OUTCAST -TEMPORADA 1- A WRATH UNSEEN


A WRATH UNSEEN (24 DE JUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

La imagen que he elegido para ilustrar este artículo es falsa. Sí, es un fotograma de una escena de este episodio, en eso no hay engaño. Pero pertenece a un flashback, muy breve, que no cumple con las expectativas de una serie sobre exorcismos. Sigo sin ver demasiado claro de qué va Outcast. No entiendo el interés de Kirkman en hablar sobre la violencia machista en una serie de género fantástico. El creador de The Walking Dead, obviamente, intenta explorar temas humanos para anclar en la realidad su historia. Nada en contra de esa estrategia. Pero este episodio se centra casi exclusivamente en la reaparición de Donnie Hammel (Scott Porter), un vendedor de neumáticos que, de niño, abusó repetidamente de Megan Holter (Wrenn Schmidt). La historia, además de rebuscada -Donnie era un huérfano que fue acogido y por eso vivía en la misma casa que Megan y Kyle Barnes (Patrick Fugit)- no aporta a la trama principal, esa lucha contra el demonio que llevan a cabo Kyle y el reverendo Anderson (Philip Glenister). Kirkman tiende a crear personajes torturados o con un acuciado lado oscuro. Aquí, Megan sufre por un pasado traumático que salpica a su hermano y a su marido, que acaba sucumbiendo a la venganza y a la violencia. Estas subtramas crean una atmósfera pesada, pesimista, casi apocalíptica en el pueblo de Rome que sirve de escenario a los hechos que cuenta la serie. Probablemente es el tono ideal para hablar del demonio y de posesiones, pero creo que estas historias deberían estar entrelazadas de una forma más orgánica con la trama central. Porque en este episodio tampoco vemos un exorcismo. Solo la sospecha de que la anciana Mildred (Grace Zabriskie, quien fuera nada menos que la madre de Laura Palmer en Twin Peaks) no fue completamente despojada del demonio que la poseía. Este descubrimiento, la verdad, no sirve más que para levantar la sospecha de que la exmujer de Kyle, Allison Baker (Kate Lyn Sheil) podría, también, seguir poseída.

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SUPERGIRL -TEMPORADA 1- (2015)


¿Te gusta a Superman? Pues parece que no hay muchos como tú. Al menos eso debe haber pensado Zack Snyder -director de 300 (2006)- cuando propuso una versión más oscura del héroe, capaz incluso de matar, en EHombre de Acero (2013). Luego, en la plomiza Batman v Superman (2016), también de Snyder, vimos a un kryptoniano tan atormentado como el propio caballero oscuro. ¿No deberían ser como el día y la noche?. Estas dos películas han sido muy criticadas por el fan de toda la vida, que añora más que nunca al buenazo de Christopher Reeve. Pues bien, no hay necesidad de ponerse nostálgicos. Hay una serie, que estrena Antena 3 este verano, que recoge el verdadero espíritu de las aventuras del defensor de Metrópolis. Una ficción algo tontorrona, con elementos románticos y efectos especiales baratos, lo reconozco, pero que es más Superman que todo lo que ha hecho y hará el cachitas de Zack Snyder. Se titula Supergirl y te doy aquí 5 buenas razones para verla.



La protagonista. Es imposible no adorar a Melissa Benoist como la inocente, optimista y bienintencionada Kara Zor-El, la prima de Superman. La chica no solo es guapa, sino que tiene una gracia natural que le permite humanizar a un personaje imposible de una bondad intolerable.



Los guiños nostálgicos. Supergirl es una serie teen, pero tiene guiños cariñosos para los que hemos sufrido las casposas adaptaciones de DC Comics de los últimos 30 años. La madre adoptiva de la protagonista es nada menos que Helen Slater, la Supergirl de la película de 1984. El padre es Dean Cain, el Superman de la serie Lois y Clark (1993). Hasta aparece como villana Laura Vandervoort, la Supergirl de la serie Smallville (2001).



