EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS (ALBERTO RODRÍGUEZ, 2016)


No se le puede pedir más a una película que lo que ofrece El hombre de las mil caras, cinta que nadie debería perderse de un Alberto Rodríguez que demuestra un gran momento de forma. Esperemos que ello se traduzca en más obras, en más buen cine. Estamos ante un film "de guión", de guión trabajadísimo, que casi obliga a la puesta en escena a ser más funcional, lo que no quiere decir que el director no ofrezca ideas visuales con su habitual talento. Estamos ante un thriller absorbente, con un ritmo tremendo pero profundo, como esos planos ralentizados que Rodríguez utiliza en lugar de los típicos planos cortos picados que no dicen nada. El montaje consigue un ritmo trepidante, deteniéndose. Increíble. La acción nunca para, pero respira y la trama es clarísima. Nunca te perderás en los vericuetos de esta historia de mentiras sobre mentiras de la España de los años 90. Pero tampoco sentirás que te llevan de la mano. Hay varios elementos argumentales -el cuadro que lleva a cuestas el protagonista, por ejemplo- que calan profundamente y que no se subrayan en absoluto, sino que se dejan libres a nuestra interpretación. Por todo esto, El hombre de las mil caras se hace larga, pero en el buen sentido: la historia es rica, se cuenta mucho en poco tiempo, tiene la densidad de los -grandes- clásicos del cine. Bastante tendrían que aprender los guionistas de esa serie cool -pero vacía- Narcos, sobre cómo se utilizan aquí la voz en off y las imágenes de archivo para ambientar una época reciente. Lo más difícil en una historia como esta es mantener ágil el tempo narrativo sin que los personajes acaben siendo meros títeres. Aquí se consigue darle carne a tres individuos memorables: Francisco Paesa (Eduard Fernández), el protagonista; Luis Roldán (Carlos Santos), el personaje principal; y Jesús Camoes (José Coronado), el punto de vista narrativo. En ellos descubriremos, además, el subtexto del film. El hombre de las mil caras habla de sinvergüenzas como los de ahora, sí, la película no podía ser más pertinente, pero también resulta atemporal, porque habla de España. Y de los españoles. Alberto Rodríguez y su guionista Rafael Cobos ofrecen una mirada crítica, dura pero tierna, sobre estos hombres sin escrúpulos, capaces de todo por dinero -y por el lujo, el estatus, el poder y el poder fardar- pero a los que les cuesta mucho renunciar a una sola cosa, a su país. En este sentido, hay que rendirse ante el mcguffin más perfecto de la historia del cine español, y también de la historia real de una España en la que todos los sinvergüenzas amenazan con "tirar de la manta". Hablo del maletín de Roldán, que supuestamente contiene los secretos ocultos de la democracia: los pecados del Gobierno, de la oposición y hasta de la Familia Real.

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