GODZILLA (GARETH EDWARDS, 2014)


-AVISO SPOILERS-

La gran sorpresa del nuevo Godzilla (Gareth Edwards, 2014) es que apuesta por la versión del monstruo en la que este no es una amenaza, sino una criatura relativamente pacífica que defiende a la Humanidad, aunque sea de rebote. Pero hagamos un poco de historia...


En su origen, Godzilla (Ishiro Honda, 1954), nació como una catástrofe. La película rodada en blanco y negro por Ishiro Honda -ayudante habitual de Akira Kurosawa- tenía la textura de una pesadilla: era la memoria traumática japonesa de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Apenas un año más tarde, en Godzilla Contraataca (Motoyoshi Oda, 1955) el papel del monstruo cambiaba ligeramente: se enfrentaba a otra criatura, Anguirus, y no sólo a la Humanidad. En su siguiente película, el dinosaurio radioactivo se medía a un monstruo norteamericano: King Kong. El irresistible atractivo que tenía Godzilla para los niños hizo que sufriera, a lo largo de casi 30 películas, múltiples variaciones, una clara infantilización, y hasta tres remakes: uno en 1985, otro en 1999, y uno americano, el de Roland Emmerich en 1998.


El interés de Hollywood por Godzilla (1954) -Gojira para los japoneses- fue inmediato. Dueños de su propia tradición de monster movies -el referente más claro es El Monstruo de los Tiempos Remotos (Eugene Lourie, 1953)- los norteamericanos vieron negocio en la película japonesa y decidieron americanizarla. Para ello, rodaron escenas adicionales en las que un periodista estadounidense interpretado por Raymond Burr -conocido por La Ventana Indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) o la serie Perry Mason (1957)- era insertado en la trama de la original nipona. Un cometido inverso al del japonés Ken Watanabe en este nuevo remake norteamericano de 2014.


En 1994, el guionista Kurt Busiek y el artista Alex Ross crearon Marvels, una serie limitada de cinco cómics que le otorgaba el protagonismo a un hombre común, y se lo quitaba a los famosos superhéroes de la casa de las ideas: Spiderman, Lobezno, o el Capitán América. El punto de vista de la historia se trasladaba a un periodista que presenciaba los hitos más importantes de la historia del Universo Marvel y que sólo podía ser un testigo impotente de los mismos.


Una operación similar es la que llevan a cabo J.J. Abrams, Drew Goddard y Matt Reeves en Monstruoso (2008) que es básicamente Godzilla visto desde la altura de una temblorosa cámara de vídeo doméstica. Sus protagonistas son personas normales -ni militares, ni científicos- que viven la catástrofe de refilón y que no participan en un conflicto que les supera. La estrategia del Godzilla de 2014 es parecida a la de Monstruoso. Los gigantescos monstruos permanecen ajenos a los conflictos humanos individuales, como si fueran dioses, y si sus acciones destruyen ciudades enteras, es por pura casualidad. La existencia de un film tan popular como Monstruoso bien podría haber llevado a los productores del nuevo Godzilla a evitar redundar y a ofrecer algo más enfrentado al saurio con dos criaturas, los M.U.T.O, cuyo diseño recuerda, por cierto, al del Clover de la película de Reeves.


Muy atrás han quedado los simpáticos e inocentes combates entre monstruos gigantes de la Toho sobre detalladas maquetas. El director de la nueva Godzilla, Gareth Edwards, evita enseñarnos la lucha desde el punto de vista de los colosos: siempre interpone ventanas, ruinas, o cabezas humanas llenas de asombro. Los gigantes se pelean en otro plano. Y aunque el protagonista de la historia, Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson), es un militar que se implica -de manera algo forzada- en todos los acontecimientos, lo que Edwards quiere contarnos es una historia de padres e hijos. La idea no difiere demasiado de lo que hizo en su anterior película: esa historia de amor con gigantescos cefalópodos alienígenas de fondo que es Monsters (2010).


Apuntamos desde ya en la carrera de Gareth Edwards su querencia por sacar monstruos gigantes apareándose como rasgo de autor. Lo hizo en Monsters y lo repite en Godzilla en una de las escenas más valientes de la película. Y si el director consigue que semejante imagen no resulte risible es por el tono serio y solemne que impera durante todo el metraje: no hay un sólo chiste (en comparación, el Godzilla de Roland Emmerich es una comedia). Edwards utiliza como ancla emotiva al personaje encarnado por Bryan Cranston -que lleva una horrible peluca porque tendría la cabeza afeitada tras Breaking Bad- que definitivamente podría haber tenido una mayor presencia en la película. Su papel es el de ser la cara de las víctimas de esas tragedias que hemos visto en los telediarios recientemente. Porque el monstruo ha dejado de ser una metáfora de Hiroshima y Nagasaki (aunque su sombra sigue presente) y se convierte en la fuerza de la naturaleza que regresa imparable para restaurar el equilibrio. No por casualidad, la película se esmera en citar desastres naturales recientes como el terremoto de Japón de 2011; el huracán Katrina de 2005; el tsunami de Tailandia de 2004, y sin olvidar, por supuesto, el 11S de Nueva York de 2001. Tragedias recientes que están en el subconsciente de todos y que  los autores de Godzilla (2014) utilizan buscando un eco en nuestra memoria emocional.

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