Calista Flockhart. En serio. Vale que la que fue Ally McBeal ya no puede mover los músculos de su cara, pero su personaje tiene los mejores diálogos de la serie. Dueña de un imperio mediático, Cat Grant es inteligente, irónica, hiriente y el vehículo perfecto para el feminismo que los guionistas se han empeñado en inyectar en Supergirl.



Una llave gigante. Supergirl visita en el ártico la mítica Fortaleza de la Soledad de su primo y para abrir la puerta utiliza una pedazo de llave enorme. ¿Ridículo? Sí. pero también una referencia a los tebeos inocentes, absurdos, de los años 60. Supergirl, la serie, tiene el sabor de un bocadillo de nocilla.



El crossover con The Flash. En un año en el que hemos visto a Batman contra Superman, al Capitán América contra Iron Man y a Daredevil enfrentándose al Punisher, el equipazo que hacen el velocista escarlata y Supergirl es el más divertido de todos. Son superhéroes que no se avergüenzan de ser superhéroes. Si a pesar de todo lo dicho no os he convencido, tenéis que ver al menos este episodio. Ya me contaréis.

JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- THE WINDS OF WINTER


THE WINDS OF WINTER (26 DE JUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Tras ver el último episodio de Juego de Tronos tengo sentimientos encontrados. Es verdad que pasan un montón de cosas importantes en este capítulo. Incluso demasiadas, sobre todo cuando la queja más recurrente sobre esta serie es que el argumento no avanza, o da demasiados rodeos perdiéndose en la maraña de subtramas y en la multitud de personajes. Aquí se cierran un montón de cabos sueltos. Concluyen historias que fueron planteadas, en algunos casos, nada menos que en el primer episodio de la primera temporada. Pero todo tiene un lado malo. Luego explicaré mis quejas de viejo gruñón. Pero antes, veamos lo bueno.


Lo primero es que llega el invierno, joder. Llevamos no sé cuántos años repitiendo como bobos "winter is coming" y ahora resulta que "winter has come". Igual nos esperábamos otra cosa ¿No?. Pero claro, la llegada del invierno, en general, no es un suceso precisamente espectacular, sino como se muestra aquí, algo más bien melancólico. Seguimos. Daenerys Targaryen (Emilia Clark) por fin reúne a sus navíos, a sus ejércitos, a sus aliados y a sus dragones para marchar a la conquista del Trono de Hierro. Es el primer paso que da en esa dirección desde la primera temporada. Llevábamos mucho tiempo esperando. Eso sí, en el camino, deja tirado al guaperas de Daario Naharis (Michiel Huisman), en un giro típico de Juego de Tronos, que anula todo el desarrollo del personaje. Habrá que ver si luego le recuperan o si esto es el equivalente a su muerte. Por el contrario, en una revelación algo brusca, parece que Tyrion Lannister (Peter Dinklage) -ahora "Mano de la Reina"- se ha enamorado de Daenerys. No tengo muy claro cuándo pudo ocurrir esto, pero vale. Por último, vemos cómo Lord Varys (Conleth Hill) recluta a dos aliados, Olenna Tyrell (Diana Riggs) y Ellaria Sand (Indira Varma), personajes que se estaban quedando muy colgados en la serie. Lo mismo ocurre con Theon (Alfie Allen) y Yara Greyjoy (Gemma Whelan), embarcados también en el bando de Daenerys.


