras del padre de David; el extraño cuento infantil que lee siendo un niño y que parece cobrar vida; el siniestro demonio de ojos amarillos.

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LEGIÓN: ¿POR QUÉ VALE LA PENA VER LA PRIMERA SERIE X-MEN?


Legión se podría definir como un cruce imposible entre Mister Robot (2015) y la versión cinematográfica de los X-Men (2000-2017). El protagonista de la historia es David Haller, interpretado por Dan Stevens -irreconocible con respecto a The Guest (2014)- un poderoso -y peligroso- mutante con problemas psíquicos. Esta combinación da como resultado una narrativa no lineal en la que se mezclan los flashbacks y unas supuestas alucinaciones: el personaje no se cree sus propios poderes mentales. Eso sin contar sus posibles problemas psíquicos, las drogas que le obligan a consumir y el montaje orquestado por una misteriosa organización gubernamental. En este último punto encontramos, de momento, la gran conexión temática con las películas, al proponer al mutante como un peligro para la sociedad que debe ser controlado militarmente o directamente eliminado. Pero no hay en el primer capítulo grandes escenas de acción, ni despliegues espectaculares de efectos especiales. La propia elección del protagonista impide que estemos ante "una de superhéroes": en los cómics originales, Legión es un personaje oscuro, más cercano a un villano. Fue creado en 1985 por Chris Claremont -guionista padre de los X-Men que conocemos- y un dibujante atípico, Bill Sienkiewicz. Poco tiene que ver el trazo de este con las enérgicas figuras de Jack Kirby, la claridad de John Romita Sr. o las proporciones perfectas de John Buscema. Sienkiewicz es un artista conocido por experimentar con diferentes técnicas -la pintura, el collage- en sus viñetas. Desarrolló su estilo en la tenebrosa Moon Knight (1980) y alcanzó su cenit en la miniserie de Frank Miller, Elektra: Asesina (1987). Un estilo gráfico perfecto para un personaje como Legión, figura atormentada y desdibujada por una grave enfermedad mental. Por cierto, en los tebeos David Haller es nada menos que el hijo del profesor X, Charles Xavier, interpretado por Patrick Stewart y James McAvoy en el cine.



Pero la razón más importante para ver esta serie es su creador, Noah Hawley, guionista con mucho a su favor tras el éxito de las dos temporadas de la estupenda Fargo (2015). En el primer capítulo ejerce de autor total, escribiendo y dirigiendo, lo que se traduce en una gran calidad. No estamos ante una mera explotación de una franquicia de éxito. Hawley propone una historia atemporal -no sabemos exactamente en qué época ocurren los hechos- con una estética muy cuidada, alejada de los fríos tonos azules de la primera trilogía X-Men de los noventa y más cercana al estilo retro de las precuelas. La temática de ciencia ficción permite a Hawley despegarse del realismo de la primera temporada de Fargo y desarrollar la riqueza cromática de la segunda -apuntemos que Michael Wylie, de Pushing Daisies (2007), está a cargo del diseño de producción-. La realización de Hawley está llena de ideas de planificación: transiciones entre secuencias que hacen uso del decorado, la utilización creativa de la iluminación, una escena de baile y un vibrante plano secuencia que nos lleva al final del episodio. La historia tiene un punto de vista subjetivo y psicológico que nos hace dudar -como el propio protagonista- de si lo que ocurre es real o una mera ilusión. Me encanta la presencia de la actriz Aubrey Plaza -Seguridad no garantizada (2012)- y Hawley recupera recupera a Rachel Keller -como Syd Barret, con nombre de homenaje a Pink Floyd y el rechazo a ser tocada de Pícara (Anna Paquin)- y a Jean Smart,  ambas de la segunda de Fargo. Propone además a David Selby como "malo en las sombras": fue villano ya en Falcon Crest (1981) y antes hombre lobo en Dark Shadows (1968). El gran misterio, en principio, es la identidad de un inquietante ser de ojos amarillos presente en varias escenas: yo apuesto por el Rey Sombra, Amahl Farouk, creado en los cómics en 1979 por Claremont y John Byrne, cuyos poderes mentales encajarían. Pero no sé qué conexiones tendrá Legión con la franquicia mutante cinematográfica. Dudo mucho que aparezca por aquí el Lobezno de Hugh Jackman. Ni falta que hace.