Temblamos al ver a Samwell Tarly (John Bradley) y a Gilly (Hannah Murray), pero esta vez protagonizan una secuencia corta que parece aportar algo a la historia. El apocado Samly intenta inscribirse como el nuevo Lord Comandante de la Guardia de la Noche y recibe la recompensa con la que sueña todo empollón: el acceso a una biblioteca con más libros de los que podrá leer en su vida. Vale. Luego aplaudimos que, por fin, Arya Stark (Maisie Williams) comienza a consumar su venganza contra los que han matado a varios miembros de su familia, en este caso se trata de Walder Frey (David Bradley). Parece que el larguísimo entrenamiento con los Hombres sin Rostro de Braavos ha servido para algo. Sin embargo, la escena anterior a esta me ha parecido chapucera. Veamos. Una camarera guapa sonríe al todavía más guapo Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau), llamando la atención del no tan guapo Bronn (Jerome Flynn). Jaime no está interesado en ligar, pero le echa una mano a Bronn. Pero, por alguna razón, no elige a la camarera guapa, sino a otras dos chicas. ¿Alguien se preguntó en este momento por qué?. Yo sí. Claro, luego descubrí que la camarera guapa era en realidad Arya. Por eso "casualmente", Jaime se fija en las otras. Flojo.


Cersei Lannister (Lena Headey) se convierte, al fin, en la mala malísima que parecía que podía llegar a ser desde el primer capítulo. Está bien que justifiquen el aumento de su maldad con la muerte de sus hijos. Verla con ese masculino atuendo, sentándose en el Trono de Hierro, custodiada por varios caballeros-muertos-vivientes es lo más Star Wars que ha pasado en Juego de Tronos. Antes, la hemos visto cargarse a los pesados de los gorriones, incluido el Gorrión Supremo (Jonathan Pryce) -y sorpresivamente a Margaery Tyrell (Natalie Dormer)- en la mejor secuencia del episodio, cargada de tensión, muy cinematográfica, casi sin diálogos y dándole una gran importancia a la música. Bien.


También dan sus frutos las -hasta ahora- inútiles visiones de Bran Stark (Isaac Hempsted Wright) que en sus viajes astrales era un mero espectador de la juventud de su padre. Ahora, por fin, descubrimos uno de los grandes misterios de la serie ¿Quién es la madre de Jon Snow (Kit Harrington)? He leído por ahí que esta fue la pregunta que le hizo George R. R. Martin a los guionistas David Benioff y D.B. Weiss antes de permitirles adaptar su obra. Obviamente, acertaron. Yo no lo hubiera adivinado, mucho menos con los datos que da la serie. La subtrama, por llamarla de alguna manera, que relaciona a la hermana del joven Eddard Stark (Robert Aramayo) con Rhaegar Targaryen siempre ha estado en segundo plano, contada en diálogos. Creo que es la primera vez que vemos a Lyanna Stark (Aisling Franciosi) lo que dificulta que la recordemos como personaje. Lo importante, en todo caso, es que Jon Snow ha dejado de ser un bastardo. Y me corrijo: esto es lo más Star Wars que ha pasado en Juego de Tronos. En todo caso, sin saberse esto, ya le han proclamado Rey del Norte, por lo que su legitimidad sanguínea tampoco era demasiado necesaria. ¿Cuál es el mensaje? Antes, Jon Snow era el bastardo que a fuerza de sacrificio, principios, honor y honestidad, llegaba a Rey. ¿Qué nos quieren decir ahora cuando descubrimos que tiene sangre azul en las venas?. Sea como sea, Snow se quita de encima a la mujer roja, Melisandre (Carice van Houten), pero habrá que ver qué pasa con los coqueteos de su hermana Sansa Stark (Sophie Turner) con Meñique (Aidan Gillen).


Es una pasada que se hayan cerrado todas estas tramas. Las piezas están listas sobre el tablero para una gran partida de ajedrez, una gran batalla, que puede tener lugar en la próxima temporada. Pero que hayan, finalmente, dado un cierre a todas estas historias, cumpliendo las promesas argumentales de la primera temporada, tiene un sabor amargo: el de lo predecible. Hasta ahora, es verdad, que Juego de Tronos no avanzaba. Era una especie de historia río sin final a la vista. Y eso también molaba. Ahora vislumbramos un final bastante claro. Habrá que ver si nos sorprenden.

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INDEPENDENCE DAY (ROLAND EMMERICH, 1996)


Un presidente de Estados Unidos, expiloto de combate, salva al mundo de una invasión extraterrestre. Con semejante premisa, el sentido común dicta que no se puede hacer más que un falso trailer paródico. Pero en 1996 la idea se convirtió en una película que, si no fuera por su altísimo presupuesto -75 millones de dólares- estaría en la línea bufa de bodrios supuestamente divertidos como Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013) o un actioner pasado de rosca como Machete (Robert Rodríguez, 2010). Independence Day es patriotera -el clímax ocurre un 4 de julio- belicista -aquí los héroes son claramente los militares- parece un mal presagio de la filmografía de Michael Bay -de cuya Dos policías rebeldes (1995) se ficha a Will Smith, entonces una estrella en ciernes-.


La película es un gran pastiche. Tres guiños cinéfilos me hacen pensar que los autores del guión -el director alemán experto en el cine de catástrofes, Roland Emmerich y su guionista Dean Devlin- entendían su película como una parodia. Primero, cuando el ordenador en la nave extraterrestre que pilotan el capitán Steven Hiller (Will Smith) y David Levinson (Jeff Goldblum) saluda a este último diciéndole "Hello, Dave". La voz y el ojo rojo que aparece en la interfaz son claramente los de HAL 9000, de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Tras este chiste, hay otro guiño a Kubrick, cuando el expiloto supuestamente abducido y alcohólico, Russell Case (Randy Quaid) se sacrifica estrellando su avión -en plan kamikaze- contra el punto débil de la nave nodriza extraterrestre: su risa de paleto de la América profunda recuerda el final de ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964), cuando un cowboy cabalga una bomba nuclear en la escena más descabellada de la filmografía del director de La naranja mecánica (1971). Pero hay más: justo antes, el propio Russell Case se subía a su avión y soltaba la frase: "Elegí un mal momento para dejar de beber", un running gag mítico de la spoof movie por excelencia, Aterriza como puedas (1980), parodia, por cierto, de las películas de catástrofes.


Independece Day con sus diálogos de frases lapidarias y chascarrillos, se toma tremendamente en serio a sí misma. Busca legitimarse utilizando los clásicos del cine  de ciencia ficción: hay un momento en el que Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951) aparece en una televisión. Pero ID4 no tiene ni una pizca del humanismo de aquella. De hecho, parece proponerse como la película que Steven Spielberg nunca querría hacer. Por eso hay puyas a costa de E.T. El extraterrestre (1982) y de Encuentros en la tercera fase (1977). De esta última, Emmerich roba descaradamente todos los travelling y las caras de asombro que puede, intentando rascar algo del sense of wonder de Spielberg. -La aproximación sobre las ciudades de las naves gigantescas en forma de disco, por cierto, está robada de la serie V (Kenneth Johnson, 1983)-. La gran diferencia entre la obra de Spielberg y este batiburrillo de Emmerich y Devlin es que aquel es un humanista y un autor con corazón -algunos prefieren decir sensiblero- que llena las salas sin apelar a los bajos instintos. Años después haría La guerra de los mundos (2005), mucho más interesante que esta y tremendamente moderna, al contarnos  una invasión extraterrestre desde el punto de vista de una familia normal -nada de presidentes, militares o héroes imposibles- adelantándose así a Monstruoso (Matt Reeves, 2008).