THE WALKING DEAD -TEMPORADA 7- THE FIRST DAY OF THE REST OF YOUR LIFE



THE FIRST DAY OF THE REST OF YOUR LIFE (2 DE ABRIL DE 2017) -AVISO SPOILERS-

Finaliza la séptima temporada con un episodio que resume lo mejor y lo peor de esta entrega y de la serie. Primero, la imagen engañosa. La de Sasha (Sonequa Martin-Green) encerrada en un lugar indeterminado -un ataúd- que nos hace preguntarnos cómo ha llegado allí y si está muerta o viva. Esto se intercala con lo peor de TWD, flashbacks algo pretenciosos, intimistas, en los que la propia Sasha revive escenas con el fallecido Abraham (Michael Cudlitz). Escenas que deberían aportar profundidad emocional a lo contado, pero en mi opinión fallan en conseguir dicho objetivo. Lo que hacen, más bien, es ralentizar la acción. Tras esto, no hay una progresión dramática mínimamente elaborada, sino una sorpresa: Sasha sale del ataúd convertida en zombie -siempre muere un personaje en el season finale- y casi mata a Negan (Jeffrey Dean Morgan), pero claro, no lo consigue. Sí que le da un respiro a los protagonistas, que estaban a merced de los Salvadores y que aprovechan la distracción para cambiar las tornas. Resumiendo: un gancho para despertar el interés, escenas anodinas y una sorpresa algo forzada que encima nos obliga a atar cabos de capítulos anteriores: suponemos que Eugene (Josh McDermitt) ha suministrado a Sasha las pastillas aquellas con las que las "esposas" querían asesinar a Negan. Y quizás, Eugene no es un traidor. Por otro lado, el episodio se dedica casi enteramente a la preparación de las fuerzas, llamémoslas aliadas, para derrotar a Negan. Pero en el momento de la verdad todo se tuerce por una traición -también salida de la nada- luego pasa lo de Sasha, todos se lían a tiros y Rick (Andrew Lincoln) y Carl (Chandler Riggs) caen de nuevo capturados. Se repite la escena del primer capítulo: Negan y su bate, Lucille, amenazan con matarles. No ocurre, claro. Porque la serie recurre al truco más antiguo del cine. Ya lo usaba D.W. Griffith y no es otro que el de la caballería que aparece en el último momento, o el Halcón Milenario que le salva la papeleta al X-Wing de Luke Skywalker. Un Deus Ex Machina con la forma de un tigre, el de Ezequiel (Khary Payton), que ataca de improviso a Negan. Un despropósito divertidísimo. Enseguida vuelven a llover las balas, pero, milagrosamente, no muere ninguno de los protagonistas. Negan tampoco. Todos son necesarios para la octava temporada. Los guionistas se las han arreglado para que sigan vivos. Y los fans contentos. ¿O no?