Justamente, Independence Day es un remake evidente y actualizado de La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953). Solo que, aquí, la fe católica del clásico del productor George Pal es sustituida por el ecologismo del judío David Levinson (Jeff Goldblum) y el pequeño virus que aniquila a los extraterrestres en technicolor ahora se convierte en un "moderno" virus informático. Este argumento general es narrado, primero, como una película de catástrofes, presentando a un nutrido reparto de personajes, humanizándolos a pinceladas para que nos importen y luego enfrentándoles a la muerte. El peor momento es, quizás, ese perro que se salva de las llamas in extremis... para luego no volver a asomar el hocico nunca más. A este planteamiento, Emmerich y Devlin agregan "cosas que molan". Veamos. Las escaramuzas aéreas de Top Gun (Tony Scott, 1986) -a su vez tomadas de Star Wars (George Lucas, 1977)-. Un Will Smith que no es más que Will Smith: quizás por eso el actor no tiene personajes memorables, como, por ejemplo, Harrison Ford, que a veces es Han Solo, a veces Indiana Jones. Unos extraterrestres que podrían ser un cruce entre los hombrecillos grises de Encuentros en la tercera fase y la reina xenomorfa de Aliens, el regreso (James Cameron, 1986). Un "malo" de la CIA -Albert Nimziki (James Rebhorn)- que conoce oscuros secretos -léase Roswell- como en la paranoica Expediente X (1993). Por último, un clímax que es un calco del de El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983). La idea de los productores seguramente era tan sencilla como que meter todo esto en una película se traduciría en un éxito de taquilla: y así fue.


Una curiosidad: el pequeño Dylan (Ross Bagley) -hijo de Will Smith en la ficción- juega en el film con un muñeco de King Ghidorah, enemigo de Godzilla y por tanto una premonición de la posterior -y todavía peor- Godzilla (1998) del mismo Emmerich. Y dos datos más. La imagen más descabellada del film es el patriótico discurso del presidente Thomas J. Withmore (Bill Pullman) que luego se vestía de piloto para combatir en su propio avión. En 2003, el presidente George Bush Jr. daba el discurso de Missiom Accomplished -vestido de piloto- cuando se creyó que la guerra de Irak había acabado. No fue así. Y hace unos días, el populista de derechas Nigel Farage proclamaba el "Independence Day" tras la victoria del Brexit. Para que penséis en qué tipo de cerebros ha podido calar el mensaje de esta película.

BUSCANDO A DORY (ANDREW STANTON, ANGUS MCLANE, 2016)


La gran pregunta que me hago siempre ante cada estreno de una película de Pixar es: ¿Esto para quién es?. Del revés (2015), en mi opinión, era claramente para "adultos", por apoyarse sobre todo en diálogos de humor en clave psicológica y por su tema de fondo: debemos aceptar la tristeza como parte de la vida. La siguiente entrega de la productora de Disney fue El viaje de Arlo (2015), más afín a la imaginería infantil -dinosaurios, un niño cavernícola- pero demasiado paisajística y lírica en su relato del trayecto hacia la madurez. Llegamos entonces a Buscando a Dory ¿La puede ver tu hijo/hija?. Los padres conocemos mejor que nadie a nuestros hijos, así que lo único que puedo decir es que el mío -a un par de meses de cumplir tres años- aguantó bastante bien la película. Veamos. Lo primero, decir que el cortometraje que suele preceder a las películas de Pixar no le interesó un pimiento. Esta pequeña obra, titulada Piper, ofrece una historia muy sencilla, pero es un portento técnico en cuanto a animación. La espuma del mar que aparece al principio es imposible de distinguir de la real y cada grano de arena de la playa se comporta exactamente como un grano de arena de playa. Un hiperrealismo que quita el hipo, pero que no interesó en absoluto a mi hijo, que probablemente se creyó que le estaba intentando colar otro documental de naturaleza. Vale. Seguimos. Comenzada la película en sí, la cosa cambia. El mar y los efectos de luz también son prodigiosos en Buscando a Dory, pero los peces tienen el aspecto atractivo y vivaz de los dibujos animados de siempre. Sin embargo, el inicio de la historia es un ejemplo más del pozo de amargura que suelen tener las películas de Pixar. El problema que tiene Dory (Ellen DeGeneres o Anabel Alonso) con su memoria a corto plazo, que en Buscando a Nemo (2003) parecía un chiste sobre la "memoria de pez", deviene aquí en tragedia. El prólogo nos deja el corazón en un puño. Por suerte, mi hijo es demasiado pequeño para entender el drama que supone la incapacidad de recordar las cosas. Una discapacidad en toda regla que se enmascara con pequeños chistes que, el espectador adulto, sufre con una sonrisa amarga. Lo que sí puede entender perfectamente mi hijo es la separación de los padres, tema principal de esta historia, como lo fue en Nemo. Ahora bien, el guión funciona como un tiro. Las situaciones se suceden de una forma avasalladora. El metraje no tiene prácticamente ninguna pausa y se estructura en set pieces como las de una -buena- película de aventuras: los protagonistas van de un lugar a otro, se enfrentan a obstáculos y conocen a nuevos personajes constantemente. Un ritmo ideal para un niño pequeño que todavía tiene que desarrollar su capacidad de atención. Todo ocurre de forma divertida e ingeniosa y en este sentido la película es una maravilla. Ahora bien, el desenlace es muy emotivo y puede ser demasiado intenso para niños algo mayores, que puedan comprender la repercusión de lo que ocurre. Ningún personaje muere, pero sí se valora la idea de una posible muerte, un tema delicado con pequeños de ciertas edades. Por último, la duración de la película -unos 100 minutos- excede un poco la duración ideal de 80 o 90 minutos para que el pequeño no se canse demasiado. ¿Conclusión?. Si creéis en el poder de las historias, si creéis que el mensaje de una película puede alcanzar a un niño a pesar de su falta de madurez para captar todos los matices conscientemente, creo que Buscando a Dory tiene el corazón en el lugar correcto: al lado de los diferentes, de los aparentemente menos talentosos, de los obligados a superar dificultades para conseguir ser felices a pesar de todo.

OUTCAST -TEMPORADA 1- ALL ALONE NOW


ALL ALONE NOW (17 D EJUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Algo despistado me deja el tercer episodio de la nueva serie de Robert Kirkman. Primero, me ha molestado el inicio en el que el nuevo "poseído" (Lee Tergesen) intenta violar y mata a la esposa de su mejor amigo (Erin Beute). El maltrato a mujeres y niños comienza a saturarme. Cuestiones personales aparte, mi primera impresión ha sido la de que Outcast adquiría una estructura episódica, con un nuevo, e interesante, caso: el de un policía que siempre había sido un héroe y que de repente se convierte en un auténtico malvado sin redención posible. Me gustaría que Outcast tuviese este ritmo narrativo de resolver pequeños argumentos en cada capítulo, manteniendo abiertas otras tramas más extensas, sobre el origen de los "poderes" de Kyle (Patrick Fugit) o sobre la razón por la que le persiguen los demonios. Pero creo que los cabos sueltos comienzan a ser aburridos. La subtrama que viene del episodio anterior, sobre los extraños sacrificios animales en el bosque, parece salida de la nada y no veo que vaya a ninguna parte, sobre todo porque no se relaciona -de momento- con el protagonista o con la historia principal. Peor me ha parecido la subtrama del acosador de la hermana de Kyle (Wrenn Schmidt) que vuelve a la ciudad, Rome. Estamos de nuevo ante un acto machista que, en principio, tampoco se relaciona con demonios o exorcismos. Por último, hay una escena suelta en la que el misterioso hombre del sombrero se afeita. Y nada más. Es verdad que el actor, Brent Spiner, y la atmósfera, resultan perturbadores, pero en términos de la historia la escena no parece aportar más que recordarnos la existencia de este personaje. Siendo honesto, todos estos retazos de historia, que ahora parecen inconexos, luego podrían tener un desarrollo satisfactorio. El problema es que el argumento principal, la posesión del mencionado policía, tampoco parece llevar a ninguna parte. No hay exorcismo. Los poderes de Kyle parece que no funcionan: demasiado pronto nos hacen dudar de un poder que todavía desconocemos. La fe del reverendo Anderson (Philip Glenister) se tambalea, y se plantea el misterio de su hijo. Lo peor para mí: se pone en duda la realidad de la posesión, cuando en principio, la existencia de demonios y poseídos ha sido inapelable en los dos episodios anteriores. Intentar volver ahora al terror psicológico no creo que tenga demasiado interés. El único acierto del capítulo es establecer un tono, una atmósfera que transmite que el mal se está apoderando de Rome. Pero tienen que pasar más cosas.