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THE FLASH -TEMPORADA 3- ATTACK ON CENTRAL CITY


ATTACK ON CENTRAL CITY (28 DE FEBRERO DE 2017) -AVISO SPOILERS-

La segunda parte de un díptico, este Ataque en Central City, mejora a su antecesor, en mi opinión, al ocuparse de personajes de carne y hueso, en un entorno realista y urbano. Me encanta el tono pulp del anterior Ataque en Ciudad Gorila, pero allí la historia acababa siendo hueca debido a los necesarios, pero fríos cromas y personajes digitales. Aquí, el ejército simio liderado por Grodd (David Sobolov) funciona mucho mejor como una amenaza en of que como una presencia (digital). Así, la acción se centra en las acciones de los protagonistas, que como en una película de ciencia ficción de serie B, planifican la forma de repeler la invasión extraterrestre. Se agradece sobre todo la vuelta de un personaje como Harrison Wells (Tom Cavanagh), genio científico pero borde, sobre todo cuando las gracietas de su sosias H.R. comienzas a hacerse cargantes. Los avances de los héroes y los problemas a los que se enfrentan mantienen la tensión adecuadamente y como suele ser habitual en la serie, la trama superheroica se mezcla con conflictos personales y amorosos. A pesar de la conjunción de todos los metahumanos en una gran batalla final contra los simios invasores -The Flash (Grant Gustin), Kid Flash (Keiynan Lonsdale), Jesse Quick (Violett Beane), Vibe (Carlos Valdes) y Gipsy (Jessica Camacho)- la pelea entre Solovar (Keith David) y Grodd es tan emocionante como un videojuego sin tener el mando entre las manos.

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GHOST IN THE SHELL: EL ALMA DEL REMAKE



Ghost in the Shell, el anime de 1995, predecía lo que el blockbuster de fantasía quiere ser hoy. Secuencias de acción espectaculares y una trama de ciencia ficción que, con suerte, pretende aportar una dimensión más, un discurso, al mero entretenimiento rompe taquillas. Influyente en obras posteriores, como Matrix (1999), era cuestión de tiempo que Hollywood fabricase una adaptación en imagen real, algo posible gracias al avance imparable de los efectos digitales. Sin embargo, este remake se antoja tardío y también inocuo. Veamos. El anime original dirigido por Mamoru Oshii -adaptación del manga de Masamune Shirow- contaba la historia de Motoko, una cíborg, agente gubernamental, que se enfrentaba a un peligroso enemigo sin rostro, en una intriga conspiranoica que servía como telón de fondo a una problemática existencial sobre la identidad. En el fondo de todo, por supuesto, el complejo de Frankenstein, argumento arquetípico sobre el miedo que despierta en nosotros la posibilidad de que las máquinas se rebelen. Esta nueva versión dirigida por Rupert Sanders -realizador de Blancanieves y la leyenda del cazador (2012)- se contenta con ser una traslación bastante literal -sobre todo en la forma- del original. Aquí está -reducida- la hipnótica secuencia de la creación del cíborg -incluso se recupera el estupendo tema musical de Kenji Kawai- el salto de la protagonista desde un rascacielos; la trepidante persecución callejera; los momentos intimistas en la barca y las mejores imágenes del clímax. La animación hiperreralista japonesa, de gran calidad, es sustituida por un diseño de producción verdaderamente fantástico -destaquemos la extrañeza de las robo-geishas- a pesar de que, visualmente, la ciudad futurista en la que ocurre la acción sea más bien pobre: como si Blade Runner (Ridley Scott, 1982) ocurriese en Las Vegas. Hay añadidos en este remake, además, que modifican la naturaleza íntima de la historia, desarrollando más el personaje de la heroína -interpretado por una Scarlett Johansson que se empeña en congelar su voluptuosa sensualidad- pero, sobre todo, simplificando la historia, haciendo obvias sus ideas, sacando a la superficie el subtexto, verbalizándolo todo cansinamente. Por ejemplo, la amenaza sin rostro del original adquiere aquí la forma de un misterioso sujeto encapuchado, una idea caduca y anacrónica, quizás, en un relato ciberpunk. Los pequeños cambios en el argumento alejan la película de la angustia frankensteiniana de la criatura y de la desconfianza hacia su creador, y la acercan a la metáfora de la explotación obrera que es Robocop (Paul Verhoeven, 1987). El resultado no es despreciable, pero definitivamente le falta personalidad. Involuntariamente, esta nueva Ghost in the Shell refleja sus propias carencias: cuando la protagonista descubre el misterio de su origen, parecen desvelarse también los motivos de un conveniente whitewashing y de que entre el anime y este blockbuster se haya perdido el alma de un clásico de la ciencia ficción.