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THE KNICK -TEMPORADA 2- THIS IS ALL WE ARE


THIS IS ALL WE ARE (18 DE DICIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

"Esto es lo que somos", suelta el doctor John Thackery (Clive Owen) antes de lo que parece su último suspiro. Es la reflexión final de un personaje que conjugaba una inteligencia genial y unos instintos suicidas claramente reflejados en sus múltiples adicciones. Thackery parece morir -tengo algunas dudas- en una escena similar a la que iniciaba la serie en 2014, con un quirófano convertido en un circo del morbo en el que el cirujano de botines blancos -ahora los lleva su pupilo, Bertie Chickering Jr. (Michael Arangano)- intenta demostrar un revolucionario avance médico, fracasando en el intento. Solo que esta vez él mismo es el paciente de una inverosímil autocirugía que acaba de la única forma plausible. Eso sí: ha habido casos reales de tales hazañas, como el de Leonid Rogozov un general soviético que se vio obligado a operarse a sí mismo de apendicitis, con éxito. En todo caso, la fría lucidez existencialista de Thackery antes de expirar es el resumen perfecto de lo que ha sido The Knick.


El pesimismo de la serie se refleja claramente en varios giros sorprendentes. Tres personajes revelan su verdadera naturaleza. El primero es Henry Robertson (Charles Aitken), auténtico villano en la sombra de esta función. El descubrimiento de su naturaleza de emprendedor sin escrúpulos, dispuesto a matar a su propio padre -y a su hermana- rompe ligeramente el tono de una serie que hasta ahora se había caracterizado por un realismo desesperanzado. Henry se comporta aquí como un malvado de folletín, pero su personaje expresa uno de los temas de mayor calado de The Knick. El capitalismo salvaje capaz de todo, contrapuesto a los valores de su padre fallecido por el incendio provocado por su hijo. Al descubrir esto, Cornelia Robertson (Juliet Rylance) cumple su triste pero romántico destino al fugarse en un barco de vapor hacia Australia. Mientras tanto, la enfermera Lucy Elkens (Eve Hewson) completa su transformación en una despiadada arribista capaz de utilizar su sexualidad para conseguir el poder: se casará con Henry y será su perfecta compañera sin escrúpulos. Justo lo contrario ocurre con Herman Barrow (Jeremy Bobb), que no es culpable del incendio y que contra todo pronóstico hace bien al confiar en su amante exprostituta, Junia (Rachel Korine). Que Barrow disfrute de un "final feliz" es casi tan sorprendente como que a Everett Gallinger (Eric Johnson) le salgan bien las cosas. Consigue un trabajo perfecto como embajador de las teorías racistas de la eugenesia en la Europa pre-nazi. Escalofriante. Mucho más triste es el final de Algernon Edwards (André Holland), que pierde parcialmente la vista, su trabajo en el hospital, y se reinventa ayudando a los adictos, a los alcohólicos. Pero al menos descubrimos, por fin, el origen de esa rabia que le hacía pelearse cada noche. Nunca podrá superar que su padre, por su raza, jamás consiguió ser más que un chófer.


¿El giro más sorprendente de todos? Tom Cleary (Chris Sullivan) literalmente confiesa -en una escena magnífica, en off, en una iglesia- haberle tendido una trampa a Harriet (Cara Seymour) para conseguir que la expulsaran de la iglesia y así poder casarse con ella. Tom era uno de nuestros personajes favoritos y la confesión de este pecado -aunque lo haya hecho por amor- resulta un giro muy brusco. En el desenlace, Harriet -desconoce lo que ha hecho Cleary- acepta casarse con él. El final es feliz, y el último capítulo de The Knick -¿Por ahora?- está a la altura.

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